DATOS PERSONALES

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* Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires

lunes, 27 de octubre de 2008

SONDEO DE CLARIN EN LA CAMARA BAJA


1) Estoy de acuerdo con que en todo país en serio la reestructuración del sistema previsional es una cuestión de estado que merece una profunda discusión y una búsqueda de consenso entre el oficialismo y la oposición, y no una medida inconsulta y unilateral que está destruyendo la poca confianza que quedaba en la economía K.

2) Así como fue enviado, el proyecto es un manotazo de ahogado sobre las jubilaciones que pertenecen a millones de argentinos y no a las AFJP por parte de un gobierno que ya los obligó a invertir en bonos del estado, se los defaulteó con Lavagna, se los pulverizó con la inflación según el INDEC de Moreno y se los confisca ahora para pagar deuda externa y financiar su campaña electoral.

3) El cambio que introduciría es el de un gobierno que piense en el país a largo plazo en lugar de provocar incendios e intentar apagarlos después con nafta. Saquearon cuando privatizaron en los ´90 y saquean cuando estatizan hoy: Parrilli, el PJ, Néstor Kirchner y muchos diputados oficialistas que votaron la creación de las AFJP en 1993 y se hacen los distraídos hoy.

¿NACIONALIZAR LA ECONOMÍA O GLOBALIZAR LA DEMOCRACIA?

Habrán todos notado que se atribuye hoy la crisis al neoliberalismo noventista sin que nadie mencione la palabra crucial que lo regía: ajuste. Y es que la administración Bush no ha aplicado ningún ajuste (una burbuja es, por definición, lo contrario de un ajuste) y sí se ha hartado de usar políticas expansivas en una fase expansiva, lo que recuerda las hazañas de los Kirchner de estos últimos años. Para no hablar de las disparatadas igualaciones entre la crisis argentina del 2001, causada principalmente por la sobrevaluación cambiaria de la Convertibilidad, y la mundial del 2008, iniciada en esos Estados Unidos cuya moneda toca hoy mínimos históricos.

Es cierto que la falta de regulación del mercado financiero es una de las recetas clásicas del neoliberalismo y la responsable principal de la crisis. Pero también es cierto que la ortodoxia implica también una moneda fuerte y estable, tasas altas y positivas, superávit fiscal y comercial. Ahora bien, durante la presidencia de Bush el dólar perdió frente al euro la mitad de su valor, las tasas bajaron del 5-6 % de la era Clinton al 1-2% de la era Bush, y los formidables superávits gemelos se transformaron en un impresionante déficit fiscal y comercial. ¿Ortodoxia bushiana? Ninguna (dicho sea esto sin ninguna admiración por la ortodoxia).

Al menos en cuatro aspectos fundamentales, la administración de Bush ha aplicado recetas heterodoxas, en una versión de populismo de derecha mal disfrazado de keynesianimo que mantuvo funcionando la economía estadounidense (y la mundial) en altos niveles de crecimiento por cinco años. Ahora bien, aplicar políticas expansivas en plena fase expansiva no es ser ortodoxo, ni heterodoxo, ni keynesiano; es ser irresponsable; y los seres humanos, argentinos y no argentinos, deberemos aprender las dolorosas lecciones que en este sentido nos depara el futuro.

El segundo punto que ha desnudado la crisis financiera es la incomprensión de las razones del apogeo neoliberal. Según el relato nacionalista-populista disfrazado de izquierda un día el señor Reagan y la señora Thatcher se levantaron de mal humor, decretaron que todo debía cambiar en el mundo y comenzó una era de pálidas y desventuras. Consecuentemente, quienes se oponen al pensamiento único neoliberal creen que se lo combate ideológicamente, elaborando y difundiendo un pensamiento único tan ciego a la realidad como el anterior pero de signo contrario. Lo que se les escapa es que el fenómeno que ha permitido el auge neoliberal ha sido la globalización de las finanzas y la economía sin una globalización simultánea de los sistemas políticos democráticos ni de sus instrumentos de control. Es el formidable desequilibrio de fuerzas entre un mercado unificado y cientos de estados fragmentados el que obliga a competir a todos los países por los capitales globales mediante la desregulación del mercado financiero y políticas de dumping laboral y ecológico. Sin resolver esta cuestión, la de globalizar la democracia para restablecer el equilibrio perdido entre política y economía, no habrá salida a la presente situación ni fin del neoliberalismo, sino alternancia entre él y un populismo irresponsable del que los derechosos del Norte y los izquierdosos del Sur son partes complementarias. A menos que se crea que la solución es volver al proteccionismo e insistir en la teoría del desacople y de la Argentina blindada que esgrimía el Gobierno CFK hasta hace dos semanas, y que ya ha enviado prudentemente al desván para poder pasar a justificar todos los problemas económicos del país en la crisis mundial, lo que también es falso.

Esta debacle financiera es una formidable oportunidad para globalizar la democracia. Sólo una respuesta política globalmente unificada pudo imponerle un parate provisorio. Se trata ahora de reformar la arquitectura financiera mundial para estabilizar los mercados y enfrentar la recesión que la seguirá protegiendo a todo el mundo y no sólo a la población de los países centrales. Si existiera un Parlamento Mundial sabríamos dónde discutirlo y cómo hacerlo. Comenzar la batalla por crearlo es un desafío para una izquierda del siglo XXI que mire al mundo y al futuro en lugar de seguir encandilada por la nación y su pasado. No se trata pues de renacionalizar la economía sino de ajustar los instrumentos democráticos a la emergente sociedad global de la información y el conocimiento, restructurando la arquitectura financiera mundial e iniciando una reforma democrática de la ONU a fin de que pueda cumplir las funciones para las que fue creada.

lunes, 20 de octubre de 2008

Suspendemos por el momento la Conferencia : "25 años de democracia: una perspectiva latinoamericana"

Lamentamos comunicarles la postergación de la actividad prevista para este miércoles 22 en la Facultad de Derecho de la UBA.

El embajador de Chile, Dr. Luís Maira, ha debido viajar a su país por problemas familiares, y el Dr. Francisco Bustillo Bonasso, embajador de Uruguay, acaba de comunicarnos que ha debido agendar un viaje en la misma fecha.

Por estos motivos hemos decidido postergar la actividad de celebración de los "25 años de Democracia, una perspectiva sudamericana", que esperamos poder realizar antes de fin de año.

viernes, 17 de octubre de 2008


El capitalismo necesita más democracia global

La mayor crisis sistémica de los últimos setenta años exige encarar la reforma de la ONU y de las instituciones financieras internacionales.

Publicada en el Diario "Clarin" el 16 de octubre de 2008

Si la década del 80 había presenciado la crisis de la deuda de los países africanos y sudamericanos más pobres y los 90 mostraron que la línea de fractura se había movido hacia los países de desarrollo medio, lo sucedido en estas semanas demuestra un ulterior desplazamiento de la crisis desde la periferia al centro del sistema.
Se equivocaban quienes pensaban que un nuevo 1929 era imposible porque las naciones habían desarrollado un sistema de intervención ante la crisis: la arquitectura institucional del mundo es hoy tan deficiente como lo era la de los Estados Unidos entonces. Las reiteradas caídas de las Bolsas mundiales y la generalizada negativa de los bancos a prestarse dinero demuestran así la incapacidad del sistema financiero nacional/internacional para dar respuesta a cuestiones globales.
Pero olvidemos la catástrofe reciente y supongamos que la sangría aplicada por Mr. Bush termina siendo exitosa; que los mercados se recuperan y que se produce, milagrosamente, un aterrizaje suave de la economía mundial. Las preguntas son obligadas: 'Es democrático el hecho de que una decisión que involucra el destino económico del entero planeta sea responsabilidad del presidente de un solo país? 'No se viola la cláusula esencial de la democracia cuando un gobierno elegido para defender intereses nacionales toma medidas que afectan a miles de millones de personas incapaces de hacerse oír y representar en el proceso de toma de decisiones? Y no se trata solamente de la economía. Las mismas cuestiones se plantean en todos los principales problemas sobre los que se juega el destino de la humanidad: el cambio climático, la proliferación nuclear, el manejo de tecnologías de alto riesgo y el control de la violencia global.
'No es claro que, aun suponiendo que todos los Estados nacionales fuesen democráticos, el sistema de las democracias nacionales y las instituciones internacionales tal como las conocemos es insuficiente para gobernar eficaz y democráticamente un universo tecno-económicamente globalizado? Ante la consolidación de un mercado mundial es necesario recrear en el ámbito global los instrumentos desarrollados ayer a nivel nacional: un sistema monetario coordinado que reduzca las especulaciones cambiarias y permita llegar paulatinamente a una moneda única, un prestamista global de última instancia que inyecte liquidez en situaciones de crisis y, sobre todo, un poder democrático que regule el proceso actuando en representación de los intereses de todos los ciudadanos del mundo y no sólo de unos pocos. Quien conozca la historia de la creación del FMI y el Banco Mundial en Bretton Woods (1944) reconocerá en estas propuestas la actualización de las iniciativas presentadas entonces por John Maynard Keynes. El fundamentalismo de mercado no es una epidemia ideológica sino la consecuencia inevitable del desequilibrio de poder entre una economía global y una política aún centrada en Estados nacionales. La crisis actual no puede ser resuelta nacionalmente ni sus consecuencias evitadas por las ilusiones autárquicas creadas por el proteccionismo nacionalista. La mayor crisis sistémica de las últimas décadas ha hecho evidente que la reforma democrática de la ONU y las instituciones financieras internacionales ha dejado de ser un sueño utópico para transformarse en una necesidad urgente. Para ahuyentar definitivamente el fantasma de una Gran Depresión mundial es necesario restaurar el equilibrio entre democracia y capitalismo que se perdió con la globalización del sistema económico sin una simultánea globalización de la democracia. Una reunión inmediata de la Asamblea de la ONU y la formación de una agencia mundial con poderes directos de intervención en la emergencia financiera podrían ser hoy un primer paso en este sentido.

Horacio González y la Estetización de la Política

Publicado en Revista "Contraeditorial" octubre de 2008

Entre las muchas acusaciones esgrimidas contra los populistas latinoamericanos por Juan José Sebreli, Horacio González ha escogido responder la de barroquismo. Nada eligió decir, en cambio, del argumento sebreliano de que los intelectuales populistas que se pretenden la vanguardia liberadora de sus pueblos son en realidad un aliado fundamental del sistema que los oprime. Ni nada ha querido responder a las observaciones sebrelianas que, lejos de concederles el progresista lugar que se autoadjudican, los ubica como bastión de las fuerzas reaccionarias. Nada de ello le preocupa ni le ofende, pero el empleo de la palabra “barroco” en uno de los muchos párrafos de la extensa nota ha logrado sacarlo de las casillas. La conclusión no puede ser más simple: o González discute algo marginal porque carece de argumentos para enfrentar lo principal o la estética ocupa el lugar más alto en su escala de valores, lo que relega a la tan reivindicada política al humilde rol de actriz de reparto.

Basta ver la lista de autores a los que González acude en su socorro (Sarduy, Viñas, Borges, Lezama Lima) para constatar que es la literatura su preocupación central, acaso, la del entero populismo latinoamericano. Después de todo, ¿de qué se acusa a Sebreli? De haber concurrido a discutir filosofía a la mesa de Mirtha Legrand. Vulgaridad mediática, soluciones pegadizas, estética de los medios de comunicación, son los anatemas escogidos para el linchamiento intelectual de Sebreli. Y bien, he visto algunos programas de la señora Legrand y he compartido con Horacio decenas de desayunos filosóficos en los cafetines de Buenos Aires, y si debiera abrir un juicio sobre la calidad filosófica de ambos foros no sabría a favor de cuál pronunciarme. Lo digo con respeto: ni uno ni otro parecen ser lugares apropiados para ahondar en las profundidades de la filosofía y ambos lo son para un primer acercamiento a sus problemas. ¿Por qué condenar a éste y salvar al otro? ¿O acaso la estética del café, tan cara a las personalidades emocionalmente heideggerianas, opera como garantía salvífica de la metafísica populista, en tanto las abominables mesas televisivas –a las que, sin embargo, concurren con entusiasmo apenas tienen la oportunidad varios ilustres cartabiertistas- merecen la abominación que ayer se reservaba al cine de teléfonos blancos?

Quizás se les haya ido la mano a los entusiastas de la separación entre forma y contenido. Pero, ¿es esta una buena justificación para caer en el exceso opuesto, es decir: en el concepto simplista de que la estética del continente garantiza la calidad del contenido? ¿No se parece esta idea, curiosamente, al elemento psicológico manipulado por los marketineros adoradores del packaging? ¿Están seguros, Horacio y sus muchachos populistas, de que la reificación estetizante de toda acción popular, el ensalzamiento permanente de las barricadas y la defensa acrítica de todo intento de reeditar la epopeya de la Revolución Francesa lleve a mejorar las condiciones de vida de un país, o de un continente? Lo digo sin pretender desconocer el rol que las luchas sociales han jugado en la mejora de la situación de los vulnerables. Lo digo porque creo que la lucha social no lo es todo y porque conjuro que a nuestros populistas latinoamericanos se les ha escapado alguna parte importante del asunto, la que explica el raro misterio de que no haya lugar en el mundo con un repertorio de héroes -desde Sandino al Che Guevara- tan reconocido como Latinoamérica, continente que sin embargo sigue siendo el de las mayores desigualdades sociales del planeta. Para no recordar que este país ha sido gobernado diecisiete de los últimos diecinueve años por el Partido Justicialista sin mejora de la cuestión social digna de mencionarse. Lo digo porque creo notar, en el fondo, cierta indiferencia de los intelectuales populistas por los resultados concretos de sus acciones, muy similar a la que sospecho entre héroes como Guevara. Como si el retroceso desde la ética de la responsabilidad hacia la ética principista no fuese suficiente y hubiera que refugiarse además en la ética de la estética, esto es: en esa estetización de la política que criticó un cierto Walter Benjamin, citado por González. Y lo digo también porque cada vez que se reactiva la discusión política, como recientemente, creo percibir cierto entusiasmo setentista en el que importa más el disfrute de la “fiesta” que su impacto en las condiciones de vida de los más pobres y desprotegidos. De allí la celebración de estos tristes meses en los que el Gobierno logró acabar, con eficacia no desprovista de pasión nihilista, con las perspectivas de crecimiento de uno de los sectores más dinámicos de la economía nacional y con sus propios sueños hegemónicos.

Es que no hay nada más antiestético que las aburridas democracias escandinavas, con sus carteros puntuales y sus sistemas de asistencia a las abuelas en desgracia, tan lejanas al clima social que permite la proliferación de los Raskolnikovs y los Dostoievskis; ni nada más divertido que una revolución tropical capitaneada por barbudos, o una manifestación argentina que pide el despido en masa de la clase política ante la mirada atenta de las Naomi-Kleins de turno. Es sobre estos patrones de índole estética que intenta forjar el populismo el futuro del país. Pero cuando se trata de emigrar o de exiliarse… cuando se trata de emigrar o de exiliarse se pasa rápidamente de la romántica estupidez pública a la pragmática astucia privada, razón que explica que el número de exiliados latinoamericanos haya sido ayer tan alto en Suecia y tan bajo en Cuba, y el de emigrantes sea tan alto hoy en los demoníacos USA y la consumista Unión Europea y tan bajo en Venezuela.

Lo que nos lleva de nuevo a González y Sebreli, y al origen de su disputa: una nota crítica sobre Ernesto Laclau, heroico exiliado en las liberales universidades de la Rubia Albión, desde cuyas antipopulistas cátedras ha logrado establecer un bastión de la liberación de nuestros pueblos. Lo digo con cierto encono, lo admito, porque no me parece justa la sospecha que siembra González acerca de las motivaciones de Sebreli, autor con quien se puede o no coincidir pero que ha vivido siempre de los ingresos que le han procurado sus libros y artículos, sin acceder jamás un puesto en la universidad, ni en la academia, ni en la política, ni en el funcionariado público, lo que no puede afirmarse de ciertos detractores siempre dispuestos a endilgar a los demás la calificación de intelectuales orgánicos y jamás capaces de aplicar la misma vara a sí mismos y a sus amigotes. A decir verdad, conociendo personalmente a ambos personajes, si tuviera que elegir para mí mismo el futuro económico de uno de ellos elegiría el de Horacio y no el de Juan José; para no hablar de los suculentos salarios de Laclau, que de ser percibidos por Sebreli ya estarían hablando algunos de sobornos colonialistas. Que se haga cargo pues el amigo González antes de calificar a Sebreli de infante injurioso y a su obra de tarea diaria de opresión: es González el oficialista, y no Sebreli. Son González y sus amigos de Carta Abierta los que trabajan incansablemente a favor de los sentidos comunes instalados por el revisionismo populista y los que integran hoy el formidable bloque de poder pejotista del que el kirchnerismo es sólo el actual mascarón de proa. Que Horacio esté al frente de la Biblioteca Nacional y sus amigos vivan de mil actividades relacionadas con uno de los gobiernos más corruptos de la historia argentina no hace a sus ideas mejores ni peores, pero –por favor- no estaría mal que se sacudieran de encima esa pose de almas bellas anarquistas que se lleva tan mal con la luz de neón de los despachos.

La argumentación gonzaliana no es mejor en lo que respecta a la estética. Hay en los verdaderos barrocos una disposición a explorar las dificultades del lenguaje perfectamente opuesta a la enfermedad del barroquismo manierista, cuyas víctimas están más bien interesadas en aprovechar esas dificultades para hacer pasar lo enmarañado por complejo. El barroco, qué duda cabe, tiene su magnificencia y su dignidad literaria; y detenerse morosamente en las minuciosidades del lenguaje -alla Proust- y hasta usarlas como tema central de una novela -alla Joyce- es perfectamente legítimo. Más difícil es defender la utilidad del barroquismo en el terreno político, donde cierta dosis de claridad resulta imprescindible si se quiere escribir para todos, es decir: para ese pueblo que tanto adoran los populistas pero que para su desgracia suele preferir los almuerzos de la señora Legrand a las disertaciones de los cartabiertistas; acaso por estar las mismas empedradas, como señala Sebreli, de indefinidos plurales, de prácticas articulatorias, de especificidades del vínculo hegemónico, de materialidades de la estructura discursiva y otras delicias destinadas a esconder la banalidad de los malos pensamientos. “Estética de mercado”, dice González de Sebreli en la cúspide de su prejuicio anatemizador, sin darse cuenta de que los detestados mercados, con sus hombres de carne y hueso tomando decisiones concretas de aceptación y rechazo, suelen ser más democráticos que las jergosas universidades, y no está mal que así sea.

Hay que dar vuelta la tesis de González: si la forma es inescindible del contenido, entonces la verbosidad barroquista de Laclau es inseparable de un pensamiento antipopular, muy a pesar (¿a pesar?) de su prédica populista. Lo dice bien Sebreli en la frase clave de su artículo: “Algunos se dedicaron a hacer filosofía de la literatura y ahora quieren hacer literatura de la política”. Estrategia nada original, por otra parte, en un mundillo intelectual, el argentino, que se caracteriza por el intento de aplicar a la política, nuevamente, infaustamente, las ideas nietzscheanas, acaso no tan malas para el mundo del arte. Al fin y al cabo, la tragedia de González es la de haber nacido para la literatura y no haberse atrevido a enfrentar su destino, lo que lo ha llevado a meterse en política sin cambiar de punto de observación ni de estilo, con la gracia de un rugbier que jugara al ajedrez y la eficacia de su viceversa. Como si la belleza pudiera ser el paradigma central de la política, en cuyo caso la genialidad de Eisenstein garantizaría las bondades del estalinismo y el nazismo sería un modelo político insuperable, como sugirió la Leni Riefenstahl de sus años de gloria.

sábado, 4 de octubre de 2008

Massa en el Congreso
Luego de que el Jefe de Gabinete Sergio Massa se prensentara en el Congreso para una sesión informativa en la cual se refirió al escándalo de la valija de Antonini Wilson y al INDEC, entre otros temas, yo y algunos otros diputados hicimos declaraciones para La Nación Online. Pueden verlas clickando aquí abajo.
http://videos.lanacion.com/video5998-cuestionamientos-al-discurso-de-massa


"MAS DE LO MISMO"
Gacetilla de prensa 2 de octubre de 2008

El diputado por la Coalición Cívica Fernando Iglesias declaró "la sesión informativa ofrecida hoy por el Jefe de Gabinete se ha desarrollado según la habitual tradición de las administraciones Kirchner: negación de la realidad, informes incompletos y sesgados, respuestas vagas y selectivas, y ningún respeto de los acuerdos de funcionamientos establecidos por consenso". Además agregó, "que Sergio Massa, quien asumió su cargo pidiendo que se recuperara la credibilidad del INDEC defienda hoy las mentiras pergueñadas por los ayudantes de Moreno lo dice todo sobre los efectos de la cercanía con el poder K". Continuó diciendo "a este triste panorama se agregó la intervención final del jefe de bancada justicialista, Agustín Rossi, cargada de una visión sectaria y maniquea de la historia nacional".

Finalmente dijo "quienes esperábamos que la presencia de Massa fuese un paso adelante en las relaciones entre Ejecutivo y Legislativo nos sentimos decepcionados. A dos meses y medio de la derogación de la 125, el Poder Ejecutivo Nacional sigue intentando relegar al Parlamento al lamentable rol de escribanía que desempeñó por años".