La secretaría de redacción de La Nación me ha informado que mi nota de noviembre no será publicada, así que la subo aquí.
Su título es UN PSICÓPATA EN LA FAMILIA
Espero que la disfruten ;o))
UN PSICÓPATA EN LA FAMILIA
Es difícil predecir el futuro, sobre todo en un país que parece decidido a no
tenerlo. Pero algo se puede saber de él sin
esfuerzo: si seguimos festejando triunfos peronistas como amaneceres de la
República, algo malo va a sucedernos. No lo digo ahora, frente al hecho
consumado, cuando justo un día después de que el kirchnerismo fuese declarado definitivamente
muerto por el resultado electoral se despertó completamente vivo luego del
fallo de la Corte. Lo dije antes, y hasta lo twitteé, ganándome las habituales
acusaciones de amargo y aguafiestas por parte de quienes prefieren no saber que
viven bajo un régimen y de quienes lo saben, y disfrutan de saberlo.
Probablemente soy yo, que me preocupo porque veintiséis años de destrucción
peronista del principal distrito del país han llevado a que candidatos
peronistas saquen en él más del ochenta por ciento de los votos. Debo ser yo, que
me imagino cosas como que el Presidente de la Corte Suprema es peronista y dos
de los tres senadores que acaba de elegir la “gorilísima” Capital Federal
también lo son. Seguro que soy yo, que veo líneas de causalidad en donde los
demás ven sólo azar y coincidencias. Seré yo, será mi paranoia, pero creo, me
parece, estoy empezando a sospechar, que un psicópata se ha infiltrado en la
familia. Es un tipo que le habla a la sociedad argentina como un marido
golpeador a su mujer: le recuerda la felicidad de los primeros años; le hace
una lista de los regalos que le hizo, le asegura que la poca dignidad que tiene
se la debe a él y le recuerda que sus días más felices siempre fueron… producto
de la generosidad del psicópata. Después, le jura que el que la golpeaba no era
él sino otro; le promete que ahora que ha vuelto a ser él, el verdadero, no la
va a golpear más, y le canta una canción en la que viene a proponerle un nuevo
sueño. Aún peores son los consejos que le dan los familiares a la mujer
golpeada: le aseguran que no es para tanto, le piden que no exagere, la señalan
que a otras mujeres se les está cayendo el mundo encima, le mencionan la mediocridad
de sus otros candidatos, la asustan con los riesgos que conlleva cualquier
cambio, le sugieren que considere las trompadas como una muestra de interés y
afecto, y le aconsejan que reconozca las cosas que hizo bien el marido
golpeador y psicópata, porque sólo alguien como él puede gobernarla, y al fin
de cuentas, la que lo eligió fue ella…
Debo ser yo, que me imagino cosas, pero en los países más o menos
organizados los cínicos y los fanáticos son dos tribus separadas, y se detestan.
Con impecables razones, los cínicos consideran a los fanáticos unos
descerebrados que se niegan a considerar las consecuencias de sus actos. Por su
parte, los fanáticos creen que los cínicos son unos desalmados que arrojaron los
principios a la basura. Aquí, no. Aquí los cínicos y los fanáticos militan en
el mismo partido, el del psicópata. Son la misma persona, muchas veces. Comienza
el fanático diciendo que la Argentina protagoniza una revolución
distribucionista, y cuando le observan que la pobreza bien medida es superior a
la media de los Noventa y le señalan que el Partido Populista se está robando
todo de nuevo, el fanático vira rápidamente al modo cínico y dice algo así
como: “¿Y qué querés, papá? Siempre hubo pobres. Y se necesita teca para hacer
política. ¿En qué mundo vivís, y qué intereses defendés, cipayo?”. O empieza el
cínico diciendo que después de todo el poder real no lo tiene el pobre
Gobierno, que hace lo que puede, sino las corpos, y cuando le demuestran que éste
ha sido el Gobierno más concentrador de poder de la Historia de la democracia
argentina sale el fanático y dice: “Sí. Claro. ¿Y qué? ¿Está mal? Acá, si no
los tenés cortitos, no podés gobernar. Y ahora vamos a ir por todo. Si no te
gusta, armá un partido”. Entonces, los asombrados neuróticos argentinos nos
quedamos estupefactos, mudos, ante esos saltos mortales del fanatismo al
cinismo, ida y vuelta, que sólo el psicópata sabe dar. Y muchos permanecen así por
siempre, como paralizados en torno a la pregunta incorrecta: “¿Son, o se
hacen?”. El fanático responde “Soy”. El cínico dice “Me hago”. Y los neuróticos
se confunden. Debe ser por eso que, en la confusión, le votan los candidatos que
el psicópata necesita, y las leyes que el psicópata propone, y los fallos que el
psicópata desea. Después, deciden que su verdadero enemigo no es el psicópata sino
quienes lo denuncian; esos agoreros que quieren que al país le vaya mal...
Es por esto también, probablemente, que los jueces que fallaron a favor de
la completa constitucionalidad de la ley de medios no repararon en su cláusula secreta,
chevronista; esa que dice que sus 166 artículos sólo se aplicarán contra los
enemigos del Gobierno. O quizás crean que los fallos de la Corte se cumplen y el
Riachuelo está limpio, los jubilados cobran el 82% y las editoriales
independientes reciben una pauta publicitaria igual a las oficialistas.
Seguramente están convencidos de que la libertad está mejor garantizada si el
Gobierno que destruyó el INDEC, montó Fútbol para Todos e hizo de los medios bajo
su control un experimento de clonación de 678 tiene aún más poder del que logró
acumular en la década ganada. O pensarán, acaso, que darle un hacha a Jack el
Destripador y recomendarle que sólo la use para talar árboles constituye un pleno
cumplimiento de sus deberes. Acaso sueñan que viven en Suecia y gobierna Olof
Palme, y actúan de este modo para no inmiscuirse en política, excepto para
sacar semejante fallo en el momento más conveniente para el Gobierno. Será así,
no digo que no, será la maldición de Sobremonte, será la mala suerte; pero no
he visto a Lorenzetti, ni a Zaffaroni, ni a Petracchi, ni a Highton de Nolasco tomando
sol en bermudas en la Vuelta de Rocha, listos para darse un chapuzón en el
Riachuelo-Chernobyl que supimos conseguir entre todos y todas. Tampoco los he
visto prestarse a que el Gobierno avance sobre el presupuesto de la Corte con
la misma superficialidad con que han dejado nuestra libertad de expresión en
manos de quienes la recortan, suprimen y amenazan.
Un psicópata se ha infiltrado en la familia. Y la política argentina se
está reduciendo a decidir la actitud que debe adoptarse frente a él. Unírsele,
para disfrutar los beneficios. Aliarse, para sacar ventaja. Entregarse, para
que no se enoje. Hacer como si no existiese, para poder seguir viviendo. O
plantarse, y que sea lo que Dios quiera. Antes de decidirlo, habrá que tener en
cuenta que los psicópatas, como los tiburones, nunca duermen. No importa cuánto
poder acumulen, jamás les parece suficiente. Y siempre van por más,
especialmente cuando comprenden que la víctima no quiere defenderse. Por eso el
fallo de la Corte no fue –no podía ser- el único delirio psicotizante de la
semana, ya que para que el psicópata pueda hacer bien su trabajo la pérdida de
la noción de realidad debe ser absoluta. De manera que el actual Ministro de
Defensa, Agustín Rossi, tuvo a bien ofrecernos -según una idea ya abusada por
la revista fascista Cabildo- un mapamundi en el cual la Argentina ocupa el
centro, y lo presentó de la mano del general Milani, ese demócrata; confirmando
que entre el Partido Populista y el Partido Militar siempre han sido mayores
los acuerdos que los desacuerdos.
Así, gracias a Rossi y a Milani, a Moreno y Lorenzetti, los argentinos
podemos ser felices sin más trámites. El mapa de Rossi proclama que no es
necesario convertirnos en un país avanzado para estar en el centro del mundo. El
INDEC de Moreno nos garantiza que la pobreza sea menor que en Suecia. Y la
constitucionalidad de la ley de medios nos promete un brillante provenir de libertades y derechos. Que
ese mismo domingo, el propio Presidente de la Corte haya declarado que por el
Norte argentino “circulan caravanas de cien vehículos armados que nadie puede
parar” pasó desapercibido en un país afectado por el síndrome de Estocolmo,
único elemento de la realidad que conecta esta Argentina sometida al psicópata con
Suecia.