El reportaje que me hizo ayer Beto Valdez para Radio Cultura está en
http://www.somosnosotros.net/?fernando-iglesias-en-somos-nosotros&page=ampliada&id=10018&_s=&_page=
Vale la pena. Beto es un gran entrevistador :o)
DATOS PERSONALES
- Fernando A. Iglesias
- * Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires
jueves, 19 de diciembre de 2013
miércoles, 18 de diciembre de 2013
CRISIS ENERGÉTICA
Los espero.
sábado, 14 de diciembre de 2013
LOS CINCO JINETES DEL APOCALIPSIS
Bueno, ya está.
La Nación tampoco va a publicar mi artículo de diciembre. Vaya uno a saber por
qué… Así que lo subo aquí.
A quienes piensen
que es un aprovechamiento banal de lo que está pasando les digo que envié la
versión original el 28 de noviembre (guardo copia del email) y les recomiendo que
googleen mi nota de enero de 2013, EL APOCALISIS FRÍO
... que concluye así: "De
manera que sigamos rezando para que al gobierno del ‘vivir con lo nuestro’ le
siga yendo bien con la soja, y esperemos que la economía de Brasil mejore, para
que los que viven dependiendo de las limosnas estatales no pasen de la miseria
al hambre y vuelvan los saqueos en un país que produce alimentos para siete
veces su población".
Que nos sea leve….
LOS CINCO JINETES DEL APOCALIPSIS
Y entonces el
Revisionista abrió los sellos, y se oyó a cuatro seres vivientes decir con voz
de trueno: Ven y mira. Y miramos y vimos un caballo
blanco; y el que lo montó tenía un FAL en la mano
y un trozo de bronce y de mármol en los brazos; y le fue dada una corona, y salió
decidido a la victoria, y el Estatismo se adueñó así de la Argentina. Y todo lo
invadió y nada dejó sin su control ni sin su caos. En nombre de todos y al
grito de “Yo soy todos” se quedó con lo de todos; y asesinó al hijo, y secuestró
a los hijos del hijo. Y cuando le acusaron, cuando le desenmascararon y
mostraron que todo ese horror lo había consumado con crueldad y sin pena, en
infames antros donde cantaba un himno y hacía flamear una bandera, contestó: No
voy a hacerme cargo hoy, como doctor Jekill, de lo que hice ayer como míster Hyde.
Y entonces los que por él habían sido torturados y humillados, y desaparecidos
sus hermanos, lo adoraron como a Dios en la Tierra. En eso estaban, cuando unos
monjes tristes que por allí pasaban se apropiaron de él, y de su FAL y su
caballo blanco, su mármol y su bronce, y todo lo que obtuvieron de sus tráficos
y ceremonias lo pusieron en bolsas llenas de papeles de colores, que pesaron; y
el Pueblo los adoró y les dio las gracias. Y entraron al templo tres veces,
dejando debida limosna a los mendigos y a los sacerdotes, y dijeron pestes y
plagas de los que habían destruido al Palacio en nombre del Mercado e hicieron
lo contrario, destruyendo al Mercado en nombre del Palacio. Y entonces nada, o
casi nada, quedó en pie. Y lo poco que quedó lo tomaron en nombre de lo que
debían dar, pero no dieron. Y bajaron el retrato de sus antiguos aliados, y a
todos convencieron de que habían sido enemigos. Y lo que sobró se lo dieron a sus
amigos, y dijeron al resto: gocen de lo que tienen mientras puedan, ya que no
les pertenece, y algún día será de todos, es decir: de nosotros, los que habitamos
detrás de estas máscaras. Y abolieron la Ley, porque la encarnación del Bien
sobre la Tierra no debe estar sometida a ella, dijeron, ya que el Estado no es cualquier
hijo de vecino.
Cuando se abrió
el segundo sello se oyó al segundo ser viviente, que decía: Ven y mira. Y salió otro caballo, bermejo; y al que lo montaba le fue dado el poder de quitar la paz de
la tierra y que se matasen los unos a los otros; y se le dio una gran bandera y
una espada, y el Nacionalismo se apropió de la Argentina. Y en los ochenta años
que gobernaron sus dos hijos a todos convenció de que era la voz y la sangre de
todos, y a todos calló e hizo correr su sangre. Un día, proclamando que los colorados
eran infames, y que los azules los proscribían y mataban en el alto interés de
la Patria. El siguiente, jurando que los azules eran agentes del extranjero, y
que cada vez que uno de ellos caía la estatua de la Patria sonreía. Y otro día,
y otro día, y otro día, sopesando martirios y comparando el volumen de los ríos
de sangre. Dividiéndolo todo en nombre de la sagrada unión de todos. Señalando
a los réprobos y a los elegidos. Haciendo de los réprobos de ayer los elegidos
de hoy, y de los elegidos de hoy los dueños y señores de la vida. Discutiendo eternamente
si había sido Caín o había sido Abel el que había comenzado, y con cuáles armas
habían combatido, y sobre si su amo era Dios o el Anticristo. Y entonces la
Guerra llegó, y los más pobres y oprimidos fueron llamados a ofrendarse en los
altares del Dios de las escarapelas, mientras los que dormían tibios en sus
casas salían a las plazas a aclamar a generales majestuosos. Y allí partieron sus
nuevos sacerdotes, sus abnegados militantes y sus sufridos militares, rojos y
azules, azules y rojos, abelistas y cainistas, en sus caballos bermejos y sus
caballos azulejos. Y fueron juntos y comulgados, algunos, y unidos y organizados,
los otros, a las irredentas islas prometidas, a bendecir a los que debían encontrar
la muerte en ellas.
Cuando se abrió
el tercer sello se oyó al tercer ser viviente, que decía: Ven y mira. Y los que
miramos vimos un caballo negro, y el que lo montaba tenía en la mano un
martillo. Y se oyó su voz en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: ¡Dos
toneladas de trigo por una tuerca! ¡Seis toneladas de cebada por un bulón! Y el
Industrialismo se apoderó así de la Argentina. Y a todos convenció de que no
habría patria fuera de su reino. Y de todos tomó, pero no devolvió nada. Y dejó
los ríos oliendo a podredumbre, y yertos los campos, y deshabitadas las aldeas.
Y amontonó a sus servidores en un rincón de la Tierra para que sus hijos vivieran
en promiscuidad. Y usurpó y encalleció y libró de todo goce a sus cuerpos. Y a todos
convenció de que no existían otros bienes más que sus becerros de oro, y de que
debían ser adorados y reemplazados por otros cada vez más rápidamente. Y en un
país donde todo estaba por hacerse juró que el trabajo escaseaba, y le creyeron;
y afirmó que era el único capaz de ofrecerlo, y le amaron; y exigió que todo le
fuera dado, y se lo dieron. Y a todos puso así a producir lo que nada valía. Y
a la educación la llamó “servicio” y la destruyó, ya que quienes de ella
gozaban se le oponían. Y lo aplaudían y vivaban, especialmente, los que nunca
habían doblado el lomo bajo su yugo; los que enviaban a sus hijos a instruirse
para que no tuvieran que hacerlo; los que vivían del sudor ajeno y el sudor
ajeno veneraban. Y cuando se les preguntaba a todos por qué, a coro respondían:
el trabajo nos hará libres. Y así lo escribieron en las puertas del Infierno.
Cuando se abrió
el cuarto sello, se oyó la voz del cuarto ser viviente, que decía: Ven y mira.
Y se vio un caballo amarillo, y el jinete que lo montaba tenía por nombre Populismo,
y le fue dada potestad para saquear en nombre de la prosperidad, para oprimir
en nombre de la liberación y para matar
en nombre de la vida. Y todos lo aclamaron como nunca habían aclamado a nadie,
y entonces el Cuarto Jinete se alzó sobre la multitud y les dijo: Dadme
vuestros bienes, que los repartiré con más justicia. Y se quedó con los bienes
de todos, y la Justicia destruyó en nombre de la Distribución, y en lugar de la
Distribución organizó una fiesta. Y a su fiesta llamó a los otros jinetes: el
Estatismo, el Nacionalismo y el Industrialismo, que concurrieron cabalgando sus
tres caballos -blanco, bermejo, amarillo- a la fiesta del jinete Populista, para
juntos marchar y dominar la Tierra. Y en homenaje se les dieron unas esculturas:
un enorme y complicado artefacto que se movía sin generar efectos externos, al
Jinete Estatista; el ataúd de un soldado desconocido, al Jinete Nacionalista, y
la estatua de un obrero en actitud de martillarse los dedos, al Jinete
Industrialista; y ellos las encontraron muy bonitas. Y todos fueron convocados a
compartir el vino; y cuando todos hubieron bebido el Jinete Populista proclamó
que San Jorge era el Dragón, y el Dragón, San Jorge. Y multiplicó los panes y
los peces, e hizo ofrenda a los antiguos dioses y habló de los viejos buenos
tiempos, que ninguno había visto pero todos reverenciaban. Y cuando la comida y
el vino se acabaron, cuando no hubo para repartir más que mendrugos y palos,
los Cuatro Jinetes dijeron que la culpa era del Demonio y señalaron a sus enviados
terrenales: unos locos encerrados en un manicomio que todo lo habían predicho,
y que fueron quemados allí mismo ante tan evidente signo de bujería.
Y los muchos aplaudieron,
y los más callaron, ya que todos tenían miedo de la hoguera y preferían creer,
o simular creer, en los Cuatro Jinetes: el Estatismo, el Nacionalismo, el
Industrialismo y el Populismo, y en las virtudes de sus caballos: blanco,
bermejo, negro y amarillo. Y muchos quisieron montarlos, y prometieron al
Pueblo que lo harían mejor que sus predecesores. Y en eso estaban, disputándose
las riendas y los estribos, cuando se abrió el quinto sello y el
sol se puso negro, la luna se volvió como de sangre, el cielo se desvaneció
como un pergamino que se enrolla, y el Quinto Jinete hizo su aparición, montado
en un caballo de neón cuyos colores cambiaban como los de un caleidoscopio.
Y su
nombre era Droga.
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