DATOS PERSONALES

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* Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires

viernes, 1 de noviembre de 2013

El octavo pasajero y la madre del bicho

LA MADRE DEL BICHO

Progre-sismo- El octavo pasajero, de Huili Raffo y Gustavo Noriega,  es un libro excelente, de esos que uno va palpando con la mano derecha para saber lo que queda de lectura lamentando sentirse obligado, por la adrenalina, a leerlo de un solo tirón. En 439 páginas de lucidez, Raffo-Noriega hacen una tomo-radiografía ultrasónica computada  de la suma de idioteces progresistamente-correctas que han hecho de la Argentina K el estropicio que supimos conseguir y construido un ambiente intelectual en el que se discuten, con aire de solemnidad, los delirios más disparatados. Aún mejor, lejos de ser un monótono compendio de refutaciones, las páginas de El octavo pasajero acumulan sabiamente entrevistas-diálogos sorprendentes y conmovedores (imperdibles los de Gargarella, Tomás Abraham y Julio Bárbaro) y los combinan con las historias de vida de nuestros protagonistas, configurando una divertida y siniestra bitácora de viaje de esta nave, la Argentina K, que transporta a tantos millones de inocentes y sufridas víctimas del alien que destruyó la política, como proclama el subtítulo de la edición. 
Y sin embargo…

Y sin embargo Progre-sismo- El octavo pasajero padece de lo que, en honor al creador de esta corriente filosófica, llamaré quintinismo; es decir: de la idea completamente irracional de que el octavo pasajero ha surgido de la nada y a la nada volverá apenas el país se saque de encima al kirchnerismo, o lo que queda de él, el cristinismo; ese vestigio débil del stalinismo que en la Argentina incubó el PCA. Y bien, no. No para mí. Así no juego más. Una cosa es desvertebrar el absurdo kirchnerista y bien otra es tirar la idea de progresismo por la canaleta junto con el líquido amniótico del monstruo. Y otra mucho peor es ignorar las evidentes causas de porqué esta forma de pseudoprogresismo adquirió semejante poder autoritario en este país, y en ningún otro país.  Y la respuesta habrá de buscarse, por lo tanto, en alguna peculiaridad política puramente argentina, que esté relacionada con el kirchnerismo, que sea autoritaria y no exista en Brasil, ni en Suecia, ni en Uruguay; no sé si me explico. Hablo de alguna fuerza política de la que provenga la mayoría de los dirigentes kirchneristas, empezando por los líderes, que distinga a nuestro Octavo pasajero nac&pop de la bohemian bourgeoisie y la izquierda caviar europeas, y que haga la diferencia hasta el punto de que, como bien sostiene el libro, las José María Lubertinos  del mundo juntan firmas para proteger a los osos panda en una mesa bajo la lluvia y acá te pasan por arriba como parte de la aplanadora K.

Ese procreador del monstruo, ese padre prohijador de las peores desgracias argentinas, esa madre del bicho, no es otro que el peronismo, una fuerza política cuya mayor astucia, como la del Diablo, es la de hacernos creer que no existe; ese engendro mutante que ha encarnado en nuestro país, sucesivamente, las peores invenciones políticas de la raza humana: el nacionalismo populista autoritario de los Treinta y los Cuarenta, la guerrilla alucinada de los Sesenta y Setenta, la contraofensiva fascista de los Setenta, el neoliberismo de los Noventa y el estalinismo latinoamericanista de hoy. Siempre en su versión débil, hay que reconocerlo, ya que los negociados y la corrupción que el peronismo oculta bajo sus sucesivos disfraces políticos se llevan mal con el fanatismo de la muerte por un ideal que el programa peronista (Perón o muerte) no cesa jamás de mencionar.


De manera que Progre-sismo- El octavo pasajero es un libro brillante, necesario, y hasta oportuno; ya que cuando el bicho ataca lo primero es zafar de él. Y sin embargo, sin embargo, no está bien ni es necesario hacerlo al precio de quedarnos con la madre embarazada en la bodega, lista a parir nuevos y peores bichos, como le pasó a la pobre  Sigourney Weaver, si no recuerdo mal.