LOS ESPERO...
DATOS PERSONALES
- Fernando A. Iglesias
- * Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires
martes, 31 de marzo de 2009
lunes, 30 de marzo de 2009
Se indigna Abduca de que no quiero contestar los argumentos de Rozitchner, cuando dedico todo mi artículo a rebatirlos y proponer otros que me parecen mejores.
En dos cosas tiene razón Ricardo Abduca en su larga diatriba contra mi respuesta al “Plomo fundido sobre la conciencia judía” de León Rozitchner. La primera y principal es que he cometido una ligereza atribuyéndole a Rozitchner un apoyo a los crímenes del 11 de septiembre que no ha existido. Déjenme disculparme señalando que no mentí (“mentira pura y simple” dice Abduca, el implacable), ya que la mentira supone la intención de mentir, lo que no es el caso. Sí es cierto que actué con superficialidad y ligereza sobre un tema delicado, de lo que me arrepiento. Recordaba las declaraciones de Rozitchner “comprendiendo” el brindis con champagne de Hebe de Bonafini en ocasión del horror de las Torres y sin verificar la información le atribuí una posición similar a la de Hebe a Rozitchner, por carácter transitivo. Aprovecho pues la oportunidad que me da Abduca para disculparme con Rozitchner y con los lectores de Contraeditorial. De veras, lo lamento.La segunda cosa en la que estoy de acuerdo con Abduca es que Abduca escribe con indignación y asombro, como él mismo dice. En efecto, el estilo de Abduca –que escribe entre comillas y entre signos de admiración– refleja su actitud: no cree Abduca necesario considerar las dos o tres ideas que constituyen el centro de la tesis que defiendo (a saber: que el conflicto en Palestina no es fruto de la maldad israelí o árabe, ni el exterminio judío es el producto necesario de la religión cristiana y la economía capitalista –como sostiene Rozitchner sin aportar pruebas al respecto que vayan más allá de una argumentación teológica– sino que ambos –la Shoá y el conflicto árabe-israelí– son el producto del desajuste entre una concepción nacionalista del Estado –que supone la congruencia de un espacio político, económico, cultural, racial y religioso– y las fuerzas globalizantes de la Modernidad en desarrollo), para lo cual cito los casos –coincidentes con mi hipótesis– del largo período de paz del que ha gozado la Europa supranacionalmente unificada y el interminable conflicto desatado entre India y Pakistán e Israel y los árabes y palestinos.Mi tesis puede ser esquemática, lo admito, pero he tenido que formularla en un espacio reducido después de haberla escrito en al menos dos libros, que Abduca podría haber consultado en vez de tachar mis ideas de “cuento didáctico”. Mi tesis puede también ser polémica, pero no estaría de más que Abduca dejara de indignarse y mejorara (o al menos formulara) sus argumentos, en vez de atiborrarnos con puntos exclamativos que invocan unos sentidos comunes contra los que –precisamente– intento debatir sin lograrlo.Se indigna Abduca de que no quiero contestar los argumentos de Rozitchner, cuando dedico todo mi artículo a rebatirlos y proponer otros que me parecen mejores. Se asombra de que llame pasión malsana y antisemitismo judío a la argumentación rozitchnereana cuando no hay otra descripción mejor de una posición que ve en Israel sólo los males y en los palestinos sólo los padecimientos. Y bien, Abduca, hasta los niños de pecho saben, con la sola condición de que hayan estudiado un poco de historia, que el territorio que “debía compartirse” nunca fue compartido porque los países árabes vecinos rechazaron la resolución de la ONU que lo disponía, ya que –como buenos nacionalistas que eran– no querían “perder” lo que consideraban parte de sus propios países en beneficio de un entonces inexistente pueblo palestino. Motivo por el cual iniciaron también una guerra contra Israel, que perdieron. Lo que desde luego no justifica los crímenes ni el militarismo de Israel pero pone las cosas exactamente en el terreno de mi tesis: no es el nacionalismo árabe, ni el nacionalismo de Israel, ni el nacionalismo de los palestinos. Es el nacionalismo, Abduca.Ni este ni ninguno de mis argumentos parece ser digno de la consideración de Abduca. Le basta citar el sufrimiento de los palestinos para sugerir que todos los que no adoptamos la tesis explicativa de Rozitchner acerca de por qué se ha producido estamos contentos con las masacres. Se lo digo de nuevo, Abduca: los árabes, los judíos, los cristianos, los estadounidenses, los palestinos, no son hombres, sino grupos de hombres. No es lo mismo. La idea de la culpabilidad colectiva, la idea de que “los europeos son responsables de la Shoá”, digamos, es una idea tribalista contraria al derecho moderno, propiciatoria de todo tipo de violencia y agradable al paladar de los Adolf Hitlers de turno, que creían que bastaba que un niño naciese formando parte de una etnia para achacarle las culpas de sus antepasados. ¿Qué sentido tiene decir que “la solución final fue un exterminio teológico (cristiano) político europeo” como hace Rozitchner? ¿Qué eran, si no europeos, los judíos exterminados en la Shoá? ¿Qué eran, si no cristianos, la mayoría de los “Justos entre las Naciones” condecorados por los sobrevivientes del genocidio por haber salvado a miles de judíos? La idea de sujeto, tan mentada como menospreciada por Rozitchner, supone que nadie es responsable si no de sus propias acciones, ya que la idea contraria, la de una culpa colectiva atribuible por Hitler a los judíos y a los cristianos europeos por Rozitchner –valgan las enormes diferencias– lleva en la práctica a aberraciones como creer que el asesinato de miles de ciudadanos de 80 países del mundo que trabajan en unas torres en Manhattan puede constituir alguna forma de combate contra el imperialismo.Tampoco dije que Rozitchner fuera fascista. Sí sostengo que pensar con las categorías schmittianas (la política pensada desde la contradicción amigo-enemigo, el énfasis en el estado de excepción y en la idea de soberanía) conduce fatalmente a considerar el campo político como una prolongación del campo de batalla, a la abdicación de ideas fundamentales de la Modernidad (el individualismo y el sujeto, en lugar del tribalismo; los derechos humanos y no la soberanía estatal, etc.) que son la base de la defensa contra el totalitarismo. Y no dije “leer” sino “compartir” las ideas de Schmitt. Hannah Arendt compartió hasta el lecho con Heidegger, según dicen, pero basta leer “Sobre la revolución” para comprender que casi nada del espíritu antimodernista de Heidegger la rozaba.Nada de esto discute Abduca. Cree en cambio que unas breves apelaciones al sentido común terecermundista bastan para zanjar la cuestión. Por eso escribe “contrastando la feliz Europa del Plan Marshall con la pobre India británica o la pobre Palestina británica”, sugiriendo que la paz en Europa fue el simple producto de su riqueza (el Plan Marshall). La posibilidad de que sea al revés, que la riqueza sea el producto de la paz y no el contrario, no se le pasa siquiera por la cabeza. Si así no fuera, si Abduca examinara la Historia y no los supuestos victimistas con los cuales la observa, vería lo evidente: en 1914, inicio de las guerras en Europa, el viejo continente era por mucho el más importante y rico del planeta. Treinta años después, luego de un genocidio y dos guerras mundiales producto de la malsana pasión nacionalista, ya no lo era. Si Abduca tuviera razón, si la paz fuera producto de la abundancia y no de la superación de la barbarie tribal nacionalista, la rica y poderosa Europa de 1914 debería haber sido más pacífica que la devastada y pobre Europa de 1944. En cuanto al Plan Marshall, los comprensibles alaridos de los palestinos cada vez que la Unión Europea les suspende las ayudas económicas bastan para comprender la situación. No tengo datos a la mano, pero invito al indignado Abduca a realizar un estudio comparativo entre el volumen del Plan Marshall de entonces comparado con el PBI europeo de entonces y el de la actual ayuda europea en relación al actual PBI palestino. No sé cuál es el resultado pero adivino que nos permitirá a los dos aprender algo sobre los motivos de una debacle.Tampoco sirve sugerir que hay nacionalismos malos (los de los países centrales) y nacionalismos buenos (los de todos los demás países, y sobre todo, el nuestro). El nacionalismo alemán (como el japonés y el italiano) era un nacionalismo de países de segundo orden que reclamaban su “lugar bajo el sol”. Era un nacionalismo de los países proletarios y oprimidos, al decir de Mussolini, que se organizaba contra las opresoras y plutocráticas naciones anglosajonas. ¿Le suena, Abduca? ¿No? Entonces lea Mi lucha.Decir que hablar de “nacionalismo” es apelar a “un razonamiento botánico que agrupa especies por género próximo... para luego llenar esa caja vacía con los contenidos que a él le parece” es una simple confesión de la imposibilidad de Abduca de pensar con categorías generales (mejor dicho: con categorías generales que no le simpatizan, ya que si yo sostuviera que el imperialismo o la dictadura no existen ya que hay muchas maneras de ser imperialista o dictador, otro sería el cantar para Abduca). Y afirmar que lo hago para “sacar de foco argumentos centrales de Rozitchner sobre el fondo religioso de las categorías políticas y subjetivas” es una demasía. Entérese, Abduca: es esto mismo lo que intento poner en cuestión, las categorías (más que los argumentos) centrales de Rozitchner. ¿Puedo hacerlo? ¿O está vedado por algún decreto de necesidad y urgencia que desconozco?He dejado ex profeso para el final los argumentos de política nacional de Abduca. Se queja Abduca de la “intolerancia y agresividad tan desagradables de las diatribas de los lectores-comentaristas de La Nación online”. Lo invito a visitar mi propio blog después de que publiqué en él mi denuncia contra Néstor Kirchner por usurpación del título de Presidente para verificar lo generalizado de esa intolerancia. Y no estaría mal tampoco que Abduca se preguntara de dónde ha salido en estos últimos años tanta enemistad entre los argentinos (Abduca cree que la Coalición que integro es “la primera en echar leña al fuego”, pero me temo que nos sobreestima). Tiene razón también en observar que Cervantes no es Menard ni yo soy Solanas, Bonasso, Macaluse o Lozano. Integré las listas de la Coalición Cívica con Macaluse en 2007, en efecto, pero cinco minutos después de haber sido elegido diputado seguía creyendo en las propuestas del grupo político por el que había sido votado, lo que no puede decirse de Macaluse. Tampoco fui nunca socio del aparato kirchnopejotista, como Bonasso, ni me fui cuando soplaron malos vientos que ya se veían venir en los tiempos de gloria. Aún más, escribí un libro de crítica al kirchnerismo a inicios del 2007, cuando las encuestas le daban una imagen positiva del 70%. En cuanto a Lozano y Solanas, mi disidencia con ellos es tan grande como mi respeto.Todo un estilo el de Abduca y el del kirchnerismo: no discutir nunca lo que dice el otro, sino más bien atribuirle unas ideas y unas intenciones, poner todo el esfuerzo en indignarse y ocupar al “enemigo” en la tarea de sostener que nunca dijo lo que nunca dijo. Y escandalizarse. Sobre todo y ante todo escandalizarse, ya que todos los males de la Argentina son culpa de la Coalición Cívica, que gobierna ininterrumpidamente el país desde hace veinte años con la complicidad de los Moyano, los Rico, los Saadi y los Barrionuevo (¿le gusta su medicina, Abduca?).Si yo uso el carácter transitivo y atribuyo a Rozitchner las declaraciones de Bonafini –a quien Rozitchner “no justifica, pero comprende”– soy un mentiroso según Abduca. Dos minutos después, el mismo Abduca cita veintitrés supuestas declaraciones de Carrió en veinte líneas, todas ellas –dada la brevedad– fuera de contexto, y supone acaso que con ello dice algo acerca de mi persona o de mis argumentos sobre los motivos del conflicto árabe-israelí.Pero el truco del carácter transitivo opera no sólo en el tema personal (Rozitchner puede justificar a Bonafini sin responsabilizarse en absoluto de las opiniones que “comprende”, en cambio yo debería dar explicaciones sobre todo aquello que Abduca dice que dijo Carrió), sino también en el plano de las ideas. Así, afirmar –por ejemplo– que hay algunas similitudes entre el kirchnerismo y el estalinismo (aunque relativizadas por el adjetivo “débil”) es lo mismo que decir que Kirchner es igual que Stalin. A esto lo llama razonar, Abduca. Y bien, Abduca: si desea debatir conmigo cuestiones de política local tome cualquiera de los muchos artículos que publico y propóngales escribir sobre él a los amables responsables de Contraeditorial. Como he hecho yo con Rozitchner, sin ir más lejos. En tanto, lo que se debate aquí son las razones del conflicto en Palestina y no el estilo ni la retórica de los políticos de la oposición.En cuanto a Carrió: no quiero que mi respuesta sea interpretada como indiferencia. No siempre comparto sus opiniones ni adhiero a todas las facetas de su estilo. Por otra parte, ni esto ni ninguna otra cosa me ha pedido Elisa Carrió cuando me ha ofrecido ser parte de la Coalición Cívica, primero, y candidato a diputado, después. Sí me pidió que fuera honesto, libre y que defendiera mis ideas, que es lo que intento hacer lo mejor que puedo. Y guardo para la doctora Carrió una gran admiración: por ser la primera que denunció, arriesgando la vida y pagando un enorme costo personal por hacerlo, la llegada del mayor flagelo de los últimos tiempos: la droga, que no sólo hambrea a los pobres del país sino que los somete a las mafias y los mata. Y le guardo admiración también por haber sido la única, entre los actuales grandes líderes de la Argentina, que batalló contra la Obediencia Debida y el Punto Final y denunció la corrupción menemista cuando ningún diputado ni senador del Pejota bajaba a dar el quórum, porque no era negocio hacerlo.Así que, Abduca, no se indigne. Mejore sus argumentos. O, al menos, formule algunos.
domingo, 29 de marzo de 2009
ver artículo
miércoles, 25 de marzo de 2009
Estimado Secretario General de la Organización de Estados Americanos,
Dr. José Miguel Insulza
Estimado Secretario Adjunto de la Organización de Estados Americanos,
Emb. Albert R. Ramdin
Estimado Secretario de Asuntos Políticos de la Organización de Estados Americanos,
Dr. Dante Caputo
Como diputado nacional de la República Argentina me dirijo a ustedes a fin de manifestar mi enorme preocupación por el desarrollo del actual proceso electoral en mi país. Al conocido escándalo ocurrido durante las últimas elecciones nacionales del 28 de octubre de 2007 (del cual el Bloque Parlamentario de la Coalición Cívica ha informado personalmente al Embajador Albert B. Ramdin en ocasión de su visita a Buenos Aires) y la negativa permanente del Gobierno de la Dra. Cristina F. de Kirchner a impulsar cualquier tipo de modificación al sistema electoral que impida su repetición y garantice la transparencia de los comicios legislativos de 2009, se agrega ahora la inaceptable pretensión gubernamental de adelantar los mismos para el día 28 de junio (adjunto la convocatoria a la sesión especial de la H.C.D. que está tratando esta iniciativa en el momento en que presento esta denuncia).
Después de meses de oposición a las iniciativas opositoras (empleo de una boleta única, asignación de los cargos de presidente de mesa a empleados del Poder Judicial y escrutinio provisorio en manos de la Cámara Nacional Electoral -y no en las del Ministro del Interior del Gobierno), oposición sostenida invariablemente en la escasez de tiempo para hacerlo antes de las elecciones de octubre, y luego de calificar las propuestas opositoras de “oportunismo político” y “manipulación institucional”, el Gobierno de la doctora Kirchner intenta ahora adelantar las elecciones violando la legalidad establecida con el único objetivo de mejorar las chances electorales del partido en el poder, lo que acrecienta las sospechas de la oposición sobre un intento oficialista de fraude electoral.
En 2004, el Congreso Nacional de la República Argentina decidió por unanimidad fijar las elecciones el último domingo de octubre para dar previsibilidad y transparencia a los comicios. Hoy, resulta difícil calcular las alteraciones del normal cronograma electoral que la aprobación de un adelantamiento injustificado y arbitrario supondría, pero es posible enumerar algunas de ellas: 1) imposibilidad de desarrollar el calendario interno de las agrupaciones políticas, que se verían compelidas a decidir sus candidaturas sin elecciones primarias; 2) incapacidad de las instituciones estatales para depurar y actualizar los padrones electorales, habitualmente atrasados –cuando no voluntariamente adulterados- en la Argentina; 3) dificultad de los candidatos – y más especialmente: de los candidatos de la oposición- para instalar sus candidaturas y acortamiento injustificado del necesario debate que debe preceder toda elección de esta envergadura, a lo que podría sumarse el viejo hábito del oficialismo de negarse a cualquier tipo de debate en los medios de difusión. Todo ello, en un contexto de manipulación oficialista de los medios estatales y de crecientes presiones sobre la prensa independiente -reiteradamente denunciadas por la Sociedad Interamericana de Prensa- agravadas recientemente por las amenazas públicamente proferidas por el Presidente del Partido Justicialista y ex Presidente de la República,, Dr. Néstor Kirchner, contra los principales medios informativos del país.
En vista de todo ello, no sólo como diputado nacional sino como ciudadano preocupado por el deterioro profundo y continuo de la situación institucional en Argentina, quisiera solicitarles que arbitren todas las medidas que estén a Vuestro alcance para permitir que la voluntad electoral de los argentinos pueda expresarse esta vez sin condicionamientos ni fraudes. En este sentido, quisiera insistir respetuosamente en el pedido efectuado oportunamente por las máximas autoridades de la Coalición Cívica y todos sus partidos integrantes, así como por el Foro de Partidos por la Reforma Electoral, a favor de que observadores de la OEA organizados como Misión de Observación Electoral (MOE) supervisen in situ la regularidad de los comicios en nuestro país, propuesta que ha sido recientemente fundamentada en el ejercicio de la Carta Democrática Interamericana del 11/09/01 y respaldada por la acordada oficial de la Justicia Nacional Electoral del 03/03/09, de la cual adjunto copia.
Que el órgano competente del Poder Judicial de la República Argentina se haya expedido favorablemente a nuestro pedido de observación por parte de la OEA y diera curso a la solicitud del envío de una Misión de Observación Electoral dirigiéndose al Poder Ejecutivo Nacional -más específicamente, al Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto- constituye un antecedente jurídico de excepcional relevancia. Solamente se requiere hoy de la voluntad política del gobierno de la Dra. Kirchner para dar transparencia y confiabilidad al proceso electoral argentino, fuertemente cuestionado por lo sucedido en octubre de 2007 y por el escenario actual de manipulación de los medios de información estatales, amedrentamiento de los medios privados y adelantamiento injustificado de los comicios con el posible objeto de abortar las reformas electorales y dificultar todo tipo de supervisión internacional del proceso electoral.
Seguro del compromiso de la OEA en “promover y consolidar la democracia representativa” (art. 2B) y el “ejercicio efectivo de la democracia representativa” (art. 3D), me dirijo a Uds. a fin de informarlos de la situación existente y para solicitar su pronta actuación en este asunto de gravedad extrema para la salud institucional de la región.
Aprovecho la ocasión para saludar a Uds. con mi consideración más distinguida.
Fernando A. Iglesias
Diputado Nacional por la C.A. de Buenos Aires
Coalición Cívica
domingo, 22 de marzo de 2009
DIEZ LEYES GLOBALES SOBRE
Hace ya más de tres años, cuando
En este trabajo, en honor de Karl Popper y su hipotesis sobre la falsación, trataré de someter a la prueba de la realidad de la abrumadora crisis financiera globa todas y cada una de las tesis que constituyen el corpus central de mi trabajo.
ACHICAMIENTO DEL ESPACIO Y DESAPARICIÓN DE FRONTERAS
Tanto la tesis del achicamiento del espacio como sus fenómenos conexos, la progresiva debilidad de las categorías territoriales y la caída de fronteras, han tenido confirmación en lo sucedido durante la gestación y desarrollo de la crisis. Lejos de detenerse después de los sucesos del 11 de septiembre (como el wishfull-thinking de algunos globalifóbicos había anunciado ante la disminución del ritmo de los fenómenos globalizadores que siguió a los atentados), la globalización de los fenómenos sociales ha crecido tanto en términos de extensión como de profundización. Si por un lado el desarrollo económico de China, India, Rusia y Brasil convirtió a estos países en jugadores globales con intereses en el resto del mundo, por el otro las regiones ya incluidas en el proceso de globalización durante los Noventa hicieron aún más estrecha su interconexión e interdependencia.
Como consecuencia inevitable de la consiguiente caída de barreras territoriales, una crisis iniciada en el sector inmobiliario de los Estados Unidos se expandió imparablemente en lo geográfico, abarcando la totalidad de las economías del planeta. Inevitablemente, los líderes europeos que primero esperaron en que la crisis se limitase a Estados Unidos y después se dedicaron a rezar infructuosamente para que fueran los Estados Unidos los que pagaran los mayores costos han quedado en ridículo. Aún más grave, su demora en comprender que no había ya Océano Atlántico que valiese los llevó a demorar las medidas contracrisis y, aún hoy, sigue siendo un firme obstáculo a la superación de la debacle. Para no hablar de los teóricos del desacople y el vivir con lo nuestro, que garantizaron de entrada que ciertas economías de la periferia estaban inmunizadas del contagio para pasar rápidamente después a echarle la culpa de todos los males locales a la crisis global, que olvidan que la burbuja que ahora estalla es la que permitió cinco años de superconsumo estadounidense y de supercrecimiento chino-indio, y con ello el alza vertical del precio de las commodities que hizo que los países de desarrollo intermedio crecieran a un ritmo de más del 5% anual, con picos del 8% en los productores de petróleo y alimentos. Curiosamente, acaso la más explícita expresión de la incomprensión supina del funcionamiento global del mundo realmente existente fueron las intervenciones públicas de ciertos líderes de estos mismos países beneficiados por cinco años de viento de cola, que se mofaron de las desgracia ajenas en escenarios de relevancia mundial poco antes de que sus naciones fueran embestidas por la ola recesiva y piden aún hoy un reconocmiento global a sus “aciertos” que en todas partes se observa como un síntoma de verdadera desconexión, pero de desconexión con la realidad.
Movilidad, desterritorialización y escala global son las palabras claves del creciente poder del sistema financiero y no será la insistencia en la territorialización y la escala nacional las que devuelvan salud y vitalidad a la economía mundial globalizada. Sin embargo, no ha sido el contagio general y planetario la única demostración del achicamiento del espacio y la relativización de las barreras espaciales que fueron una característica dominante de
Ya el crecimiento industrial del que hasta hace pocas décadas era el continente con mayor número de pobres en el mundo, Asia, había derribado las pseudorazones proteccionistas de quienes por décadas habían insistido en que un mundo sin fronteras suponía la desaparición de las industrias radicadas fuera de los países centrales. La transformación de Japón, primero, del sudeste asiático, después, y de China, finalmente, en el taller del mundo global, desmintió rotundamente las aporías del tercermundismo proteccionista y demostró que son los países de desarrollo medio los que gozan de ventajas comparativas en las industrias mano-de-obra intensivas.
Al mismo tiempo, los países de
Ahora bien, pese a todo es posible que Estados Unidos salga mejor parado de esta crisis que sus competidores. Pero también es cierto que ello se deberá, en su mayor parte, al fracaso de quienes encarnan hoy la multipolaridad del mundo y a su inconsecuencia suicida con sus propias ideas: un país que se dice comunista -China- pero es incapaz de desarrollar un mercado de consumo interno y depende de las compras de los Estados Unidos, y una unión continental, la europea, que sólo se mantiene unida gracias a las anclas institucionales y monetarias que se pusieron en tiempos más felices, pero que vacila hoy a la hora de elaborar políticas anticíclicas comunes, Y esto, para no hablar de la incapacidad de Europa para exportar su modelo de unión federal supranacional basada en una carta de derechos sociales al terreno global precisamente en el momento en que más se lo necesita para coordinar esfuerzos y abortar los intentos de exportar la crisis mediante el proteccionismo nacionalista y la xenofobia.
Es también evidente que la hegemonía que ejercieron los Estados Unidos desde el fin de
Lo que nos conduce a la validación de otra de las tesis: la de la difuminación y el quiebre de límites tradicionalmente válidos. Y no se trata únicamente del desvanecimiento de límites geográficos, sino de que la modernización basada en redes tecnológicas impulsa la desconexión de las actividades humanas respecto del territorio (desterritorialización) y derriba todos los límites sistémicos, provocando –por ejemplo- el desvanecimiento -mediante la aplicación de derivativos y apalancamientos- de la frontera entre la banca comercial y la financiera, entre la economía “real” y la “irreal”, entre la propiedad privada y la propiedad estatal de las empresas y bancos, así como una mutación del carácter privado-económico o público-político de los riesgos de todo tipo. De allí que casi la mitad de la riqueza financiera del mundo se halle hoy “en ninguna parte” (es decir: en paraísos fiscales). Y de allí también que la crisis haya pasado tan rápidamente de los Estados Unidos al resto del mundo, del real state a la economía financiera y de allí al resto de las actividades productivas, sin respetar ningún tipo de separación no solo geográfica sino sistémica.
RECONFIGURACIÓN DEL CONTEXTO TEMPORAL Y ACELERACIÓN DEL CAMBIO HISTORICO
Los fenómenos y procesos globales originan una reconfiguración general del contexto temporal en que transcurre la experiencia humana. Sus elementos básicos son la aceleración del ritmo de vida y del cambio histórico, el incremento de la importancia de las categorías temporales, su hegemonía sobre las territoriales y el triunfo de lo moderno. La globalización, un fenómeno episódicamente ya presente al menos desde los viajes de Marco Polo y Cristobal Colón, se revela básicamente como aceleración y consecuente aumento de la intensidad y la frecuencia de los contactos transnacionales y de los procesos desterritorializantes y globalizadores. Y si existe algún terreno en el que el tiempo reina sobre el espacio, ése es el de las finanzas globales hoy en crisis. Así como no hay limitación espacial que la debacle reconozca, su cambio se hace veloz, acelerado, en tanto el futuro (las expectativas acerca de un futuro sombróo) gobiernan completamente el presente.
La lentitud que todos han achacado a los líderes políticos para responder a la crisis, sus insoportables idas y venidas y la consiguiente inexplicable demora en aplicar remedios que parecen ser evidentemente necesarios no son el fruto de alguna forma de envejecimiento prematuro que ha retardado sus reflejos, sino un producto del diferencial entre el ritmo de quienes siguen moviéndose al tempo de los viejos buenos tiempos nacional/industriales y la aceleración que caracteriza la mayor crisis del siglo XXI. El contraste no puede ser sino patético. Analizaremos sus causas en el capítulo dedicado a la asincronía, pero es posible ya sacar algunas conclusiones: así como si los remedios a una crisis global no pueden ser nacionales ni inter-nacionales, la respuesta a una crisis aceleradamente cambiante debe ser rápida antes que precisa; básicamente, porque los costos de una decisión parcialmente errónea pero veloz son mucho menores que los de una respuesta técnicamente perfecta pero lenta, es decir: que termina por aplicarse cuando las circunstancias que la generaron han cambiado ya radicalmente.
Cuando quienes despreciaban completamente el terreno de la ingenieria institucional global por utópica hablan hoy incansablemente de la necesidad de regulación de los mercados mundiales y se dedican a diseñar sus instrumentos, no debería olvidarse que tal regulación no se define por su tamaño burocrático ni su volumen de impacto, sino por su agilidad y tempismo. Los futuros instrumentos reguladores no sólo deberán ser globales sino actuar de forma adaptable y cambiante ante el previsible cambio que los actores financieros usarán sistemáticamente para burlarse de los controles a los que los sometan. Por ello, las tres palabras claves de una política de regulación anticrisis de un mundo en cambio acelerado deberían ser: globalización, anticipación y detección temprana; es decir: todo lo contrario de lo que se ha hecho hasta ahora.
EMERGENCIAS
Ni financiera ni internacional (digan lo que digan los titulares de los diarios), sino económico-social y global, la actual crisis suma su amenaza a las del recalentamiento climático y la proliferación nuclear, entre otras, reconfigurando así a las sociedades emergentes de la era de las Modernidades Nacionales como una sociedad global del riesgo, según la definición de Ulrich Beck y, por lo tanto, como una comunidad global de destino. La dialéctica entre las categorías geográficas sufre también una profunda modificación. No sólo aparecen fenómenos, procesos y sistemas de tipo global-mundial-planetario y deslocalizados-deterritorializados-decentrados, sino que estos se hacen preponderantes y hasta hegemónicos frente a los locales y nacionales, invirtiendo el orden causal típico del anterior período, que iba de lo nacional a lo inter-nacional y lo mundial.
Se trata de una revolución copernicana por la cual el mundo, que ayer se ubicaba en la periferia de un sistema social ptolomeico y era constituído por la mera sumatoria de las causalidades nacionales y sus interacciones inter-nacionales, ocupa hoy el centro del sistema social copernicano, dejando a lo nacional-territorial relegado a una posición periférica. Por eso, no sólo ninguna zona geográfica puede evitar sufrir los efectos recesivos de la brutal desaceleración del crecimiento sino que los dispositivos nacionales quedan expuestos en su real dimensión de subsistemas de una red global de determinaciones y procesos. Quedan así en evidencia la ceguera del nacionalismo metodológico y globalifóbico, que sostenía que la globalización era un fenómeno secundario y pasajero, y la cortedad de miras de los globalidólatras, que auguraban que la entrada en la era global constituía per se un camino irreversible hacia una sociedad mundial más próspera, justa y democrática.
La globalización se revela hoy, al mismo tiempo, como un proceso que tiende a desarrollarse indeteniblemente pero que no es irreversible, y que tampoco puede ser revertido sin pagar enormes costos. Para decirlo según las tesis enunciadas: en un universo sometido al cambio tecnoeconómico acelerado, la globalización de los procesos sociales sólo se detiene por causas catastróficas y generando enormes retrocesos en las condiciones políticas y sociales. Confirmada en pleno esta hipótesis por la crisis, queda solo por ver hasta qué punto se harán efectivas sus terribles consecuencias.
ASINCRONÍA Y PODER DE LAS ESCALAS AMPLIADAS
En una era global, el poder se obtiene, se disputa y se pierde globalmente. Las ideas de asincronía y de poder de las escalas ampliadas intentan expresar la fuente temporal y espacial de ese poder, respectivamente. Según postulamos, las asincronías de desarrollo y el poder de las escalas ampliadas se originan en la diferenciación progresiva de los campos de la actividad humana y los sistemas sociales derivados de ellas, y en su divergente velocidad de evolución; lo que determina su extensión, sus capacidades y su equilibrio relativo de fuerzas. Y la evolución acelerada, la extensión global y el empoderamiento del sistema financiero global es, con mucho, la más perfecta ejemplificación de estos procesos.
Vivimos en un universo en el que la tecnología se mueve a la velocidad de la luz, cruzando instantáneamente la superficie planetaria escondida en los cables de Internet y en las ondas Hertzianas de los mass-media, mientras que la economía viaja cercana a la velocidad del sonido, bien resguardada en los maletines de los managers globales que cruzan el planeta usando aviones y la red mundial de aeropuertos. Al mismo tiempo, la política se mueve aún a la velocidad del tren, emblemático medio de transporte de las Modernidades Nacionales y el único de los mencionados que tiene la capacidad de moverse hacia atrás, como han ejemplificado las barbaries del siglo XX. Como consecuencia de esta divergente velocidad de evolución, el sistema económico -mucho más capaz de adaptarse a un mundo en cambio permanente que el sistema político, así como de incorporar los adelantos ofrecidos por el sistema tecnológico- se ha globalizado mucho más rápidamente y ha hecho de la política su sierva. A su vez, el sector financiero -el menos material en las actividades económicas, el más dependiente de la inteligencia humana y de otros factores intangibles, el más “virtual”- ha evolucionado más velozmente y se ha hecho global más rápidamente que cualquiera de las otras ramas de la economía, imponiendo su hegemonía al sistema económico por las mismas razones por las cuales éste lo hizo con el sistema político.
La sincronización del ciclo económico mundial derivada del abatimiento de fronteras para el flujo de capitales ha ocurrido pues sin que existiera aún ninguna institución capaz de promover políticas antirrecesivas a nivel mundial y de ofrecerse como prestamista global de última instancia. Ciegos a estas realidades y exigencias de la era global, los mismos nacionalistas-industrialistas que ayer insistían en que la mayor parte de las actividades económicas no eran globales sino locales y nacionales como demostración de que la globalización era un espejismo, se quejan hoy de que un banco y un fondo monetario inter-nacionales no sean capaces de desarrollar a nivel mundial las tareas que en las naciones-estado desempeñan los ministerios de economía de los sistemas político-democráticos cuando, en realidad, seria llamativo que sucediese lo contrario.
La crisis ha dejado en claro que -sin importar que la producción de un bien sea material y nacionalmente localizada- el simple hecho de que su proceso de financiación y venta dependa de la situación en el mercado mundial hace que toda forma de creación de valor económico sea hoy parte inescindible de una red globalizada. El mercado inmobiliario estadounidense resultó ser sólo la parte más débil de una burbuja financiera mundial. que primero sostuvo un crecimiento inédito (cercano al 5% mundial anual) y luego trajo consecuencias igualmente extraordinarias; pero esta vez, recesivas.
Para salir rápida y eficazmente de la crisis y evitar su repetición resulta imprescindible comprender el funcionamiento de un sistema cuya regla fundamental es que el poder determinante de cada fenómeno, proceso o sistema social depende progresivamente de la escala de su estructura y su capacidad de intervención: es lo que llamo el poder de las escalas ampliadas por el cual lo global detrmina cada vez más lo regional y lo nacional, y no lo contrario, y las instituciones y sistemas territoriales son corrompidos por la lógica de los sistemas globales y/o desterritorializados.
Un capitalismo globalmente unificado está destinado a reinar, en las presentes condiciones, sobre un mundo políticamente dividido en doscientos estados que son intrínsecamente incapaces, por definición, de abandonar la defensa miope de sus intereses nacionales de corto plazo para representar los intereses comunes, globales y de largo plazo, de la entera humanidad sufriente. De allí, y no de una particular incapacidad de los líderes políticos actuales, el siempre mencionado retraso de la política y las recetas tardías y desactualizadas de un sistema erigido para gobernar un mundo nacional/industrial que se halla hoy al comando de un universo postindustrial y globalizado que no puede comprender ni manejar.
Ha sido este universo hipercompetitivo en el que las unidades políticas nacionales y regionales se disputaban la afluencia de los capitales globales el que ha erosionado la capacidad de regulación del sistema financiero; de la misma manera que la disputa hipercompetitiva por la radicación de industrias desgastó los salarios y las legislaciones laborales y ambientales en todo el mundo. De allí también la incapacidad de elaborar y aplicar soluciones comunes debido al intento nacionalista de descargar la crisis en los demás mediante el proteccionismo abierto o encubierto y las políticas sesgadas por los intereses nacionales.
Asistimos pues al triunfo (un triunfo devastador y pírrico, por cierto) de lo moderno. Un triunfo que se expresa hoy de manera tan catastrófica como magnífica era, hasta hace apenas un par de años, su promesa de crecimiento global sostenido a tasas chinas y del consiguiente rescate de enormes masas de desheredados hacia una vida a la altura de las posibilidades tecnológicas alcanzadas por la civildad humana. Podemos dudar y polemizar si la tendencia positiva se reconstituirá, si lo hará más rápida o lentamente, o sobre si el mundo se desplomará en algún tipo de debacle planetaria en el que la crisis financiera invada no sólo el resto de la economía sino la política, como sucedió en las otros dos detentes automáticas del proceso globalizador: 1913 y 1929. Es difícil, sin embargo, dudar de que la tendencia ascendente o destructiva será global y no dejará espacios en el planeta en los cuales desconectarse o desacoplarse. En cuanto a la corrupción, que habíamos definido como la irrupción de lo privado y económico en el campo de lo público y político, y cuyo auge asociáramos con el inicio de una era global regida por el poder de las escalas ampliadas del sistema económico-financiero, ha dado sus frutos más evidentes en la vorágine rapaz de los CEOs de Wall Street, cuya leyenda sobre la puerta de entrada debería ser cambiada hoy por “Hazte rico sin importar las consecuencias de tus acciones”.
Ya sea que se trate de ambición o estupidez malsanas, otra tesis: la de la irrupción invasiva de los asuntos globales en las políticas nacionales, parece ampliamente confirmada. Si la anterior elección en los Estados Unidos giró acerca de las consecuencias del 11 de septiembre y la guerra en Irak, estos dos grandes temas internacionales-globales fueron ahora reemplazados en el tope de las preocupaciones de los electores estadounidenses por la gran crisis económica global. Si ayer había ganado la batalla electoral el candidato que mejor encarnó el rechazo a Bin Laden y Saddam Hussein y el que la mayoría de los votantes creían mejor preparado para asegurar la seguridad nacional en un mundo global, esta vez venció el que parecía más lejano a los malvados de Wall Street, y por lo tanto, el que ofrecía las mejores perspectivas de limitar social y temporalmente los daños del colapso económico.
CONFLICTOS TEMPORALES Y SISTÉMICOS
Por años, el nacionalismo metodológico defendió la idea de que las polaridades fundamentales eran geográfico-territoriales (centro-periferia, Sur-Norte, Primer mundo-Tercer mundo, etc.), descartando el enfoque globalizador como utópico y poco ajustado a la realidad crudamente nacionalista que –desde la izquierda y la derecha y del sur al norte- postulaban como paradigma de interpretación y acción en el mundo.
La crisis ha evidenciado, en cambio, que los vendavales globales pueden afectar el corazón del sistema, o –para decirlo mejor- que el sistema no tiene centro o –aún mejor- que su centro no es geográfico (los Estados Unidos) sino sistémico (el sistema financiero global). No se trata pues, como habíamos postulado, de la tensión entre los países centrales y los periféricos sino de la erosión de la política por la economía y la subordinación de ambas a las finanzas en todos y cada uno de los países del mundo, incluidos los avanzados y “centrales”, reducidos hoy también a simple periferia de las finanzas. Consecuentemente, ni el victimismo tercer-mundista ni el chauvinismo del bienestar primermundista, las dos teorías políticas que gobiernan hoy el campo de las polaridades políticas globales, pueden dar respuestas progresistas a una sociedad global configurada como comunidad mundial de destino.
Esto confirma al menos otras dos de las tesis enunciadas: 1) los antagonismos y oposiciones están dejando de ser territoriales para transformarse en temporales y sistémicos; y 2) las tensiones entre estructuras asincrónicas y entre sistemas políticos, culturales, económicos y tecnológicos basados en principios contrastantes se han transformado en el centro generador de conflictos. Entre sus muchos efectos destructivos, la omnipresente tensión global entre finanzas y economía, y entre finanzas y economía y política, ha tenido al menos la virtud de relativizar, acaso provisoriamente, la emergente polaridad entre los enclaves emergentes de la sociedad global de la información y el conocimiento y los remanentes petropolíticos de un mundo jurásicamente industrial, cuyas variadas amenazas (desde la dinastía Bush hasta el Irán de Ahmadinejad,
[1] Las cifras del Banco Mundial señalan que entre 1990 y 2004 las economías de los países mas ricos se han multiplicado por dos (se han duplicado), mientras que los países emergentes lo han hecho por 2,2 y los países pobres, que han sido los grandes perdedores, por 1,8.
martes, 17 de marzo de 2009
Los días 4 y 5 de marzo, una delegación parlamentaria conjunta conformada por las comisiones de Relaciones Exteriores de nuestro país y de la República de Chile viajó al Territorio Antártico. Como miembro de la comisión argentina formé parte de la delegación junto a su Presidente; el diputado Ruperto Godoy (FPV), y sus miembros Pedro Azcoiti (UCR), Luciano Rafael Fabris (UCR) y Luis Galvalisi (PRO). No se trató de un simple viaje turístico sino de un acto oficial que constituye un verdadero hito en la historia de la diplomacia parlamentaria sudamericana.
Ambas delegaciones se encontraron en la ciudad argentina de Río Gallegos y, al día siguiente, se trasladaron a la Base Frei en un avión Hércules de la Fuerza Aérea chilena. Esa misma tarde tuvo lugar una histórica sesión de ambas comisiones de Relaciones Exteriores, siendo la primera vez que legisladores de ambos países sesionan en forma conjunta. Es de mencionar que este acto de hermandad e integración se realizó en el año del trigésimo aniversario del desgraciado y –afortunadamente- fracasado intento de iniciar una guerra fraticida encabezado por las dictaduras que gobernaron nuestros países, y que fuera evitado por la intervención del representante papal, Cardenal Antonio Samoré.
Treinta anos después de aquella infausta locura, como una demostración significativa de la relación estructural entre guerra y dictadura, por un lado, y paz y democracia, por el otro, los representantes de los pueblos de Argentina y Chile firmamos un acuerdo por el cual los dos países, basándose en su proyección geográfica y antecedentes históricos, reafirmaron conjuntamente su soberanía sobre el sector antártico a pesar de la superposición parcial del territorio reclamado por ambos. Pero el histórico acuerdo firmado no sólo confirma el reclamo histórico de posesión de esas tierras sino que posterga cualquier discusión entre Argentina y Chile y rechaza enérgicamente las pretensiones del Reino Unido derivadas de la ocupación de las Islas Malvinas. En efecto, a fines de 2007 el Reino Unido reclamó unilateralmente derechos territoriales sobre un millón de kilómetros cuadrados antárticos y se prevé que este año realizará una queja formal en la ONU, motivo por el cual el tratado de cooperación firmado por Argentina y Chile está destinado a adquirir inmediata relevancia geopolítica.
En la histórica sesión, presidida por el diputado chileno Renán Fuentealba (DC), propuse un futuro común en la Antártica basado en tres iniciativas:
1) Acordar un tratado binacional de soberanía y administración compartida sobre los territorios reclamados por Argentina y Chile, ya que no tiene sentido intentar separar en la Antártida lo que la Historia aun no ha separado al mismo tiempo que en el continente intentamos unir lo que ha sido desunido.
2) Enmarcar esta afirmación solidaria de soberanía compartida en el marco de la Unión Sudamericana, declarando al Territorio Antártico bajo la proyección de Sudamérica parte inescindible del territorio sudamericano
3) Comprometerse a destinar al menos la mitad de los fondos provenientes de cualquier beneficio económico relacionado con la posesión de territorio antártico a la creación de un fondo fiduciario destinado a financiar la construcción de infraestructura que facilite la integración económica y social de los dos países mas pobres de nuestro continente, Bolivia y Paraguay, con los cuales tanto Argentina cono Chile tienen una importante deuda histórica.
Tales propuestas persiguen tres objetivos:
a) evitar cualquier posible futura tensión entre nuestros países derivada de discusiones sobre la partición del territorio antártico
b) reforzar las instituciones sudamericanas, que deberían hacerse cargo eventualmente de la administración del fondo de infraestructura a favor de Bolivia y Paraguay
c) sumar al frente común argentino-chileno a los demás países del UNASUR, unidos ante las pretensiones de potencias transcontinentales.
A pesar de su carácter fuertemente innovador, mis propuestas fueron bien acogidas por las delegaciones y los presidentes de ambas se comprometieron a transmitir la idea a ambos gobiernos y estudiar con detenimiento el primero de sus pasos (acuerdo binacional argentino-chileno de soberanía compartida).
Finalmente, como corolario de un trabajo que ojalá se extienda a otras áreas, ambas comisiones decidieron que las sesiones conjuntas deberían formar parte de la rutina parlamentaria de dos países con una historia e intereses tan comunes como los nuestros y ayudar a desarrollar una agenda permanente, de manera que al menos una sesión conjunta se desarrollará todos los a~os, alternativamente, en Buenos Aires y Santiago. Como parlamentario inexperto y primerizo debo confesar que me sorprendió y alegró el espíritu de colaboración y la eficacia diplomática de ambas delegaciones. Ojalá haya llegado, por fin, el tiempo, en que la unidad política de Sudamérica sea algo más que una frase bonita en los programas y discursos oficiales.
sábado, 7 de marzo de 2009
martes, 3 de marzo de 2009
Reflexión de mediodía en el programa de Victor Hugo Morales
Yo quiero vivir en el país de Cristina, verdadera roca firme en medio del embravecido mar de la crisis global, en el cual las matemáticas nacionales se diferencian de las grises cuentas de los tecnócratas gracias a la magia del profesor Moreno, y la inseguridad y la corrupción sólo existen en los dicursos apocalípticos de los opositores por vocación,
Yo quiero vivir en el país de Cristina, un país industrial en el que las fábricas de avanzada se instalan por doquier en tanto se marchitan los casinos y se oxidan las máquinas tragamonedas, se agostan los hoteles cinco estrellas y se cierran las consultoras financieras y las agencias inmobiliarias encargadas de comprar terrenos ficales por dos pesos para venderlos después en dólares a alguna gran empresa multinacional.
Yo quiero vivir en el país de Cristina, donde no hay egoísmos en el equipo oficialista y sólo los traidores lo abandonan, en tanto la Presidenta gobierna con la colaboración amorosa del Presidente, en un verdadero alarde de solidaridad matrimonial.
Yo quiero vivir en el país de Cristina, donde las provincias opositoras están alegres con lo que les dan, aunque antes les hayan sacado diez veces más y aunque lo que les dan les llegue de la mano del ministerio de las planificaciones, cuyo presupuesto se duplica cada año para impulsar un país floreciente en autopistas, ferrocarriles urbanos y suburbanos, trenes bala y trenes bola… y puentes y puertos y hospitales y escuelas renovados, en un verdadera lujuria de eficiencia y modernidad.
Yo quiero vivir en el país de Cristina en el cual los jubilados generosos prefieren que se les aumente el 15% un año y el 11% el siguiente, en lugar del 25% y el 12% como complotaba la malvada oposición; un país en el que los ancianos destinan generosamente los ahorros de su vida a financiar planes de compra de autos cero kilómetro para sus hijos y nietos, en una excepcional demostración de gentileza intergeneracional.
Yo quiero vivir en el país de Cristina, en donde todo funciona maravillosamente a menos que el mundo se decida a importunar, donde las estructuras mentales muy consolidadas son siempre las ajenas y el discurso único es siempre el de los otros; donde las exportaciones se cuentan según precio y no según volúmen, sin que importen nimiedades como la devaluación o la inflación.
Yo quiero vivir en el país de Cristina donde la culpa la tiene el denunciante y no el denunciado, donde el único problema es lo que dicen los diarios y el Gobierno puede demostrar su talante progresista anunciando, por quinta vez y en un año electoral, la nueva ley de radiodifusión. Más o menos como con el plan de las 1.000 escuelas y las reformas política, fiscal y electoral.
Yo quiero vivir en el país de Cristina, un país donde tenemos que atrevernos a formular, como siempre hicimos, un pensamiento alternativo frente a un mundo de incertidumbre, de dudas; un mundo que no sabe a dónde va. Un país en el cual tenemos algo que aportar a un planeta en crisis, sin arrogancia pero con la convicción de que hemos podido hacer aquí algo diferente; algo distinto de lo que hicieron otros países que eligieron otros modelos, y así les va.
Yo quiero vivir en el país de Cristina y aún más querré vivir en él después de que Cristina vaya a la reunión del G20 a recibir, sinceramente y sin arrogancia, con mucha humildad, los halagos que se merece por haberlo acertado todo, y sin desmayo y sin descanso logre luego la hazaña inédita de abolir los paraísos ficales donde se lava el dinero de la droga, después de lo cual gozaremos del monopolio mundial.
Yo quiero vivir en el país de Cristina porque en él hasta los necios que nos oponemos por oponernos, los que seguimos maltratando el sistema democrático en su conjunto, los que representamos intereses inconfesables, los que no mejoramos nuestro comportamiento a pesar de los consejos presidenciales, y los avaros y angurrientos, somos invitados por la Presidenta a dialogar sin agravios ni descalificaciones. Yo quiero vivir en el país de Cristina, el país del cambio dentro del cambio, el único país en el que se puede llegar a Alemania agarrando para el lado de Venezuela, el país en serio de la nueva política y la redistribución de la riqueza y la calidad institucional. Y también me gustaría que Cristina se bajara del helicóptero y los aviones y visitara este país, el mío, porque los que vivimos en él ya no podemos más de tanta soberbia e irresponsabilidad.