Hojeando mis libros, en "Globalizar la democracia", escrito en 2006, encontré esta predicción de la crisis económica mundial que hoy comparto con ustedes.
LAS CINCO CRISIS GLOBALES Y EL FIN DE LOS DINOSAURIOS
Apenas una o dos generaciones atrás casi todos los problemas a los que se enfrentaba un ser humano tenían una escala y una dimensión básicamente nacionales. Su educación transcurría dentro de un sistema educativo nacional, su salud dependía de sistemas sanitarios nacionales, tenía trabajo si la economía nacional marchaba bien y moría en una guerra si su estado nacional lo decidía. Si tenía la suerte de vivir en un país democrático podía gozar de una relativa pero confortante participación en las decisiones que afectaban su vida. Buena o mala, así era la vida en las Modernidades Nacionales basadas en la economía industrial, y había muy poco que hacerle.
Este mundo ya no existe. De él sólo quedan en pie sus obsoletas instituciones políticas. En tanto éstas siguen pensando los problemas en términos nacionales, un colapso económico en Asia puede acabar con nuestro trabajo, una peste que se expande por África modifica nuestras costumbres sexuales, una secta religiosa fundamentalista de Medio Oriente afecta nuestra percepción de seguridad y el cambio climático nos amenaza a todos por igual. Todos rezamos para que los terroristas del Tercer Mundo y los líderes militaristas del Primero miren para otro lado, esperamos que los vecinos cuiden bien sus reactores nucleares a fin de evitarnos un Chernobyl cerca de casa y observamos con espanto que todo se globaliza, menos la Democracia.1 Nuestra suerte, y la de la humanidad, se juega mayormente en un escenario globalizado. Y dado que casi no existen instituciones responsables de dar respuestas racionales a estas cuestiones, y las que hay son cualquier cosa menos democráticas, a todos nos invade un sentimiento de impotencia e indefensión, cuando no la nostalgia por los viejos buenos tiempos industrial-nacionales.
Podemos describir la crisis civilizatoria que atraviesa la humanidad en cinco dimensiones globales:
1) Crisis económica. La inexistencia de regulaciones económicas globales
ha provocado crisis financieras profundas y riesgosas. Durante un lustro estas crisis han tenido una alarmante ciclicidad, con un epicentro anual perfectamente localizado (México en 1995, el sudeste asiático en 1997, Rusia en 1998, Brasil en 1999, Turquía en 2000, Argentina en 2001), lo que demuestra que se ha tratado de mucho más que de episodios casuales. La posterior entrada de China y la India en el mercado mundial ha causado su momentánea desaparición y originado un cambio de tono en la economía mundial. Sin embargo, no existe una sola economía
desarrollada que no esté pasando por un momento de incertidumbre, ya sea por los déficit gemelos de los Estados Unidos, por el escaso crecimiento de los principales países europeos (Francia, Alemania e Italia a la cabeza) o por la recesión ya casi crónica que afecta la economía japonesa. Todo hace pensar que la crisis, lejos de desaparecer, puede estar desplazándose hacia el centro del sistema.
Ante la falta de instituciones democráticas mundiales capaces de poner un freno al cortoplacismo capitalista se hace presente la sombra de 1929 –es decir, la posibilidad de un colapso del sistema de financiación, producción e intercambio global–. Por otra parte, una mejora de variantes macroeconómicas como la productividad, la inversión y la producción total no resulta ya condición suficiente para el mejoramiento concreto de los niveles de vida de la mayoría de los ciudadanos. La producción mundial subió de 4 a 23 billones de dólares en las últimas dos décadas, pero la cantidad de seres humanos pobres creció un 20% en el mismo período.2 A su vez, la ratio de riqueza entre el 20% más pudiente de la humanidad y el 20% más pobre3 ha ido de 30 a 1 en 1960, de 59 a 1 en 1990, y de 74 a 1 en 1997.4 Por otra parte, en una sociedad mundial de la información, no
sólo crecen las desigualdades sino la percepción de esas desigualdades, lo que contribuye a crear una situación social globalmente explosiva.
En el mundo de la informatización y las redes comunicativas globales, aproximadamente un 30% de la humanidad subsiste con un ingreso diario inferior a un dólar, fenómeno que configura lo que algunos economistas han denominado “economía de apartheid”. Esta dificultad de distribuir social y planetariamente lo producido, típica de un capitalismo no sujeto a regulaciones redistributivas, está frenando el ritmo de crecimiento económico global, que en el largo período ha disminuido de los 5 puntos anuales que eran habituales en la posguerra a alrededor de la mitad.
La relación entre una recesión débil pero permanente, de escala mundial, y la obsolescencia de las políticas redistribucionistas keynesianas es clara: el mundo se encuentra dividido entre un polo desarrollado cuyo crecimiento está obstaculizado por la falta de demanda efectiva global y un polo subdesarrollado incapaz de acceder al consumo. Resulta difícil imaginar un restablecimiento sostenido del ciclo económico expansivo global y una disminución de la volatilidad de los mercados sin superar esta contradicción, reconstituyendo la base política del keynesianismo: la igualdad de escalas, entonces nacional y ahora global, entre las instituciones económicas y las políticas.
LAS CINCO CRISIS GLOBALES Y EL FIN DE LOS DINOSAURIOS
Apenas una o dos generaciones atrás casi todos los problemas a los que se enfrentaba un ser humano tenían una escala y una dimensión básicamente nacionales. Su educación transcurría dentro de un sistema educativo nacional, su salud dependía de sistemas sanitarios nacionales, tenía trabajo si la economía nacional marchaba bien y moría en una guerra si su estado nacional lo decidía. Si tenía la suerte de vivir en un país democrático podía gozar de una relativa pero confortante participación en las decisiones que afectaban su vida. Buena o mala, así era la vida en las Modernidades Nacionales basadas en la economía industrial, y había muy poco que hacerle.
Este mundo ya no existe. De él sólo quedan en pie sus obsoletas instituciones políticas. En tanto éstas siguen pensando los problemas en términos nacionales, un colapso económico en Asia puede acabar con nuestro trabajo, una peste que se expande por África modifica nuestras costumbres sexuales, una secta religiosa fundamentalista de Medio Oriente afecta nuestra percepción de seguridad y el cambio climático nos amenaza a todos por igual. Todos rezamos para que los terroristas del Tercer Mundo y los líderes militaristas del Primero miren para otro lado, esperamos que los vecinos cuiden bien sus reactores nucleares a fin de evitarnos un Chernobyl cerca de casa y observamos con espanto que todo se globaliza, menos la Democracia.1 Nuestra suerte, y la de la humanidad, se juega mayormente en un escenario globalizado. Y dado que casi no existen instituciones responsables de dar respuestas racionales a estas cuestiones, y las que hay son cualquier cosa menos democráticas, a todos nos invade un sentimiento de impotencia e indefensión, cuando no la nostalgia por los viejos buenos tiempos industrial-nacionales.
Podemos describir la crisis civilizatoria que atraviesa la humanidad en cinco dimensiones globales:
1) Crisis económica. La inexistencia de regulaciones económicas globales
ha provocado crisis financieras profundas y riesgosas. Durante un lustro estas crisis han tenido una alarmante ciclicidad, con un epicentro anual perfectamente localizado (México en 1995, el sudeste asiático en 1997, Rusia en 1998, Brasil en 1999, Turquía en 2000, Argentina en 2001), lo que demuestra que se ha tratado de mucho más que de episodios casuales. La posterior entrada de China y la India en el mercado mundial ha causado su momentánea desaparición y originado un cambio de tono en la economía mundial. Sin embargo, no existe una sola economía
desarrollada que no esté pasando por un momento de incertidumbre, ya sea por los déficit gemelos de los Estados Unidos, por el escaso crecimiento de los principales países europeos (Francia, Alemania e Italia a la cabeza) o por la recesión ya casi crónica que afecta la economía japonesa. Todo hace pensar que la crisis, lejos de desaparecer, puede estar desplazándose hacia el centro del sistema.
Ante la falta de instituciones democráticas mundiales capaces de poner un freno al cortoplacismo capitalista se hace presente la sombra de 1929 –es decir, la posibilidad de un colapso del sistema de financiación, producción e intercambio global–. Por otra parte, una mejora de variantes macroeconómicas como la productividad, la inversión y la producción total no resulta ya condición suficiente para el mejoramiento concreto de los niveles de vida de la mayoría de los ciudadanos. La producción mundial subió de 4 a 23 billones de dólares en las últimas dos décadas, pero la cantidad de seres humanos pobres creció un 20% en el mismo período.2 A su vez, la ratio de riqueza entre el 20% más pudiente de la humanidad y el 20% más pobre3 ha ido de 30 a 1 en 1960, de 59 a 1 en 1990, y de 74 a 1 en 1997.4 Por otra parte, en una sociedad mundial de la información, no
sólo crecen las desigualdades sino la percepción de esas desigualdades, lo que contribuye a crear una situación social globalmente explosiva.
En el mundo de la informatización y las redes comunicativas globales, aproximadamente un 30% de la humanidad subsiste con un ingreso diario inferior a un dólar, fenómeno que configura lo que algunos economistas han denominado “economía de apartheid”. Esta dificultad de distribuir social y planetariamente lo producido, típica de un capitalismo no sujeto a regulaciones redistributivas, está frenando el ritmo de crecimiento económico global, que en el largo período ha disminuido de los 5 puntos anuales que eran habituales en la posguerra a alrededor de la mitad.
La relación entre una recesión débil pero permanente, de escala mundial, y la obsolescencia de las políticas redistribucionistas keynesianas es clara: el mundo se encuentra dividido entre un polo desarrollado cuyo crecimiento está obstaculizado por la falta de demanda efectiva global y un polo subdesarrollado incapaz de acceder al consumo. Resulta difícil imaginar un restablecimiento sostenido del ciclo económico expansivo global y una disminución de la volatilidad de los mercados sin superar esta contradicción, reconstituyendo la base política del keynesianismo: la igualdad de escalas, entonces nacional y ahora global, entre las instituciones económicas y las políticas.
3 comentarios:
ta bueno el artículo Fernando.
Debatible lo del aumento en términos absolutos de la pobreza en el mundo.
y, claro que hay q apuntar al federalismo mundial, pero está complicadísimo che!
feilcitaciones por tus debates siempre en tv.
Creo q tenemos q hacer más y más énfasis en las propuestas. y tb hablar de una visión de país ,una visión de Estado.
no se si al electorado le gustará . pero bueh..
q pases buenas fietas!
No dije pobreza, sino desigualdad. Son dos cosas distintas.
Felices Fiestas
F
Hola y gracias por este blog y el trabajo para una Asamblea
Parlamentaria en la ONU.
Hace dos meses, yo, mi esposa y un amigo, hemos iniciado un "movimiento" (tal vez un poco pretencioso):
Global Democratic Movement - for Justice, Peace and Sustainability
Si tienes tiempo, me gustaría invitarte a mirar nuestra pagina en facebook:
http://www.facebook.com/#!/pages/Global-Democratic-Movement/171917062843654
Sería una gran ayuda recibir tus commentos y propuestas de mejora.
Saludos
Petter Ölmunger
Lund, Suecia
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