DATOS PERSONALES

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* Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires

domingo, 19 de julio de 2009

Publicaciones






Ser progresista en la Argentina del Siglo XXI

Publicada en la Revista "Noticias" el 11 de julio 2009

Extracto del libro "QUE SIGNIFICA SER PROGRESISTA EN LA ARGENTINA DEL SIGLO XXI" , Editorial Sudamericana, 2009

La globalización y la crisis financiera impuso un nuevo paradigma en la conformación de corrientes ideológicas. El autor, propone revisar la dialéctica progresismo-conservadurismo para un país que, como la Argentina, unos se han mimetizado con los otros.


Lejos de convocar a la preocupación y la prudencia, la crisis financiera cuyos espasmos recesivos amenazan el futuro económico del mundo ha provocado expresiones de inmoderada alegría en el populismo nacionalista argentino. Antes de tomarse el trabajo de comprender cómo funciona un mundo globalizado, urgida por la insana costumbre de interpretar los fenómenos sociopolíticos como antinomias estilo Boca-River y vistos los extraordinarios resultados obtenidos por la Argentina en los cinco años en que la coyuntura internacional fue la más favorable en doscientos años de historia, la Presidenta ha salido a dar inesperadas lecciones al planeta sobre cómo deben hacerse seriamente las cosas. Por su parte, los referentes económicos del neodesarrollismo no se han privado de explicar la complicada situación global en términos nacionales, como si la debacle mundial fuese un epifenómeno de la disputa entre setentistas-kirchneristas y noventistas-menemistas locales. Con su habitual miopía, el populismo neodesarrollista-industrialista ha subrayado sólo uno de los muchos aspectos causales de la debacle: la desregulación de las actividades financieras, ofreciendo una visión incompleta de este aspecto y ocultando el resto de las causas que han llevado al colapso.
Es notable que se atribuya hoy la crisis al neoliberalismo sin que nadie mencione la palabra crucial que lo regía: ajuste. Y es que el manual de economía de la administración Bush no ha aplicado ningún ajuste (una burbuja es, por definición, lo contrario de un ajuste) y sí se ha hartado de usar políticas expansivas en una fase expansiva, lo que recuerda las hazañas de los Kirchner en estos últimos años. Para analizar lo sucedido tratando de no limitarse a encontrar lo que ya se sabía, no estaría mal dejar de lado la demagogia y abandonar las posiciones antiamericanas y anticapitalistas del tipo Chávez-Ahmadinejad, que hablan como si en sus países reinara el socialismo y no el más espantoso capitalismo de amigos completamente dependiente –vía exportaciones petroleras– del crecimiento de la economía mundial fogoneado por las irresponsabilidades de Bush. Es cierto que los Estados Unidos y el modelo capitalista anglosajón están, por razones bien relacionadas con su conducta, bajo los focos de la crítica. También lo es que la principal lección que ofrece la crisis (la de que, abandonado a su libre arbitrio y sin las intervenciones regulatorias de un sistema político-democrático que disminuya los riesgos y distribuya los beneficios, el espíritu predatorio del capitalismo tiende a llevarnos a la ruina), la conocíamos ya desde 1929.
Dicho esto, no es justo ni inteligente desconocer hoy que si los Estados Unidos amenazan convertirse en el epicentro de una crisis recesiva mundial es porque hace varios años que vienen siendo (en su propio provecho, qué duda cabe) la locomotora que con sus altos niveles de consumo permitía el crecimiento récord de la economía mundial, comenzando por China e India, que colocan más de un tercio de sus exportaciones en el mercado norteamericano y con sus ganancias han impulsado hasta ayer ese formidable viento de cola que no existe, pero que lo hay, lo hay. ¿De dónde creían los neodesarrollistas que venía el crecimiento K si no de la venta de soja? ¿Y de dónde creían que sacaban China e India las divisas para pagarnos si no de sus masivas exportaciones a los Estados Unidos de Bush? Si aún no se enteraron, ahora se van a enterar, lamentablemente para todos. Tampoco es coherente la actitud de muchas personas emocionalmente trotskistas que han invertido la mitad de su vida en denunciar que los malvados bancos sólo les prestan a los que tienen dinero, para virar hoy, sin transiciones, a la denuncia enfática de la irresponsabilidad de los banqueros que han financiado la casa propia a decenas de miles de estadounidenses de clase media-baja sin exigir garantías adecuadas, dando así origen a la crisis de las hipotecas subprime.
1929 Y 1913. La mirada a la década del treinta, que todos usan para comprender lo que sucede y adivinar lo que vendrá, está justificada (yo mismo la vengo utilizando desde hace diez años para anticipar los efectos de una crisis como la que hoy enfrentamos).
Pero es insuficiente. En primer lugar, porque el capitalismo financiero ha alcanzado hoy un nivel de globalización claramente superior por intensidad y magnitud al de cualquier tiempo precedente: la circulación de activos financieros es hoy cincuenta veces superior al valor de los activos no financieros.
En segundo lugar, porque el riesgo mayor que se corre no es el de repetir la Gran Depresión de los años treinta, sino que el 2008 se transforme en 1913, año que puso fin a esas tres prósperas décadas de internacionalización y globalización ininterrumpidas que hoy conocemos como la Belle Époque. En aquel fatídico año 1913, la crisis se hizo sentir, las voces del proteccionismo económico lograron hacer escuchar su habitual canto de sirenas que promete una isla donde esconderse del tsunami y descalifica a las posiciones cooperacionistas y universalistas por su ingenuidad; el nacionalismo político creció en todas partes y llegó la hora del sálvese quien pueda. Previsiblemente, a 1913 siguió 1914, año que inauguró las tres décadas más infaustas de la historia mundial, gobernadas por el nacionalismo extremo, la guerra y el genocidio, episodios que sólo culminaron con la derrota militar del nacional-socialismo y la fundación de instituciones internacionales en Bretton Woods (FMI y Banco Mundial, 1944) y San Francisco (ONU, 1945).
Sin embargo, las posibilidades de que las cosas tomen hoy el mismo rumbo no son demasiadas, ya que el mismo fenómeno globalizador se encarga de dejar en claro a cada paso que en un mundo mundializado no hay lugar para planes de salvación nacional y que, nos guste o no, ya no es la nación sino el mundo nuestra forzosa comunidad de destino. Si la ceguera nacionalista no lleva a los líderes mundiales a tomar decisiones completamente irracionales, la crisis actual no marcará el fin del mundo ni del capitalismo, ni abrirá una época en que la economía mundial se parecerá definitivamente a la argentina. Será, sí, el fin del consenso neoliberalista que sustituyó los maravillosos treinta socialdemócratas de postguerra y la apertura de una era post-Bretton Woods que traerá tantas inestabilidades y preocupaciones como esperanzas de alcanzar un orden político-económico mundial más justo y estable. (...)

CONTINÚA (...) Para leer la nota completa, en su versión original, hacer click aquí


6 comentarios:

Discepolin dijo...

Yo empezaria por definir el sustantivo: que es "progreso" y el verbo "progresar". Cómo se mide, cómo se logra.
"Progresismo" sin progreso es lo que nos sobra.

Fernando A. Iglesias dijo...

Bueno: para eso está el libro, no? Si no: ¿quién lo compra?
F

Discepolin dijo...

Me parece justo, completamente, lo leeremos y comentaremos en las proximas semanas.

Discepolin dijo...

Leído, y felicitaciones. Coincido en un 100% con sus observaciones sobre el progreso en el siglo 21 y en la Argentina. Sólo agregaríamos en este último caso, la necesidad de volver a la Constitución de 1853 y otorgar las bancas por distritos a personas y no a partidos y eliminar (para siempre) el Consejo de la Magistratura y otras formas fascistas de control de controlar el Poder Judicial.
Recomendé su libro a varios, y Horacio Quiroga acaba de publicarle incluso un reportaje como ejemplo de que es posible que en nuestros pagos se generen pichones de Obama si se vuelve a la Constitución que hizo grande a la Argentina.
Es un comentario de otro libro que le recomiendo "Geopolitica de las emociones" de Dominique Moisi.
http://www.discepolin.com/2009/07/geopolitica-de-las-emociones-la-america.html

maby dijo...

Fernando: he leido su libro, y ha resultado una experiencia intelectual interesante.
Logra un perfecto analisis;ademas lo expuesto deja en evidencia sus dotes de excelente observador de la realidad y sus variables como tambien de la precariedad del modelo reinante.
Felicitaciones
Saludos

Fernando A. Iglesias dijo...

GRACIAS POR LOS ELOGIOS AL LIBRO.
saludos