Anticipos sobre la crisis financiera mundial

Es siempre feo decir "yo te avisé", pero la nota de hoy de Fontevecchia señalando los méritos de quienes anticiparon el estallido de la crisis financiera mundial , lastimaron ligeramente mi vanidad. Después recordé las burlas de algunos twitterforajidos sobre esta supuesta pretensión mía y dediqué un par de horas a rastrear lo que había escrito sobre el tema en algunos de mis libros. Encontré los textos que siguen, los cuales configuran (creo) una predicción bastante acertada sobre la profundidad de la crisis, sus causas y modalidades. La más exacta es la de 2006, enunciada en medio de la euforia general por el ciclo expansivo más largo de la historia de la economía mundial. En cuanto a sus posibles soluciones... para eso deberán comprar "La modernidad glob@l" en las mejores librerías del ramo.

Anticipos (2000-2004-2006) sobre la crisis financiera (2008-2011)

en República de la Tierra (Colihue, 2000)
También hoy, la exasperación de la idea capitalista spenceriano-darwinista de la supervivencia del más apto lleva a la crisis económica y a la justificación política del fascismo: como en 1.930 el mercado vuelve a mostrarse incapaz de promover por sí solo el progreso económico y la democratización política y social. Hoy, las mismas políticas, la misma ‘lógica’ del sistema económico globalizado es impuesta a escala nacional en todo el planeta. El resultado a nivel mundial es: disminución de la demanda efectiva global y aumento de la productividad, es decir: sobreproducción, crisis, desinversión, desocupación, nueva caída de los niveles de empleo, nueva disminución de la demanda efectiva y, por lo tanto: fragmentación social y retroceso político. Las recurrentes comparaciones entre el crash de 1.929 y la situación actual que se desatan a cada nueva crisis económico-financiera global (y ante la frecuencia y gravedad crecientes de las mismas) son algo más que una exageración periodística. Un sistema económico librado a su propia suerte, carente de medios de intervención globalmente democráticos e incapaz de redistribuir los incrementos productivos, marcha hacia la desocupación, la recesión y los estallidos económicos y sociales, es decir: hacia el abismo de su propia implosión... no (se) están creando las bases de un futuro maravilloso e inédito sino repitiendo los errores que llevaron a 1.929, es decir: preparando un nuevo crack económico, esta vez a una escala mundial entonces impensable, y con ello: un probable quiebre político y social de nuestra civilidad.



en Qué significa hoy ser de Izquierda (Sudamericana, 2004)
Desde los tardíos noventa y a razón de un colapso por año, el sistema financiero global se auto-aplicaba un ajuste estructural de estilo schumpeteriano; una purga que derrumbaba sistemáticamente el más débil de los eslabones de la cadena de los mercados emergentes poniendo al descubierto la incapacidad de los estados nacionales y de las instituciones internacionales (como el FMI y el Banco Mundial) para regular democrática y racionalmente los emergentes procesos económico-financieros globales. Los colapsos de Méjico, de Brasil, de Rusia, de los Tigres Asiáticos, de Turquía y de Argentina, cuya regularidad anual demostró el carácter interrelacionado de los procesos que los originaron, fueron terremotos locales que expresaron el lento avance de una placa tectónica global cuyos materiales constitutivos básicos siguen siendo el aumento exponencial de las capacidades productivas sin una proporcional redistribución geográfica y social de lo producido, y una constelación política y de intereses universalmente reconocida como “neoliberalismo”, cuya base objetiva es la globalización de la tecnología, las finanzas y la economía sin mundialización de los sistemas políticos democráticos, ni del estado de derecho y el de bienestar. Si la década de los ’80 había dejado fuera de juego a los territorios atrasados del mundo (el África y los países rezagados del Asia y la América Latina), las debacles de las postrimerías de los ’90 anunciaban que el frente de tormenta se aproximaba gradualmente al centro. Y si los tempranos ’90 habían desnudado la incapacidad de los estados nacionales para seguir siendo los actores centrales en la promoción y el establecimiento de los valores del sistema político (Democracia, Justicia, bienestar general), los tardíos ’90 revelarían hasta qué punto las instituciones inter-nacionales eran co-responsables del establecimiento de un orden mundial inicuo y excluyente.



en Globalizar la democracia (Manantial, 2006)
La inexistencia de regulaciones económicas globales ha provocado crisis financieras profundas y riesgosas. Durante un lustro estas crisis han tenido una alarmante ciclicidad, con un epicentro anual perfectamente localizado (México en 1995, el sudeste asiático en 1997, Rusia en 1998, Brasil en 1999, Turquía en 2000, Argentina en 2001), lo que demuestra que se ha tratado de mucho más que de episodios casuales. La posterior entrada de China y la India en el mercado mundial ha causado su momentánea desaparición y originado un cambio de tono en la economía mundial. Sin embargo, no existe una sola economía desarrollada que no esté pasando por un momento de incertidumbre, ya sea por los déficit gemelos de los Estados Unidos, por el escaso crecimiento de los principales países europeos (Francia, Alemania e Italia a la cabeza) o por la recesión ya casi crónica que afecta la economía japonesa. Todo hace pensar que la crisis, lejos de desaparecer, puede estar desplazándose hacia el centro del sistema. Ante la falta de instituciones democráticas mundiales capaces de poner un freno al cortoplacismo capitalista se hace presente la sombra de 1929 –es decir, la posibilidad de un colapso del sistema de financiación, producción e intercambio global. A nadie escapa el hecho de que todos estos elementos recuerdan con admirable precisión el año 1929, esto es, la crisis del capitalismo anterior al New Deal rosseveltiano y a la aplicación de políticas redistributivas postuladas por lord Keynes. Significativamente, Keynes sostenía la necesidad de un sistema monetario mundial unificado, acusaba al proteccionismo de ser el principal obstáculo de la unidad europea y calificaba a las devaluaciones competitivas de “política de empobrecer a los vecinos”. Ya el crack bursátil norteamericano de 1987, cuyos efectos sólo pudieron ser contenidos mediante un esfuerzo coordinado transnacionalmente, ha mostrado los graves riesgos de repetición de 1929, un año decisivo en la gestación de la Segunda Guerra Mundial. Nadie ofrece miles de millones de dólares si no está verdaderamente preocupado. Por eso, la ayuda ofrecida por los gobiernos del Primer Mundo, las organizaciones financieras inter-nacionales y los banqueros mundiales a los países en apuros (México en 1995, los “tigres asiáticos” en 1997, Rusia en 1998, Brasil en 1999, Turquía en 2000 y Argentina en 2001) no siempre ha tenido efectos exitosos, pero su magnitud basta para demostrar la creciente conciencia de la elite económica mundial sobre los riesgos de un crack financiero global. Que desde el colapso argentino no se hayan producido otros episodios de semejante magnitud no es necesariamente una buena noticia. Podría tratarse también de la calma que, después de algunas explosiones de alcance limitado, precede en las erupciones volcánicas a la gran conflagración.