Año difícil éste, en el que se ha hablado mucho de paz y de memoria precisamente porque son dos cosas que faltan por todos lados. Despidiéndolo mientras se difunden por todo el mundo las imágenes de la devastación, voy a tratar de ser pacífico y memorioso (y lo más breve y menos aburrido que pueda).
DATOS PERSONALES
- Fernando A. Iglesias
- * Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires
miércoles, 31 de diciembre de 2008
Año difícil éste, en el que se ha hablado mucho de paz y de memoria precisamente porque son dos cosas que faltan por todos lados. Despidiéndolo mientras se difunden por todo el mundo las imágenes de la devastación, voy a tratar de ser pacífico y memorioso (y lo más breve y menos aburrido que pueda).
viernes, 26 de diciembre de 2008
No es que tenga particular estima por el olfato político de mi familia, ni del PCA, ni de sus ex militantes, especialmente después del apoyo oficial brindado por el PC al camarada Videla en ocasión de ser éste acosado por sectores fascistas (sic). Y sin embargo, debo confesar que este pasaje casi unánime del stalinismo al kirchnerismo me ha tenido sin dormir algunos días. Esto, hasta que un día tomé lápiz y papel, puse por escrito los fundamentos políticos que sostuvieron la más terrible pesadilla de la historia de la humanidad justificada en ideales admirables, y grité ¡Eureka!
He aquí lo que escribí:
PRINCIPIOS DE LA PRÁCTICA POLÍTICA ESTALINISTA
Liderazgo carismático / Populismo demagógico / Culto a la personalidad / Partido único / Estatizaciones masivas / Nacionalismo paranoico / Alianzas oportunistas (un año con Hitler, el siguiente con Churchill) / Industrialización forzada basada en la exacción de las actividades agropecuarias / Descalificación de los adversarios políticos y persecución de la prensa independiente / Uso de los órganos parlamentarios (soviets) en el modo de la unanimidad / Craso positivismo disfrazado de hegelianismo
Hecha la lista, la conclusión es descontada: lo que explica la fascinación de buena parte de mi familia y de la izquierda argentina por los Kirchner es que el kirchnerismo es una encarnación débil del estalinismo, con su tradicional carga de populismo, nacionalismo e industrialismo. De allí su confusión entre socialización y estatización y entre propiedad estatal y propiedad de los miembros del bureau político, su pérdida de los límites entre estado y gobierno y entre gobierno y partido, su concentración de poder en una sola cabeza -por llamarla de alguna manera- su deseo totalitario de unanimidad y sus periódicas purgas internas, su idea delirante de que se combate la pobreza combatiendo la generación de riqueza y su delirio industrialista-nacionalista en pleno desarrollo de la sociedad global del conocimiento y la información. De allí el desprecio por la oposición, por la independencia de la prensa y por los mecanismos republicanos, descalificados otra vez como formales. De allí también, de la idea del “socialismo en un solo país” y de la concepción de la economía industrial como única economía “real”, la sorpresa inmensa por la existencia del mundo y por la consecuencias de la economía “irreal” en la realidad económica. De allí los privilegios de la Nomenklatura, la dacha en Calafate, la cooptación de una casta de intelectuales orgánicos amigos del régimen y la edificación de una leyenda en torno al líder que tiene el modesto inconveniente de contradecir su biografía. De allí también, finalmente, la extraordinariamente simétrica descalificación del estalinismo a la socialdemocracia y del kirchnerismo a la oposición progresista: se vendieron al sistema, se hicieron capitalistas, son aliados de nuestros enemigos, les paga la Embajada. Se corrieron, en suma, a la derecha, ilusión espacial sólo comprensible si se piensa que el estalinismo es la izquierda.
Visto desde el estalinismo, fuerte o débil, cualquier posición racional, progresista y socialdemócrata es parte de la traición revisionista y de la nueva derecha. Por eso tampoco es causal la súbita empatía entre los K y el régimen autoritario, antidemocrático, militarista y nacionalista del gran heredero del maridaje entre la KGB y la Nomenklatura, el nuevo zar de Rusia, Vladimir Putin. Que el acuerdo entre dos de los regímenes más corruptos del mundo, desarrollados al interno de gobiernos nacionales que hicieron su fortuna durante la furia neoliberal de los noventa, y generadores de las formas más avanzadas del capitalismo de amigos se haya concretado en el terreno de la petropolítica es igualmente significativo. Y que haya tenido lugar en medio del más escandaloso intento de hacer de Argentina un paraíso para el lavado de dinero sucio y en momentos de gran expansión de la mafia rusa es cualquier cosa menos casualidad. Pero eso ya es otra historia.
viernes, 12 de diciembre de 2008
LEY DE BLANQUEO DE CAPITALES Y MORATORIA
Sra. Presidenta (Vaca Narvaja).- Tiene la palabra el señor diputado por la Capital.
miércoles, 10 de diciembre de 2008
DE REPENTE, EL MUNDO
El lenguaje no engaña nunca. Los Kirchner, cada vez menos. Cuando Cristina Fernández afirmó “En estas cosas estábamos cuando de repente apareció el mundo y nos complicó la vida a los argentinos” puso en evidencia los supuestos en que se basa la extraña concepción del universo del kirchnerismo nac&pop, según la cual la Argentina y el mundo son cosas distintas y netamente separadas, con la Argentina fuera del mundo y yéndole notoriamente bien hasta que la inesperada aparición del mundo “nos complicó” (SIC). ¿De dónde se creía la Presidenta que provenía el extraordinario crecimiento K sino de las incomparables ventajas que nos ofreció el mundo por cinco años, y que hicieron que los países emergentes crecieran a una media global superior al 6%? ¿De dónde creía que salían las divisas con las que Asia nos compraban alimentos y hacía levitar el precio de las commodities sino de las ventas de manufacturas asiáticas a los Estados Unidos? ¿Y de dónde las compras masivas de los Estados Unidos y el 4,5% de crecimiento mundial de los últimos años sino de la burbuja financiera que acaba de estallar?
Curioso es que lo que sucede en un mundo que Argentina no integra afecte tan negativamente a la Argentina; tanto, como que la economía “real” sufra tanto por cosas que suceden en la economía “irreal”. Y dado que nada de lo que sucede en la sociedad global de la información y el conocimiento puede explicarse con las categorías del nacionalismo industrialista que aman los K, mejor es proceder como los brujos tribales y adjudicarle las culpas a una fuerza maléfica y, sobre todo, externa. No vaya a ser que “las cosas que nos pasaron a los argentinos” nos pasen de nuevo y los argentinos tengamos que sacar la conclusión –Dios no lo permita- de que algún tipo de responsabilidad tenemos en las catástrofes que periódicamente asolan el país. Ningún viento es favorable al navegante que no sabe a dónde ir. Por eso los Kirchner proceden a la navegación según el manual de los marineros chambones. Cuando el viento soplaba de cola reclamaban la admiración general por sus inusitadas habilidades oceánicas. Ahora que cambió y sopla de frente, como suelen hacer los vientos, es tiempo de culpar a la demoníaca globalización. Disimular los efectos benéficos de la globalización y acordarse de que la economía argentina es parte de una economía mundial progresivamente integrada sólo cuando el país se desmorona, principalmente, por sus propias desidias y errores, no sólo ha desvirtuado el análisis de las causas reales de la recuperación sino que hace que la idea de vivir con lo nuestro, paradigma sexual de la adolescencia, se transforme en un paradigma sin posibilidad de ser desmentido: cuando las cosas van bien el neodesarrollismo nac&pop lo atribuye a sus brillantes recetas; cuando van mal, la culpa la tiene el mundo, que reaparece cuando estábamos tan tranquilos. Intenta aprovechar así una creencia generalizada según la cual todo lo bueno que nos sucede a los argentinos proviene de nosotros mismos y todo lo malo viene de afuera; idea que acaso sea conveniente revisar después de un siglo de fracasos continuados prolongados ahora por la hazaña de rifar la más formidable oportunidad que el contexto internacional nos ha ofrecido de hacer de este-país, un país.
jueves, 4 de diciembre de 2008
Hace un par de meses inauguré la sección YO LES AVISÉ de mi blog con citas extraídas de mis libros que anticipaban el advenimiento de una crisis económica global de magnitud similar a la de 1930. Ahora les ofrezco la segunda entrega de YO LES AVISÉ en su versión nac&pop, extraída de “Kirchner y yo”, mi último libro, con algunas profecías que sonaban excéntricas en 2007 pero que anticiparon bastante bien lo que le iba a pasar a este gobierno no bien se acabase el viento de cola.
Desde luego, la maravillosa frase de Cristina Kirchner (“Estábamos dedicados a crecer cuando apareció el mundo y nos complicó”) tuvo mucho que ver con mi decisión de revisar mis archivos. La lengua no engaña. La frase de Cristina, tampoco. Según enuncia nuestra instruida Presidenta, Argentina estaba fuera del mundo, acaso constituyendo un planeta autónomo, cuando el mundo “apareció y nos complicó”. Digo yo: ¿de dónde se creía CFK que provenía el extraordinario crecimiento de la economía K sino de las ventajas incomparables que por cinco años nos ofreció el mundo? ¿De dónde creía que salían las divisas con las que China nos compraba la soja sino de las ventas de manufacturas chinas a los Estados Unidos? ¿Y de dónde las compras masivas de los Estados Unidos a China (40% del export) y el 5% de crecimiento mundial de los últimos años sino de la burbuja de origen estadounidense que acaba de estallar?
En fin, pasemos al mal hábito de autocitarnos, que al menos tiene la ventaja de causar menos trabajo y mantener baja la presión arterial….
De “Kirchner y yo- por que no soy kirchnerista” (Sudamericana, 2007)
(sobre los términos de intercambio y el origen de los crecimientos chinos de la Argentina) “… tomando las modificaciones en los términos de intercambio que afectan al balance comercial y fijando los valores del año 1993 como término de referencia, el país llegó a perder casi 1.000 millones de dólares en 1999 sólo por las modificaciones en los precios, recuperó los valores anteriores entre 1999 y 2002, y a partir de allí comenzó una increíble carrera ascendente… que lo llevó a ganar, por la misma cantidad de mercadería exportada, más de 9.000 millones de dólares sólo en 2006, esto es: bastante más que el tan cacareado superávit fiscal, que prácticamente desaparecería si el país vendiera a los precios de 1999. He aquí, en el siempre demonizado mercado global, el secreto de la mágica simultaneidad del aumento continuado del gasto público y del superávit fiscal…Desde luego, todos estos beneficios traídos por la globalización son ignorados por quienes prefieren creer que los procesos globales ocultan el demonio imperialista y por los que prefieren creer a pie juntillas en los milagros de la economía K, dos grupos que en realidad son uno solo.”
“Paradójico es el hecho de que el gobierno de Kirchner, un individuo mundofóbico y globalifóbico, haya sido salvado de la ruina económica por la globalización, en particular: por el alza global del precio de las commodities que Argentina exporta, causada a su vez por la entrada al mercado global de millones chinos e indios y por la baja de las tasas de interés derivadas de la mejora del ciclo económico global; fenómenos que si hubieran ocurrido en 1999 probablemente estaríamos ahora alabando las capacidades decisionales de De la Rúa...”
(sobre la propuesta económica del kirchnerismo para su segundo mandato)
(sobre la globalización)
“A Kirchner le molesta el mundo. Lo incomoda. Le desagrada su existencia. Preferiría que la Argentina no fuera una nación sino un planeta autónomo. Mejor aún: el sol de un sistema planetario propio alrededor del cual estuvieran obligados a rotar, sobre todo, el Uruguay de Tabaré Vázquez, el Brasil de Lula y el Chile de Lagos y Bachelet… Ningún viento es favorable al navegante que no sabe a dónde ir. Acaso por eso Kirchner procede a la navegación según el manual de los marineros chambones. Si el viento sopla de cola reclama la admiración general por sus inusitadas habilidades oceánicas. Cuando cambie y sople de frente, como suelen hacer los vientos, ya será tiempo de culpar a la demoníaca globalización. Para sus entusiastas admiradores, será ese también el tiempo de decir nuevamente que los políticos argentinos son todos chantas y delincuentes, y de disculparse sosteniendo que a Kirchner lo votaron con la mejor intención.”
“Disimular los efectos benéficos de la globalización y acordarse de que la economía argentina es parte de una economía mundial progresivamente integrada sólo cuando las tendencias nos desagradan o el país se desmorona desvirtúa el análisis de las causas reales de la recuperación y garantiza que, al próximo cambio de tendencias, estaremos cantando irracionales loas al proteccionismo y anatemas contra la globalización depredadora. Razonando así, la necesidad de aislamiento y protección se transforma en un paradigma sin posibilidad de ser desmentido y destinado a obtener una nueva pseudo-comprobación como sea que vayan las cosas, ya que si van bien se lo atribuiremos al exitoso proteccionismo neodesarrollista y si van mal diremos que es la espantosa globalización, que irrumpe con sus devastadoras exigencias en un escenario nacional de otra manera idílico” (tal cual acaba de afirmar CFK).
(sobre las consecuencias políticas pasadas y futuras del previsible estallido de la burbuja K)
“En tanto, los muchos peronistas que viajan colgados del pasamanos del tren kirchnerista reivindican -con un fervor no indiferente a sus afanes de participar de la cosa pública- el carácter peronista de este Presidente y su gobierno. Este estado de cosas, con el pejotismo en el rol de pretendiente amoroso y Kirchner en el de despectivo cortejado, seguirá si no me equivoco hasta que las cosas se den vuelta y a Kirchner le pase lo que le pasó a Menem, que era indiscutiblemente peronista mientras le fue bien y se tornó decididamente neoliberal después de que se cayó el Sudeste Asiático y el viento de cola empezó a soplar al revés. Cuando su estrella política decline y Kirchner intente refugiarse en el 30 por ciento de adhesión automática que aún está en grado de ofrecer el Pejota, se verá obligado a cantar la marchita y a nombrar en los discursos al General, en tanto que un Pejota otra vez renacido de sus cenizas de Gato Félix propietario de siete vidas declarará ante la sociedad que Kirchner nunca fue peronista, que en realidad era montonero, y que los verdaderos peronistas del futuro son Sobisch, o Macri, o Lavagna, o Romero, o quién sabe qué nuevo engendro construido en los laboratorios del Doktor Mengele bonaerense que trabaja para el Pejota en su tallercito-laboratorio del conurbano bonaerense”.
“El kichnerismo es un viaje de ida. Un viaje de ida en bicicleta sometido a la primera ley de conducción de bicicletas: perder velocidad (léase: caer por debajo del 8 por ciento de crecimiento anual) es correr un alto riesgo de venirse abajo… El Presidente ha mostrado saber acumular poder con una torta creciente y un reparto de sus porciones cuyos criterios no son económicos y a largo plazo sino políticos y a corto plazo, en otros términos: criterios basados en el amiguismo genuino, las complicidades espurias y las cajitas felices generadoras de consenso. La pregunta del millón es: ¿podrá Kirchner seguir controlando su alianza del agua bendita peronista y el aceite de pingüino santacruceño cuando la torta se achique y haya que barajar y dar de nuevo en un contexto de expectativas decrecientes?
El kichnerismo es un viaje de ida también en el sentido de que el problema no es sacar a Kirchner del poder, del que probablemente se caerá solo ya que las hegemonías instaladas por los bicicleteros pedalistas suelen desmoronarse tan imprevistamente como se construyeron. Esto, por dos razones: la disputa por el botín y el zafarrancho creado por su incapacidad para reconocer límites a su manejo diletante de la economía, disfrazada hasta el momento del desastre bajo el tupido manto de la omnipotencia del poder.”
¿Golpismo? Ninguno. Oposición. Para demostrarlo, aquí va la frase final del libro, con una reflexión sobre los beneficios del éxito K para la verdadera oposición que me parece completamente vigente a pesar del cambio de algunos actores.
“Por todo esto espero también que si Kirchner gana su reelección, o triunfa la pingüina, les vaya muy pero muy bien. Al revés de ciertos lenguaraces finos que se dicen reeleccionistas perversos porque desean que en su segundo mandato el Presidente pague en persona su política de pan para hoy y hambre para mañana, yo espero que a Kirchner le vaya bien porque es la única manera de que sea el último de la larga cadena de mutaciones genéticas del peronismo y de salvadores-de-la-Patria nacionales. Si el país estallara nuevamente, si el ciclo del kirchnerismo demostrase ser una nueva versión del eterno-retorno de períodos de acumulación-crisis-estallido, Kirchner perdería el poder pero lo reemplazaría un nuevo Kirchner. Otro mutante. Probablemente, un peronista conservador que sostenga que Néstor no era peronista sino montonero, y se proponga como el verdadero continuador de la saga de Perón. En cambio, si Kirchner es exitoso, todo lo exitoso que puede ser un Kirchner, no solo el país se evitará grandes sufrimientos sino que acaso podrá verlo como lo que es: un presidente acaso no tan desastroso en la emergencia que le tocó administrar pero sin dos-ideas-dos para la Argentina del futuro, y lo que es peor, al frente de un Gobierno agotado por la rutina de la mediocridad y la obsesión por la acumulación de poder”.
Cierro con el final de mi respuesta a los intelectuales de Carta Abierta, que no habla de lo que ha ya sucedido sino de lo que puede pasar.
“Mi disidencia con el Consenso de Gandhi (Carta Abierta) no es tampoco cuestión de valores y principios, sino más bien de método. Sus miembros no actúan con una actitud racional y científica, lo que supone la mejora o el abandono de las propias hipótesis según los resultados obtenidos por su aplicación a la realidad, sino como una secta religiosa que ya lo ha comprendido todo, de una vez y para siempre, y que cree que el conflicto central del universo es alguna variante terrenal de la batalla entre el bien y el mal. Por eso, cualquier cosa suceda con el futuro argentino, los firmantes del Consenso de Gandhi saldrán reafirmados en sus creencias mitológicas. En el improbable caso de que el contexto global siga permitiendo que las políticas kirchneristas tengan éxito sin necesidad de rectificaciones sacarán la conclusión de que estaban en lo cierto. Pero si fracasan, no dirán ‘Nos equivocamos’, sino ‘Nos ha tumbado la conspiración financiero-oligárquica-capitalista-neoliberal’. Diez minutos más tarde brindarán una sesuda conferencia acerca de la Historia como maestra de vida y se pronunciarán públicamente acerca de la importancia de preservar la memoria como condición primera de la construcción del futuro. Así nos ha ido y así nos va”.
Publicado en Diario "Crítica" 2 de diciembre de 2008
La suma de los anuncios y medidas del Gobierno en estos últimos meses es impresionante. Sanción de un presupuesto trucho, renovación de los superpoderes, renovación de la ley de emergencia económica (emergencia que no existe, pero que la hay, la hay), renovación de la ley de impuesto al cheque, confiscación –la más grande de la historia del país- de ahorros jubilatorios, inicio del proceso de expropiación de la deuda de Aerolíneas Argentinas (léase: del grupo Marsans), en fin: amigable blanqueo y repatriación de capitales para los patrióticos miembros del capitalismo de amigos. Y siguen las firmas….
Los Kirchner ya no vienen por todo. Vienen por lo que queda. Y tienen razón cuando dicen que se trata de dos modelos opuestos de país. Está el modelo kirchnerista, que concentra el poder político y los recursos económicos para redistribuir la riqueza; un milagro más milagro que la reproducción de los panes y los peces y que nadie ha visto jamás en el mundo. Su resultado previsible es que hoy, después de cinco años de crecimiento a cifras chinas, un argentino de cada tres está por debajo de la línea de pobreza, la brecha social es la misma del 2001 y la única redistribución de la riqueza ha ido a parar, previsiblemente, a la caja K, es decir: al mismo lugar en el que se concentró, a toda costa, el poder político.
Y hay otro modelo de país, el de quienes no creen en el realismo mágico del modelo kirchnerista. Es un modelo de país basado en la descentralización del poder político y de los recursos económicos para redistribuir la riqueza de verdad, tanto social como federalmente, tanto entre los argentinos pobres e indigentes como entre los gobernadores e intendentes que han elegido los pobres argentinos. Hay un modelo de país que cree en gobernadores que sean gobernadores y no vasallos y en un Parlamento que sea un parlamento y no una escribanía nuevamente vaciada por el poder del monarKa. Después de todo, es en los momentos de dificultad donde se demuestra si se cree o no en la solidaridad y en el federalismo; solidaridad y federalismo que no quieren decir que inundamos con retratos del Chacho Peñaloza y del Padre Mujica los despachos estatales sino que redistribuimos entre todos los legítimos representantes de los ciudadanos los poderes de decisión y los recursos económicos que los hacen posibles.
Después de todo, la historia de los errores que la Izquierda ha cometido en el último siglo debería enseñarnos un par de cosas a quienes queremos seguir siendo, de verdad, de izquierda. La primera es que no es lo mismo acabar con la riqueza que acabar con la probreza. La segunda es que quienes concentraron el poder político con la excusa de redistribuir la riqueza terminaron invariablemente concentrando la riqueza y perdiendo el poder político. De todo esto, el estalinismo débil en su versión kirchnerista, siempre listo a implantar la hegemonía del partido único, siempre dispuesto a invocar la defensa del país de la revolución K triunfante para justificar sus latrocinios, siempre entusiasta promotor de la confusión entre estatismo e izquierda, siempre con el nacionalismo inflamado en la boca y la billetera afilada en los bolsillos parece que no ha sentido jamás siquiera hablar.