DATOS PERSONALES

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* Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires

lunes, 30 de abril de 2007


Boris Yeltsin entre el cielo
y el infierno

Boris Yeltsin obtuvo sus dos principales victorias en la Casa Blanca rusa, sede del Parlamento de su país. Para alcanzar la primera, en 1991, se subió a un tanque –como había hecho un Lenin apenas desembarcado en San Petersburgo gracias al famoso vagón blindado– y leyó, rodeado de miles de activistas, una proclama en defensa de la tambaleante democracia rusa, cosa que se hubiera cuidado bien de hacer Lenin.

Aquella alocución del primer presidente de Rusia, la más grande y poderosa de las 15 repúblicas de la declinante Unión Soviética, transmitida al país y al mundo por las cámaras de TV, sería decisiva en el fracaso del golpe planeado por el KGB, el Partido Comunista y el Ejército Rojo con el objeto de frenar las reformas nacidas de la Perestroika de Gorbachov. Sólo entonces el propio Gorby pudo abandonar la dacha del Mar Negro en la que los golpistas lo tenían encerrado, aunque sus días estarían contados: se vería enseguida obligado a presentar su renuncia para que Yeltsin firmara la disolución de la Unión Soviética e izara la bandera rusa en el lugar de la soviética con la hoz y el martillo. Más de 70 años de la revolución que más expectativas había generado en la humanidad –y la que más profundamente las había defraudado– habían llegado a su fin.

para ver la nota completa, publicada en LA VOZ DEL INTERIOR, hacé click aquí.

sábado, 28 de abril de 2007

Estimados amigos,

DEMOCRACIA GLOBAL - MOVIMIENTO POR LA UNIÓN SUDAMERICANA Y EL PARLAMENTO MUNDIAL- APOYA ENFÁTICAMENTE EL PETITORIO POR LA CREACIÓN DE UNA ASAMBLEA PARLAMENTARIA DE LAS NACIONES UNIDAS (ver texto abajo).
Esta iniciativa, coordinada desde ALEMANIA por el COMITÉ POR UNA ONU DEMOCRÁTICA, será lanzada el MARTES 8 a las 15.00 HS. en el SALÓN JOSÉ LUIS CABEZAS del PARLAMENTO NACIONAL ARGENTINO.

ESTÁN TODOS INVITADOS A ASISTIR

Convocatoria para el establecimiento de una

Asamblea Parlamentaria en las Naciones Unidas

La humanidad se encuentra ante la obligación de asegurar la supervivencia y el bienestar de las futuras generaciones y de preservar las bases naturales de la vida en la Tierra. Grandes desafíos, como la desigualdad social mundial, la proliferación de armas de destrucción masiva, las amenazas del terrorismo o el deterioro del sistema ecológico, sólo podrán ser superados si todos los seres humanos colaboramos en un esfuerzo conjunto.

Para asegurar la cooperación internacional, la aceptación y legitimidad de las Naciones Unidas, y para reforzar su capacidad de acción, los seres humanos deben estar directa y efectivamente integrados en la ONU y sus organizaciones internacionales, para lo cual debe serles permitido participar en sus actividades. Por ello, exigimos la gradual puesta en práctica de la participación y la representación democráticas en el nivel global.

El establecimiento de una Asamblea Parlamentaria consultiva en las Naciones Unidas es un paso decisivo en este sentido. Sin necesidad de modificar la Carta de la ONU, una Asamblea de este tipo puede crear un importante vínculo entre las Naciones Unidas, sus agencias, los gobiernos y parlamentos nacionales y la sociedad civil.

Una Asamblea Parlamentaria en la ONU no sería simplemente una institución más. Como portavoz de los ciudadanos, sería la expresión y el vehículo de una transformación de la conciencia mundial y de la comprensión de la política internacional. De esta manera, podría transformarse en un catalizador del desarrollo del sistema internacional y el derecho internacional, y podría contribuir decisivamente a la realización de los altos objetivos de la ONU y a una reformulación positiva de la globalización.

Inicialmente, una Asamblea Parlamentaria en las Naciones Unidas podría estar compuesta por parlamentarios nacionales. Luego, gradualmente, deberá ser dotada de genuinos derechos de información, participación y control frente a las Naciones Unidas y sus agencias y organizaciones. Finalmente, sus miembros deberían ser elegidos directamente por los ciudadanos.

Solicitamos a las Naciones Unidas y a los gobiernos de sus estados miembros la creación de una Asamblea Parlamentaria en las Naciones Unidas, y llamamos a todas las organizaciones, a todas las personas con poder de decisión y a todos los ciudadanos comprometidos con los intereses generales de la humanidad a que se unan en el apoyo a esta petición.

lunes, 23 de abril de 2007


Se me ocurrió (es una idea, espero que nadie se moleste ;0) que acaso más útil que seguir polemizando sobre el currículum de sus integrantes sería darle un vistazo a la Declaración de Principios de la Coalición Cívica. Así que se las copio más abajo y que do a la espera de una discusión tan vivaz e interesante alrededor del futuro y los proyectos para el futuro como la que provocaron el pasado y los temas personales.
Espero que no lo tomen como una crítica sino como una autocrítica y que comprendan también que no trato de convertir mi blog en el blog de la Coalición sino de aprovechar una pequeña pausa que me he tomado en mi trabajo preriodístico para discutir con ustedes algunos conceptos que me parecen fundamentales para el país.

COALICIÓN CÍVICA

ÉTICA, REPÚBLICA Y DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO

POR UN NUEVO PARADIGMA DE DESARROLLO ECONÓMICO-SOCIAL

DECLARACIÓN de PRINCIPIOS

Ante la degradación de las condiciones de la vida pública y privada en la Argentina, la irresponsable destrucción de la república, la apropiación y vaciamiento del estado, la continuidad de la corrupción, la ininterrumpida concentración del ingreso y la perpetuación de un país intolerablemente injusto y cada vez más violento, esta COALICIÓN CÍVICA se propone como un espacio plural de participación y consenso que supere la mera oposición al oficialismo y sea capaz de generar las condiciones político-institucionales para un nuevo país socialmente cohesionado, económicamente avanzado e inteligentemente integrado al mundo.

Ética, República y Distribución del ingreso son nuestros principios. Una ética entendida no sólo como lucha contra la corrupción sino como un contrato moral que comprometa a los argentinos contra las corporaciones que controlan la vida nacional, contra las matrices mafiosas que se han apropiado del estado y contra las prácticas clientelistas que erosionan la democracia y la justicia y quitan a los ciudadanos no sólo sus derechos sino su autonomía y dignidad. Una República entendida no solamente como movimiento abstracto de los mecanismos institucionales sino como garantía de poderes estatales responsables ante los ciudadanos y de una democracia sustantiva, basada en la representación y la participación y no en la delegación. Una distribución del ingreso que sea real y no sólo discursiva, que incluya el acceso a la educación y a la cultura y no dependa del asistencialismo clientelista sino que se base en los derechos universales de los ciudadanos y el pleno empleo de sus capacidades en el contexto de la sociedad del conocimiento y la información.

Ética, República y Distribución del ingreso son valores que no pueden ser alcanzados bajo los modelos de país ya fracasados. Para hacerlos realidad, es necesario un nuevo paradigma de desarrollo económico-social. Por eso no estamos por una versión más prolija del presente modelo autoritario y patrimonialista que traiga más de lo mismo, sino por un nuevo paradigma que supere las antinomias (campo o industria, autoritarismo o democracia, distribución o crecimiento, neoliberalismo o neopopulismo corporativo, setentas o noventas, república o justicia social) que durante la segunda mitad del siglo XX han llevado al fracaso a una nación escasamente poblada, educativamente avanzada y en la que abundan los recursos naturales. De los laberintos creados por las antinomias del pasado se sale por arriba, entrando de una buena vez al siglo XXI en el que la riqueza se produce y se distribuye de acuerdo a nuevos procesos y estructuras, tan lejanos de la devastación del territorio y la mentalidad extractiva como de la explotación del trabajo manual en una cadena de producción industrial.

La Argentina tiene excelentes ventajas comparativas en este terreno, el del futuro: el uso de un idioma que es el segundo más hablado del mundo, una apreciable capacidad creativa y de innovación de sus habitantes, numerosos núcleos de desarrollo tecnológico sobrevivientes a las debacles causadas por el sistema político, una tradición de excelencia en biotecnología, principal campo de desarrollo de la revolución científica, y un nivel cultural todavía elevado a pesar del maltrato al que ha sido sometida la educación en el país. Si los argentinos lográramos aplicar nuestra capacidad para generar información, conocimientos, emociones, diversidad cultural y comunicación a todas las ramas de la actividad económica y social -como han hecho hasta ahora sólo unos pocos sectores- el resultado sería una explosión de desarrollo económico y progreso social y no el vulnerable crecimiento sin mejora del perfil social y productivo al que asistimos hoy.

La COALICIÓN CÍVICA se expresa también a favor de la superación de la falsa opción entre las relaciones carnales y el aislamiento internacional. Creemos profundamente en las enormes posibilidades que para sus habitantes puede abrir una Sudamérica orientada al mundo y al futuro, cohesionada por infraestructuras comunes, integrada no sólo económica sino políticamente, con instituciones parlamentarias y judiciales capaces de solucionar conflictos paralizantes como los enfrentan hoy a miembros de un mismo bloque. Proponemos una Unión Sudamericana dotada de mecanismos de decisión democrática de escala continental que sean capaces de arbitrar los problemas regionales y de proveer al continente una estrategia sostenible de desarrollo que no acabe con sus democracias nacionales sino que confiera nuevo vigor a sus mejores principios. Creemos en una Unión Sudamericana con capacidad de decisión autónoma y a la vez integrada al resto del planeta, deseosa de abandonar el victimismo improductivo y de aprovechar las oportunidades que la mundialización está abriendo para los países en desarrollo. Soñamos con una Unión Sudamericana que no sea un mero nacionalismo ampliado a la escala regional ni un muro que separe a sus países del mundo, sino que se constituya como un puente hacia él. Y creemos también que la Argentina tiene un rol importante en su construcción, en la reforma democrática de la ONU y demás organismos internacionales, y en la progresiva creación de instituciones democráticas en el ámbito global.

En el campo institucional nacional la COALICIÓN CÍVICA se pronuncia por un verdadero federalismo fundado en un régimen de coparticipación equitativo que acabe con el chantaje y la cooptación de gobernadores provinciales, por la restitución al Parlamento y la Justicia de su dignidad e independencia avasalladas, por una reforma política y del sistema de financiación de los partidos que impida la eterna reproducción del viejo orden político, por una reforma fiscal que acabe con la concentración de la renta y por la devolución de los poderes sustraídos al Parlamento y el fin del hiperpresidencialismo.
La Argentina ya ha tenido suficientes presidentes fuertes y no necesita otros sino una democracia republicana fuerte, regida por un nuevo contrato moral y ciudadano que garantice tanto la calidad institucional como la distribución social y geográfica de sus riquezas. Y cuando decimos contrato moral y ciudadano no hablamos de abstracciones sino que decimos derecho de todos a la alimentación y los medicamentos por encima de cualquier otra consideración; decimos ingreso ciudadano universal para la infancia y la tercera edad; decimos derecho a la protección de una justicia autónoma; decimos igualdad de oportunidades garantizada por el sistema educativo; decimos no discriminación; decimos derecho a una información y una comunicación independientes; decimos estado eficiente en la lucha contra las mafias narcotraficantes; decimos libertad de opinión, de credo y de conciencia; y decimos liberación del miedo y la opresión.

No comprendemos la polémica entre quienes creen que el problema de la seguridad se soluciona acabando con las injusticias sociales y quienes piensan que se arregla con un eficiente sistema policial y judicial, dilema tan fácil de solucionar poniendo una “y” donde los polemistas ponen una “o”. Estamos por una seguridad humana, es decir: por una seguridad que garantice el derecho a la vida pero que incluya además el acceso de todos a la salud, la vivienda digna, la cultura y la educación. Una seguridad humana que comience por el irrestricto respeto a la ley por parte de todos, comenzando por quienes gobiernan. Una seguridad humana en la que una protección eficaz de las fuerzas policiales no signifique gatillo fácil y en la que el derecho a la vida y a la tranquilidad de los unos y las garantías constitucionales de los otros tengan la misma dignidad.
Queremos una COALICIÓN CÍVICA que apunte a recuperar el Gobierno y el Estado para los ciudadanos, pero queremos también una transformación ética, republicana e igualitaria que vaya más allá del Gobierno y del Estado. Por eso nos comprometemos a respetar en la COALICIÓN CÍVICA los mismos principios que proponemos para el país: proyectos a largo plazo que no sacrifiquen el futuro al presente; toma de decisiones colegiada, transparente y abierta al debate; modelo organizativo pluralista, horizontal y democrático que no excluya a la dirigencia política ni a los partidos pero que tampoco se limite a ellos, sino que promueva la inclusión plena de ciudadanos y organizaciones provenientes de todos los sectores de la sociedad civil.

Somos David contra Goliat y lo sabemos. Y sabemos también que fue David quien triunfó. Venimos de la política, de la cultura, de la religión, de las artes, de las ciencias, y del trabajo duro y del oscuro llano. Somos parte de un diálogo pluralista, intercultural e interreligioso de quienes piensan distinto pero mantienen una misma línea de conducta y un conjunto de principios no negociables ante el poder de quienes dicen pensar lo mismo pero están unidos solo por sus intereses económicos.
Exigimos nuestros derechos y aceptamos nuestras responsabilidades. No nos preocupa el poder corporativo ni sus ataques y amenazas sino el cinismo y el escepticismo de muchas de sus víctimas. Luchamos por un estado de derecho constitucional que sea algo más que letra muerta. Seguiremos dando batalla para que no haya reconciliación sin justicia pero también lucharemos para crear un escenario público en el que la manipulación de la Historia sea repudiada, para instaurar un sistema jurídico que proteja la paz y la verdad y castigue la violencia y la mentira, y para que no haya impunidad para nadie.

No combatimos con las armas del poder sino contra las armas con que el poder hegemónico tiene maniatada a una Argentina de la que dice ser el único capaz de gobernarla cuando en realidad es el único capaz de hacerla fracasar. Invitamos a todos los habitantes del país preocupados por el actual estado de cosas a sumarse a nuestros esfuerzos. Superar las críticas a un sistema agotado para asumir la tarea de construir una alternativa democrática con ETICA, REPÚBLICA, DISTRIBUCIÓN del INGRESO y un NUEVO PARADIGMA DE DESARROLLO ECONOMICO y SOCIAL es el desafío que lanzamos hoy.

martes, 10 de abril de 2007


CANDIDATURA a DIPUTADO

LANZAMIENTO DE LA COALICIÓN CÍVICA


Queridos amigos,

les aviso por este medio, así no se enteran por los diarios y quedo como un maleducado, que acabo de aceptar el ofrecimiento de la Coalición Cívica para ser candidato a diputado nacional en las elecciones de octubre. A muchos, el hecho los tomará tan de sorpresa como a mí el ofrecimiento, que me fue hecho por Elisa Carrió y Patricia Bullrich hace ya varias semanas.

Como comprenderán, se trata de un cambio profundo para mí, que implica abandonar mi anterior posición de francotirador sin compromisos con nadie para meterme de lleno en el ambiguo mundo de la política argentina, del que espero salir indemne. Lo hago convencido de que puedo hacer un aporte en los temas que más me interesan y que han concitado mi atención en los últimos años: la integración de Argentina al mundo y su desarrollo en el marco de la sociedad del conocimiento y la información.
Desde luego, también me ayudó a tomar una decisión afirmativa la necesidad de enfrentar con todas las armas legales a disposición la ofensiva de un poder hegemónico, antirrepublicano y falsamente progresista de un gobierno que considero agotado y peligroso, como ya sabrán quienes han leido mis trabajos periodísticos. Por otra parte, después de tanto criticar las prácticas políticas argentinas y su decadente orientación autoritaria, nacionalista e industrialista, no hubiera podido decir NO y volver con ligereza a la crítica de quienes sí se comprometen con el proceso, en especial, porque creo que la figura de Elisa Carrió es una referencia moral e intelectual de gran importancia en el país de hoy y porque las condiciones en que me ha sido ofrecida la candidatura (absoluta libertad de voto y de opinión) son la expresión fiel de esos valores.

Mi eventual pero probable participación en el Parlamento argentino no significa que abandone la batalla por una democracia global, sino más bien que encontraré un mejor ámbito en el que darla. Basta dar un vistazo a la Declaración de Principios de la Coalición Cívica, para comprobarlo. Si no le erro, es el primer grupo político argentino (sudamericano?, mundial?) que incorpora en su programa inicial ideas como la creación de una Unión Sudamericana no sólo económica sino política, la reforma democrática de las instituciones internacionales y la paulatina creación de instituciones democráticas globales. No es poco.
Además, la pequeña ONG que hemos creado con varios amigos y compañeros preocupados por estos problemas (Democracia Global -Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlameto Mundial) sigue avanzando sin pausas y se prepara a lanzar en el país la Campaña por un Asamblea Parlamentaria en la ONU. Ya les haré saber oportunamente dónde y cuándo será eso. Por ahora, los invito al

LANZAMIENTO DE LA COALICIÓN CÍVICA
miércoles 11 de Abril a las 19.00 hs
Teatro Margarita Xirgu
Chacabuco 875, San Telmo

Espero que puedan venir. Recuerden que la propuesta de la Coalición es integrar a ciudadanos y organizaciones de todos los sectores de la sociedad civil, no como comparsas sino dándoles participación y responsabilidades.
Les mando un gran abrazo
fernando

miércoles, 4 de abril de 2007

EL FIN DE LA PATRIA INDUSTRIAL

(publicado en REVISTA NOTICIAS del 24/03/07)

No será la Big Apple que se levanta a orillas del Hudson, pero no faltan hoy, a dos meses de las elecciones, los que se la quieren comer de un mordiscón. La cosa es perfectamente comprensible cuando se considera que la ciudad de Buenos Aires es, entre los grandes distritos, el más rico de la Argentina, la puerta de entrada y salida del país, la sede del gobierno nacional y, principalmente, una ciudad básicamente superavitaria que es el enclave más extenso y avanzado de la sociedad de la información en el Cono Sur. Es cierto que sus habitantes somos las personas más provinciales y más cosmopolitas del planeta, y los más presuntuosos y creídos, hasta el punto de que el famoso chiste según el cual no existe negocio superior a comprar un argentino por lo que vale y venderlo por lo que cree que vale es culpa plena de nosotros, los porteños. Menos claro es que seamos también los criticados egoístas que viven de espaldas al país. En realidad, Buenos Aires vive con una cara vuelta al mundo y la otra a un país que vive en buena parte de espaldas al mundo; de allí la confusión. Un simple análisis de la realidad demuestra también que la Capital es una aportante neta al sistema de coparticipación federal, es decir: que pone más de lo que recibe en el fondo común de las provincias argentinas, para no mencionar los millones de bonaerenses, de argentinos y de sudamericanos que encuentran en ella trabajo, se atienden en sus hospitales o concurren a sus escuelas y universidades.

La leyenda del egoísmo porteño se basa, creo yo, en dos razones comprensibles. La primera, universal, es la misma por la que París y Barcelona son odiadas en Francia y España, en parte por buenas razones (la universal soberbia metropolitana, básicamente), en parte, por malas razones: los celos. La segunda se vincula con una visión del mundo que en la Argentina de hoy es el pan de cada día: la idea de que la única riqueza verdadera es la que se obtiene del territorio o del trabajo manual, en tanto lo producido por el trabajo intelectual es incapaz de agregar valor. Visto desde esta perspectiva, los porteños, básicamente productores de trabajo intelectual, son una especie parasitaria que viven de lo ajeno, comiéndose lo que otros sembraron y cosecharon, gastando el petróleo que se encuentra en el subsuelo de otras provincias y aprovechándose del duro trabajo de los demás, en tanto se dedican a cómodas e improductivas tareas en sus oficinas llenas de aparatos digitales de la enésima generación.

En efecto, la estructura del PBI de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires es la siguiente: entre agricultura, ganadería, minería y pesca hacen un modesto 1,45% del total (una tercera parte que el turismo), la construcción aporta el 3,77% y la industria el 15,09%, en tanto los demoníacos, improductivos y parasitarios servicios se encargan del 79,69% restante. Una estructura más o menos similar, si se me concede la licencia de comparar una ciudad con un país, a la de la primera potencia del mundo y nación más avanzada del planeta, los Estados Unidos, en los que la agricultura aporta el 1%, la industria manufacturera el 15% y el resto lo hacen los servicios. Evidentemente, la del PBI porteño es una estructura bastante diferente a la establecida en el país por medio siglo de desarrollismo industrialista (6% de agricultura, 2% de minería, 23% de industria y construcción y sólo 61% de servicios), con resultados que no hace falta mencionar.
La cuestión es, entonces, si es necesario que Buenos Aires se parezca más al país, como solicitó cierta vez nuestro Presidente, o si más bien se necesita lo contrario. Desde luego, si hemos de basarnos en la realidad y no en los prejuicios industrialistas, para alcanzar los niveles de bienestar de primer mundo que asemejan a esta ciudad a una metrópoli de la periferia europea es necesario que las ciudades y provincias del interior copien, no sus desplantes y su mala educación, sino su modelo productivo: el de la
sociedad de la información. Lo que nos lleva directamente a la escuela fisiocrática de economía.

ORÍGENES DE LA FISIOCRACIA INDUSTRIAL
Allá por el siglo XVIII, antes de que la revolución industrial subordinara la economía agropecuaria a sus factores de producción, el francés François Quesnay publicó su famoso Tableau Economique, en que defendía por primera vez el después célebre laissez faire-laissez passer y comparaba a la economía con la circulación de la sangre, describiéndola como un flujo circular de bienes y dinero entre tres clases sociales: los agricultores, los terratenientes y el resto. Quesnay fue sólo el primero de una corriente de economistas, los fisiócratas, que sostuvieron que sólo la agricultura (y no la artesanía ni la incipiente manufactura anterior a la máquina de vapor) producían lo que hoy se llama valor agregado. Ya instalada la Revolución Industrial, los más conservadores entre sus seguidores siguieron defendiendo por un largo período la idea de que no existían verdaderos valores económicos que no se derivaran del territorio y su explotación.

En los inicios del tercer milenio, cuando el hombre más rico del mundo no es uno de los herederos de Ford sino Bill Gates, quien no produce objetos sino conocimientos, los nuevos fisiócratas, hoy industriales, siguen convencidos de que no puede haber riqueza que no surja de la producción de objetos mediante el trabajo manual organizado en una estructura fabril-industrial e insisten en que la sociedad de la información es un espejismo. Ayer, sus antecesores negaban a la industria en nombre de la agricultura. Hoy, sus herederos niegan a los mal denominados servicios en nombre del sagrado industrialismo; un industrialismo nacionalista y orientado al mercado interno, por supuesto, ya que la nación-estado es la forma política de la civilización industrial de la misma manera que la globalización es el marco espacial inevitable de la sociedad del conocimiento. Así, cinco minutos después de haber denunciado las mistificaciones de la sociedad global del conocimiento, los fisiócratas industriales argentinos se lamentan de que la sagrada industria nacional no encuentra ya torneros y fresadores suficientes a pesar de la abundante desocupación…

El problema con la ideología neodesarrollista del industrialismo es que se basa en tres presupuestos falsos: el primero es que la industria es el sector más dinámico y avanzado de la economía (motivo por el cual la Argentina -donde la producción manufacturera bajó tres puntos porcentuales de participación en el PBI entre 1990 y 2004- es tan rica, y Estados Unidos y Alemania –en los que bajó 5 y 4 puntos, respectivamente- se debaten en la miseria); el segundo es que los servicios, especialmente: los financieros, son parasitarios (motivo por el que la Argentina es próspera y Suiza está en ruinas); el tercero es que la distinción entre actividades agropecuarias, industriales y de servicios constituye aún un valor absoluto, cuando su vigencia está, en muchos sentidos, en discusión, como analizaremos al final de este trabajo.


ENTRANDO EN LA ERA SOFTWARE
El valor agregado es hoy inteligencia agregada. Una Ferrari pesa menos que un Fiat (es menos “material”) y es producida por la misma empresa, pero vale noventa veces más. Una zapatilla que se compra en el centro de Buenos Aires a 400 pesos vale, en puerta de fábrica, menos de la décima parte de su precio final. La marca Coca-Cola y la fórmula de la bebida son elementos intangibles e inmateriales, pero su valor es muy superior al de todas las fábricas que producen Coca-Cola en el mundo, al de los depósitos que la almacenan y los camiones que la transportan, sumados. Y así, todo lo demás.

Estamos pasando de una fase hardware, industrial-tangible-manufacturera, a una fase software en la que el valor se produce creando, manipulando y compartiendo informaciones, conocimientos, diversidad cultural, comunicación, innovación… y emociones, que no otra cosa nos venden cuando vamos al cine a ver una de Hollywood o compramos los botines que usa Messi. Basta repasar la lista de Fortune de los multimillonarios del planeta, llena de productores de software que crean información concentrada, de magnates de la industria farmacéutica cuyos productos son minúsculas píldoras repletas de conocimiento, de dueños de mass-media que generan comunicación, de artistas y productores de arte que multiplican la diversidad cultural del planeta y de deportistas y cineastas y productores televisivos que nos venden, sustancialmente, emociones. Nada de esto han comprendido los fisiócratas industriales argentinos, que siguen cantando su himno preferido, la aburrida cantilena “Sin industria no hay Nación”, cuando lo cierto es que, como previó con genial anticipación Sarmiento, sin educación e inteligencia no hay país.

Como en casi todas las naciones en las que el estado nacional ha sido incapaz de desarrollarse completamente, dejando a mitad de camino al proceso de industrialización, los líderes políticos e intelectuales de la Argentina insisten obsesivamente en que el futuro del país está en el nacionalismo y el industrialismo en el preciso momento en que las sociedades avanzadas los abandonan como paradigmas de realización. En los Estados Unidos, la industria aporta sólo el 15% de su PBI, y el país está integrado a un tratado comercial de dimensiones continentales y decenas de Tratados de Libre Comercio. En la Unión Europea, cuyos 27 países unificados poseen una moneda transnacional y un banco central continental, la industria aporta sólo el 19% del PBI. El industrialismo sólo funciona como motor del desarrollo en países –como China e India- mucho más atrasados que la Argentina y con una mano de obra sometida por siglos de agrarismo y opresión. Aún en ellos, el desarrollo de la industria es complementado por esfuerzos consistentes y a largo plazo para entrar en la sociedad global del conocimiento y la información.

Es cierto: tanto los EEUU como la UE subsidian, muchas veces, sus industrias. Pero esto significa, precisamente, que éstas han perdido su carácter de centro dinámico de la economía y no pueden competir con la de países como China sin que las actividades avanzadas las subsidien con sus impuestos. Para hacerlo, para competir con China, como los neodesarrollistas argentinos pretenden, los estadounidenses y los europeos tendrían que abrir un proceso de proteccionismo, híperdevaluación, confiscación de ahorros y licuación de salarios y condiciones de vida; cosa que se cuidan bien de hacer ya que el populismo nacionalista-industrialista no se desarrolla en sociedades exitosas en el proceso de nacionalización-industrialización sino, por el contrario, en las que han fracasado estentóreamente. En cambio, sabedores de que el desarrollo real y los recursos que genera se obtienen compitiendo globalmente en los sectores avanzados (incluida las industrias de alto contenido tecnológico, como la aeronáutica), los EEUU y la UE subsidian a sus sectores atrasados (la agricultura aún más que la industria) para evitar problemas sociales y sin ninguna falsa esperanza de que de ellos provenga algún tipo de solución.

Nada de esto han entendido los industrialistas argentinos, quienes ciegos al inicio de una fase software en la que la información es más importante que su soporte, proponen un esquema inverso, copiado del peronismo de la primera hora, en el que los excedentes provenientes de la extraordinaria competitividad del sector agropecuario argentino no van a financiar un salto de calidad en materia educativa ni el desarrollo de los sectores más dinámicos de la naciente economía de la información local, sino la obsoleta burguesía nacional-industrial manufacturera que invirtió mayoritariamente sus ganancias en departamentos de Mar del Plata, primero, y de Punta del Este, más tarde, y en una casa en el country, finalmente, en tanto sus empresas quebraban; y que son buena parte de los que piden ahora un nuevo BANADE que desvalijar.

Mientras se sigue creyendo aquí que la globalización y la sociedad de la información son mitos neoliberales, aún en una sociedad relativamente marginal como la argentina la desocupación se ha transformado en desocupación educativa, es decir: determinada por carencias de tipo simbólico. Según un estudio del economista Abel Viglione, entre los argentinos que terminaron universidad están desocupados apenas el 4,5%, en tanto entre quienes no terminaron la secundaria la tasa sube al 17,9%, es decir: se cuadruplica. Por lo que respecta al mercado mundial de Tecnología de la Información (TI), durante 2005 pasó por primera vez la marca de mil millones de dólares, previéndose que para 2010 se llegará a los mil quinientos millones. Significativamente, el hardware compone sólo el 38,7% del sector, en tanto el software es ya el 20,5% y los servicios asociados a las TI son la parte más importante: representan el 40,8% del total. Entre los países, los Estados Unidos generaron la mayor parte de la torta informática: us$416.000 millones, mucho más que el entero PBI argentino; Japón produce us$108.000 millones, seguido por el Reino Unido, China… y España, que ocupa un honorabilísimo sexto lugar en el mundo con u$s17.000 millones facturados; lo que demuestra que el idioma castellano, el segundo más hablado del mundo, es una ventaja competitiva que en otras partes se desaprovecha sin más. Por su parte, Brasil facturó us$11.900 millones y ocupa la 16º colocación mundial, lo que lo posiciona como el principal mercado de TI de América Latina. Para dar una idea las proporciones, señalo que para febrero de 2006 se anunciaba en Argentina, con títulos triunfales y desenfrenado abuso de la palabra “récord”, que el mercado nacional de TI había alcanzado los us$3.045 millones, una cuarta parte del de Brasil y menos de un quinto del de España, pero se aguardaba con grandes esperanzas que pronto se alcanzase la cifra récord de facturación de u$s4.220 millones obtenida… en el año 2000.

Pese a la ausencia de políticas oficiales, uno de los sectores más dinámicos del crecimiento argentino es hoy el mercado privado de TI argentino, que crece tendencialmente el doble que el resto del PBI. Cualquiera puede sospecharlo observando que en todo barrio indigente existe ya un cybercafé con conexión Internet mientras que en las escuelas del mismo barrio los chicos conocen las computadoras gracias a los libros de ciencia-ficción. Esto, mientras el estado se prepara a gastar una fortuna en las computadoras a pedal de Negroponte, extraordinarias sí, pero pensadas para la realidad africana y cuyo resultado es aún dudoso, cuando en todo el país la clase media que quiere renovar sus equipos (1.400.000 PCs vendidas en 2006) se ve obligada a guardar sus viejas computadoras en el desván o venderlas a precio vil ante la carencia de un plan de donación que permita equipar las escuelas públicas a costos reducidos. La culpa, desde luego, la tiene el despreciable FMI.

MODERNIZAR NO ES INDUSTRIALIZAR
Para los fisiócratas desarrollistas-industrialistas que detentan hoy la hegemonía intelectual en Argentina, “modernizar” quiere decir “industrializar”, es decir: hacer lo que los países avanzados hicieron el siglo pasado a ver si logramos alcanzar sus niveles de progreso y bienestar de hoy. El resultado es previsible: la extensión al entero país de los peores problemas del conurbano bonaerense, el área del país con mayor concentración industrial.
El actual crecimiento sin desarrollo es la cara económica de un progresismo sin progreso, que no mira hacia el futuro por temor de lo que pueda encontrar. Su resultado es un país que se parece cada vez más a un bebé de dos metros cuyos astutos padres, los ciudadanos argentinos, se felicitan de que siga creciendo tan sano y tan gordito.

Hay que ser voluntariamente ciego para no ver que la única manera en que Argentina puede ser competitiva con una China cuyos obreros recién salidos de la agricultura maoísta están felices con trabajar 10 horas por día, seis días por semana, doce meses por año, por un salario de 200 dólares mensuales, sin ir al baño a fumar cada media hora ni hacer huelga cada tres días, es mediante una réplica de esas condiciones de explotación, lo que aquí significa: pagando salarios miserables y en negro, evadiendo impuestos, obligando a los consumidores argentinos a comprar lo que no comprarían si dispusieran de alternativas y seguir subsidiando, aún así, de mil maneras, la producción manufacturera nacional.

No se trata de una cuestión ideológica. La verdadera cuestión es si los argentinos quieren quedarse con los 10 dólares que vale una zapatilla en puerta de fábrica en el sudeste asiático o con los 100 dólares que aportan las estrellas deportivas que las muestran, las agencias publicitarias y de marketing que las promocionan, las cadenas comerciales que las venden, los diseñadores que las dibujan y los ingenieros que preparan innovadores materiales para darles mejor performance y más lindo color.

Cualquiera con un poco de perspectiva del mundo y conocimiento del país apostaría a desarrollar, en Argentina, los dos extremos del arco productivo, y no el secundario-industrial-manufacturero. Por un lado, la extraordinaria competitividad del campo argentino debe transformarse de cuantitativa en cualitativa, favoreciendo la producción de alimentos de mayor calidad y elaborados en el país (¿para cuándo, por ejemplo, una campaña agresiva de disputa del mercado a la pasta italiana, que permita exportar fideos envasados de alta calidad en vez de trigo?). Por el otro, es necesario desarrollar los sectores avanzados en los que los argentinos han demostrado idoneidad: un turismo de alto poder adquisitivo y no sólo el que aterriza atraído por el cambio barato, producciones de alto contenido de la industria cultural (desde el tango hasta la industria cinematográfica y editorial), reactores para la cada vez más necesaria producción de energía atómica, call centers en línea horaria con el norte de América, producción televisiva económicamente viable para el resto del mundo de habla castellana, software en español, estudiantes interesados en masters universitarios de calidad a precios de saldo, y una lista que por razones de espacio y de ignorancia personal es imposible completar aquí.

En todos estos campos, lo poco que existe no ha nacido de políticas de estado para la sociedad postindustrial y global sino de la vitalidad de algunas ramas de la sociedad nacional, lo que incluye algunos pocos sectores industriales avanzados a la caza de tecnología de punta. No es tampoco difícil ver que es en el terreno de la sociedad de la información donde Argentina tiene ventajas comparativas concretas: 1) el uso de un idioma que es el segundo más hablado del mundo, que será pronto el primero en la economía más importante del planeta, y en el cual no existen grandes competidores (salvo España); 2) una apreciable capacidad de creatividad e innovación de sus gentes que en Corea no se consigue; 3) grandes íconos globales como Maradona, Evita, Gardel y Guevara, y un estilo de vida afable y hedonista enormemente atractivo para la sociedad global, en especial: para sus clases ilustradas a la búsqueda de nuevos rumbos; 4) numerosos núcleos de desarrollo tecnológico sobrevivientes a las debacles causadas por el industrialismo; y 5) –lo más importante- un nivel educativo todavía elevado si se lo compara con el resto del mundo de habla hispana, que le debemos a Domingo Faustino Sarmiento. uno de los primeros hombres en comprender la importancia que el conocimiento y la información habrían de tener en el futuro, es decir, hoy.

En vez de esto, los industrialistas neodesarrollistas antediluvianos apuestan a crear más y más talleres con tecnologías jurásicas con la certeza de que nunca les tocará trabajar en ellos, ni tampoco a sus hijos, quienes seguramente irán a la universidad y se dedicarán a producir dentro y para la sociedad de la información.

LOS FACTORES KIDCIE
Por último, en un país en el que la soja se produce con mejores y más modernas tecnologías que la mayor parte de la producción manufacturera, no está de más señalar la progresiva obsolescencia de la distinción entre producción primaria (agraria), secundaria (industrial) y terciaria (servicios). Si algún ejemplo habla de esto es la reciente exportación de tecnología agropecuaria a la Venezuela del Coronel Chávez, caso ejemplar en que un sector presumiblemente atrasado exporta ya no productos primarios sino conocimientos e informaciones, cosa que casi ningún sector manufacturero argentino está en condiciones de hacer.

Ayer, cuando el industrialismo transformó a la agricultura en uno de sus componentes, se habló de la “industrialización de la agricultura”, lo que significaba resumidamente que aún en el sector primario la riqueza producida dependía de valor agregado y factores productivos de carácter industrial, por ejemplo: los fertilizantes usados, la cantidad de tractores y silos, los sistemas de transporte hasta los centros de consumo y la organización sincronizada de siembras y cosechas. De igual manera, la sociedad de la información no ha implicado el fin de la industria sino su transformación en una de sus ramas. En ella, el valor agregado no depende ya de la cantidad de trabajo manual empleado sino de la cantidad de información, conocimiento e innovación incorporada a los productos y a su proceso de fabricación. Lamentablemente, existen aún escasas distinciones estadísticas que permitan separar la paja del grano, esto es: los objetos con bajo contenido simbólico de los del alto valor intelectual agregado, ya que no es lo mismo producir alfileres que aviones, aunque la mentalidad industrialista ponga todo en la misma bolsa y siga creyendo que lo decisivo es el trabajo manual.

No lo es. La misma idea de que lo más avanzado de una economía son los servicios, de carácter “terciario”, es ya obsoleta. Lo cierto es que estamos pasando a una economía cuaternaria (a una fase software) en que el conocimiento, la información, la diversidad cultural, la comunicación, la innovación y las emociones reformulan, reinventan y rediseñan todas las formas de producción anteriores, haciendo que los factores de producción cuaternarios (lo que llamo “factores KIDCIE”, por su sigla en inglés) se tornen decisivos en todas y cada una de las actividades económicas. Algo de esto había ya entrevisto un cierto Karl Marx cuando en los Grundrisse sostuvo que “El desarrollo del capital fijo revela hasta qué punto el conocimiento social general (el general intellect) se ha convertido en la fuerza productiva directa, y por lo tanto, hasta qué punto las condiciones del proceso de la vida social misma han sido modificadas por él”. Lástima grande que sus epígonos se especialicen hoy en saltearse estas conclusiones (así como la maravillosa primera parte del Manifiesto Comunista, que describe con extraordinaria poesía lo que hoy hemos dado en llamar “globalización”) y en insistir en la obsoleta perspectiva industrialista. Una perspectiva que, inevitablemente, a mediados del siglo XIX era el centro de una doctrina, la marxista, que no por nada ha quedado desactualizada y desautorizada por los hechos a partir del año (1956) en que en Estados Unidos los white collars (empleados de cuello blanco) superaron a los blue collars (obreros con mameluco). Pero esto ya es otra historia.