Esta semana, en lugar de una de mis notas, reproduzco un reportaje a Bill Pace, secretario ejecutivo del Movimiento Federalista Mundial, en el marco de los "10 DIAS DE DEMOCRACIA GLOBAL" que se realizaron en la ciudad de Buenos Aires entre los días 30 de septiembre y 9 de octubre de 2010.
Bill Pace ha sido el Coordinador de la Coalición por la Corte Penal Internacional desde sus inicios en 1995. Se desempeña como Director Ejecutivo del World Federalist Movement-Institute for Global Policy (WFM-IGP) y Co-fundador y miembro del Comité Ejecutivo de la Coalición Internacional por la Responsabilidad de Proteger.
Durante los últimos 30 años, ha estado comprometido con la justicia internacional, el estado de derecho, el derecho ambiental y los derechos humanos. Anteriormente, se desempeñó como Secretario General del Hague Appeal for Peace, Director del Centro de Desarrollo de Derecho Internacional y Director de la Sección de Relaciones de la Fundación de Conciertos por los Derechos Humanos de Amnistía Internacional, entre otras posiciones.
Ocupa el cargo de Presidente del Consejo del Center for United Nations Reform Education, miembro de la Junta Consultiva de la Fundación One Earth y Co-fundador del Comité Ejecutivo de ONGs de la Comisión de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidad y del Grupo de Trabajo de ONGs del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Ha recibido la Medalla William J. Butler de Derechos Humanos del Instituto por los Derechos Humanos Urban Morgan y actualmente es miembro de la Fundación Ashoka.
“Debemos preguntarnos si queremos cambiar la estructura global o si sólo se va a tratar de reordenar las sillas en la cubierta del Titanic”
por Tomas Flores
Si alguna reforma importante se ha efectuado sobre el sistema jurídico internacional en estos últimos años, ésta es la creación de una Corte Penal Internacional encargada de juzgar crímenes contra la humanidad cada vez que los estados nacionales se demuestren incapaces de hacerlo. Y si alguna persona puede considerarse parte decisiva de la concreción de este proyecto -discutido desde la época de los Tribunales de Nüremberg con el objeto de crear un marco jurídico global capaz de evitar la repetición de las tragedias de la Segunda Guerra- ése es Bill Pace, creador y factotum de la Coalición por una Corte Penal Internacional.
De visita en Buenos Aires para participar de la reunión del Consejo del Movimiento Federalista Mundial, del cual es secretario ejecutivo, Pace –un norteamericano de 52 años nacido en Colorado y residente en Nueva York- nos recibe para hablar de los temas que han formado parte de su trabajo diario por décadas.
En nuestro país, la palabra “federal” se asocia a una forma de organización política interna. ¿Tiene que ver con esto el Movimiento Federalista Mundial? Y si no es así, ¿cuáles son sus objetivos?
Nuestro movimiento es un antiguo movimiento por la paz fundado a finales de la Segunda Guerra Mundial, básicamente, para tratar de evitar el estallido de una tercera guerra. En aquel momento, los Estados Unidos acababan de poner fin a la Segunda Guerra Mundial dejando caer bombas atómicas sobre Japón, y en el plazo de dos años, la Unión Soviética había desarrollado sus propias bombas pensando que sólo quedaba una solución: otra guerra. Líderes como Albert Einstein o Bertrand Russell estaban convencidos de que pasarían sólo 10 o 20 años antes de que el mundo sufriera una nueva catástrofe. Allí nació nuestro movimiento, cuyo objetivo es sustituir la cultura de la guerra por una cultura de la democracia y de la paz. Creemos que el único mecanismo de gobierno que podría lograr instaurar la paz en la sociedad internacional está representado por instituciones democráticas reguladas por la ley y la justicia internacionales, y capaces de proteger los derechos humanos de todos los ciudadanos del mundo.
¿Cómo se desarrolló entonces el proyecto original?
Al principio, nuestro movimiento se dividió en dos alas. Una trabajaba por la unificación política y económica de Europa y la otra decidió ocuparse de la construcción de una democracia internacional. Es evidente que la unificación de Europa fue un gran éxito, que sirve como ejemplo para establecer el estado de derecho como base de la paz y las relaciones entre estados. Hoy, la Unión Europea está integrada por 27 estados y no ha habido guerra en ella desde hace 60 años.
El mundo siguió un camino diferente. Al final de la Segunda Guerra Mundial los antiguos imperios se disolvieron porque las colonias comenzaron a pedir su independencia, arrojando como resultado cuarenta años -desde 1945 hasta 1985- de descolonización. Al mismo tiempo existió una tremenda confrontación entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Desde entonces nuestro movimiento propone reemplazar la guerra, el sistema de la guerra, por el del derecho internacional y la justicia para todos, democratizando la toma de decisiones en la ONU, base del orden jurídico internacional, y avanzando hacia la creación de un parlamento mundial.
Siempre hemos sentido que era necesario un parlamento ligado a las Naciones Unidas, para que la ONU tuviera mayor llegada a todos los países, para que no sólo tomen decisiones los ejecutivos de los estados sino representantes elegidos por el voto de la gente. Ese es el objetivo primordial de la campaña por una Asamblea Parlamentaria en la ONU: iniciar un proceso de deliberación democrática de los asuntos globales.
¿En qué nivel se encuentra hoy el proyecto de una democracia internacional o supranacional?
Como es lógico, las dictaduras son adversarias de la democracia internacional. Pero también la mayoría de las grandes democracias nacionales, como los Estados Unidos, India, el Reino Unido o Francia, se oponen en la práctica. El desarrollo de la democracia internacional se encuentra pues detenido en el nivel regional, segmentado, debido a dos colapsos catastróficos de los últimos diez años por parte de los Estados Unidos y el Reino Unido, con su decisión de actuar por sobre la Carta de las Naciones Unidas en su guerra contra el terrorismo, y por la invasión a Irak, una decisión terrible que hizo que el mundo sea menos seguro. El costo lo pagaremos todos en las próximas décadas. Por coincidencia o no, cinco años más tarde hubo una crisis económica mundial. Los líderes financieros del Norte dejaron en evidencia que su liderazgo era imposible, que las instituciones internacionales eran incapaces y que el camino hacia la paz y la seguridad estaba destrozado.
Creo que es un tema clave el preguntarse si el mundo va a cambiar su estructura financiera, en particular: si sólo se va a tratar de reordenar las sillas en la cubierta del Titanic o si vamos a crear un nuevo sistema de gobernanza, no sólo económica. La Unión Europea es un buen ejemplo del establecimiento del Estado de Derecho como la base de las relaciones entre los países, pero hoy los gobiernos más poderosos parecen estar moviéndose desde el G-8 al G-20 en vez de recurrir a las Naciones Unidas, cuando el G-20 ha sido poco efectivo como instrumento de gobernabilidad global en la prevención de catástrofes, tanto económicas como militares. Nuestra esperanza es que los líderes de los gobiernos apliquen a nivel internacional los principios de la democracia constitucional, porque las democracias son una forma de gobierno a veces frustrante, pero no conozco a nadie en Argentina que quiera volver a la dictadura militar de hace treinta años.
¿Piensa que la democracia en América Latina corre peligro?
Creo en la elección de los representantes a través del voto, y en la legitimidad que eso le da a los gobernantes. En Latinoamérica, muchos de los representantes electos han sido atacados pero la gente tiene el poder para revertir esos ataques.
¿Lo dice por los últimos acontecimientos en Ecuador?
Estuve muy al tanto de lo sucedido porque mi asesor jurídico es ecuatoriano, y repudio totalmente ese tipo de acciones antidemocráticas. Muchos en el mundo han sufrido, y sufren, este tipo de abusos. En mi país por ejemplo, cuando era joven, en un período de pocos años asesinaron a Martin Luther King y a John Kennedy. De manera que todos tenemos que participar de las instituciones democráticas y darnos cuenta de que sin nuestra ayuda pueden desmoronarse. La fragilidad está en todos lados, y evitar su caída depende solo del compromiso de los ciudadanos.
¿Cree que Estados Unidos va a apoyar un proyecto de democratización del orden global?
El poder lleva a tomar decisiones en sesiones privadas y pequeñas, y por eso a los Estados Unidos no les gustan las reuniones abiertas y transparentes, lo que también se aplica a los líderes de muchos países pequeños que no se rigen por principios democráticos. Sin embargo, presionados por los ciudadanos del mundo, los Estados Unidos deberán comenzar a rendir cuentas ante todos y a tomar decisiones de manera más transparente.
¿Cuál ha sido el resultado de estos Diez Días de Democracia Global desarrollados en Argentina?
Bueno, hubo tres aspectos del evento. El primero fue la reunión del Parlamento Latinoamericano para debatir cuestiones de integración democrática regional y mundial. Este es un debate que hace pocos años era muy poco considerado en la región; pero ahora se está analizando, por ejemplo, si los procesos de integración regionales deben ser regulados sólo por los gobiernos o si deberían tener también una importante dimensión parlamentaria. Así que hemos participado de una discusión que generó mucho interés acerca del futuro de los parlamentos regionales, y sobre su estado de desarrollo en esta parte del mundo. Y fue una discusión muy fructífera y una reunión muy exitosa. El segundo punto de la agenda fue la propuesta de crear una dimensión parlamentaria democrática a nivel mundial. Y dado que la Asamblea General de la ONU es hoy el órgano más universal del orden jurídico internacional, estamos sugiriendo que en su interior debería crearse ya mismo una asamblea parlamentaria que permita que miembros de los parlamentos de todos los países consideren los grandes temas de la agenda global, como el cambio climático, la proliferación nuclear o la inestabilidad financiera, entre otros. Finalmente, tuvo lugar la reunión de Consejo anual del Movimiento Federalista Mundial, donde discutimos además la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU, la reforma del sistema financiero mundial y otras formas de promoción de la democracia mediante el derecho internacional. Está también el objetivo del desarme, tema en el que América del Sur ha adoptado políticas muy avanzadas, como la prohibición de armas nucleares en la región, y que servirán de modelo para el resto del mundo. Si podemos tener éxito en el desarme regional es posible que avancemos también en el desarme mundial, y Argentina es un país que está adelante en muchas de estas cuestiones, como justicia internacional y derechos humanos.
¿A qué cree que se debió el éxito en esta región?
Básicamente, por las desapariciones que se han sufrido en muchos países, y especialmente en Argentina. Sudamérica ha insistido a través de los años en no tener conflictos armados y eso es un gran aporte a la comunidad internacional.
¿Cuál es el paso siguiente en este terreno?
Vamos a seguir luchando por la justicia internacional, para hacer que más gobiernos adhieran a la Corte Penal Internacional, especialmente los Estados Unidos, que primero se opusieron pero ahora, con la mueva administración, han ido cambiando de parecer. Además, debemos seguir avanzando en otros bloques regionales, y tenemos la difícil tarea de incluir a todos los países de la Unión Africana, para ayudarlos a oponerse a la guerra y desarrollar su propia democracia. Por último, vamos a trabajar para convencer a los gobiernos de que no necesitamos un G-20 que gestione toda la política mundial y tome decisiones globales, sino que debemos apostar por la democratización de la ONU de todas las maneras en que sea posible.