MOYANO Y KIRCHNER:
EXTRAÑA PAREJA
EXTRAÑA PAREJA
Si alguna habilidad de Néstor Kirchner explica su popularidad, es su asombrosa capacidad para posar como enemigo de toda corporación. A la primera circunstancia que obstaculiza sus procederes, el Presidente clama: “No van a torcerme el brazo” frente a las cámaras de televisión. Cierto es que sus batallas contra la Corte menemista, la Policía duhaldista, el Ejército videlista, el FMI y la vieja política se resolvieron en melancólicos empates, y que el entusiasmo anticorporativo parece habérsele agotado desde que vislumbró que una tropa obediente lo seguía y comprendió que no era necesario el acto, sino su declamación.
Aún más ininteligible debe ser, para los que lo admiran. el hecho de que el poder de Kirchner se base en tres de las corporaciones que han convertido este país en lo que es: el Partido Justicialista, la patria contratista y la burocracia sindical, ayer señalada como autora de los peores crímenes y traiciones y combatida a golpe de metralla, hoy retornada a sus antiguos fastos de columna vertebral. Una columna vertebral que, como todas, termina en una cabeza: la de Hugo Moyano.
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