DATOS PERSONALES

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* Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires

miércoles, 28 de julio de 2010

PROGRAMAS DE TV


Hoy a las 23 estaré en el programa "Esta noche" con Gerardo Rozin, por C5N. Los espero...

lunes, 26 de julio de 2010

NOTA DE LA SEMANA

LAS CUATRO OLIGARQUÍAS
Publicado en Revista Noticias del 24 de julio de 2010




Durante décadas, la denominación “oligarquía” se ha utilizado como el peor insulto político que pueda administrarse en nuestro país. La compenetración entre la fracción más poderosa del sector agropecuario y las dictaduras militares que asolaron el país desde 1930 creó buenas razones para asociar este calificativo a la producción rural, y originó una versión retrospectiva de la Historia que enlaza acríticamente la conformación de una casta aristocrática a cargo del ejercicio dictatorial del poder con las rentas derivadas de la posesión de la tierra. Ahora bien, esta teoría merece algunas actualizaciones.

LAS PRIMERAS TRES OLIGARQUÍAS
Si bien históricamente la distribución de la tierra en Argentina fue arbitraria, ligada al grado de poder familiar y a la participación en el despojo a los aborígenes, y tendió a la concentración (el latifundio y la producción extensiva, por contraste con el modelo del farmer, esa pyme familio-intensiva estadounidense), el extraordinario éxito de la Argentina agropecuaria pre-Centenario no se derivó limpiamente de la productividad de las pampas feraces sino de una serie de intervenciones decisivas en el aumento de su productividad, que iban desde el alambrado hasta la importación de ejemplares de las mejores razas, pasando por la construcción de molinos, caminos, silos, ferrocarriles, elevadores y puertos. En este sentido, dada la inexistencia de pasados feudales y de plantaciones esclavas, la denostada oligarquía agraria fue la primera forma que asumió la burguesía nacional, siempre añorada y jamás comprendida en las condiciones reales de su desarrollo en el país.
Basta hacer hoy un repaso de los apellidos propietarios de las mayores extensiones de tierra y de los grandes empresarios de nuestro agro para observar la melancólica ausencia de los apellidos patricios de la arcadia pastoral argentina y la proliferación de gringos laboriosos, cuya segunda o tercera generación ha llegado al tope del ranking mediante la transformación del modelo extensivo y de pastoreo vacuno y ovino en una agricultura intensiva con alta incorporación de trabajo intelectual (organismos genéticamente modificados, siembra directa, tractores con GPS y sistema de conectividad con los mercados globales).
Cuando en ocasión de la crisis de 2008 el partido en el poder mentó la “oligarquía vacuna” aludió a un fantasma, demostró su incomprensión de lo sucedido en las últimas décadas en el interior argentino y su entusiasmo por manejarse con esquemas ideológicos en el peor sentido de la palabra. Sin embargo, la mención fue cualquier cosa menos inocente. En efecto, estaba destinada a encubrir la existencia y funcionamiento de las nuevas oligarquías que manejan el país con despiadado apego a sus propios intereses y descarada vocación de disfrazarlos como intereses generales. Nada nuevo bajo el sol, podría decirse, ya que el rasgo distintivo de toda oligarquía para obtener y conservar el poder es su capacidad de instalar una hegemonía, en términos gramscianos, según la cual el proyecto nacional de un sector económico es presentado, impulsado y defendido por todos los medios bajo el argumento de que es el que mejor conviene a los intereses generales del pueblo y de la nación. En esto, y no en otra cosa, estriba la tan difundida idea del “proyecto nacional”, que -desde el programa de la generación del ’80 a las aporías kirchneristas, pasando por los planteados desde Lugones hasta Jauretche- constituye el eje invisible que ha dividido el escenario nacional en sus grandes polaridades políticas.

CAMPO vs. INDUSTRIA (LA BATALLA ENTRE LA PRIMERA Y LA SEGUNDA OLIGARQUÍAS)
Nada hay de extraño en que el sector más dinámico de la economía se adueñe del liderazgo, subordine a los demás e impulse al país hacia el progreso, la prosperidad y el futuro; con la sola condición de que se trate -efectiva, y no declarativamente- del sector más dinámico y con futuro, y que al apoderarse del liderazgo impulse al país en su conjunto hacia el progreso y la prosperidad, incluyendo a todos los sectores de la producción. Es esto, precisamente, lo que el denostado sector agropecuario logró hacer en los tiempos del primer centenario, constituyéndose en la primera manifestación de una burguesía nacional existente en la historia del país, y lo que ningún otro supo emular después de su ocaso, cuando el modelo de producción de riqueza basado en la explotación los recursos naturales y la competitividad pampeana -asociada en Argentina con la hegemonía mundial de Inglaterra- se agotó y el país perdió en un solo momento su modelo productivo, su inserción en el mundo y su “proyecto nacional”, sin que hasta ahora haya encontrado la manera de reemplazarlos. Es precisamente aquí donde se origina la queja industrialista contra la oligarquía agraria, dada su insistencia en mantenerse en el centro de la escena a pesar de la decadencia de las razones que justificaban su anterior dominio hegemónico, estrategia de la cual el partido Conservador, primero, y el partido militar, después, fueron los agentes políticos. Lo que el industrialismo desarrollista autoproclamado como reemplazo de la hegemonía agropecuaria jamás dice, lo que la versión revisionista nacionalista-populista de la Historia siempre oculta, es que la pretensión de mantener el poder que se detiene es regla inevitable de la Historia universal y no un producto original de la maldad de la oligarquía vernácula. De manera que poco puede achacársele al ancien régime agrario cuando el nuevo, industrialista, se demostró completamente incapaz de desarrollar las fuerzas productivas y de liderar el país hacia su futuro, originando, en su persistente fracaso, ese lamento orientado hacia el pasado que constituye el rasgo distintivo de los perdedores y frustrados hombres solos que esperan.

Más allá de las inevitables consecuencias que el intento de prolongar, irracionalmente y a contramano de los desarrollos científico-tecnológicos, la hegemonía de un sector anteriormente dinámico, el intento de demonizar a la oligarquía vacuna cumplió -y cumple- el objetivo de ocultar la existencia de las dos oligarquías que fallidamente reemplazaron a la agraria en el control del país. De la primera de ellas hay poco de nuevo que agregar: al contrario de lo sucedido en países “nuevos y vírgenes” como Australia, Canadá y los Estados Unidos, la burguesía industrialista argentina negó la dinámica complementaria de desarrollo entre campo e industria, no comprendió que un campo próspero constituía una enorme oportunidad para la producción de tractores, vagones de ferrocarril, agroquímicos y camiones, instaló una noción de suma-cero basada en la necesidad de optar por el desarrollo agropecuario o por el desarrollo industrial, terminó consolidando un modelo productivo que a fuerza de sobreprotecciones de todo tipo –aranceles, subsidios, obsequios financieros disfrazados de crédito, vista gorda para la evasión, el trabajo en negro y la depredación ambiental- acabó como todas las sobreprotecciones: con la inmadurez permanente del protegido, su incapacidad para enfrentar los desafíos del mundo existente, su dependencia de las prebendas de papá-estado, su parasitismo y raquitismo estructurales, y su permanente tendencia al victimismo y la auto-conmiseración. Sus sucesivas etapas evolutivas, que se fueron sumando a las anteriores en un penoso decantado, comenzaron con las industrias asociadas al boom agropecuario, siguieron con las de la sustitución de importaciones, incorporaron y telurizaron a varias multinacionales, continuaron en plena dictadura con los grupos económicos nacionales ligados a los contratos de obra pública y la “privatización periférica” de las empresas del estado sin por eso abandonar las peculiaridades de un industrialismo deformado, incapaz de instaurar una verdadera hegemonía progresista debido a su cortoplacismo y facilismo derivados de esa variante local de la maldición de los recursos naturales asociada al petróleo verde.

LA TERCERA OLIGARQUÍA
De las ruinas del país que dejó esa elite industrialista, cuyo apogeo originó un poderoso proceso democratizador en todo el mundo, pero que en nuestro país fue tan demagógica y populista en su superficie como oligárquica en su sentido más profundo, surgió una tercera oligarquía, hoy en el poder. Gran parte de ella se afirmó con la debacle del proyecto industrialista-proteccionista-estatista del alfonsinismo que concluyó en la hiperinflación de 1989-90. Otra, cuyas partes se habían desarrollado incipientemente en las periferias económicas y políticas del menemismo, la completó y reemplazó después de la segunda gran debacle nacional: la del ocaso de la Convertibilidad, iniciado con la segunda presidencia Menem y concluido en diciembre de 2011. Se trata de una oligarquía pragmática y postmoderna –líquida, diría Baumann- que ha comprendido perfectamente que en el mundo globalizado las redes informales y los sectores de producción intangible –y no las instituciones, ni las estructuras materiales- son la verdadera fuente del poder. Por eso no son fieles a ningún modelo productivo y a pesar de clamar por el slogan de moda (los servicios, en los ’90; el país industrial, hoy) no dudan en hacer dinero como una gigantesca sanguijuela: extrayéndolo directamente de las relaciones de poder; ya sea mediante la especulación inmobiliaria y financiera, la compra de propiedades agropecuarias, la construcción de hoteles cinco estrellas, el apoderamiento del petróleo y los juegos de azar, y el uso del estado como parte de su acervo patrimonial.
La tercera oligarquía tampoco está apegada a una visión ideologizada en el eje derecha-izquierda o estatismo-privatismo: por eso se han proclamado privatistas en la década anterior y estatistas en ésta, haciendo excelentes negocios tanto con las privatizaciones como con las estatizaciones y parasitando tanto el estado como a las grandes corporaciones. Eran pseudo-eficientistas y pseudo-productivistas en los Noventa y son pseudo-redistribuidores hoy, con iguales resultados desastrosos tanto en términos de la competitividad nacional como de reparto de la riqueza social. Han substituido la red formal de instituciones (el Congreso, la Justicia, las organizaciones civiles y hasta las aduanas y embajadas) por una red de instituciones informales, de las cuales la Mafia, el Kiosco y la Patota son los modelos organizativos. Hablo de mafia como casta de dirigentes enquistados en una institución parasitada contra sus fines originales y usada en beneficio privado. Hablo de los kioscos preparados para administrar los negocios turbios de esa mafia y de las patotas a cargo de la defensa violenta de la mafia y de su kiosco; todos ellos perfectamente provistos de circunspectos o mediáticos funcionarios y de escandalosos dispositivos: la caja, el peaje, el recaudador, el valijero, el bufón, la barra-brava.
La ANSES se ha convertido en una caja de redistribución de la pobreza; la AFIP en una agencia de chantajes; el INDEC y el sistema de medios públicos en una empresa de publicidad. Mientras que la retórica de la tercera oligarquía apela a la consigna de que “El Estado -con mayúsculas- somos todos”, su accionar se distingue por la privatización inconfesable del estado y su incorporación secreta a los bienes privados de la tercera oligarquía, según el mecanismo señalado por Max Weber en sus escritos sobre el patrimonialismo. Se trata de un mecanismo propio de la monarquía, que consideraba al territorio y a los bienes estatales como propiedad de familia: coto de caza, reserva turística y prenda de negociación política y comercial.
Productivamente, mientras la retórica de la tercera oligarquía apela a la visión idealizada de la metalmecánica de mediados de siglo, su eje estratégico ha sido el de engrosar las filas de los grupos económicos con concesionarios propios y pactar con las corporaciones -nacionales, extranjeras o globales que fuesen- organizadas alrededor de licencias de corso otorgadas por el estado. En efecto, su éxito comunicacional ha sido el de presentarse como defensora del estado frente al mercado: un mensaje no sólo dirigido a los millones de ingenuos que creen que el modelo hegemónico tercer-oligárquico acaba en algún tipo de revolución irredentista, sino a los mismísimos sujetos corporativos, ante los que se enfatiza la idea de que el poder económico en la Argentina depende sobre todo de “la política”, aristotélica expresión. “Hemos puesto a la Política en el corazón de los procesos económicos”, en palabras del diputado Agustín Rossi que recuerdan a los agentes del mercado que el poder económico en la Argentina depende de las decisiones del poder político, lo que es aún más cierto en coyunturas de relativa bonanza en el sector externo y el fiscal. De allí que los actores económicos actúen en consecuencia a menos que la intervención estatal supere su umbral de tolerancia, amenace sus propiedades o su acumulación de ganancias y pueda ser enfrentada con éxito. Todos comprenden que el edificante discurso del país parecido a Alemania y del capitalismo competitivo e innovador enmascara la realidad de una industria que prefiere créditos blandos, controles ambientales inexistentes, la ANSES y la CGT mirando hacia otro lado y la AFIP apuntando hacia otros sectores, más aranceles proteccionistas que desentonarán con el discurso integracionista pero aseguran mercados cautivos. De allí que a pesar de que el mercado brasilero es casi cuatro veces mayor que el argentino y el valor del Real dobla el del peso, el industrialismo argentino no suele reclamar el abatimiento mutuo de barreras para poder invadir con trabajo argentino a nuestros vecinos, sino que se repliega en el más elemental mercantilismo proteccionista que, en pleno siglo XXI, nadie pueda imaginar.

LA BATALLA ENTRE LA SEGUNDA Y LA TERCERA OLIGARQUÍAS
Basta escuchar el discurso anticorporativo que emana el poder de hoy para adivinar el contenido real de su lucha “anticorporativa”: el reemplazo de la hegemonía de las viejas oligarquías y corporaciones por las nuevas. Algunas de ellos son sobrevivientes momificados del pasado nacional: gobernadores de provincias feudalizadas por el atraso voluntario o jeque-arabizadas por el petróleo, barones de un conurbano devastado por la descomposición social de los reductos territoriales de la oligarquía industrial, caciques sindicales que creen haberse convertido en la nueva burguesía nacional, capitanes de industria convertidos en directores de los cruceros de placer en que navegan sus antiguos socios y nuevos patrones. Otros son personajes casi enteramente nuevos, que han obtenido poder, fama y dinero a través de su suceso televisivo, su control de una organización deportiva, su ascenso en las instituciones formales, su provisión de servicios (contactos, violencia, propaganda, justificación ética) a la estructura dominante de poder. Se trata de una nueva oligarquía cuyo centro es la más poderosa de las corporaciones argentinas: la corporación política, globalmente rechazada en 2001 con el argumento facilista del que-se-vayan-todos y retornada al poder en una mutación digna de un ente de ciencia-ficción dada su capacidad de engullir los reclamos contra ella y convertirlos en combustible propelente de su nueva mutación. Se trata de la tercera oligarquía, cuyo programa de autocelebraciones incluye, solo para este año, el Bicentenario, el fútbol para todos y el triunfo en el campeonato mundial.
Para cualquiera que observe con atención, las madres de todas las batallas, esto es: los conflictos alrededor de las retenciones y la ley de medios, condensan la disputa entre esta tercera oligarquía con las mutaciones de las hegemonías anteriores: la agropecuaria y la industrialista, cuyos referentes ideológicos han sido los diarios La Nación y Clarín, respectivamente. La gran diferencia, la enorme diferencia con cualquier país en el cual la palabra progresismo tiene algo que ver con la palabra progreso, es que aquí, en el choque entre sistemas hegemónicos, los más recientes son los más obsoletos y antimodernos. En efecto, la oligarquía vacuna se ha metamorfoseado en un sector agrario competitivo y con empresas grandes, medianas y pequeñas que incorporan conocimiento, información, innovación y comunicación a sus producciones y por ello podrían subsistir en cualquier lugar del mundo por sí mismas, sin ayuda ni prebendas del estado. Nada se parece más –otra vez- a una moderna burguesía nacional que el campo, con su orientación productivista y no especulativa, su apego a la inversión tecnológica, su tendencia a la reinversión local de las ganancias y su sustentamiento del trabajo nacional. La oligarquía industrialista ya está peor, siendo hoy un mixto compuesto por pocas empresas razonablemente competitivas y un enorme núcleo de compañías vaciadas de capital físico y simbólico, que no podrían resistir un año en ningún lugar del planeta, que subsisten gracias a los impuestos que pagan otros y al trabajo en negro y los subsidios a la ineficiencia, y cuyos empresarios multimillonarios viven del chantaje a la sociedad y a los gobiernos con la amenaza de la desocupación. La tercera oligarquía, claramente nucleada alrededor del poder del kirchnerismo -nueva nave insignia del Pejota, gran Partido Conservador del siglo XXI- es ya impresentable; ya sea por sus niveles de atraso como de clientelismo y corrupción. Ante todo, resulta apabullante su manifiesta incapacidad de liderar el país hacia el mundo y el futuro mediante la formulación y aplicación de un proyecto progresista con progreso que incorpore la Argentina a la globalizada sociedad de la información y el conocimiento del siglo XXI, en lugar de seguir aplicando esas ideas sólo al campo de los negocios privados mientras se entonan declamaciones a la patria industrial y se trabaja para el fracaso del país, único contexto en el que esa mediocridad excelente que ha caracterizado la Argentina de los últimos veinte años puede permanecer al tope del poder y la escala social.

La insistencia por presentar a sus actuales representantes en contradicción furiosa con sus antecesores de la década pasada es también significativa por la razón contraria, ya que se origina en el ansia por encubrir las evidentes similitudes. Similitudes no sólo derivadas de la demostrable participación de sus mayores dirigentes en ambas épocas y por la continuidad de sus núcleos de apropiación del poder y la riqueza (completamente independientes de su supuesta contradicción en el plano discursivo-argumentativo-justificativo) sino evidentes en sus estilos de vida, sus preferencias culturales y sus relaciones sociales. Una elite que cambió a París por Miami como capital cultural de la República, como señaló Edgardo Cozarinsky; y que cambia con gusto una velada en el Colón por el baile del caño. Una elite “alla rovescia”, preocupada por hacer de la mediocridad una causa nacional y de renunciar a todas sus responsabilidades como clase dirigente recubriendo esa renuncia con mitos populistas de identidad entre dirigentes y dirigidos que esconde que la distancia entre Puerto Madero y la villa 31 es cada vez más grande, a pesar de su vergonzante proximidad.

LA CUARTA OLIGARQUÍA
Ha sido la tercera oligarquía la que se ha llevado puestas las esperanzas del país y de sus ciudadanos, y construido un sistema de mérito social basado en el demérito individual; una suerte de filtro al revés que hace que los más corruptos, autoritarios y obsecuentes sean los únicos capaces de ascender la escalera del poder real. Ya no se aplica lo de “lo mismo un burro que un gran profesor”. Lamentablemente, ahora son los burros casi los únicos que prosperan. Cuando la tercera oligarquía sostiene que los intereses corporativos se oponen al desarrollo nacional y que “el problema del país son los ricos” dice la mitad de la verdad, ya que omite que se trata de sus propios intereses corporativos y que aquellos ricos que constituyen el principal problema nacional militan en sus propias filas.
Es esto lo que está en juego en los próximos años, decisivos para la Argentina desde que una cuarta oligarquía, más destructiva y feroz que todas las anteriores, ha hecho su irrupción en la escena nacional. En efecto, el proceso de cooptación de las elites de la tercera oligarquía por las mafias del narcotráfico ha comenzado desde hace años y se acerca a un punto de no retorno. El advenimiento de la cuarta oligarquía amenaza así consolidar las peores características de la sociedad nacional y someter a la Argentina a un proceso por el que ya ha pasado Colombia y está pasando Méjico. He aquí otro divisor de aguas que supera en la realidad nacional la polaridad del eje derecha-izquierda, definiendo el carácter progresista o reaccionario de cada fuerza política y cada dirigente empresarial, político o social, según su adhesión u oposición al proyecto hegemónico derivado de la tercera oligarquía y que el anuncio de la cuarta amenaza completar.
Es este el eje que explica el mapa de las últimas elecciones y definirá también el de las futuras, entre los varios núcleos progresistas razonablemente integrados a la producción global y que miran el futuro y el mundo con esperanzas, y los restos en descomposición de la Argentina del fracaso agrupados en torno al oficialismo, quienes comprenden perfectamente que sólo éste puede darles la coordinación y la cobertura política que necesitan para prolongar su hegemonía y concretar, ahora sí, la entrega del país en manos de una corporación criminal global.

viernes, 23 de julio de 2010

PROGRAMAS DE RADIO Y TV

Hoy a las 20 estaré en el programa "En honor a la verdad" con Raúl Graneros por Radio del Pueblo, AM 830; y a las 22.30 en "Todo por nada" con Jorge Jacobson por Canal Metro. Los espero...


jueves, 22 de julio de 2010

PROGRAMAS DE RADIO

Hoy a las 23 estaré en el programa "Justo a tiempo" con Omar Baez por Radio El Mundo AM 1070, www.radioelmundo.com.ar
Los espero...

lunes, 19 de julio de 2010

NOTA DE LA SEMANA

QUINCE RECOMENDACIONES PARA GANAR UN MUNDIAL
Versión completa

(Nota publicada en Revista Noticias del 17 de julio de 2010)


Aunque pocos lo saben, soy licenciado en altos rendimientos deportivos, me he desempeñado entrenando equipos profesionales (de voleibol) durante veinte años en Argentina, Italia y España, he sido profesor del Instituto Nacional de Educación Física y del de Deportes y de la licenciatura de la Secretaría de Deportes y el Comité Olímpico Argentino, del que he sido abanderado en mi graduación. Visto y considerando que la sucesión del cargo de entrenador de la selección nacional de fútbol está abierta y que el aprendizaje a cargo de los errores es una gran virtud (acaso la única posible), me permito hacer estas quince recomendaciones para ganar un mundial a Maradona, o a su sucesor.
1) Forme un cuerpo técnico y no un grupo de gomías incapaces de criticarlo aún cuando es evidente que le erró. Contrate un preparador físico, de manera que no se le rompan los dos jugadores más ancianos por fatiga muscular en los primeros dos partidos y para que el equipo no vuele en ellos y se desinfle en los demás.
2) No deje en casa a la mitad del equipo. Si lo hace, es probable que termine explicando por qué llevó al cinco de Sacachispas y no al del Manchester United. Y sea despiadado. No porte equipaje innecesario ni pague deudas con pasajes. Todo recurso es escaso, y los 23 jugadores de que dispone, aún más.
3) El tiempo de entrenamiento es, también, escaso. Olvide el loco y el siete contra siete y concéntrese en la adaptación a esa pelota endiablada y en el once contra once. Prepare un equipo base y una variante. No hay tiempo para más. Ponga a sus jugadores a hacer lo que saben y no quiera explicarle cómo se juega a quien ya sabe. Si tiene que hacerlo, es porque eligió mal.
4) Evite que se le parta el vestuario en medio del campeonato. Si el día que gana un partido decisivo sus principales referentes salen en primer plano en el banco con cara de pocos amigos aunque el equipo vaya goleando, se quejan cuando son substituidos, declaran que jugaron mal porque los pusieron en funciones que no conocen, le niegan el abrazo al final y usted mismo llega malhumorado a la conferencia de prensa a pesar de que le dieron un gol en off-side, entonces es probable que su equipo se desmorone ante el primer revés de la suerte, que nunca faltará.
5) Vaya de menor a mayor. Si pierde el primer partido siempre puede rehacerse. Si en cambio organiza la preparación y la táctica para avanzar de entrada goleando a los más débiles creará expectativas difíciles de ser soportadas. Lo que sirve para pasar la primera ronda casi nunca sirve para ganar un Mundial.
6) Arme el equipo de atrás para adelante. Los campeonatos por eliminación directa no consagran al mejor equipo sino al más regular. Y es la defensa y la recuperación de la pelota –y no los grandes goleadores- los que confieren continuidad. Golear un partido y jugar mal el siguiente es un negocio que lo deja afuera. Ganar siempre por un gol es el mejor método para llegar a la final.
7) Elija una de sus debilidades y evite las demás. Usted puede tener un mediocampo con poco filtro, o dos laterales improvisados, o dos centrales lentos, pero no todo eso junto. De lo contrario le harán cuatro goles a la primera oportunidad.
8) Conozca su punto fuerte y úselo, pero no abuse de él. Si tiene muchos buenos delanteros será oportuno que elija los cuatro mejores y use el resto de los 23 puestos para reforzar el centrocampo y la defensa, que suelen correr más y cargarse de lesiones y amarillas. Si estos sectores son débiles y tienen pocas variantes, los atacantes deberán hacer su trabajo, bajando a buscar la pelota que no les llega porque ninguno de la defensa sospecha que es redonda y los carrileros faltaron sin avisar. Así, en los partidos que cuentan sus delanteros llegarán frente al arco cansados y tendrán poca capacidad de anotar, y usted perderá su punto fuerte cuando más lo necesita.
9) No opine de lo que no debe. Árbitros, periodistas críticos, equipos rivales y viejas glorias del fútbol deben ser excluidos de su agenda mediática hasta la próxima vez. No diga LTA ni SCH. Hable de los valores de su equipo y de lo que tienen para ir adelante y calle lo demás. El rencor es siempre mal consejero, y su equipo está ahí para darle una alegría la gente y no para que usted lo consagre a sus venganzas personales.
10) Acepte la crítica y escuche a sus críticos. Sus palabras son más valiosas que las de sus amigotes. Y no sea paranoico: aún quienes usted no les gusta para nada quieren que gane el equipo nacional. Reflexione: ni la selección es la patria ni usted es la selección. Piense: un entrenador tiene dos orejas y una sola lengua. Reserve su capacidad comunicativa para sus charlas con los jugadores. La va a necesitar.
11) Declare la guerra a las excusas y exíjale a su equipo que haga lo mismo. Todos los grandes jugadores llegan agotados a un Mundial. Si algunos vuelan al séptimo partido y los suyos caminan desde el tercero, que el PF declare que a fulanito lo entregaron fundido no lo va a ayudar.
12) Tenga en claro cuáles son los enemigos principales y prepare esquemas que sirvan para ganarles a ellos y no a rivales menores. No cambie el sistema táctico dos veces por mes, y mucho menos lo haga de acuerdo a lo que sucede en las prácticas. El fútbol es uno de los pocos deportes en que el entrenamiento es menos intenso que los partidos. Por el temor de sus compañeros a lesionarlos, los delanteros suelen entregar prestaciones en los entrenamientos que no logran mantener en los encuentros oficiales. El fútbol ya tiene demasiados imprevistos e improvisaciones. No agregue una más.
13) Prepárese para el cargo entrenando equipos menores o de clubes, y ganando algún campeonato, de ser posible. Ser jugador no es lo mismo que ser entrenador; y si bien las excepciones existen, es raro que quien desempeña una tarea desde hace poco no cometa errores por inexperiencia. Es mucho mejor para todos, usted incluido, si no la desarrolla en un campeonato mundial.
14) Trate de no perder seis a cero en las eliminatorias. La gente y sus propios jugadores tenderán a pensar que si su equipo da pena con quien no se ha clasificado también fracasará cuando le toque jugar con el campeón mundial. Y no cite jugadores de a cien. Sospecharán que no sabe qué hacer. Llegar a las instancias decisivas con su liderazgo erosionado lo obligará a tomar decisiones contrarias a sus convicciones y a las necesidades. Poco de bueno se puede hacer desde ese lugar.
15) Distinga los errores inevitables de los innecesarios. Y aprenda de las lecciones. Los grandes llegan a grandes después de haberse equivocado y de haber examinado con atención cada equivocación y cambiado de conducta, en vez de echarle la culpa a los demás. Y sepa que las derrotas forman parte del camino a la victoria; pero su glorificación, no.
Estimado amigo (cualquiera sea su nombre): seguir estos banales consejos no le garantizará la gloria, pero cualquiera sea la suerte que le tenga preparada el destino podrá usted sentir que ha hecho lo mejor que ha podido y dormir -en Olivos o en Devoto- en buena y santa paz.


Sinceramente suyo
Prof. Fernando A. Iglesias

miércoles, 14 de julio de 2010

NOTA DE TAPA - REVISTA INFORME ASEGURADOR

"El Poder Ejecutivo tiene doble discurso y eso complica el esquema de gobierno"


Desde su libro «Kirchner y yo» (2007), Fernando Iglesias se animó a criticar al gobierno de Néstor Kirchner cuando éste tenía 70% de imagen positiva. Objetaba sus rasgos autoritarios, el nivel de corrupción, la incapacidad de comprensión del mundo real en el cual Argentina tenía que insertarse, y la falta de concepción de un modelo productivo que apuntara al siglo XXI y no al siglo XIX. Hoy, el diputado de la CC señala que le molesta el doble discurso en un esquema de gobierno donde el único poder real que existe es el Ejecutivo. El país está mejor porque «creció luego de una crisis terrible y en un contexto internacional extraordinariamente favorable». Pero «la distribución de la riqueza no ha cambiado», es la misma que en 2001.

Fernando Iglesias, Diputado de la Nación de la Coalición Cívica por el distrito Ciudad de Buenos Aires, con mandato hasta el 9 de diciembre de 2011, reflexiona sobre la actualidad de la política y la sociedad argentina.
Fernando Iglesias es escritor y periodista especializado en la Globalización y sus aspectos políticos. Diputado de la Nación por la Ciudad de Buenos Aires de la Coalición Cívica. Miembro fundador y Secretario Ejecutivo de DEMOCRACIA GLOBAL - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. Miembro del Consejo Directivo del World Federalist Movement (WFM). Miembro del Parlamento Latinoamericano (PARLATINO). Miembro del Parlamento del Mercosur (PARLASUR). Secretario del Grupo Parlamentario de Amistad con Italia. Director de la Cátedra Altiero Spinelli.

- ¿Por qué considera que se ha convertido en un acérrimo detractor del Kirchnerismo?
- No me convertí en eso y creo que considerarlo es reducirme mucho. Me recuerda a los peronistas que consideran que los que no son peronistas son ‘antiperonistas’. La verdad es que no soy ‘antiperonista’. Es como si los radicales consideraran a todo el resto del arco político ‘antiradicales’. La realidad es que los peronistas tienen derecho a considerarse ‘peronistas’ y no ‘antiradicales’. Y quienes no somos peronistas tenemos derecho a considerarnos socialdemócratas, liberales o lo que fuera, y no ‘antiperonistas’. Y con Kirchner sucede lo mismo. En realidad, escribí un libro de crítica a Kirchner en el año 2007, cuando éste tenía el 70% de imagen positiva. A contramano de lo que pensaba en ese momento la mayor parte de la sociedad argentina, yo veía al gobierno de Néstor Kirchner como un episodio preocupante por sus rasgos autoritarios, por el nivel de corrupción, por la incapacidad de comprensión del mundo real en el cual Argentina tenía que insertarse, por la incapacidad de concebir un modelo productivo que apuntara al siglo XXI y no al siglo XIX. Entonces escribí aquel libro de crítica que se llamó «Kirchner y yo», y la verdad es que tres años después, las cosas que puse en aquel momento y que muchos juzgaban una crítica injustificada, hoy las dice el 70% de la población argentina.
- Usted señaló que «el desprecio de los Kirchner por el Parlamento es infinito», ¿cree que la pérdida de la mayoría por parte del Gobierno en el Congreso ha modificado la actitud de considerarlo solamente una escribanía?
- En el esquema de poder de las personas autoritarias, entre las cuales está Néstor Kirchner, el único poder real que existe es el Poder Ejecutivo. Todos los autoritarismos y los regímenes autoritarios -y en sus extremos los totalitarios- se han manejado siempre erosionando a los otros dos grandes poderes, tanto el Legislativo como el Judicial. Y no es casualidad, porque en el esquema de poder kirchnerista cuando el kirchnerismo tiene la mayoría en el Congreso, opera como una escribanía, es decir, como un simple lugar en el cual se refrendan las decisiones del Poder Ejecutivo. Y cuando pierden la mayoría, pretenden que el Parlamento siga votando todo lo que se le ocurre al Poder Ejecutivo porque de lo contrario, es «poner palos en la rueda». Entonces tiene que explicar para qué existe el Parlamento. Si este último lo único que va a hacer es lo que quiere el Ejecutivo, la verdad es que «es mejor que quiten el Parlamento, que seamos francos y que, por lo menos, los ciudadanos se ahorren unos pesos». Si los diputados estamos aquí cobrando nuestras dietas, tenemos asesores, y hay edificios y estructuras para sostener esto, es porque el Parlamento es un poder del Estado, tanto como el Ejecutivo, nosotros somos representantes de los ciudadanos nacionales, tanto como la Presidenta de la Nación; ella tiene derecho a llevar adelante las políticas que le parezcan desde el Ejecutivo, y nosotros tenemos independencia y si no estamos de acuerdo con lo que hace el Poder Ejecutivo, tenemos todo el derecho a oponernos y a proponer soluciones alternativas, sin que por ello alguien tenga que pensar que nos interesa «poner palos en la rueda».
- ¿Qué es lo que más le molesta de lo que no hace el Gobierno?
- Me molesta el doble discurso. El gobierno llegó con un programa que era interesante. Ellos hablaron de ‘país en serio’, ‘nueva política’, y ‘redistribución de la riqueza’. La verdad es que ‘país en serio’ hemos tenido muy poco, ya que hemos acumulado «mamarrachos institucionales» uno arriba del otro, algunos ya conocidos en la vieja política argentina, y otros más novedosos como las candidaturas testimoniales o ‘candidatos truchos’. En relación a la ‘nueva política’, la verdad es que Kirchner es hoy el presidente del Partido Justicialista, una cosa que está anticipada en «Kirchner y yo», en relación a que él iba a terminar en el Partido Justicialista en el momento de su ocaso político, lo cual está perfectamente descripto y vaticinado en el libro. Así que no hay más que ver quiénes son y a quiénes tienen al lado, para observar que de ‘nueva política’ no hay nada, y ver también los métodos que aplican. Y respecto a la ‘redistribución de la riqueza’, cuando uno hace un análisis objetivo, según el propio INDEC, el nivel de desigualdad entre el 10% más rico y el 10% más pobre es el mismo que había en el 2001. Estamos mejor porque el país creció luego de una crisis terrible y en un contexto internacional extraordinariamente favorable. Pero la distribución de la riqueza dentro del país entre los diferentes grupos sociales no ha cambiado, es exactamente la misma de antes. Yo mostré con estadísticas del INDEC que «los tres años y medio de gloria del Kirchnerismo» -en el momento en que publiqué el libro porque a partir de allí el INDEC desapareció como tal y los datos dejaron de ser confiables cuando entró Moreno- si uno comparaba esos tres años y medio con los «tres años y medio de gloria de Menem» de la época de la convertibilidad, donde los primeros años en que se aplicó fueron de gran crecimiento del Producto Bruto, cuando uno analizaba la disminución de la indigencia y la pobreza, Kirchner lo había hecho aún peor que Menem, porque Menem claramente no lo hizo bien, pero Kirchner aún menos. El crecimiento del PBI era casi el mismo y la disminución porcentual de la pobreza y la indigencia era menor en los tres años y medio del Kirchnerismo que en los tres años y medio del Menemismo. Por lo tanto, hay poco que decir cuando uno está por debajo del estándar tan pobre que tuvo el Menemismo desde el punto de vista redistributivo. Y este análisis lo hice con los datos del INDEC.

- De cara al próximo gobierno que asuma en 2011, ¿no hay ningún logro que pueda atribuirse a la Administración Kirchner? ¿No hay nada que haya hecho bien?
- Creo que este gobierno tuvo una extraordinaria oportunidad desde el punto de vista internacional. Cuando uno compara los precios de lo que la Argentina le vende al mundo con los que había antes de este gobierno, encuentra un abismo porque existe prácticamente una duplicación. Pero para cualquier empresa que sigue produciendo lo mismo y que le entra como facturado el doble, cualquier gerente es bueno en esas condiciones. Me parece que el país se ha recuperado por sí mismo, por la situación internacional, por sus mismas capacidades, y a pesar del gobierno, no a favor de éste.
El gobierno ha aplicado algunas cosas positivas que después ha desvirtuado por sus propias prácticas. El cambio en la Corte Suprema de Justicia de la Nación desde luego que estuvo bien, pero diferente es si después dicha Corte Suprema es desgastada, y toda la justicia termina dependiendo del Consejo de la Magistratura.
Retomar el Programa de Derechos Humanos fue otro aspecto seguramente acertado, ahora cuando las organizaciones de derechos humanos, que se vanagloriaban -con muy buenas razones- de su independencia y su autonomía, y decían que «la lucha de los derechos humanos era la lucha de todo el pueblo argentino y no podía ser de un solo sector político», terminan con Hebe teniendo una inmobiliaria y haciendo negocios, se desvirtúa. Y con todo terminan haciendo lo mismo. Actualmente han realizado dos o tres cosas razonables, pero las han llevado a cabo bajo el impulso y la alternativa de estar «con la espalda contra la pared», porque la oposición los puso en esa situación.
El mal denominado «Ingreso Universal para la Niñez», porque no es universal, salió porque existía un acuerdo y la oposición lo iba a sacar quisiera -o no- el gobierno. Entonces, lo otorgan pero lo hacen mal. Por lo tanto, cada vez que hacen algo lo desvirtúan.
En relación al tema de las deudas de las provincias, la ley del cheque estaba en el Parlamento para que esos recursos fueran a las provincias. Y para que no saliera, lo termina sacando el gobierno.
Hace más de un año presenté un proyecto muy abarcativo a favor de la informatización de la escuela pública, que no era simplemente «tirarle una computadora por la cabeza al chico», sino ir preparando los gabinetes y los docentes, creando una verdadera revolución educativa a partir del hecho de que llegara una computadora a las manos de los chicos. La respuesta es que el gobierno da 300 mil computadoras y se apropia de la idea. A nosotros nos parece bien, es parte del trabajo de la oposición plantear cosas que el gobierno luego haga propias. Pero nos ofende que nos roben las propuestas y luego digan que no tenemos ninguna. Además, todo lo que toman lo desvirtúan.

- Dentro del rol de la oposición, ¿cómo está viendo la foto del PJ disidente?
- La Argentina del siglo XX fue gobernada por tres grandes fuerzas políticas: el partido militar, el Radicalismo y el Peronismo. El partido militar afortunadamente no está más -ni estará más- dentro del espectro político argentino. Hay un acuerdo muy vasto en esto en la población y un «nunca más» muy firme. El Radicalismo y el Peronismo han sido los otros grandes protagonistas del fracaso de la Argentina del siglo XX, pero veo una diferencia. En primer lugar, el Radicalismo -y las últimas elecciones lo confirman- ha decidido dejar atrás la estrategia de convertirse «en el socio menor» del partido Justicialista y en el que le convalida un sistema supuestamente de alternancia democrática cuando en realidad, gobierna siempre el PJ. Y me parece que la derrota de Moreau, Storani y de esos sectores es la noticia central, aún más que la aparición de la figura de Ricardo Alfonsín, que también es importante, pero lo verdaderamente trascendente es quiénes perdieron. Perdieron quienes transformaron al Radicalismo en «un furgón de cola del PJ», que fue lo que le permitió llegar a la presidencia a Cristina Fernández de Kirchner, con un ‘ballottage trucho’, con un vicepresidente venido del Radicalismo que le aportó entre 5% y 10% de los votos, junto a cinco gobernadores de provincias, y con una candidatura de la Unión Cívica Radical cuyo candidato a presidente era un ex ministro de Kirchner. Esto parece haber terminado y creo que el Radicalismo enfrenta actualmente un verdadero proceso de renovación.
No me parece que esté pasando lo mismo, hasta ahora, en el PJ. Cuando uno ve la foto, observa un reciclaje de viejas figuras con muy poco de novedoso. Las palabras con las que felicité a Ricardo Alfonsín fueron: «Me alegro mucho por ustedes, porque es algo que el Radicalismo se debía a sí mismo desde hace mucho tiempo». Me parece que el PJ también se debe a sí mismo una renovación que mantenga el núcleo duro de lo que deben ser los principios del PJ, que son la justicia social, la participación de los trabajadores, etc., y le agregue la defensa de la República, el reconocimiento de la ley y de las instituciones, etc. El PJ se debe esto desde los años ’80 y desde Cafiero que se plantó con la renovación. La verdad es que si esa es la foto de la renovación veinte años después, soy muy crítico pero no porque tengo ganas de ser ‘antiperonista’ sino porque la realidad es esa.
- La foto parece decir «vamos todos contra Kirchner, no importa quién»….
- No sólo eso, sino también con quiénes van, porque hay figuras que en algunos casos han tenido muchísimo que ver con el hecho de que Kirchner haya hegemonizado la política del país durante ocho años.

- En esta recomposición que está haciendo la Coalición Cívica donde Lilita Carrió podría ser candidata a presidente, ¿qué diferencias existen con la antigua ‘Alianza’ de De la Rúa y Chacho Álvarez?
- Las diferencias son muchas. La primera diferencia evidente es que si uno va a comparar a Carrió con De la Rúa, me parece que si hay dos personas psicológicamente diferentes en su capacidad de decisión y en su coraje, son De la Rúa y Carrió. Se trata de dos extremos. Uno es la indecisión y la falta de coraje, mientras que a Carrió se le podrán criticar muchas cosas, pero no precisamente que no tenga decisión o coraje. El liderazgo es una cosa importante. En segundo lugar, la fuerza más renovadora que tenía la Alianza, que era el Frente Grande o el grupo de Chacho Álvarez, por una serie de errores tácticos importantes se subordinó al Radicalismo, y la Alianza no eligió el mejor candidato a presidente para gobernar, sino el candidato que les garantizaba el acceso al poder. Creo que este es un error que no habría que volver a cometer, visto el resultado. Entonces aquí hay un punto para pensar a futuro, en relación a si vamos a elegir el candidato que tiene mejores chances de llegar a la presidencia, o el que mejor va a desempeñar el cargo de presidencia de la nación. Este es un interrogante.

- ¿Cuáles son los pasos que va a seguir la Coalición Cívica?
- Todavía es todo muy prematuro y falta mucho. La política argentina cambia muy velozmente como para ponerse hoy a pensar en candidatos. Un año atrás, los dos candidatos ‘puestos’ eran Cobos y Reutemann y el nombre del futuro presidente de la Argentina no era otro que no fuera el de alguno de los dos. Y si en ese momento alguien hubiera levantado apuestas, el 90% hubiera sido para Cobos o Reutemann. Y la verdad es que hoy no se ve ni que Cobos ni que Reutemann vayan a ser presidentes de la nación.

- Tal vez después de las elecciones del 28 de junio, la sociedad esperaba que la oposición tomara parte más activa en las decisiones…
- Esta es una sociedad que tiene que hacer su aprendizaje democrático porque tuvo tantas interrupciones y estuvo tanto tiempo gobernada por el nacionalismo elitista de la dictadura militar, o por el nacionalismo populista que despreciaba las instituciones, que se leen mal los resultados. La verdad es que la gente no votó una oposición, sino que votó seis oposiciones o grupos importantes: la Coalición Cívica, el Radicalismo, el PJ disidente, el Socialismo, el PRO, y el sector de Pino Solanas. Se trata de seis fuerzas importantes que tienen formas distintas de ver la política. Entonces, no se puede votar seis cosas diferentes y después decirles «pero ahora tienen que estar todos juntos». Esto forma parte de los aprendizajes que tiene que hacer la ciudadanía argentina sobre los efectos que tiene el voto. Si uno vota seis opciones diferentes, después no puede exigir una unidad, ya que lleva tiempo construirla. Y la verdad es que debo decir que el saldo, a pesar de que la ciudadanía lo ve como desfavorable, yo lo veo positivo. Considerando las limitaciones y la heterogeneidad del espectro opositor, en lo que nos unía que era decir basta a esta forma autoritaria de gobernar en la Argentina, y poner un parate a los Kirchner para que no «se lleven puesto» ni avasallen al Congreso, en eso hemos sido efectivos. Hace rato que no presentan Decretos de Necesidad y Urgencia porque no les fue muy bien con los que presentaron. Esto no es un pequeño logro. Se acaba de sacar dictamen con respecto al Consejo de la Magistratura, que era otra cosa fundamental para combatir la corrupción, liberando a la justicia sus manos maniatadas.
Algunas cosas, como el Ingreso Universal para la Niñez o disminuir las deudas de las provincias, las tomó el gobierno. Considerando que empezamos en marzo, porque hasta ahí nos bloquearon, al día de hoy no es un saldo pequeño para tres meses. Y la gente tiene que aprender también a tener paciencia, porque el proceso legislativo es lento. Lo único que es rápido es la dictadura. Mientras las dictaduras resuelven todo rápidamente, las democracias suelen ser un poco más lentas, pero también hay que tener paciencia democrática.

- ¿Qué reflexión hace sobre la gestión Macri en la ciudad de Buenos Aires?
- La gestión Macri podría analizarse desde dos puntos de vista contradictorios. Por un lado, el famoso desembarco de la derecha fascista, esos afiches que decían «Macri es igual a Videla» o que «iba a empezar la caza a los negros», la verdad es que no se ha verificado. Nadie puede pensar que esta administración de la Ciudad de Buenos Aires es muy diferente de la que hacía Ibarra o Telerman. Podrá haber alguna diferencia de matices, un poquito más o menos de presupuesto, pero la verdad que esa ofensiva de la derecha que iba a barrer con todos los sectores populares y tirar abajo todas villas, la verdad es que no se ha visto en ningún lado. La realidad es que ni siquiera creo que esté en la intención de nadie del PRO hacer algo así y me parece que hay sectores dentro del mismo que no aceptarían políticas de ese tipo. Esto tampoco estaba en los discursos de campaña de Macri y la realidad es que uno no puede hacer cualquier cosa y saltar a otro extremo. Por otro lado, Macri llegó al Gobierno de la Ciudad hablando de la gestión y la verdad es que de gestión se ha visto poco. Me parece que es el fracaso de una forma de concebir la política que resalta un aspecto de la misma que no es el del Kirchnerismo. Este último cree que la política es acumulación de poder, y todo lo que hacen no está pensado en términos de qué es lo mejor para el país o cuál es el proyecto, sino que está pensado en cómo hacemos para juntar más poder. La respuesta que da Macri a esto desde la derecha es que la política es gestión, o cómo se gestiona, y la verdad es que la gestión no digo que sea inexistente, pero nadie puede pensar que en dos años largos de gobierno haya existido un cambio sustancial. Eso de la transformación de «va a estar buena Buenos Aires» porque va a existir un gran cambio, la verdad es que nadie lo vio. Uno puede decir está un poco mejor o peor, pero el gran cambio porque se gestionó no se ha visto en ningún lado, y esto forma parte de un fracaso y de una subestimación del valor de la política, que no es solamente acumulación del poder ni es solamente gestión, sino que es también aplicación de principios a la realidad y gestación de un sueño colectivo o idea sobre qué tipo de ciudad y sociedad queremos, y capacidad de llevarlo a la práctica. Esto me parece que está ausente tanto en el Kirchnerismo como en el Macrismo.

- ¿Qué opina sobre las presiones que ejercen los gremios para acordar aumentos salariales?
- Le están «tocando el timbre» a Moreno. Dentro de dos sectores del oficialismo, los gremios moyanistas y el INDEC de Moreno, hay una percepción diferente de cuál es la inflación verdadera. Y la Argentina ya ha pasado por demasiados episodios de este tipo como para subestimar la importancia y el impacto negativo que tiene la inflación, sobre todo en los bolsillos de los más débiles. La Argentina ha sido un país que no ha tenido problemas en crecer, y ha tenido muchos períodos en los que ha crecido al 10% durante uno, dos o tres años. El problema que ha sufrido la Argentina es que ha tenido crisis sistemáticas, y no provocadas solamente desde el lado neoliberal -donde han existido- sino que las ha tenido también por recalentamiento de la economía. El Rodrigazo se produjo en un gobierno peronista y sale de un programa redistribucionista como el de Gelbard. Después de esto vino la dictadura militar. En el Alfonsinismo en los ’80 sucedió lo mismo, llegamos a la hiperinflación no con el modelo del ajuste sino con el de la inflación. El problema que existe con estas subidas y bajadas es siempre el mismo y es por esta razón que la Argentina es socialmente cada vez más injusta. Los países que se desarrollan y mejoran su perfil social -como por ejemplo Brasil- es porque crecen a un ritmo razonable durante periodos de tiempo largos, entonces toda la población se beneficia. Cuando un país sube muy rápidamente logra que todos mejoren, pero los que están mejor, mejoran mucho más. Y cuando baja muy rápidamente, todos empeoran, pero quienes están peor, empeoran mucho más. Entonces, si está subiendo beneficiando sobre todo a quienes están mejor, y está bajando perjudicando a los que están peor, en el largo plazo obtiene una desigualdad social mucho mayor. Hace veinte años atrás, Chile tenía una desigualdad social extraordinariamente superior a la de la Argentina, mientras que hoy tiene un nivel de desigualdad similar. Por lo tanto, Chile mejoró muchísimo en este tema mientras que Argentina empeoró considerablemente en estos últimos veinte años, entonces ha llegado la hora de tomar las responsabilidades políticas. Por eso el tema de la inflación es central. La Argentina no puede ir hacia un nuevo estallido por el lado inflacionario, y no puede seguir produciendo crecimiento con inflación porque el resultado de esto es mayor crecimiento pero también mayor acumulación en los sectores que más tienen.

- ¿Cuál es el negocio del Gobierno en no atacar la inseguridad que nos mata todos los días? ¿Cuál es el costo que las fuerzas de seguridad -que continúan perdiendo efectivos- están dispuestas a pagar?
- Creo que es un problema de diagnóstico. El tema de la seguridad es otra de las falsas antinomias que se han instalado en la sociedad argentina, donde dos cosas que en realidad se potencian la una a la otra, son presentadas como contrapuestas. Por ejemplo, en el caso del campo y la industria, todo el mundo entiende que existe una interacción entre los dos, mientras que aquí no, o es el campo o es la industria; y si mejora el campo, es en perjuicio de la industria, o viceversa. Es decir, una locura. De la misma manera, la República o la Justicia Social, cuando en todos los países del mundo se entiende que la República facilita el acceso a la Justicia Social, y un país más igualitario es a la vez más republicano. En cambio, aquí es lo uno o lo otro. En la seguridad se repite esta situación. Una solución al tema es pensar que tiene que haber un sistema de seguridad eficiente y que los criminales tienen que estar en la cárcel. Otra forma de pensar la seguridad es creer que hay que disminuir las desigualdades sociales porque eso desde luego tiene un impacto directo sobre la seguridad, pero no es lo uno o lo otro. Son las dos cosas. Debe existir una política de igualdad social y de inclusión para que la gente no caiga en la marginalidad, pero después cuando uno comete un delito, hay que ponerlo preso. Y tiene que haber una cárcel digna que lo rehabilite. El gobierno ha apostado durante mucho tiempo a la idea de que en el problema de la inseguridad el único aspecto era el de las desigualdades sociales, donde la verdad es que tuvimos cinco años de crecimiento al 8% y el problema de la inseguridad está cada vez peor. Por lo tanto, existe un problema de diagnóstico y de inoperancia, porque por ejemplo, cuando frente a Gualeguaychú se nos dice «no hacemos nada o viene Kosteki y Santillán», lo que está haciendo el Gobierno es reconocer que van seis años en que a nivel de fuerzas de seguridad no se hizo nada, porque éstas deberían ser capaces de desalojar un corte pacíficamente y sin que haya un muerto. Si no pueden hacer esto después de seis años, es una confesión evidente de su incapacidad para hacer una cosa elemental, que es hacer que las fuerzas de seguridad sean eficientes y democráticas, que sean las fuerzas de seguridad de la democracia pero que sepan también hacer respetar la ley y el derecho de la gente, que incluye el derecho internacional a la comunicación con un país hermano. Cuando se dice «no podemos porque si no, viene Kosteki y Santillán» se reconoce que no se ha hecho nada en este terreno, y por lo tanto, es el fracaso de la política de seguridad del gobierno.

- ¿Cuál es la Argentina que viene?
- Eso va a depender mucho de lo que deseemos los argentinos. Sueño que venga una Argentina integrada inteligentemente al mundo, que sepa defender sus intereses nacionales, no con la confrontación ni el aislacionismo sino con la integración, que forme parte de una gran unión sudamericana junto a los demás países de la región, y que dicha unión no sea sólo económica sino también política, institucional y cultural. El mundo no sólo necesita cada vez más alimentos de alta calidad, sino también inteligencia, cerebro intensivo, trabajo intelectual y creativo, y la verdad es que los argentinos somos buenos en eso, ya que somos creativos, inteligentes, tenemos buena capacidad de adaptación, somos comunicativos y tenemos grandes subjetividades, con lo cual, tenemos una gran oportunidad. Pero si seguimos pensando que el futuro del país está en un industrialismo jurásico basado en tecnologías rudimentarias y en el trabajo físico repetitivo, un paradigma que ya empezaba a ser obsoleto 50 años atrás, la verdad es que le estamos errando y lo que estamos haciendo es apostar a favor de la pobreza.

- ¿Cuál es su apuesta política personal?
- Estoy bien y cómodo en la Cámara de Diputados. Habrá que ver qué decide la Coalición Cívica después del mandato, ya que falta todavía un año y medio. Me gusta el trabajo que hago como diputado y la verdad que cuatro años, no le digo que son sólo para aprender el oficio, pero se tarda un tiempo, y un segundo periodo me permitiría ser mucho más efectivo que en el primero, aunque es una decisión que tiene que tomar la Coalición Cívica y que conversaremos más adelante.

- ¿En qué consiste el movimiento Democracia Global del cual usted es Secretario Ejecutivo?
- Democracia Global es una Organización No Gubernamental que trabaja con la idea de que en la sociedad de la información y del conocimiento del siglo XXI, tenemos que pasar del paradigma de las democracias nacionales al paradigma de la democracia global, que incluye a las democracias nacionales pero que implica también construir instituciones democráticas a nivel regional e internacional. Hay que reformar democráticamente la Organización de las Naciones Unidas (ONU), hay que cambiar los organismos de control de las finanzas, y realizar una completa reestructuración -en el sentido democrático- de las organizaciones que gobiernan el mundo, y es necesario empezar a tomar decisiones en forma democrática en el plano global. Hoy los grandes problemas de la humanidad y el futuro de esta última se deciden en la escala global. Me refiero a los problemas del cambio climático, de la proliferación nuclear, de la volatilidad financiera, y de las desigualdades mundiales. Y para tomar decisiones en este plano, necesitamos aplicar el mismo principio que aplicamos a nivel nacional, que es el de la democracia republicana. Democracia Global trabaja con estas ideas y forma parte de un vasto movimiento que actúa en la misma línea desde hace 60 años y es el Movimiento Federalista Mundial, el cual propone ampliar el paradigma federal, no pensado solamente a nivel nacional sino también en el plano internacional, pensando el mundo como una articulación federal de diferentes regiones -a su vez federales- para que las decisiones puedan ser tomadas en el nivel que correspondan.

- ¿Cómo analiza hoy el fenómeno de la globalización después de la crisis financiera internacional y de la actual crisis en la Zona Euro? ¿Estamos frente a un cambio de paradigma en el cual la globalización está llegando a su fin?
- No, de ninguna manera. Existe una gran polémica académica sobre esto, en relación a si es -o no- irreversible. Creo que la globalización solamente es reversible por episodios catastróficos. Cuando uno observa la historia de la globalización de la humanidad, los seres humanos éramos una «pequeña tribu de monos colgados en una estepa africana», y la historia de la humanidad es la historia de la globalización de la humanidad, es decir, cómo esa pequeña tribu de monos se transformó en hombres que ocuparon todo el planeta. De manera que, el proceso de la globalización tiene raíces muy largas. En realidad, ese proceso ha sido casi siempre paulatino e incremental, y los únicos momentos en los cuales ha tenido situaciones de ‘stop’ y de retroceso han sido por motivos catastróficos, como por ejemplo, guerras mundiales, la caída del Imperio Romano que hizo retroceder a la humanidad, etc. Y actualmente, se da la misma situación. A menos que ocurran grandes cataclismos, que es precisamente aquello que hay que tratar de evitar, por vía del calentamiento climático, de la volatilidad financiera, de la proliferación nuclear o de otras amenazas globales que aparecen, la globalización va a continuar avanzando. El problema es crear un sistema político que pueda dar respuestas a cuestiones que son mucho más complejas y amplias que las anteriores.

martes, 13 de julio de 2010

PROGRAMAS DE TV

Hoy a las 23 estaré en el programa "Aqui y Ahora", con Jorge Chio por el Canal 14 de Cablevision y el miércoles a las 22 por el Canal 11 de Telered. Los espero...

viernes, 9 de julio de 2010

PROGRAMAS DE RADIO

El sábado 10 a las 9 de la mañana estaré en el programa "Equilibrium - Tu voz al Mundo", que se emite por Radio Cultura FM 97.9. Los espero...

lunes, 5 de julio de 2010

NOTA DE LA SEMANA


EL ESTADO IMPOTENTE

(Nota de Andrea Rizzi publicada en el diario El País de España el 5 de julio de 2010)

La crisis financiera evidencia la creciente inadecuación de los poderes nacionales para gestionar los problemas globales. La política y los especuladores mantienen un pulso brutal.

Un nuevo fantasma recorre Europa. Ya no es el comunismo, pero todas las fuerzas del viejo continente han vuelto a unirse en santa cruzada para acosar a un espectro, como hicieron en 1848 según la metáfora de Marx y Engels. El espectro esta vez son los mercados financieros; la degeneración de la actividad especulativa; la presunta capacidad de los especuladores para poner patas arriba a Estados miembros de la Unión Europea y hasta el mismísimo euro. "Manadas de lobos" hambrientos -según una definición del ministro de Finanzas sueco, Anders Borg- que representarían una amenaza existencial para los Estados del siglo XXI.

Nota completa en el siguiente link: http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Estado/impotente/elpepusoc/20100705elpepisoc_1/Tes