DANDO PASOS ADELANTE AL BORDE DEL ABISMO
La estrategia decidida por el Gobierno,
negociar con los “fondos buitre”, es la peor de las estrategias posibles y
aumenta el grave riesgo de provocar un colapso financiero nacional. En vez de
pagar u$s1.330 millones al contado y sin negociación, dejando en claro que lo
hace contra su voluntad y acatando un fallo, el Gobierno acaba de abrir una
negociación que aumenta sensiblemente el riesgo de que los propietarios de
bonos de la deuda reestructurada, un 93% del total, puedan apelar a la cláusula
RUFO (rights upon future offers) que obliga al gobierno a incluirlos en toda
mejora de los pagos que ofrezca voluntariamente el Gobierno nacional. Ahora
bien, toda negociación implica un grado de voluntad y termina en una oferta
voluntaria, de manera que por no pagar u$s1.330 millones al contado durante
este Gobierno se incrementan en un grado imprevisible las posibilidades de que el
futuro gobierno tenga que enfrentar un nuevo default masivo de la deuda
nacional. Todo ello, con el apoyo o el silencio de la oposición, algunos de
cuyos integrantes exigieron correctamente que se evitara todo riesgo de default
pero ahora parecen no ver lo irracional de arriesgarse a fundamentar los
derechos de los poseedores de u$s120.000 millones en títulos argentinos con el
solo objeto de financiar una centésima parte de esa suma.
Nada de coincidencias. En 2005, el país
entero aclamaba la renegociación de la deuda encabezada por el entonces Ministro
de Economía Roberto Lavagna, candidato presidencial de la UCR en 2007 y principal referente económico, hoy, del Frente
Renovador de Sergio Massa.
Con la oposición de unos pocos, como
yo, que señalé el carácter socialmente regresivo de esa reestructuración y las deficiencias
enormes de la estrategia kirchnerista-lavagnista que llevaría a defaultear la
deuda vía INDEC en 2007 y a estar de nuevo al borde del default hoy.
En carácter de “Resistiendo archivos” o
“Yo te avisé”, como prefieran, les paso parte de esa crítica, que fue publicada
en “Kircher y Yo- por qué no soy kirchnerista”, en 2007.
ZONCERA
ECONÓMICA KIRCHNERISTA Nº15
El crecimiento de la
deuda en los Noventa fue detenido por la implantación del modelo
neodesarrollista-productivista. Pagando lo que se debía al FMI, nos hemos desendeudado,
y no le debemos nada a nadie.
Que el aumento de la deuda pública fue
uno de los puntos decisivos del colapso de la Convertibilidad 1a1 nadie puede
razonablemente dudarlo. Desde 1993 a 2001, la deuda se duplicó en valores absolutos
y pasó de ser el 29% del PBI a transformarse en el 54%. Que la Convertibilidad
3a1 haya solucionado el problema es cuestión bien diferente. Si se observa la realidad y no las campañas de prensa del Gobierno, se ve que el ritmo de
crecimiento de la deuda es constante hasta el año 2004, y hasta se acelera en
el inicio del cuatrienio kirchnerista.
Entre
el fin de la Convertibilidad 1a1 (diciembre de 2001) y el fin del año 2004,
después de dos años y medio de neodesarrollismo y Convertibilidad 3a1, la deuda
pública nacional había pasado de de 144.453 millones de dólares a 191.296
millones, la más alta de la historia en términos absolutos, con un incremento
también récord del 39,3% en dos años (2003 y 2004) en los cuales Kirchner
presidió el país 19 meses sobre 24.
Un
año después de esto, Videla y Menem eran los únicos responsables del
endeudamiento salvaje y del gran calvario nacional y la deuda se redujo, con
imprevisibles costos a futuro, mediante el paga-Dios perpetrado bajo el nombre
de “reestructuración voluntaria”. Aún así, aunque el Presidente clame en las
plazas que “La argentina ha pagado su deuda”[1],
su monto actual (130.650 millones de dólares) es superior al del año 2.000 (us$128.018
millones). Y todo esto, sin considerar los 25.256 millones de dólares que el
estado argentino les debe a los bonistas que no entraron en el canje forzoso…
perdón, el canje voluntario de la deuda pública nacional, y que Argentina deberá
pagar si alguna vez quiere volver a integrarse a la comunidad económica y
financiera internacional. Sumando estos haberes
de los bonistas rebeldes, el gráfico anterior se vería así.
A pesar del fabuloso paga-Dios, el único ahorro verdadero que ha hecho
el estado argentino es el de no pagarles ahora para tener que pagarles después
a los bonistas que no entraron en el canje.
Pero aún más importante que el valor total de la deuda pública es el
porcentaje que representa la suma de la deuda pública y privada respecto al
total del PBI, ya que las posibilidades de pagar toda deuda y sus efectos en la
economía del deudor dependen de su capacidad de generar recursos. Ahora bien,
ya que en este tema ha habido polémicas y acusaciones cruzadas, he decidido
tomar los datos de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE),
insospechables de manipulación antikirchnerista desde que su directora es la
diputada oficialista Mercedes Marcó del Pont. La selección de los años
(una comparación entre 1991-1995 y 2001-2005 ha sido escogida por la misma FIDE).
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Deuda Pública, Privada y Total en % del PBI
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Deuda
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Deuda
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Deuda
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Deuda
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Deuda
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Deuda
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Deuda
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Deuda
|
Deuda
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Pública
|
Privada
|
Total
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Pública
|
Privada
|
Total
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|
Pública
|
Privada
|
Total
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1991
|
30,7
|
4,5
|
35%
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1992
|
25,6
|
5,4
|
31%
|
1993
|
27,4
|
8,0
|
35%
|
2001
|
44,8
|
29,2
|
74%
|
2002
|
127
|
66,3
|
194%
|
2003
|
113,0
|
46,7
|
160%
|
DIF
|
46%
|
549%
|
110%
|
DIF
|
397%
|
1128%
|
524%
|
DIF
|
312%
|
484%
|
351%
|
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Deuda
|
Deuda
|
Deuda
|
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Deuda
|
Deuda
|
Deuda
|
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Pública
|
Privada
|
Total
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Pública
|
Privada
|
Total
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1994
|
28,2
|
10,2
|
38%
|
1995
|
31,8
|
13,3
|
45%
|
|
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2004
|
101
|
36,5
|
138%
|
2005
|
37,4
|
28,7
|
66%
|
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|
|
DIF
|
259%
|
258%
|
259%
|
DIF
|
18%
|
116%
|
47%
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Datos de la FIDE
Comparando los valores de la deuda en
relación al PBI para cada año de la década actual con el correspondiente de la
del noventa (1991 con 2001, por ejemplo) se obtienen datos concluyentes. En
todas las comparaciones, pública, privada y total, la deuda del período
2001-2005 es mayor en relación al PBI nacional que en el período 1991-1995.
Esto es así, como se ve en las últimas columnas, aún después de la formidable reducción debida
al paga-Dios. Para decirlo brevemente: la deuda total del país es en 2005 un
47% superior a la de 1995.
En uno de los casos (1992 vs. 2002), la
relación (+1.128%) asciende a 11 a 1. En casi todos, duplica, triplica,
cuadruplica o quintuplica la deuda del período en comparación. Y todo esto,
considerando al PBI argentino en pesos argentinos constantes, ya que si se
hiciera el mismo cálculo midiendo el PBI nacional en dólares (es decir: como
corresponde, ya que es ésa la moneda en que se contrajeron la mayor parte de
las deudas), las cuentas serían mucho peores.
En un artículo panegírico del Gobierno
cuyo título es “El éxito del modelo argentino”, aparecido en la Revista
Noticias como clase magistral, el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz no
logró, a pesar de sus esfuerzos, evitar referirse a esta situación: “Si un país
debe, pongamos por caso, 2.000 millones de dólares y su tipo de cambio
desciende un 50%, la suma total de su deuda en su propia moneda se duplica. Un
coeficiente de endeudamiento con respecto al PIB de, digamos, un 75% —según los
criterios internacionales, un coeficiente alto pero manejable— pasa, de
repente, a ser del 150%, lo que supera las posibilidades de pago del país”[2].
Por supuesto, el dúo Lavagna-Kirchner sobrevoló rápidamente este detalle mediante la
pesificación por decreto de las deudas que habían sido contraídas en dólares,
lo que significó –como casi todas las políticas de este gobierno- pan para hoy
y hambre para mañana. Cuando se presente la primera dificultad
económico-financiera y Argentina deba volver a financiarse en parte, como casi
todos los países, en el mercado internacional, deberán volverse a contratar
préstamos en monedas duras y a tasas altísimas debido al enorme riesgo para los
inversores generado por el antecedente de la pesificación de préstamos tomados
en dólares y la licuación del valor en dólares del PBI argentino causado por la
devaluación, que ha triplicado el costo relativo del endeudamiento futuro. Será
entonces el momento en que los argentinos paguemos de la peor manera nuestras
deudas impagas, después de lo cual los neodesarrollistas, nacionalistas y
tercermundistas podrán seguir siendo felices insultando al demoníaco
capitalismo global.
El paga-Dios más fantástico de la historia de la humanidad
La principal maniobra con la que el Gobierno se garantizó la continuidad
del crecimiento a ritmos chinos lleva todas las marcas K de fábrica: es otra política de pan para hoy y hambre
mañana, se basa en la agitación patriotera, consiste en favorecer a los más
ricos y poderosos mientras se aparenta defender a los más débiles y le ha
juntado unánimemente la cabeza a la sociedad y la oposición argentinas.
Digámoslo sin eufemismos: la “reestructuración voluntaria de la deuda
externa” no sólo fue el más fantástico paga-Dios de la historia de la humanidad
sino una estafa colosal que pagaron principalmente los futuros jubilados
privados argentinos y los pequeños ahorristas italianos, y que sólo preservó
los intereses de los principales responsables de la crisis argentina: los
organismos internacionales y el estado nacional. Los primeros,
sistemáticamente culpados de todos y cada uno de los males del país por la
“izquierda” populista, recuperaron sin quitas sus acreencias, en dólares y
hasta por adelantado. El segundo, hosannado como legítimo representante de Dios
sobre la Tierra, se ahorró 67.000 millones de dólares con el cuento de que
irían a mejorar la situación de los argentinos pobres. Y bien, los ahorros
debidos al más formidable paga-Dios de la Historia y el poderoso viento de cola
que ha subido los precios de las mercaderías que Argentina exporta le permiten
hoy a Kirchner tener un superávit con el cual financiar con subsidios que
llegan a más del 50 por ciento del gasto presupuestario a sus aliados políticos
y heroicos combatientes de la causa del capitalismo nacional…
Salarios bajos y subsidios altos son la
norma en la economía K. Miles de
millones de dólares fueron salvados de las ávidas garras de los jubilados
argentinos e italianos para caer en las manos generosas de las patrias justicialista,
contratista y sindical. He aquí la realidad de la promocionada recuperación:
colectivos subsidiados, trenes que le
cuestan al estado lo mismo que cuando eran estatales, capacitación de
camioneros, autobombo publicitario, exenciones fiscales a las ganancias financieras
y a las corporaciones petroleras, fondos nacionales usados para reclutar
gobernadores e intendentes, todos ellos rapiñados por
el estado nacional en el tan aplaudido paga-Dios perpetrado en nombre de la sagrada
emergencia nacional.
La ceremonia en la que se proclamó esta
estafa, a la que concurrieron tantos y tan eufóricos políticos, funcionarios,
sindicalistas e intelectuales que poco faltó para que se desmandaran con una
Marcha Peronista tan apoteótica como la que adornó el default de Rodríguez Sáa, me recordó el
célebre avión que transportó a los protagonistas de otra gran estafa nacional:
la recuperación de las Malvinas; en el que no faltaba ni la combativa CGT ni el
revolucionario trotskismo nacionalista argentino, otra exclusividad local.
¿Cómo
fue posible el paga-Dios? ¿Cómo es que aún no se ha alzado una voz que lo
condene y sí muchas que lo alaban como una de las “indiscutibles medidas
positivas que ha tomado el gobierno nacional”?
Muy simplemente: Kirchner ha sido extremadamente hábil en manipular el zombie
nacionalismo argentino cambiando la identidad de los sujetos básicos de toda
deuda: el deudor y el acreedor. En la realidad, la deuda pública nacional es
una deuda que el Estado ha asumido con quienes le prestan dinero. En este caso,
el 38,4 por ciento de la deuda estaba en
manos de argentinos, que eran el principal grupo acreedor a pesar de que
Kirchner, bien ayudado por la “izquierda” nacionalista, insistía e insiste en
hablar de “deuda externa”. El segundo grupo nacional de acreedores, con un 15
por ciento del total, era el italiano, cuya media por propietario era, al
momento del default, de alrededor de 20.000 dólares por acreedor. Es decir: se
trataba de pequeños ahorristas, en su mayoría, jubilados engañados por bancos a
los que sólo les importaba cobrar su comisión.
Repasemos: el estado argentino debía
dinero a acreedores cuyo principal grupo era el de los argentinos, seguido por
los pequeños ahorristas italianos, cuyas acreencias conjuntas constituían más
de la mitad del total. Si Kirchner fuera
quien dice ser y no quien es, muy poco le hubiera costado establecer que los
futuros jubilados privados argentinos mantendrían el valor de sus depósitos en
las AFJP que fueron obligadas a comprar bonos de la deuda por Cavallo y que
todos los depósitos serían devueltos en su totalidad hasta –digamos- el valor
de 30.000 dólares[3]. El
dinero para pagar esta diferencia a las pequeñas víctimas del gran desfalco
podría haber provenido de los grandes capitales especulativos (digamos: una
quita mayor y progresiva a partir de los 200.000 dólares de acreencias), o
aplicándole también la quita que se aplicó a los jubilados de aquí, de allá y
de todas partes al principal corresponsable de la crisis argentina: el siempre
denostado pero siempre bien guarnecido FMI.
Se puede disentir técnicamente con mi propuesta de economista diletante.
Mucho más complicado es acusar de improvisado a Joseph Stiglitz, Premio Nobel
de Economía, ex asesor de la administración Clinton y ex vicepresidente del
Banco Mundial, quien en su celebrada visita a Buenos Aires de agosto de 2005,
ocasión en que el oficialismo lanzó pomposamente el Consenso de Buenos Aires,
opinó que “La Argentina debería lograr una quita en la deuda con el Fondo
Monetario Internacional”. Después de lo cual, tras un almuerzo de Stiglitz con
su admiradora Cristina Kirchner, con el Jefe de Gabinete, Alberto Fernández y con
el Presidente del Banco Central, Martín Redrado, y de una entrevista con
Kirchner, el Gobierno continuó con sus
declamaciones contra el maléfico Consenso de Washington y con su política habitual:
considerar deudor privilegiado al FMI y no a los futuros jubilados y los pequeños
ahorristas.
¿Cómo fue posible que alguien hiciera esto en medio del aplauso de los
“antiimperialistas”? Muy sencillo,
insistiendo en llamar “deuda externa” a la deuda pública y exaltando ese
nacionalismo paranoico que es marca de fábrica de la identidad nacional. Así,
un Kirchner raramente parecido al mago David Copperfield cambió la identidad de
deudores y acreedores: se trataba ahora de una deuda infame que le reclamaban no
los pequeños compradores de bonos argentinos sino los usureros internacionales;
y no se la reclamaban al estado estafador sino al mismísimo pueblo argentino. Desde allí, había un solo paso a la quita
indiferenciada a pequeños y grandes acreedores y al pago total en dólares y por
adelantado al FMI; paso que fue prontamente dado con el aplauso de la población
argentina y la complicidad de la oposición, la cual –salvo escasas excepciones-
no se atrevió a enfrentar al nacionalismo trucho de Kirchner y su nueva versión
del gran acuerdo nacional.
La situación es simple: el estado argentino no tiene superávit sino
que no paga las deudas que ha contraído. Son cosas bien distintas. A lo
“ahorrado” con el “canje voluntario” de la deuda se agregan los incumplimientos
actuales con los que el Gobierno “patea” deuda para adelante, con la esperanza
que las cuentas de su Convertibilidad versión 2 las pague un nuevo De la Rúa.
Se trata de 25.256 millones de dólares por los bonos en poder de acreedores que
no entraron al canje[4];
de 13.000 millones de dólares en juicios ante el tribunal arbitral del Banco
Mundial (CIADI) por parte de ex concesionarias de servicios públicos
privatizados y de 2.500 millones en juicios radicados en otros tribunales internacionales.
Todos ellos: con óptimas posibilidades de perderse dada la endeblez de los
paga-dios argentinos. Para no hablar de los jubilados locales que cobran más de
1.000 pesos, cuyos haberes no se actualizaron ni por inflación ni a favor del
derecho constitucional a la movilidad jubilatoria ni por acatamiento de las
directivas de la Corte Suprema. Según datos del nada neoliberal Instituto
de Desarrollo Social Argentino (IDESA), se trata de más de un millón de
jubilados cuyos haberes expropiados financian el 44 por ciento del “superávit
fiscal”, y que están ya en condiciones de ganarle sus juicios a la ANSES por un
monto aproximado a los 9.500 millones de pesos.
También aquí, la estrategia
kirchnerista consiste en pan para hoy y hambre para mañana mediante un nuevo
escamoteo de las reglas del capitalismo que, ya se sabe, funcionan sólo en los
países avanzados, tan aburridos, y no en la patria de los siete climas y las mil
mieses y de los chicos revoleando pelotitas en los semáforos. En el país kirchnerista, lo que funciona es
una nueva versión de la multiplicación de los panes y los peces a favor del
capitalismo nacional: la maquinita estampa-billetes en los Setenta y los Ochenta,
el endeudamiento salvaje en los Noventa, y ahora, el paga-Dios más grande de la
historia de la humanidad. Sus resultados a largo plazo son tan previsibles como
los que yo obtendría a corto plazo si dejara de pagar mis facturas. Cuando la
Argentina vuelva a situaciones de crecimiento standard y necesite, como todo
país normal, recurrir a una financiación que no le llegue de manos del
magnánimo Chávez, los intereses que deberá pagar serán astronómicos. Y cuando
precise que vengan al país no los fondos buitres y sus billetes apenas pasados
por el lavarropas sino inversiones directas, confiables y a largo plazo, los argentinos
hoy seducidos por Kirchner volverán a cargar contra su enemigo de siempre: el
maléfico capitalismo internacional.
[1]
Discurso de Kirchner en la Plaza del SÍ del 25/05/06.
[2] Ver
Revista Noticias 09/02/07.
[3] Algo
similar propuso sin éxito Raúl Zaffaroni en el fallo que avaló la pesificación:
devolver los depósitos menores a 70.000 dólares (que eran el 94% del total en
el momento del default) en su moneda original.
[4] Datos
de la Secretaría de Finanzas.