EL REGRESO DEL HIJO PRÓDIGO
(publicado en DIARIO PERFIL enero 2008)
Cuando publiqué mi último libro, Kirchner y yo, cometí un grave error. Mencionando el patrimonio del matrimonio K me equivoqué en la unidad de medida. En vez de escribir seis millones de pesos puse seis millones de dólares. Por suerte, el Presidente y su señora Presidenta han tenido la amabilidad de enmendar mi error. En efecto, durante los cuatro años de mandato presidencial-matrimonial el patrimonio declarado por los Kirchner pasó de más de seis millones de pesos a casi dieciocho millones, con más de once millones de pesos de ganancia neta y un aumento de seis millones sólo entre 2006 y 2007. ¿Tendrá todo esto algo que ver con las famosas declaraciones hechas por Cristina cuando sostuvo el año pasado que el problema de la Argentina no eran los pobres sino los ricos?
Casi todo el aumento patrimonial K provino de los alquileres de sus propiedades de Santa Cruz. Los K recibieron por ellas más de cinco millones de pesos en el 2007, lo que multiplicó por dieciocho veces sus ganancias respecto del año 2005 a pesar de que agregaron una sola propiedad a las alquiladas. ¿Está al tanto el vigilante Secretario de Comercio Guillermo Moreno, tan premuroso sobre el tema inflacionario, de este escandaloso aumento (¡1.800%!) de los alquileres en Santa Cruz?
Los Kirchner obtienen por sus propiedades una renta del 14.5% de su valor por mes (repito: por mes), por lo cual basta alquilarlas siete meses para recuperar completamente la inversión. ¿Es por lo tanto extraño que Néstor Kirchner haya decidido alquilar las oficinas para la Fundación Calafate, desde la que planea maravillas como la transformación del ayer detestado Pejota en un partido socialdemócrata europeo, en el humilde barrio de Puerto Madero, seguramente mucho más barato que Río Gallegos?
Es que no se trata de sólo de casas y hoteles en los mejores emplazamientos de Santa Cruz, ubicadas en tierras compradas por los K a precio de remate gracias a las buenas relaciones con los correspondientes intendentes; sino de que los Kirchner y los Fernández parecen haberse especializado en la adquisición de departamentos en la detestada Capital Federal, esa isla de espaldas al país que se niega a reconocer los milagros K y se empecina en no votarlos. Más exactamente: valiosísimas propiedades en los distritos de Puerto Madero, Barrio Norte y Recoleta. ¿Resulta extraño que el aumento del ABL haya indignado al kirchnerismo porteño, con el obediente presidente del bloque del Frente para la Victoria, Diego Kravetz, organizando paquetas movilizaciones en automóvil a la Municipalidad, es decir: enfrente de la Casa Rosada?
En total, la fortuna que declaran poseer los K asciende a 17.824.941 pesos. ¿A eso se refería Cristina Kirchner cuando dijo que por primera vez los sudamericanos tenían presidentes que se les parecían? ¿Estaremos todos los argentinos condenados al éxito, como sostuvo premonitariamente Eduardo Duhalde acaso refiriéndose al matrimonio presidencial, o seremos más bien víctimas del éxito K, como nos amenazó el Jefe de Gabinete Alberto Fernández?
No me molestan los ricos sino los hipócritas. Mucho menos comulgo con el stalinismo de quienes prometiendo acabar con la pobreza terminan siempre acabando con la riqueza, ni con el populismo de quienes a fuerza de simular preferir los pobres a los ricos (en tanto se enriquecen personalmente) trabajan incesantemente a favor de la reproducción de la pobreza. Tampoco conozco países con altos niveles de igualdad y respeto de los derechos sociales que no tengan empresarios ambiciosos, managers innovadores y un buen sistema financiero.
Lo que me duele es la absoluta incoherencia del enriquecimiento del matrimonio presidencial con un país de las maravillas cuyos niveles de indigencia (8,2% en el país y el Gran Buenos Aires) siguen siendo, a pesar de cinco años de crecimientos chinos, más altos que en la década del Noventa (récord del 7,7% en el Gran Buenos Aires en 2.000); cuya deuda pública (u$s 137.114 millones en 2.007) es también más alta que en cualquier momento de los Noventa (récord de 128.018 millones en 2.000), y en el cual la extraordinaria oportunidad que siguen ofreciendo los precios internacionales de las commodities se evapora sin que haya un verdadero cambio en el perfil productivo y social.
Lo que indigna es la coherencia de todo esto con ciertos signos preocupantes que la misma corte de “progresistas” que hoy aplauden las hazañas K considerarían inaceptables si las hubiera aplicado cualquier otro gobierno, por poner dos ejemplos: la renovación hasta el año 2032 de las licencias de los tragamonedas del Hipódromo de Palermo, una de las principales timbas del país, a favor del patagónico amigo Cristóbal López, y el simultáneo lanzamiento del faraónico tren bala con el silencio gubernamental sobre la suspensión del tren blanco de los cartoneros por parte de empresas que viven de los subsidios estatales. Para no hablar de política pura, en la que el regreso del hijo pródigo K al redil pejotista dice más acerca de la verdadera esencia del kirchnerismo de lo que podrían hacer cien artículos como éste.
Fernando A. Iglesias
Autor de “Kirchner y yo” y diputado de la Coalición Cívica