DATOS PERSONALES

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* Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires

lunes, 10 de marzo de 2008


IDENTIDAD, SÍ. PERO: ¿CUÁL IDENTIDAD?

El hoy agotadoramente difundido discurso de las diversidades culturales y las identidades nacionales repara muy raramente en que “diversidad” e “identidad” son términos contradictorios que indican “diferencia”, en el primer caso, y ausencia de ella, en el segundo. Tampoco la idea de nación parece demasiado idónea para batallar por la diversidad cultural en un mundo global, ya que en un planeta poblado por 6.000 millones de seres humanos las diferencias aportadas por las alrededor de 200 naciones parecen ser una fuente de diferencia insuficiente por sí misma, para decir lo menos. Por otra parte, la insistencia en identidades nacionales monolíticas en un universo signado por las migraciones masivas es cualquier cosa menos una receta para la paz social, para no mencionar sus previsibles efectos sobre la paz internacional en un mundo amenazado por la proliferación del terrorismo y las armas de destrucción masiva.

También en la República Argentina se ha cometido el error de confundir unidad con uniformidad y de utilizar la escuela pública como medio de homogeneización aún largo tiempo después de que los emigrantes se hubieran asimilado al contexto social local, con el resultado de la desaparición, más profunda que en casi cualquier otro país inmigratorio, de las tradiciones culturales tanto de los pueblos precolombinos como de las colectividades inmigrantes. A pesar de sus muchos laureles, la escuela sarmientina carga con la culpa de la homogeneización cultural, de la confusión entre integración y asimilación y de la promoción de la uniformidad en nombre de la igualdad. No es posible tampoco desligar este trágico error del auge de los nacionalismos autoritarios, tanto populistas como elitistas, que han permeado el panorama político argentino en el siglo XX y brindado una inmejorable demostración histórica de las afinidades del trío nacionalismo-autoritarismo-militarismo.

Durante largos milenios, la diferencia entre las diversas “razas humanas” fue considerada altamente relevante. Largos tratados se escribieron acerca de las determinaciones genéticas sobre el comportamiento humano, los cuales fueron usados para justificar la opresión -cuando no la simple liquidación- de las “razas inferiores”. Aún los más prudentes entre los profetas de las diversidades raciales insistieron en recomendar la persecución social de la concupiscencia entre las razas, e insistieron en mantenerlas separadas por barreras geográficas “para evitar la pérdida de la diversidad biológica de la humanidad”.

Hoy sabemos que aquellas teorías no sólo eran opresivas y criminales sino científicamente erradas: la humanidad constituye, desde el punto de vista genético, una única especie en la que las diferencias entre sus componentes individuales son enormemente más relevantes que las que existen entre un “grupo racial” y otro. Por ello, en términos del paradigma de la preservación de las diversidades, la diversidad étnica no depende de factores racial-territoriales sino individuales, de manera que una política de mixtura e hibridación es la mejor de las recomendaciones posibles para evitar la consanguinidad y mantener un alto grado de diversidad. Por si hubiera alguna duda sobre esto, los hijos deformes y hemofílicos de muchas casas aristocráticas europeas se han encargado de demostrar en la Historia los efectos deletéreos de la reproducción endógena.

Lejos del fantasma de las “contaminaciones”, también en el campo cultural se trata hoy de evitar la generación de culturas consanguíneas, es decir: enfermas, decadentes y decrépitas. Construir barreras y aislar cada grupo humano de sus vecinos y de los demás habitantes del mundo no garantiza la diversidad, sino que la amenaza. Un pluralismo cultural cosmopolita en línea con las mejores tradiciones argentinas se define por el rechazo a hacer del país un gueto voluntario, con sus promesas siempre incumplidas de crear una comunidad segura y sus muy reales perjuicios: la pérdida de libertades, diversidad y pluralidad causados por la limitación espacial y el llamado a cruzada por la unanimidad identitaria.

Las tesis de las identidades nacionales fuertes y prescriptivas, del aislamiento como política de preservación y de oposición a la hibridación generada por los procesos globales son hoy una variante políticamente-correcta del racismo decimonónico. Sus efectos sobre los principios que pretenden defender son nefastos. Ante ellos, es necesaria la reivindicación de una diversidad universalista y basada en la identidad individual que el particularismo no puede sino combatir y menospreciar.

La primera condición de adscripción a una identidad auténtica es que sea voluntaria y no prescriptiva. Desde luego, este principio vale especialmente para toda forma de identidad territorial y nacional. Diversidad e identidad sólo pueden dejar de ser contradictorias y transformarse en complementarias en un contexto regido por el pluralismo, el cosmopolitismo, las libertades de opción y la democracia. Sobre todo, habrá de tenerse en cuenta que identidad no es uniformidad. Una alianza entre la izquierda democrática y el liberalismo progresista debe denunciar el identitarismo uniformizante como una violación del derecho a la diferencia individual y grupal y sostener la unidad política, nacional y global, y la igualdad de derechos de lo culturalmente diverso.

Fernando A. Iglesias
Autor de “Kirchner y yo”

6 comentarios:

pau dijo...

Plenamente de acuerdo, muy afilado.

Movimiento Argenlibre dijo...

Muy buena tu exposición en lo de Grondona.

Por lo menos tenemos algunos representantes en serio en Argentina.

Nuestro Saludo y nuestro apoyo.

Fuerza Fernando

Fernando A. Iglesias dijo...

Gracias por el apoyo. En momentos de tanta impotencia por la avasallante hegemonía K las expresiones de adhesión sirven mucho.

DiegoCA dijo...

Coincido, muy coherente e inteligente tu exposición en el programa del inefable Grondona.

Viendo el panegírico del panel que estaba enfrente tuyo, me pregunto, ¿como se defiende lo indefendible?, ¿Creerán acaso que en este país prima la ignorancia?

Ojalá hubiese más gente como vos.

Fuerza, un gran abrazo.

Diego.

Unknown dijo...

Excelente artículo.
Un tipo de identidad que no se le presta mucha atención y es, a mi juicio, perniciosa, es la identidad de equipo de fútbol. Justamente porque se trata de una identidad que no se elige. En la mayoría es una que se nos impone desde chicos. En casos extremos (que son muchos)personas matan por defender la identidad de su equipo de fútbol.
Yo decidí que no valía la pena ni siquiera ponerme nervioso a la hora de escuchar por radio los avatares de "mi" equipo, por lo que abandoné dicha identidad.
Hoy puedo mirar un partido de fútbol (aunque lo hago poco) sólo por el hecho de observar un espectáculo.
Por supuesto, existen muchas otros tipos de identidades que pueden ser mucho más peligrosas, pero el mecanismo de formación y mantenimiento de las identidades es el mismo: imposición de la identidad desde afuera y "necesidad" de proteger la identidad porque es parte de uno mismo.
Yo también te expreso mi adhesión.
Saludos.

Fernando A. Iglesias dijo...

En efecto, el hooliganismo o barra-bravismo son la versión débil del tribalismo, cuya manifestación principal en los últimos siglos ha sido el nacionalismo extremo. Estoy escribiendo algo sobre el tema para mi próximo libro.