LA NOTA DE LA SEMANA

LA FIN DEL MUNDO

Lamentamos comunicar a los ciudadanos de la Federación Interplanetaria que ese destello de luz perceptible en el cielo de nuestra galaxia no es una nueva estrella en gestación sino el producto del estallido del tercer planeta del Sistema Solar. Nuestros científicos ignoran aún el desarrollo de los acontecimientos pero están seguros de lo sucedido: el explosivo desarrollo de los medios científicos y productivos de impacto planetario ocurrido en la Tierra no fue acompañado por un avance paralelo del sistema de gobernabilidad mundial. Entrampados en la contradicción entre una tecno-economía de alcances globales y las ridículas dimensiones territoriales de sus organizaciones sociales y políticas, las naciones, los terrícolas perdieron el control de su propio planeta.
Observaciones de algunos investigadores señalan que las últimas décadas terrestres se habían caracterizado por la acumulación de catástrofes que anticipaban la que acaba de acontecer: recalentamiento de la atmósfera, huracanes climáticos y financieros, proliferación de armas de destrucción masiva y de líderes nacionales y sectas terroristas dispuestos a usarlas, agotamiento de los recursos naturales, desigualdades sociales crecientes, investigación científica descontrolada, crecimiento exagerado de la población. Según parece, los terrícolas no fueron capaces de comprender que las consecuencias globales del uso de los sistemas técnicos que habían creado implicaba una gestión global de los mismos, y fueron por lo tanto incapaces de superar el carácter tribal y territorial de su cultura, proveniente de los tiempos en que no eran más que una de las muchas manadas de animales cazadores-recolectores que pululaban por la superficie de aquel planeta hoy en extinción.
Expertos en estudios terrícolas sugieren que la catástrofe podría haberse originado con el fin de la Unión Europea (UE), primer intento de superar el carácter territorial-nacional de las organizaciones políticas que el pueblo de la Tierra impulsó. Al parecer, una crisis económica bastante menor a las muchas ocurridas en sus estados-nación y originada en el más poderoso de ellos convenció a los terrestres de que cualquier tipo de organización político-monetaria supranacional era inviable, y que el federalismo y la democracia, elementos constitutivos de sus organizaciones políticas nacionales, eran inaplicables al ámbito regional y mundial. De allí pasaron a la disolución de la UE y de la ONU, el primitivo organismo que habían creado con el objeto de negociar las diferencias entre los más de doscientos estados nacional-territoriales que -increíblemente- se dividían el poder en el planeta y se auto-consideraban autónomos y soberanos en plena era global, y de allí a un período de guerras comerciales proteccionistas y auge de nacionalismos belicosos culminado en una guerra de aniquilación, según el patrón desarrollado en el período histórico que denominaron una vez “la sangrienta primera mitad del siglo XX” , el que había dado lugar -precisamente- a la creación de la ONU y la UE.
El fin de la raza humana ha sido el producto inevitable de la desproporción entre sus brillantes habilidades tecno-económicas y sus rudimentarias capacidades político-sociales. Se ignora el rol potenciador que sobre los estropicios institucionales causados por la disolución de la UE tuvieron los factores ambientales, demográficos y económicos, así como si el estallido final fue producto del recalentamiento climático, la proliferación nuclear, una guerra inter-nacional provocada por el reparto de recursos naturales entre lo que llamaban los “países emergentes” y las anteriores potencias; el error de un científico loco o el fruto de un atentado terrorista verdaderamente global. En todo caso, el tercer planeta no debe ser visitado por el lapso de tres millones de años. Mientras transcurren, quizás el azar que rige la gestación de la vida decida darle a un astro tan bellamente azul una segunda oportunidad.