DATOS PERSONALES

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* Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires

lunes, 30 de abril de 2007


Boris Yeltsin entre el cielo
y el infierno

Boris Yeltsin obtuvo sus dos principales victorias en la Casa Blanca rusa, sede del Parlamento de su país. Para alcanzar la primera, en 1991, se subió a un tanque –como había hecho un Lenin apenas desembarcado en San Petersburgo gracias al famoso vagón blindado– y leyó, rodeado de miles de activistas, una proclama en defensa de la tambaleante democracia rusa, cosa que se hubiera cuidado bien de hacer Lenin.

Aquella alocución del primer presidente de Rusia, la más grande y poderosa de las 15 repúblicas de la declinante Unión Soviética, transmitida al país y al mundo por las cámaras de TV, sería decisiva en el fracaso del golpe planeado por el KGB, el Partido Comunista y el Ejército Rojo con el objeto de frenar las reformas nacidas de la Perestroika de Gorbachov. Sólo entonces el propio Gorby pudo abandonar la dacha del Mar Negro en la que los golpistas lo tenían encerrado, aunque sus días estarían contados: se vería enseguida obligado a presentar su renuncia para que Yeltsin firmara la disolución de la Unión Soviética e izara la bandera rusa en el lugar de la soviética con la hoz y el martillo. Más de 70 años de la revolución que más expectativas había generado en la humanidad –y la que más profundamente las había defraudado– habían llegado a su fin.

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