DATOS PERSONALES

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* Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires

jueves, 6 de agosto de 2009

Notas.-




La siguiente nota fue publicada en Contraeditorial de Agosto en respuesta a una escrita por Paul Kennedy en el diario Clarín del día 9 de Junio, titulada "El Estado ha vuelto".
Para leerla, hacer click aqui.

El estado-nación ha vuelto (a fracasar)

Impotentes para regular el sistema financiero globalizado al ritmo del avance tecnológico, los Estados nacionales promovieron condiciones económicas que tarde o temprano llevaron a la crisis, fueron impotentes para evitarla.
Para leer la versión original, hacer click aqui.

Resulta verdaderamente sorprendente escuchar de una figura intelectual del prestigio de Paul Kennedy el mismo absurdo mantra que hoy repite como un conjuro en la Argentina cierto nacionalismo populista disfrazado de progresismo y de izquierda, cuyo proyecto de país para el siglo XXI se remonta a los amarillentos tomos de la enciclopedia jauretcheana de mediados del siglo XX. En su artículo publicado el martes 9 de junio en Clarín (“El Estado ha vuelto –si es que ustedes creían que se había ido–”), Kennedy nos asombra con el repertorio habitual: el estado nacional, tan vilipendiado en los noventa, ha vuelto a escena para demostrar su indiscutible poder.

¿La demostración, según Kennedy? Los controles aeroportuarios y no aeroportuarios que se imponen hoy obligatoriamente en todos lados y las masivas intervenciones estatales originadas en la crisis financiera. Es por lo menos curioso que el habitante de uno de los muchos países que en el mundo han sabido dejar atrás –con errores y dificultades y altos costos económico-sociales, desde luego– la opción entre el neoliberalismo globalista y el nacionalismo autárquico y estatista sea incapaz de comprender que no se agotan allí las posibilidades políticas del mundo, y de alcanzar una alternativa superadora, como se usa decir ahora con el gesto enjundioso de quienes pretenden haber entendido el galimatías hegeliano, que intente conciliar –como aconseja la mejor tradición socialdemócrata– el dinamismo productivo de los mercados abiertos y la capacidad redistributiva de los sistemas políticos democráticos. Nada de eso, parece decirnos Kennedy. ¡Estatismo o neoliberalismo!, propone. Menemismo o kirchnerismo me parece oír ya que replica por aquí el eco de sus epígonos.
Pero repasemos por un momento la hipótesis kennedyana y los hechos realmente ocurridos.
La pavorosa debilidad del estado nacional más poderoso de la historia del mundo.

El 11 de septiembre de 2001 una secta medievalista armada con cuchillitos de veinte centímetros destruyó uno de los principales centros financieros del mundo –las Twin Towers– situado a pocos pasos de Wall Street, en la ciudad más importante del estado nacional más poderoso de la historia.

No contentos con ello, los terroristas destruyeron además buena parte del Pentágono, principal centro de coordinación de unas fuerzas armadas cuyo potencial bélico era y es suficiente para destruir varias veces la vida en la Tierra. Miles de personas murieron, el mundo se enfrentó a una crisis recesiva que duró más de un año y de la que se salió al precio de la famosa burbuja que acaba de estallar, el estado nacional más poderoso del mundo se embarcó en la invasión de Afganistán e Irak con resultados peores que desastrosos, se perdieron en él una parte importante de las libertades que habían necesitado siglos para consagrarse y en los aeropuertos de todo el mundo se hizo imposible viajar sin ser inspeccionado por una milicia civil regimentada. El tráfico global se lentificó y encareció, el comercio internacional cayó, las migraciones se hicieron más escasas y riesgosas y todos nos convertimos en potenciales sospechosos de apoyar al (o ser parte del) terrorismo o el fascismo. Y todo ello, debido a las acciones de una secta ridículamente pequeña pero no organizada nacionalmente sino como una red global de recursos que a pesar de sus mínimas dimensiones fue capaz de infligir una potente herida al estado nacional más poderoso del mundo en una operación cuyo costo total fue estimado en 200.000 dólares. ¿Qué lecciones sacan Paul Kennedy y los nacionalistas de todo el mundo sobre lo sucedido? Que el estado nacional ha vuelto y está en condiciones de imponer “demostraciones de autoridad en todas partes”. Sin comentarios...

Tanto o más claro es lo acontecido con la crisis financiera. Desde hace al menos veinte años un capitalismo global ha venido, mediante la deslocalización y el outsourcing, imponiendo condiciones a una política reducida a sus dimensiones nacionales. En el ámbito de la producción agraria e industrial, la competencia de los estados por las inversiones y los puestos de trabajo ha llevado a un dumping laboral y ecológico global, en el cual “ganan” ventajas comparativas para las inversiones los estados nacionales que más permiten contaminar y disminuyen más los salarios y los impuestos. En el ámbito financiero, este mismo dumping global está en el origen de la desregulación, las fusiones bancarias, el apalancamiento exponencial y su consecuencia previsible: la creación de la burbuja financiera que acaba de estallar.

Resumamos lo acontecido: impotentes para regular un sistema financiero globalizado al ritmo del avance tecnológico, los estados nacionales promovieron condiciones económicas que tarde o temprano llevaban a la crisis, fueron impotentes para evitarla, la detectaron tardíamente, y cuando finalmente se decidieron a actuar debieron adoptar medidas globales en organismos supranacionales como el FMI y el G20; medidas que consistieron básicamente en disponer un vasto operativo de rescate en favor de las mismas corporaciones que se habían hecho un festín en los noventa. Una hazaña...

De testigos impotentes en la era de las grandes ganancias (escasamente expresadas en términos de mejora de la situación de los ciudadanos más pobres y vulnerables) a socios en las pérdidas, financiadas hoy con los impuestos que pagamos todos y mañana con un nuevo impuesto regresivo, el inflacionario, debido a la emisión desproporcionada. He aquí a lo que Kennedy describe en términos de “el Estado intervino para retomar el control de los asuntos financieros”. He aquí la realidad: potencia devastadora para destruir el planeta pero escasa habilidad para defender la vida de sus propios ciudadanos (11 de septiembre); capacidad de invadir en pocos días un país (Irak) pero incapacidad para controlarlo; imposibilidad de redistribuir los beneficios a la hora del crecimiento y obligación de socorrer a los grandes grupos en la de las dificultades. Si estas son las demostraciones de poder del más poderoso de los estados nacionales, ¿qué le queda al resto?

Los estados nacionales en la era de la globalización

Reagan y Thatcher no salieron de un repollo, sino del desastre que provocó el intento de François Mitterrand de seguir aplicando recetas keynesianas a escala nacional en una economía francesa que ya no lo era. Y algo parecido le sucedió pocos años después a cierto presidente argentino demócrata y honesto, cómo no, pero cuyo fracaso en comprender el nuevo universo económico llevó directamente a la crisis energética, la hiperinflación y a los diez años siguientes de neoliberalismo y menemato. Hace bien Kennedy pues en criticar a quienes sostenían entonces con ligereza que los estados nacionales iban a desaparecer y que su poder había sido uniformemente disminuido, pero se equivoca cuando piensa que los estados nacionales pueden seguir considerándose el centro monopólico de la política, la economía y la cultura y la economía en pleno auge de la globalización, y que –por lo tanto– pueden “volver” limpiamente de su debacle noventista sin hacer un profundo análisis de sus causas que les permita ajustar sus estrategias al nuevo contexto.

A la luz de la reciente experiencia, podemos hacer una corrección a ambas tesis, la neoliberal acríticamente globalista y la neonacionalista acríticamente estatista, mediante la enunciación de otras dos tesis “superadoras”:

1) La globalización no implica la desaparición de los estados nacionales, sino su pérdida de centralidad y la subordinación creciente de sus acciones, no importa cuán independientes aparezcan a los nacionalistas, a la lógica de los fenómenos, los procesos y los sistemas globales.
2) Consecuentemente, los intereses nacionales ya no pueden ser defendidos mediante métodos nacionalistas, sino que requieren métodos cosmopolitas: la coordinación y solidaridad inter-nacional, la integración regional y global, la reforma democrática del sistema político y financiero mundial, la organización de un vasto movimiento global de ciudadanos del mundo que reclamen la vigencia planetaria e igualitaria de los derechos humanos, la construcción de grandes unidades continentales democráticas y federales.
¿La encarnación del bien sobre la Tierra?

Resulta también curiosa la pasión por creer –más allá de toda la experiencia histórica en contrario– que el estado nacional y su ideología básica, el nacionalismo, constituyen la encarnación del bien sobre la Tierra. En verdad, la nación-estado es un artefacto ambiguo que ha sido fundamental en los avances civilizatorios durante muchos siglos pero que ya para el siglo XX demostró también su enorme potencial destructivo. En el mundo, sin que importase la polaridad derecha-izquierda, todos los regímenes totalitarios fueron unánimemente nacionalistas. Su unánime voluntad de restringir la política, la economía y la cultura al interior de un territorio cerrado controlado por un poder despótico y centralizado fue su marca de fábrica. La estandarización, la masificación y la homogenización, paradigmas industrialistas, fueron aplicados a los seres humanos por el artefacto emblemático de la Era Industrial: el estado nacional. La identidad y la cultura nacional no fueron otra cosa que la aplicación del concepto industrial de estandarización al campo cultural-identitario. Para no hablar de las guerras inter-nacionales que conmovieron al siglo XX ni mencionar que todos los genocidios de los últimos siglos, desde el de los indios americanos hasta los de los armenios, los judíos europeos, los gitanos y los musulmanes bosníacos, fueron sangrientas operaciones de ingeniería demográfica dedicadas a la consagración del principio nacionalista básico: el de la homogeneidad étnico-cultural de la unidad política.

Y volviendo a la Argentina, es también asombroso que tantos se olviden de lo mismo que sostienen: que los crímenes contra la humanidad son –según ellos mismos: por definición– crímenes estatales; es decir: crímenes cometidos por el estado nacional como el argentino, perpetrado por el gobierno nacional y nacionalista de Videla, usando las fuerzas armadas nacionales y las instalaciones de las fuerzas de seguridad nacionales para instalar espantosos campos de concentración sobre los cuales flameaba la bandera argentina y en los cuales eliminar enemigos definidos como “apátridas” y “miembros de una conspiración internacional” contra el “ser nacional argentino”.

De manera que aun si coincidiéramos con Kennedy en su dudosa hipótesis de que el estado nacional “ha vuelto” intacto e impoluto al ruedo, las numerosas debacles causadas por la hipotética encarnación del bien sobre la Tierra sugieren que no estaría de más poner entre signos de interrogación las razones de tanta esperanzada algarabía.

Como ha sostenido el periodista de The Guardian George Monbiot, todo se ha globalizado menos la democracia. Agreguemos desde aquí que, en un mundo global, habrá cada vez menos espacio para las democracias nacionales a menos que comprendamos la necesidad de construir ciudadanía y democracia a nivel regional, internacional y mundial, en vez de seguir soñando reaccionariamente con el regreso a los viejos buenos tiempos nacional-industriales. Por otra parte, la crisis de los estados nacionales como centro monopólico de la actividad y la organización política no constituye el fin de la política ni el de la democracia ya que la tesis oculta de Kennedy –la de que “política” es igual a “estado nacional”– es manifiestamente falsa.

He aquí pues la regla primera para una política de la era global: los estados nacionales no son ya capaces de salvar al mundo pero son cada vez más capaces de destruirlo. Que el más poderoso de ellos pueda acabar con la vida en el planeta pero sea impotente para defender a sus ciudadanos del terrorismo global y las crisis financieras debería llamarnos a reflexionar sobre las nociones y percepciones que siguen impartiéndose cada vez que se iza una bandera nacional en una escuela y los alumnos formados militarmente entonan: “Alta en el cielo, un águila guerrera”.

La globalización no implica el fin de la política ni el de la democracia sino el fin de las políticas meramente nacionales regidas por el nacionalismo gnoseológico y metodológico y el fin de una democracia reducida a una sola de sus posibles dimensiones espaciales: la nacional. Es esta también la era del fin del monopolio que sobre política y democracia han venido ejerciendo los estados nacionales desde hace cinco siglos, cuando la principal fuente de riqueza era la tierra y no el cerebro de los hombres, cuando para llegar desde París hasta Marsella se necesitaban días de viaje a caballo y el único italiano que conocía la China se llamaba Marco Polo.

La proliferación nuclear, el recalentamiento climático, la crisis económica, el descontrol de la tecnología, las pestes globales, las grandes migraciones y los conflictos que de ellas se derivan, nos dicen cada día que ya va siendo hora de que nos animemos a comprender la necesidad de extender el dominio de la democracia no sólo al interno de los estados, sino a las relaciones entre ellos y al gobierno de los fenómenos y procesos globales de cuyo control depende hoy la suerte del planeta.

16 comentarios:

Bioy dijo...

Coincido en señalar el anacronismo del Estado-Nación. Creo que los nacional-populistas y nacional-socialistas argentinos inventaron el concepto de Nación para justificar el ejercicio del poder feudal a través del Estado. Esto comenzó con los liberales nacionalistas que seguían a Comte y evolucionaron hacia el nacionalismo reaccionario de Lugones e Irazusta.
Hoy el discurso kirchnerista (que acabo de escuchar preguntándome qué nivel de autoengaño opera en la mente de este extraño, mesiánico abogadillo mentiroso entrado al poder por la ventana de la crisis) huele a naftalina a contramano de la realidad y la historia.
Sin embargo, 70 años de iconografía revisionista han dado frutos y los argentinos creen que es el mundo y no ellos que está de contramano, dato probado por su voto delirante al elegir a Cristina.
Hoy estamos repitiendo el Rodrigazo y yendo en la misma dirección del gobierno de Isabel de 1975.

Bioy dijo...

Qué chances hay de que la oposición vote por revocar la delegación de poderes en el Ejecutivo?

Anónimo dijo...

"El 11 de septiembre de 2001 una secta medievalista armada con cuchillitos de veinte centímetros destruyó uno de los principales centros financieros del mundo –las Twin Towers– situado a pocos pasos de Wall Street, en la ciudad más importante del estado nacional más poderoso de la historia.


No contentos con ello, los terroristas destruyeron además buena parte del Pentágono, principal centro de coordinación de unas fuerzas armadas cuyo potencial bélico era y es suficiente para destruir varias veces la vida en la Tierra"

No, no Fernando. Lea Hitler Ganó la Guerra de Walter Graziano. Hay por lo menos 30 buenas razones que explican que los que tiraron las torres gemelas no fueron unos poligrillos musulmanes cualquiera, sino la elite anglo-norteamericana, encarnada en el Ejecutivo norteamericano de entonces por George W. Bush.

Fernando A. Iglesias dijo...

Bioy: algunas chances.
Anónimo: ya hojée el libro de Graziano y es de una ignorancia supina (que Bush haya dejado hacer es una cosa, que lo halla planeado, otra). En todo caso, es lo mismo. La tesis de que el estado ancional es incapaz de vehiculizar las neecsidades de sus ciudadanos y actúa en forma destructiva sigue en pie culaquiera sea la interpretación de los hechos.

Anónimo dijo...

Pino solanas rechaza instalacion de bases norteamericanas
Buenos Aires, 7 de agosto (Télam).- El diputado electo por Proyecto Sur, Fernando "Pino" Solanas, advirtió que el objetivo de los Estados Unidos, al instalar bases militares en Colombia, es el de "desestabilizar a los gobiernos" que "no le ofrendan obediencia debida".

Solanas llamó a "desenmascarar el objetivo" de la instalación de bases norteamericanas en Colombia al considerar que "no es luchar contra el terrorismo, sino desestabilizar a los gobiernos que no ofrendan obediencia debida a los Estados Unidos".

Desde España, donde dicta un seminario de cine, el legislador electo rechazó la decisión del presidente colombiano Alvaro Uribe "a pocos días de una nueva cumbre de la Unasur" donde, dijo, "el continente reafirma su voluntad de transformar en paz y en democracia su atrasada realidad social y recuperar sus bienes y recursos naturales".

"Estados Unidos avala en los hechos el golpe militar en Honduras, avanza con su IV Flota por nuestros mares y ahora con la instalación de siete bases militares en Colombia", dice el comunicado.

Y finaliza: "Si el ejército colombiano es semejante al de Brasil, cinco veces mayor al venezolano y muchas más al ecuatoriano, y si las FARC ya no son un peligro, como manifestaran en el gobierno colombiano, ¿contra quién se levanta semejante e innecesario poderío militar?".
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A ver los criticos de Solanas, algo para decir?

Anónimo dijo...

Fernando: Lea el libro. Despues saque sus conclusiones.

Fernando A. Iglesias dijo...

Yo tengo algo para decir sobre Solanas: esta semana acabo de fiormar un proyecto de declaración de despacho a la intslación de bases extrarregionales en Sudamérica (aunque en realidad no es esto lo que promueve Uribe), presentado por otro Solanas, diputado del FPV, ya compañado por varios otros, entre los cuales Federico Pinedo. ¿También nosotros somos heroicos por esto?
AH! Y lo hice sin necesidad de ponerme estúpidamente antiamericano ni de adherir a la alianza entre Chávez y Admadibejad, lo que no puede decirse del amigo Pino.
saludos
F

Anónimo dijo...

Y asi hay que ser Fernando... me alegro y te felicito, en serio ...
Lo que dije fue para el club de los famosos, que parecen estar cegados por su odio irracional antichavista.

Bioy dijo...

Gracias por la tenue esperanza, Fernando.
Los comentarios de Anonimo son una patetica reproduccion de la explicacion que los dictadores arabes dieron del 11 de septiembre.
El Holocausto tampoco existio, como dice Ahmedinajad -y los que lo putean en la calle jugandose la vida tampoco.
Tampoco existen los miles que demuestran en las calles contra los ayatollahs ni contra Chavez
Tampoco Chavez quiso cerrar 36 canales y 200 radios y diarios.
No existe el 70 % que voto contrs Kirchner.
No existe el 60 % que voto contra el referendo de Chavez
No existen los 200,000 que manifestaron con el campo.
No hay 50% de pobres y 15 millones de desocupados en Argentina
La inflacion es solo del 0,5 % mensual y los aumentos en las boletas al 80% del GBA no fueron autorizados.
Solo existe lo que Chavez y Kirchner quieren que exista
O como diria Maradona con unos vodkas con cocaina encima: no existimos.
Gracias por su seriedad, seguiremos hasta existir.

Arlt dijo...

Gracias por la claridad, Iglesias, Bioy: estamos viviendo el comienzo del fin de la mentira kirchnerista.
Se comieron 200.000 millones de dolares de retenciones (el 85% del PBI anual) con la excusa de bajar la pobreza y la inqeuidad cuando el 50% de los argentinos habia quedado bajo la linea de pobreza por su megadevaluacion.
Hoy se confirma que seguimos con la misma pobreza que en 2003.
Hay -eso si- 11,000 familias mas por semana en la Villa 31 y crecio 20 veces Puerto Madero, a 5,000 pesos el metro cuadrado.
Se viene la noche para los mentirosos.

Arlt dijo...

Vuelven los "Nazi- Onanistas"?
A buscar masones que atenten contra la Santa Iglesia que sostiene la Patria de Tradicion, Familia y Propiedad?
No sera mason el Papa que denuncia la pobreza argentina? Seguro
Y como no creerle a Graziano, si es un ex menemista converso como Kirchner?
Y claro, fueron los judios que atacaron las Torres para difamar al buenazo de Bin Laden!
Flor de mentirosos, como cuando mataron a 6 millones de los suyos para filmar los documentales de Aschwitz y echarle la culpa al buenazo de Adolfito!
Y encima Ud tiene odio contra el noble Huguito Chavez, que lo unico que hace es prestarnos guita el 17% y limpiarse el culo con nuestra bandera...
Usted es el nacionalista fanatico, Iglesias, Chavez esta con la globalizacion bolivariana!
A ver si el nazi-onanista anonimo se va a escribir taradeces a otro lado...

Anónimo dijo...

Si se hubiera dignado a leer cualquiera de los dos libros de Graziano, Roberto, hubiera visto que al final de cada capítulo hay una extensa nomina de fuentes que fundaron a los mismos.
Pero tiene razón, que desconfiado de mi parte por no creer en las políticas económicas sugeridas por los buenos y altruistas del FMI, o en los sabios defensores del ALCA, o en economistas tan caritativos como Hayek. Si ellos tán solo buscan que nos desarrollemos, que seamos primer mundo como ellos, que tengamos un nivel de vida digno, comparable con los paises del G-8 ...
Que tarado este Zbigniew Brzezinski cuando dijo que EE.UU. no quiere otro Japón al sur del hemisferio... debe estar delirando el pobre ...

Perito Moreno dijo...

Leyo a Hayek? Leyó algún libro de Brzezinski?
Lealos antes de hablar pavadas. Usted no tiene la menor idea de lo que esos dos autores (y muchos otros que cataloga) piensan o proponen.
La ignorancia, repetimos, no es un punto de vista legítimo.
Iglesias se tomó el trabajo de leer a Graziano y le explica porqué lo que escribe es una sarta de barbaridades.

Anónimo dijo...

Fernando, -quiero creer que no todo está perdido- ... luego de ver "La liga" anoche y el DESASTRE medio ambiental, no solo en el area minera sino en varios kms a la redonda (que impiden el desarrollo de actividades productivas como la ganaderia y la agricultura) y a nuestro patrimonio cultural ( ej la cueva de las manos) me quedo un interrogante ... hay alguna esperanza luego del veto a la Ley de Glaciares para evitar tanto daño???

Anónimo dijo...

Perito Moreno... oyó hablar del sentido común? parece que no ...
Fernando no leyó a Graziano. Ud parece que tampoco.

Perito Moreno dijo...

Está buscando sentido común, anónimo? Con gusto se lo mando, le va a venir bien. Mejor aún, leer a los economistas que critica "a priori" y que se ganaron unos cuantos Premios Nobel y cuyas ideas reconstruyeron a Europa y particularmente Alemania tras el experimento fascista y nazi que parece atraerlo tanto.
Le sugiero viajar a Caracas (yo lo hago con cierta frecuencia) y también a Cuba, darse una vuelta por la Villa 31 y por Puerto Madero (las dos zonas de más crecimiento poblacional de la Argentina progresista) y reflexionar.
Iglesias le dijo ya como 8 veces que leyó a Graziano (nosotros también) y fundamentó lo que pensaba -y coincidimos-
.
La ignorancia -como le venimos diciendo- no es un punto de vista.