EL PERIONISMO Y LA VARA DE SUIZA
Durante la
semana pasada, Daniel Schteingart, doctor en Sociología, desarrollista,
beatlemaníaco, tecladista fogonero y columnista socioeconómico en Tarde Para
Nada (según se autodescribe en su bio de Twitter), dedicó un profuso análisis (“La
tortura del dato crea un nuevo relato” https://goo.gl/FtrazG ) a mis artículos “Cuando el dato mata el
relato” (La Nación del 12 abril 2017 ( https://goo.gl/4PS6wr ) y “La
cuestión del empleo” (Los Andes 9 de abril de 2017 https://goo.gl/R60kjr )
Creo que vale la
pena responderle por dos motivos: 1) hay que reconocer en Schteingart el
esfuerzo de discutir con datos, como yo mismo reclamaba en mis notas de
opinión, y 2) su análisis no hace más que confirmar mi denuncia del perionismo,
esa parte del periodismo argento que mide con la vara de Suiza todo lo que se
refiere a Cambiemos después de doce años de medir con la de Uganda las
barrabasadas kirchneristas que han dejado al país en la postración y la
miseria. No hablo tanto del chico Schteingart, sino de gente como la conductora
del programa en que trabaja, María O’Donell, y de periodistas como Ernesto
Tenembaum, quien elogió por Twitter el artículo de Schteingart diciendo “Muy
interesanta (sic) pero muy interesante la manera en que @danyscht polemiza con
@FerIglesias. Alto nivel de precisión.”
UNA CONSIDERACIÓN
GENERAL- Mi primera objeción es de manual: al mismo tiempo que reconoce que los
datos que utilizo en mi nota son veraces y confiables, Schteingart sostiene que
los “torturo”. La expresión me llenó de curiosidad sobre qué términos habría
usado el propio Schteingart para criticar al INDEK que decía que la inflación
era de un dígito, se comía con seis pesos y la pobreza era menor que en
Alemania. Consultado, Schteingart se defendió copiándome el link de una página
en la que definía a los datos del INDEK de Moreno como “poco creíbles”. He allí
el perionismo en toda su extensión. Mis datos son ciertos y verificables, pero
yo los TORTURO; los de Guillermo Moreno, en cambio, son POCO CREÍBLES. La vara
de Suiza con mi artículo. La de Uganda, para un ente oficial que durante diez
años fue parte de una estafa monumental a cuarenta millones de argentinos. Pero
aceptemos el desafío y pongamos bajo la lupa suiza de Schteingart lo que
escribí.
Schteingart dice
acordar conmigo en que tenemos “un INDEC medianamente confiable”. Primera
distorsión. Para mí el INDEC es hoy plenamente
confiable, y si Schteingart no está de acuerdo debe decirlo por sí solo y con
su propia voz, explicando por qué no confía del todo. Acaso, denunciando
penalmente si cree que existe algún delito, como hicimos quienes nos enfrentamos
al kirchnerismo en el pico de su poder mientras él publicaba articulitos
justificadores en Pagina12. Nótese, además, los calificativos empleados por el
perionismo: el INDEC de Todesca, “medianamente confiable”, no está muy lejos para
Schteingart del INDEK de Moreno, que era “poco creíble”. “Hay (legítimas) dudas
sobre la confiabilidad de los datos de 2015”, “Opto por no poner las manos en
el fuego por ellos”, agrega Schteingart. El Partido del Sé ‘gual en acción. La
Biblia junto al calefón. Horrible.
DESOCUPACIÓN- Schteingart
arranca su largo párrafo sobre desocupación sosteniendo que decir que el índice
de desempleo bajó entre el segundo y el cuarto trimestre “No es correcto porque
no considera cuestiones estacionales”. Para solucionar el problema, causado por
la asuencia del dato de diciembre de 2015, y en apoyo a su afirmación de que la
desocupación aumentó, Schteingart toma como parámetro… ¡las estadísticas de la
Ciudad de Buenos Aires!, un distrito que reúne menos del 10% de la población
nacional y en el que, como todos sabemos, los problemas de inflación y
retracción de la demanda han sido más graves que en el interior debido al
aumento de tarifas, entre otros factores. ¿Qué distorsiona más un dato, doctor Schteingart,
el factor estacional o el considerar la situación de 1/14 parte de la población,
la más rica del país, como representativa del conjunto?
Pero veamos la
“distorsión estacional” de la que se lamenta Schteingart. No tenemos datos de
2015 porque el INDEK era el caos que era (motivo por el cual me fue imposible
hacer una comparación interanual perfecta como la que Schteingart me reclama),
pero sí los hay entre el segundo y el cuarto trimestre de los dos gobiernos de
Cristina, y estos oscilan entre una disminución máxima de 0.8 puntos en 2013 y
una mínima de 0.3 puntos en 2012. ¿Por qué el “preciso” Schteingart considera entonces
poco significativa la reducción de 1.7 puntos porcentuales ocurrida en 2016, que
duplica, triplica, cuadruplica, quintuplica y hasta sextuplica las
disminuciones ocurridas durante el cristinismo durante los mismos períodos estacionales?
Se trata de un misterio perionista que probablemente nos aclarará algún día Ernesto
Tenembaum, ese amante de la precisión schteingartiana.
Schteingart desmiente
el aumento de 81.000 puestos de trabajo registrados en 2016 (un 0.7% de aumento
interanual) señalado en mis artículos. Sostiene, por el contrario, que hubo una
disminución de 0.7% interanual sin aclarar de qué fuente proviene ese dato, y
realiza después una serie de consideraciones muy interesantes acerca de la
calidad de los empleos creados. Quedo a la espera del envío de similares
observaciones de Schteingart en la época en que publicaba en Pagina12 y el
gobierno kirchnerista sostenía que había creado entre cinco y seis millones de
puestos de trabajo, masomeno, cuando ninguna medición confiable superaba los
tres millones. Por si hay dudas sobre
mis datos, la fuente que cito es el informe 2016 del Ministerio de Trabajo que
se encuentra en https://goo.gl/uFJfUY Como he
señalado, las mejoras han sido modestas pero muestran una clara recuperación
sobre finales del año y se dieron en un contexto enormemente desfavorable,
marcado por la imprescindible salida del default y el cepo, y en el año de
mayor aumento del desempleo en América latina en la década, según la OIT.
Por mi parte,
reconozco que ignoraba el cambio en la metodología de medición de la tasa de
empleo en la EPH, pero los datos que cita Schteingart en su propia armonización
(41.7% y 42.3% de argentinos empleados en 2015 contra 41.7% y 42.1% en 2016) confirman
la afirmación central de mis artículos: la epidemia masiva de desempleo
provocada por los CEOs es una invención nac&pop cubierta desde la
retaguardia por sus habituales justificadores. Sin llegar a sostener que la
“recalibración” de la EPH efectuada por Schteingart sea falsa pero temiendo que
tenga la misma “precisión” que sus demás observaciones, agrego que si por un
lado el corrimiento de la EPH hacia una población de mayor edad implica una
mejora de los índices de empleo y pobreza, el corrimiento geográfico de la EPH hacia
la provincia de Buenos Aires y la Capital, los dos distritos menos beneficiados
por la recuperación del dinamismo del sector agropecuario y los más afectados
por la suba de tarifas tiene, precisamente, el efecto contrario.
POBREZA- En
cuanto a la pobreza, Schteingart insiste en su estrategia: negar la validez de
datos oficiales al mismo tiempo que no denuncia su falsedad ni periodística ni
judicialmente y recurre en su reemplazo a datos de la Capital Federal, un
distrito rico, minoritario y de características muy particulares respecto del
resto del país. Es, además, completamente falsa su afirmación de que el Centro
de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de la Universidad de La Plata no
haya recalibrado la EPH de 2015 y 2016 en la variable pobreza. Es exactamente
lo que han hecho en su informe ( https://t.co/8Q9RdyP6dk ) del
que han extraído el gráfico que reproduzco aquí abajo y sacado las conclusiones
que he citado en mis artículos: 1) En el período 2006-2015 la reducción de la
pobreza en Argentina fue menor que para el promedio regional; 2) Como titula
Agustín Szafranco en su artículo de El Cronista ( https://goo.gl/KKhFCg ) “En el primer
año de Macri la pobreza fue menor que al final del kirchnerismo”.
El último
gráfico es concluyente a simple vista y reafirma mi análisis: durante 2016 no
ha habido ningún empeoramiento significativo de la situación social heredada y
la situación está mejorando sin prisa pero sin pausa.
IMPORTACIONES- En
cuanto a las importaciones y el saldo comercial, cité el valor total de las
importaciones porque es el punto principal de ese aspecto, y lo hice brevemente
porque se trataba de artículos enfocados sobre la situación social, que ocupaba
la mayor parte del espacio disponible. Reitero ahora lo que dije: el
imperialista gobierno de Macri-gato pasó del déficit que había heredado al
superávit. Con más espacio para el análisis, como aquí, son posibles otras
consideraciones.
Los informes del
INDEC ( https://goo.gl/t4AbQT )
desmienten todas las cifras del “preciso” Schteingart, cuyos errores repiten
-curiosamente- los de otra agencia informativa de Corea del medio: Chequeado.
Los precios de importación no cayeron 10% sino 3.3%; las cantidades importadas
no subieron 4% sino 3.7%, y el rubro que más aumentó no fue bienes de consumo sino
bienes de capital. Significativamente, la importación de bienes de capital (es
decir: destinados a aumentar la producción) es el mejor predictor de la
“dinámica productiva” que tanto preocupa a Schteingart, y a pesar de la
disminución del 6.9% en el total de las importaciones aumentó un notable 25.9%.
No será la lluvia de inversiones esperada pero no está nada mal para un año complicado.
Otro dato
significativo es que -sí, es cierto- las cantidades importadas aumentaron 3.8%
en 2016; pero ese fenómeno no fue originado en las políticas de Cambiemos sino
que fue una simple prolongación de lo heredado, como demuestra el hecho de que
el aumento entre 2014 y 2015 haya sido, también, del 3.8%. Aún más, si se toma un
período mayor (2009-2014) la cantidad de mercaderías importadas aumentó casi el
50% total, con un aumento medio anual del gobierno nac&pop cercano al 9%, es
decir: el doble respecto al modesto 3.8% del 2016 del aperturista Cambiemos.
La justificación
del aumento de las importaciones durante el kirchnerismo, que según nuestro
kirchnerista mal encubierto se debieron al aumento de la actividad económica,
lo dice todo sobre nuestro personaje. Es cierto, Schteingart: las importaciones
suelen subir con el aumento de la actividad, pero también lo hacen las
exportaciones, ya que de lo contrario termina yéndose todo al tacho, como
cualquier economista no K comprende. Ahora, por favor, explíquenos doctor con su
precisión habitual cómo fue que las importaciones se sextuplicaron durante la
década saKeada del gobierno que no quería importar ni un clavo mientras que las
exportaciones sólo se duplicaron (de us$13.850.772 millones a us$59.756.708 millones,
y de Us$29.938.752 millones a us$56.787.982 millones entre 2002 y 2015,
respectivamente). Amante del modelo productivo-industrialista de sustitución de
importaciones: lo escuchamos.
Nuestro adorador
de las cifras interanuales tampoco menciona en su “preciso” informe que el aumento
de las exportaciones ha sido también una tendencia notable del 2016 neoliberal
y financiero: para diciembre, habían subido 34% con respecto al mismo mes del
año anterior. Tampoco es cierto que la suba de precios de las importaciones
argentinas haya sido “producto de la sobreoferta global en países
manufactureros”, como sostiene. Lo desmiente el insospechable de macrismo Bernardo
Kosacoff, ex director de la oficina argentina de la CEPAL, para quien la caída
del valor de las importaciones no respondió a cambios en el mercado mundial
sino a las políticas empleadas por el Gobierno de Cristina. Agrego yo: el cepo,
debido al cual los importadores sobrefacturaban para conseguir divisas al tipo
de cambio oficial para venderlas después al valor del dólar paralelo. La bicicleta
financiera populista.
Finalmente, aún
si creemos en las recalibraciones de Schteingart y las aplicamos al tema de la
balanza comercial, “en 2016 hubiéramos tenido un déficit comercial de 1.492
millones de dólares”, como él mismo sostiene. Es decir: una reducción a la
mitad del déficit de us$2.968 millones heredado de Cristina Kirchner. Atribuir esta
performance a una mejora del 6.4% en los términos de intercambio es por lo
menos absurdo por parte de quienes se burlaban del “viento de cola” que duplicó
el valor de nuestras exportaciones entre 2001 y 2012 mientras ellos gritaban
“¡Milagro productivo! ¡Milagro!”.
CONCLUSIÓN- Podría
seguir analizando las distorsiones de Schteingart, pero la econometría es su
terreno y no el mío. Prefiero dar la bienvenida a la futura Suiza argentina a él
y a todos los compañeros a los que tanto les gustaba el clima de Uganda. Y
cierro repitiendo las afirmaciones esenciales de mis artículos que sostuve con
datos oficiales de un INDEC confiable después de doce años de destrucción del Estado
en nombre de su reconstrucción: a pesar del desastre que dejó el genial
Kiciloff, el 2016 de Cambiemos no se pareció al 2002 sino a 2014; un año
difícil y complicado pero no una catástrofe como la que provocaron Duhalde y Remes
Lenicov, de la que aún no nos hemos recuperado (hablo del récord de
desocupación, de pobreza y de aumento de la pobreza de la Historia nacional
durante ese año, según datos del INDEC).
Por el
contrario, y a pesar de que las cifras de diciembre de 2015 son similares a las
de 2001, en 2016 no ha habido ninguna epidemia de desocupación, ni ningún aluvión
importador, ni la pobreza se ha disparado. Aún más, todos los indicadores están
mejorando y lo están haciendo sobre bases ciertas y sustentables en el tiempo.
Es cierto: el gobierno de Cambiemos debió echar mano al único activo
relativamente intacto que dejaron quienes reventaron no solo la infraestructura
sino todos los stocks disponibles. Me refiero al bajo endeudamiento financiero
externo (insisto: financiero y externo, porque la deuda no financiera e interna
es pavorosa). La alternativa era seguir emitiendo y aumentando la pobreza o aplicar
un shock de reducción del gasto de efectos sociales y políticos incalculables.
Endeudarse era, en la situación heredada, la salida más progresista y razonable,
si no la única, y si las variables continúan mejorando será una política
circunstancial que dejaremos atrás gracias a una economía más productiva,
competitiva y con efectos reales sostenibles en la reducción de la pobreza y el
desempleo. Es lo que a muchos perionistas les molesta, me temo, y no el
gobierno de los CEOs.