DATOS PERSONALES

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* Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires

miércoles, 29 de diciembre de 2010

NOTA DE LA SEMANA

Esta semana, en lugar de una de mis notas, les copio aquí abajo los que me han parecido los mejores pasajes del discurso Vargas Llosa en el momento de recibir el Premio Nobel:

“Como todas las épocas han tenido sus espantos, la nuestra es la de los fanáticos, la de los terroristas suicidas, antigua especie convencida de que matando se gana el paraíso, que la sangre de los inocentes lava las afrentas colectivas, corrige las injusticias e impone la verdad sobre las falsas creencias. Innumerables víctimas son inmoladas cada día en diversos lugares del mundo por quienes se sienten poseedores de verdades absolutas. Creíamos que, con el desplome de los imperios totalitarios, la convivencia, la paz, el pluralismo, los derechos humanos, se impondrían y el mundo dejaría atrás los holocaustos, genocidios, invasiones y guerras de exterminio. Nada de eso ha ocurrido. Nuevas formas de barbarie proliferan atizadas por el fanatismo y, con la multiplicación de armas de destrucción masiva, no se puede excluir que cualquier grupúsculo de enloquecidos redentores provoque un día un cataclismo nuclear. Hay que salirles al paso, enfrentarlos y derrotarlos. No son muchos, aunque el estruendo de sus crímenes retumbe por todo el planeta y nos abrumen de horror las pesadillas que provocan. No debemos dejarnos intimidar por quienes quisieran arrebatarnos la libertad que hemos ido conquistando en la larga hazaña de la civilización. Defendamos la democracia liberal, que, con todas sus limitaciones, sigue significando el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos, el respeto a la crítica, la legalidad, las elecciones libres, la alternancia en el poder, todo aquello que nos ha ido sacando de la vida feral y acercándonos –aunque nunca llegaremos a alcanzarla– a la hermosa y perfecta vida que finge la literatura, aquella que sólo inventándola, escribiéndola y leyéndola podemos merecer. Enfrentándonos a los fanáticos homicidas defendemos nuestro derecho a soñar y a hacer nuestros sueños realidad”

“…En mi juventud, como muchos escritores de mi generación, fui marxista y creí que el socialismo sería el remedio para la explotación y las injusticias sociales que arreciaban en mi país, América Latina y el resto del Tercer Mundo. Mi decepción del estatismo y el colectivismo y mi tránsito hacia el demócrata y el liberal que soy –que trato de ser– fue largo, difícil, y se llevó a cabo despacio y a raíz de episodios como la conversión de la Revolución Cubana, que me había entusiasmado al principio, al modelo autoritario y vertical de la Unión Soviética, el testimonio de los disidentes que conseguía escurrirse entre las alambradas del Gulag, la invasión de Checoeslovaquia por los países del Pacto de Varsovia, y gracias a pensadores como Raymond Aron, Jean-François Revel, Isaiah Berlin y Karl Popper, a quienes debo mi revalorización de la cultura democrática y de las sociedades abiertas. Esos maestros fueron un ejemplo de lucidez y gallardía cuando la intelligentsia de Occidente parecía, por frivolidad u oportunismo, haber sucumbido al hechizo del socialismo soviético, o, peor todavía, al aquelarre sanguinario de la revolución cultural china…”

“…No sin tropiezos y resbalones, América Latina ha ido progresando, aunque, como decía el verso de César Vallejo, todavía Hay, hermanos, muchísimo que hacer. Padecemos menos dictaduras que antaño, sólo Cuba y su candidata a secundarla, Venezuela, y algunas seudodemocracias populistas y payasas, como las de Bolivia y Nicaragua. Pero en el resto del continente, mal que mal, la democracia está funcionando, apoyada en amplios consensos populares, y, por primera vez en nuestra historia, tenemos una izquierda y una derecha que, como en Brasil, Chile, Uruguay, Perú, Colombia, República Dominicana, México y casi todo Centroamérica, respetan la legalidad, la libertad de crítica, las elecciones y la renovación en el poder. Ése es el buen camino y, si persevera en él, combate la insidiosa corrupción y sigue integrándose al mundo, América Latina dejará por fin de ser el continente del futuro y pasará a serlo del presente…”

“…Nunca me he sentido un extranjero en Europa, ni, en verdad, en ninguna parte. En todos los lugares donde he vivido, en París, en Londres, en Barcelona, en Madrid, en Berlín, en Washington, Nueva York, Brasil o la República Dominicana, me sentí en mi casa. Siempre he hallado una querencia donde podía vivir en paz y trabajando, aprender cosas, alentar ilusiones, encontrar amigos, buenas lecturas y temas para escribir. No me parece que haberme convertido, sin proponérmelo, en un ciudadano del mundo, haya debilitado eso que llaman “las raíces”, mis vínculos con mi propio país –lo que tampoco tendría mucha importancia–, porque, si así fuera, las experiencias peruanas no seguirían alimentándome como escritor y no asomarían siempre en mis historias, aun cuando éstas parezcan ocurrir muy lejos del Perú. Creo que vivir tanto tiempo fuera del país donde nací ha fortalecido más bien aquellos vínculos, añadiéndoles una perspectiva más lúcida, y la nostalgia, que sabe diferenciar lo adjetivo y lo sustancial y mantiene reverberando los recuerdos. El amor al país en que uno nació no puede ser obligatorio, sino, al igual que cualquier otro amor, un movimiento espontáneo del corazón, como el que une a los amantes, a padres e hijos, a los amigos entre sí…”

“…Al Perú yo lo llevo en las entrañas porque en él nací, crecí, me formé, y viví aquellas experiencias de niñez y juventud que modelaron mi personalidad, fraguaron mi vocación, y porque allí amé, odié, gocé, sufrí y soñé. Lo que en él ocurre me afecta más, me conmueve y exaspera más que lo que sucede en otras partes. No lo he buscado ni me lo he impuesto, simplemente es así. Algunos compatriotas me acusaron de traidor y estuve a punto de perder la ciudadanía cuando, durante la última dictadura, pedí a los gobiernos democráticos del mundo que penalizaran al régimen con sanciones diplomáticas y económicas, como lo he hecho siempre con todas las dictaduras, de cualquier índole, la de Pinochet, la de Fidel Castro, la de los talibanes en Afganistán, la de los imanes de Irán, la del apartheid de Africa del Sur, la de los sátrapas uniformados de Birmania (hoy Myanmar). Y lo volvería a hacer mañana si –el destino no lo quiera y los peruanos no lo permitan– el Perú fuera víctima una vez más de un golpe de estado que aniquilara nuestra frágil democracia. Aquella no fue la acción precipitada y pasional de un resentido, como escribieron algunos polígrafos acostumbrados a juzgar a los demás desde su propia pequeñez. Fue un acto coherente con mi convicción de que una dictadura representa el mal absoluto para un país, una fuente de brutalidad y corrupción y de heridas profundas que tardan mucho en cerrar, envenenan su futuro y crean hábitos y prácticas malsanas que se prolongan a lo largo de las generaciones demorando la reconstrucción democrática. Por eso, las dictaduras deben ser combatidas sin contemplaciones, por todos los medios a nuestro alcance, incluidas las sanciones económicas. Es lamentable que los gobiernos democráticos, en vez de dar el ejemplo, solidarizándose con quienes, como las Damas de Blanco en Cuba, los resistentes venezolanos, o Aung San Suu Kyi y Liu Xiaobo, que se enfrentan con temeridad a las dictaduras que sufren, se muestren a menudo complacientes no con ellos sino con sus verdugos. Aquellos valientes, luchando por su libertad, también luchan por la nuestra…”

“…Un compatriota mío, José María Arguedas, llamó al Perú el país de “todas las sangres”. No creo que haya fórmula que lo defina mejor. Eso somos y eso llevamos dentro todos los peruanos, nos guste o no: una suma de tradiciones, razas, creencias y culturas procedentes de los cuatro puntos cardinales. A mí me enorgullece sentirme heredero de las culturas prehispánicas que fabricaron los tejidos y mantos de plumas de Nazca y Paracas y los ceramios mochicas o incas que se exhiben en los mejores museos del mundo, de los constructores de Machu Picchu, el Gran Chimú, Chan Chan, Kuelap, Sipán, las huacas de La Bruja y del Sol y de la Luna, y de los españoles que, con sus alforjas, espadas y caballos, trajeron al Perú a Grecia, Roma, la tradición judeo-cristiana, el Renacimiento, Cervantes, Quevedo y Góngora, y la lengua recia de Castilla que los Andes dulcificaron. Y de que con España llegara también el África con su reciedumbre, su música y su efervescente imaginación a enriquecer la heterogeneidad peruana. Si escarbamos un poco descubrimos que el Perú, como el Aleph de Borges, es en pequeño formato el mundo entero. ¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene una identidad porque las tiene todas!...”

“…La conquista de América fue cruel y violenta, como todas las conquistas, desde luego, y debemos criticarla, pero sin olvidar, al hacerlo, que quienes cometieron aquellos despojos y crímenes fueron, en gran número, nuestros bisabuelos y tatarabuelos, los españoles que fueron a América y allí se acriollaron, no los que se quedaron en su tierra. Aquellas críticas, para ser justas, deben ser una autocrítica. Porque, al independizarnos de España, hace doscientos años, quienes asumieron el poder en las antiguas colonias, en vez de redimir al indio y hacerle justicia por los antiguos agravios, siguieron explotándolo con tanta codicia y ferocidad como los conquistadores, y, en algunos países, diezmándolo y exterminándolo. Digámoslo con toda claridad: desde hace dos siglos la emancipación de los indígenas es una responsabilidad exclusivamente nuestra y la hemos incumplido. Ella sigue siendo una asignatura pendiente en toda América Latina. No hay una sola excepción a este oprobio y vergüenza…”

“…No hay que confundir el nacionalismo de orejeras y su rechazo del “otro”, siempre semilla de violencia, con el patriotismo, sentimiento sano y generoso, de amor a la tierra donde uno vio la luz, donde vivieron sus ancestros y se forjaron los primeros sueños, paisaje familiar de geografías, seres queridos y ocurrencias que se convierten en hitos de la memoria y escudos contra la soledad. La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un hogar al que podemos volver…”

“…El Perú es para mí una Arequipa donde nací pero nunca viví, una ciudad que mi madre, mis abuelos y mis tíos me enseñaron a conocer a través de sus recuerdos y añoranzas, porque toda mi tribu familiar, como suelen hacer los arequipeños, se llevó siempre a la Ciudad Blanca con ella en su andariega existencia. Es la Piura del desierto, el algarrobo y el sufrido burrito, al que los piuranos de mi juventud llamaban “el pie ajeno” –lindo y triste apelativo–, donde descubrí que no eran las cigüeñas las que traían los bebes al mundo sino que los fabricaban las parejas haciendo unas barbaridades que eran pecado mortal. Es el Colegio San Miguel y el Teatro Variedades donde por primera vez vi subir al escenario una obrita escrita por mí. Es la esquina de Diego Ferré y Colón, en el Miraflores limeño –la llamábamos el Barrio Alegre–, donde cambié el pantalón corto por el largo, fumé mi primer cigarrillo, aprendí a bailar, a enamorar y a declararme a las chicas. Es la polvorienta y temblorosa redacción del diario La Crónica donde, a mis dieciséis años, velé mis primeras armas de periodista, oficio que, con la literatura, ha ocupado casi toda mi vida y me ha hecho, como los libros, vivir más, conocer mejor el mundo y frecuentar a gente de todas partes y de todos los registros, gente excelente, buena, mala y execrable. Es el Colegio Militar Leoncio Prado, donde aprendí que el Perú no era el pequeño reducto de clase media en el que yo había vivido hasta entonces confinado y protegido, sino un país grande, antiguo, enconado, desigual y sacudido por toda clase de tormentas sociales. Son las células clandestinas de Cahuide en las que con un puñado de sanmarquinos preparábamos la revolución mundial. Y el Perú son mis amigos y amigas del Movimiento Libertad con los que por tres años, entre las bombas, apagones y asesinatos del terrorismo, trabajamos en defensa de la democracia y la cultura de la libertad…”

“…Siempre me ha fascinado imaginar aquella incierta circunstancia en que nuestros antepasados, apenas diferentes todavía del animal, recién nacido el lenguaje que les permitía comunicarse, empezaron, en las cavernas, en torno a las hogueras, en noches hirvientes de amenazas –rayos, truenos, gruñidos de las fieras–, a inventar historias y a contárselas. Aquel fue el momento crucial de nuestro destino, porque, en esas rondas de seres primitivos suspensos por la voz y la fantasía del contador, comenzó la civilización, el largo transcurrir que poco a poco nos humanizaría y nos llevaría a inventar al individuo soberano y a desgajarlo de la tribu, la ciencia, las artes, el derecho, la libertad, a escrutar las entrañas de la naturaleza, del cuerpo humano, del espacio y a viajar a las estrellas. Aquellos cuentos, fábulas, mitos, leyendas, que resonaron por primera vez como una música nueva ante auditorios intimidados por los misterios y peligros de un mundo donde todo era desconocido y peligroso, debieron ser un baño refrescante, un remanso para esos espíritus siempre en el quién vive, para los que existir quería decir apenas comer, guarecerse de los elementos, matar y fornicar. Desde que empezaron a soñar en colectividad, a compartir los sueños, incitados por los contadores de cuentos, dejaron de estar atados a la noria de la supervivencia, un remolino de quehaceres embrutecedores, y su vida se volvió sueño, goce, fantasía y un designio revolucionario: romper aquel confinamiento y cambiar y mejorar, una lucha para aplacar aquellos deseos y ambiciones que en ellos azuzaban las vidas figuradas, y la curiosidad por despejar las incógnitas de que estaba constelado su entorno.
Ese proceso nunca interrumpido se enriqueció cuando nació la escritura y las historias, además de escucharse, pudieron leerse y alcanzaron la permanencia que les confiere la literatura. Por eso, hay que repetirlo sin tregua hasta convencer de ello a las nuevas generaciones: la ficción es más que un entretenimiento, más que un ejercicio intelectual que aguza la sensibilidad y despierta el espíritu crítico. Es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano. Para que no retrocedamos a la barbarie de la incomunicación y la vida no se reduzca al pragmatismo de los especialistas que ven las cosas en profundidad pero ignoran lo que las rodea, precede y continúa. Para que no pasemos de servirnos de las máquinas que inventamos a ser sus sirvientes y esclavos. Y porque un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños…”

“…De la caverna al rascacielos, del garrote a las armas de destrucción masiva, de la vida tautológica de la tribu a la era de la globalización, las ficciones de la literatura han multiplicado las experiencias humanas, impidiendo que hombres y mujeres sucumbamos al letargo, al ensimismamiento, a la resignación. Nada ha sembrado tanto la inquietud, removido tanto la imaginación y los deseos, como esa vida de mentiras que añadimos a la que tenemos gracias a la literatura para protagonizar las grandes aventuras, las grandes pasiones, que la vida verdadera nunca nos dará. Las mentiras de la literatura se vuelven verdades a través de nosotros, los lectores transformados, contaminados de anhelos y, por culpa de la ficción, en permanente entredicho con la mediocre realidad. Hechicería que, al ilusionarnos con tener lo que no tenemos, ser lo que no somos, acceder a esa imposible existencia donde, como dioses paganos, nos sentimos terrenales y eternos a la vez, la literatura introduce en nuestros espíritus la inconformidad y la rebeldía, que están detrás de todas las hazañas que han contribuido a disminuir la violencia en las relaciones humanas. A disminuir la violencia, no a acabar con ella. Porque la nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa. Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible.”

Estocolmo, 7 de diciembre de 2010.

martes, 28 de diciembre de 2010

PROGRAMAS DE TV


Hoy, martes 28, a las 20, estaré en "Político" con Mauro Viale por América 24. Los espero...

lunes, 27 de diciembre de 2010

PROGRAMAS DE TV




Hoy, lunes 27, a las 23, estaré en "Plan M" con Maximiliano Montenegro por Canal 26. Los espero...

domingo, 26 de diciembre de 2010

PROGRAMAS DE TV



Hoy, domingo 26, a las 21 estaré en "Hora Clave" con Mariano Grondona, por Canal 26. Los espero...

viernes, 24 de diciembre de 2010

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Hoy, viernes 24, a las 22.30, estaré en "Todo por nada" con Jorge Jacobson por canal Metro. Los espero...

jueves, 23 de diciembre de 2010

ARTICULOS PUBLICADOS

Publicado en el diario Clarín del 22 de diciembre de 2010

LA MAFIA, EL KIOSKO, LA CAJA Y LA PATOTA

Con instituciones casi fantasmas, nuestra sociedad quedó en manos de las organizaciones que expresan las verdaderas relaciones de poder.

Por Fernando Iglesias DIPUTADO NACIONAL, COALICION CIVICA

Después de siete años de escándalos, la discusión acerca del carácter corrupto del oficialismo resulta ociosa . Pero sostener que los niveles de corrupción gubernamentales son enormes es subestimar la magnitud del daño infligido al país. Tiene razón cierto kirchnerismo cuando descalifica la República diciendo que sus instituciones son “formales” . En efecto, el principal problema del país es que por detrás de una arquitectura institucional fantasmática nuestra sociedad ha quedado en manos de las organizaciones que expresan realmente las relaciones de poder entre los argentinos: la mafia, el kiosco, la caja y la patota.

Para ver la nota completa haga click en el siguiente link:

La mafia, el kiosco, la caja y la patota

miércoles, 22 de diciembre de 2010

PROGRAMAS DE TV


Hoy, miércoles 22, a las 22, estaré en "A fuego lento", con Clara Mariño por canal 26. Los espero...

martes, 21 de diciembre de 2010

NOTA DE LA SEMANA

Hojeando mis libros, en "Globalizar la democracia", escrito en 2006, encontré esta predicción de la crisis económica mundial que hoy comparto con ustedes.

LAS CINCO CRISIS GLOBALES Y EL FIN DE LOS DINOSAURIOS

Apenas una o dos generaciones atrás casi todos los problemas a los que se enfrentaba un ser humano tenían una escala y una dimensión básicamente nacionales. Su educación transcurría dentro de un sistema educativo nacional, su salud dependía de sistemas sanitarios nacionales, tenía trabajo si la economía nacional marchaba bien y moría en una guerra si su estado nacional lo decidía. Si tenía la suerte de vivir en un país democrático podía gozar de una relativa pero confortante participación en las decisiones que afectaban su vida. Buena o mala, así era la vida en las Modernidades Nacionales basadas en la economía industrial, y había muy poco que hacerle.
Este mundo ya no existe. De él sólo quedan en pie sus obsoletas instituciones políticas. En tanto éstas siguen pensando los problemas en términos nacionales, un colapso económico en Asia puede acabar con nuestro trabajo, una peste que se expande por África modifica nuestras costumbres sexuales, una secta religiosa fundamentalista de Medio Oriente afecta nuestra percepción de seguridad y el cambio climático nos amenaza a todos por igual. Todos rezamos para que los terroristas del Tercer Mundo y los líderes militaristas del Primero miren para otro lado, esperamos que los vecinos cuiden bien sus reactores nucleares a fin de evitarnos un Chernobyl cerca de casa y observamos con espanto que todo se globaliza, menos la Democracia.1 Nuestra suerte, y la de la humanidad, se juega mayormente en un escenario globalizado. Y dado que casi no existen instituciones responsables de dar respuestas racionales a estas cuestiones, y las que hay son cualquier cosa menos democráticas, a todos nos invade un sentimiento de impotencia e indefensión, cuando no la nostalgia por los viejos buenos tiempos industrial-nacionales.
Podemos describir la crisis civilizatoria que atraviesa la humanidad en cinco dimensiones globales:
1) Crisis económica. La inexistencia de regulaciones económicas globales
ha provocado crisis financieras profundas y riesgosas. Durante un lustro estas crisis han tenido una alarmante ciclicidad, con un epicentro anual perfectamente localizado (México en 1995, el sudeste asiático en 1997, Rusia en 1998, Brasil en 1999, Turquía en 2000, Argentina en 2001), lo que demuestra que se ha tratado de mucho más que de episodios casuales. La posterior entrada de China y la India en el mercado mundial ha causado su momentánea desaparición y originado un cambio de tono en la economía mundial. Sin embargo, no existe una sola economía
desarrollada que no esté pasando por un momento de incertidumbre, ya sea por los déficit gemelos de los Estados Unidos, por el escaso crecimiento de los principales países europeos (Francia, Alemania e Italia a la cabeza) o por la recesión ya casi crónica que afecta la economía japonesa. Todo hace pensar que la crisis, lejos de desaparecer, puede estar desplazándose hacia el centro del sistema.
Ante la falta de instituciones democráticas mundiales capaces de poner un freno al cortoplacismo capitalista se hace presente la sombra de 1929 –es decir, la posibilidad de un colapso del sistema de financiación, producción e intercambio global–. Por otra parte, una mejora de variantes macroeconómicas como la productividad, la inversión y la producción total no resulta ya condición suficiente para el mejoramiento concreto de los niveles de vida de la mayoría de los ciudadanos. La producción mundial subió de 4 a 23 billones de dólares en las últimas dos décadas, pero la cantidad de seres humanos pobres creció un 20% en el mismo período.2 A su vez, la ratio de riqueza entre el 20% más pudiente de la humanidad y el 20% más pobre3 ha ido de 30 a 1 en 1960, de 59 a 1 en 1990, y de 74 a 1 en 1997.4 Por otra parte, en una sociedad mundial de la información, no
sólo crecen las desigualdades sino la percepción de esas desigualdades, lo que contribuye a crear una situación social globalmente explosiva.
En el mundo de la informatización y las redes comunicativas globales, aproximadamente un 30% de la humanidad subsiste con un ingreso diario inferior a un dólar, fenómeno que configura lo que algunos economistas han denominado “economía de apartheid”. Esta dificultad de distribuir social y planetariamente lo producido, típica de un capitalismo no sujeto a regulaciones redistributivas, está frenando el ritmo de crecimiento económico global, que en el largo período ha disminuido de los 5 puntos anuales que eran habituales en la posguerra a alrededor de la mitad.
La relación entre una recesión débil pero permanente, de escala mundial, y la obsolescencia de las políticas redistribucionistas keynesianas es clara: el mundo se encuentra dividido entre un polo desarrollado cuyo crecimiento está obstaculizado por la falta de demanda efectiva global y un polo subdesarrollado incapaz de acceder al consumo. Resulta difícil imaginar un restablecimiento sostenido del ciclo económico expansivo global y una disminución de la volatilidad de los mercados sin superar esta contradicción, reconstituyendo la base política del keynesianismo: la igualdad de escalas, entonces nacional y ahora global, entre las instituciones económicas y las políticas.

lunes, 20 de diciembre de 2010

PROGRAMAS DE TV


Hoy, lunes 20, a las 22, estaré en el programa "La mirada" con Roberto García por Canal 26. Los espero...

INFORME DE MANDATO 2010

Les dejo el link para que puedan ver el "INFORME DE MANDATO 2010" con toda la actividad legislativa que realicé este año. Además hay otro link con las repercusiones en los medios audiovisuales y los artículos que publiqué en los medios gráficos.

INFORME DE MANDATO 2010:
http://dl.dropbox.com/u/13713657/INFORME%20MANDATO%202010%20FINAL.pdf

INFORME DE PRENSA MANDATO 2010:
http://dl.dropbox.com/u/13713657/INFORME%20DE%20PRENSA%20MANDATO%202010.pdf

sábado, 18 de diciembre de 2010

GACETILLA DE PRENSA

Para todos aquellos que solicitaban mi opinión, aqui les dejo un resumen claro de como termina el 2010 nuestro país…

Lo sucedido en Soldati deja al desnudo la verdad de siete años de desgobierno K: 7 millones de pobres que las estadísticas gubernamentales pretenden ocultar bajo la alfombra del INDEC, un nivel de pobreza cercano ya al 30% (guarismo similar al de fines de 2001), un tejido social degradado por el clientelismo y la proliferación de mafias de todo tipo, y el abandono del espacio público a la batalla de todos contra todos por parte de un gobierno que hizo de la reconstitución del estado una de sus tantas
consignas huecas. Del otro lado, quedó al descubierto también la inoperancia de quien había llegado al gobierno de la ciudad prometiendo gestión pero no pudo gestionar ni la seguridad ni la obra pública, por lo cual -cercano ya al término de su mandato- no puede mostrar un plan de viviendas a la altura de la grave crisis habitacional que sufre la ciudad ni una policía digna de ese nombre.
Aún peor ha sido -y continúa siendo- la gestión de la crisis por parte de dos gobiernos más ocupados en posicionarse electoralmente que en ofrecer soluciones. Al populismo izquierdoso que confunde el progresismo con el clientelismo, la anarquía y el abandono de las responsabilidades de gobierno se responde con un populismo derechoso y xenófobo que iguala inmigración con delincuencia para abdicar de sus propias responsabilidades.
Los derechos de los habitantes del país, argentinos o extranjeros, deben ser respetados sin aceptar extorsiones ni conceder privilegios, como manda la Constitución de un país proclamada "para todos los hombres del mundo". La ley debe ser ley para todos. Pero nadie puede hacerla respetar si desde las más altas esferas del poder se la viola cotidiana e impúdicamente.
Un plan económico de crecimiento con desarrollo y sin inflación capaz de combatir el núcleo duro de la pobreza estructural, programas habitacionales populares y de crédito para la vivienda que permitan acceder a una casa digna, y una política de seguridad que saque al estado de la falsa opción entre represión feroz y abandono del espacio público deben formar parte de un plan de gobierno para la nación y para la ciudad que sea capaz de aprovechar la extraordinaria oportunidad que la Argentina está dejando pasar para transformar su perfil social y productivo.

domingo, 12 de diciembre de 2010

NOTA DE LA SEMANA

Los emigrantes y el apartheid global

Publicado en Noticias del 11-12-10 (Aunque sea difícil de creer, que la salida de este artículo en Noticias coincidiera con los la mentables sucesos de Villa Soldati es pura coincidencia)

La historia de la humanidad es la historia de la globalización, el largo relato de una Diáspora universal en la cual los seres humanos nos desparramos desde una pequeña parte de la sabana africana hacia los más remotos rincones del globo. A lo largo de ella, el comportamiento nomádico y errante fue la regla y el sedentarismo la excepción; una excepción extraordinariamente reciente si se considera que apareció como comportamiento generalizado con la revolución agraria, es decir: hace aproximadamente 15.000 años de los millones que lleva la entera historia de la humanidad.

Bajando de los barcos
Después de la migración forzosa de los africanos hacia América debida a la esclavitud, y que desplazó entre diez y veinte millones de personas en dos siglos a través del Atlántico, de la diáspora de los indios y de los chinos, de aproximadamente 30 millones de personas cada una, y de la migración europea hacia América y Australia (aproximadamente 60 millones en un siglo), un nuevo período de migraciones se ha abierto recientemente.
Sus causas son obvias: las agencias de la ONU reportan que en 1950 la población de las regiones más desarrolladas era el doble de la población de las regiones menos desarrolladas. Para el 2000, debido a diferentes tasas de nacimiento y mortalidad, la proporción se acercaba a 4/1. Para 2050 se ha calculado una ratio de 7/1 en el mejor de los casos y de 10/1 en el peor. De allí que más de 35 millones de personas haya emigrado desde el Sur hacia el Norte del planeta entre 1960 y 1990, ente los cuales 6 millones han violado alguna de las normas que establecen un Apartheid global de hecho. Aproximadamente 1,5 millones se suman a ellos cada año. Otras agencias estiman que el flujo de migrantes transnacionales ha crecido de 75 millones/año en 1965 a 120 millones/año en 1990, a 150 millones/año para el 2000, a 190,6 millones/año en 2005.
Aunque los datos parecen indicar un volumen masivo de migrantes, si se comparan los datos con la población mundial los guarismos son bien inferiores a los alcanzados en épocas precedentes. En otras palabras: el Apartheid que permite el flujo de capitales e información pero detiene a los seres humanos en sus discriminatorias fronteras es efectivo. Debido a él, los inmigrantes inter-nacionales que eran 7,5% de la población mundial durante la Belle Époque (1911) son hoy, en plena era global, aproximadamente el 3%, a pesar del consistente desarrollo de los transportes y de las comunicaciones y el impulso cada vez más claro a favor de las migraciones que generan las escenas de riqueza y bienestar en el Primer Mundo que difunden los mass-media globales. Durante el mismo período, el número de inmigrantes ha descendido en los Estados Unidos desde el 14,5% al 11,5% y en Canadá del 22% al 6.1% , para no mencionar el menos del 5% que alcanza la población extracomunitaria en la Unión Europea, tan difícil de ser aceptado por Monsieur Jean Marie Le Pen y sus colegas.
Pero el factor migratorio más importante introducido por la globalización no es cuantitativo ni inter-nacional sino global. En efecto, los procesos migratorios constituyen un fenómeno que se desarrolla también al interior de las fronteras nacionales. Hace sólo dos generaciones, apenas el 20% de los ciudadanos estadounidenses vivía en un área que distaba más de 80 km. de su lugar de nacimiento, pero al final del siglo XX su porcentaje había llegado al 80%, invirtiendo las anteriores proporciones .

Población y riqueza
El éxito socioeconómico de Japón y Alemania ha demostrado que no existe relación demostrable entre densidad de la población y bienestar social. Y es que en una sociedad global basada en factores inmateriales de producción las justificaciones nacionalistas de políticas anti-inmigratorias se tornan un resto fosilizado de pasadas épocas, de un pasado determinado por la territorialidad en el que la ratio entre recursos naturales disponibles y número de habitantes era el factor determinante de la riqueza individual que si hoy estuviera vigente haría que la despoblada África fuera rica y la hiperpoblada Europa o el Japón fueran pobres. El lamento sobre los inmigrantes que “se roban los puestos de trabajos nacionales” es un prejuicio tribal trasplantado a la Modernidad. Primero, porque se basa en considerar a los inmigrantes como meros productores (es decir: consumidores de puestos de trabajo) mientras que su rol como consumidores (es decir: creadores de puestos de trabajo) es ignorado. Segundo, porque las estrategias deslocalizadoras de la producción y el flujo global de capitales erosionan toda protección territorial-nacional de los puestos de trabajo. Lejos de fantasías que a nadie protegen en el largo plazo, vivimos en un universo cada vez más global en el que si los trabajadores decididos a aceptar salarios más bajos no se mueven hacia los puestos de trabajo mediante las migraciones el capital y los puestos de trabajo pueden siempre moverse hacia esos trabajadores del tercer Mundo mediante el outsourcing.

De aquí para allá
Las migraciones son el mejor sismógrafo de la Modernidad. Como establece la conocida máxima, en una época definida por la movilidad la gente “vota con sus pies”. Aún más: la dirección del movimiento a través de las fronteras nacionales ofrece una indicación exacta acerca de la situación imperante, y las murallas construidas para detener las migraciones son expresivas de la situación real. Contrariamente a la creencia general, no fue la caída del Muro de Berlín el acontecimiento que anticipó el resultado de la Guerra Fría, sino su construcción. Un mundo, el comunista, que debía evitar que sus ciudadanos lo abandonaran a través de una muralla, estaba destinado a fracasar tarde o temprano. También los inmigrantes ilegales, los refugiados y los exiliados de todo tipo ofrecen una radiografía del estado real del planeta que describe crudamente el alcance de las desigualdades territoriales y anticipa el futuro.
En este marco, la crítica populista-nacionalista de los procesos globales es injustificada. Si un movimiento revolucionario transfiriese puestos de trabajos desde los países ricos hacia los pobres (digamos: de Europa hacia China) sus líderes serían considerados como una encarnación moderna de Robin Hood. Pero como (aunque motivadas por objetivos menos románticos) son las corporaciones globales lo hacen, la Vulgata antiglobalizadora decreta que el outsourcing la delocalización deben ser interpretados como un signo de la irrupción del mal sobre la Tierra. Curiosamente, esta concepción antimoderna y conservadora, este resto anacrónico del desprecio aristocrático por el capitalismo, es defendida no sólo por sectores populistas del Primer Mundo sino por partidos del Primer Mundo que se dicen progresistas y sectores populistas del tercero.
Más allá de sus afirmaciones, tanto el outsourcing global como las migraciones globales operan contra la concentración territorial de la riqueza, disminuyendo el número de trabajadores en los lugares donde son menos necesarios, incrementándolos donde son demandados y contrabalanceando -de ambas maneras- los privilegios derivados de las circunstancias del nacimiento. Para países en desarrollo como Ecuador y Méjico, el dinero enviado a casa por sus emigrantes es la principal fuente de recursos provenientes del exterior, muy por encima del total de las exportaciones nacionales. Según el Banco Mundial, este flujo financiero hormiga, que había sido calculado en aproximadamente 70 mil millones de dólares anuales para 1990, se ha duplicado en la siguiente década y sobrepasado los 250 mil millones de dólares a partir de 2007. El resultado es también inmejorable en términos de distribución social de la riqueza, ya que algunos cientos de dólares por mes pueden significar poco y nada en una economía desarrollada pero son una fortuna que permite alimentar a una familia entera en un país en desarrollo. Similarmente, mientras que las cifras direccionadas desde el Primer Mundo hacia el tercero por los inmigrantes son escasamente importantes para las sociedades de origen, resultan enormemente relevantes para el balance nacional de los países de destino.
No son los únicos aspectos pro-igualitarios de los procesos globales. Se ha calculado que la liberación total de la circulación y residencia de los seres humanos en todo el planeta sería mucho más relevante para una mejor distribución de los recursos que el exigido 0,7% del producto bruto nacional en ayudas al desarrollo que se reclama a los países avanzados con escaso éxito. De la caridad a los derechos, la progresiva liberación de la circulación y la residencia en todo el planeta significaría un reconocimiento de la dignidad, la autonomía y la iniciativa del individuo, que no sólo son justos sino que constituyen elementos subjetivos de enorme importancia en la lucha contra la pobreza y la exclusión.

El Apartheid global
“Envíenme sus cansadas y miserables masas, anhelantes de respirar en libertad; los miserables que son rechazados de sus prolíficas costas. Mándenme los sin techo, los náufragos; arrójenlos a mí, que elevo mi antorcha junto a la puerta dorada” reza el célebre escrito de Emma Lazarus ubicado debajo de la estatua de la “Libertad Iluminando el Mundo”, en Nueva York. Este concepto cosmopolita y orientado al mundo está inscripto en la base del sueño americano, el sueño del estado nacional más poderoso de la Tierra, cuyo lema fundante es “E pluribus, unum”, que invoca la pluralidad –y no la homogeneidad- como fundamento de la unidad. Sin embargo, dos siglos después de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano ningún derecho humano que merezca ese nombre existe aún realmente. Las hosanadas instituciones nacionales los han reducido a prerrogativas y privilegios determinados por la posesión de pasaportes, es decir: por la sangre y el suelo, exactamente lo contrario de lo que postulaban las revoluciones burguesas cuyo proyecto era el de acabar con las castas aristocráticas basadas en los “derechos” hereditarios de la tierra y de la sangre.
Es por esta absurda y antimoderna prolongación de los derechos hereditarios a la riqueza y la ciudadanía que aún en las sociedades nacionales fundadas en las ideas de democracia y de igualdad los inmigrantes pierden buena parte de sus derechos por el simple acto de haber abandonado sus países de origen. Mientras que la ciudadanía nacional sigue siendo exaltada como fuente de derecho, los inmigrantes continúan dependiendo de un humillante sistema de visas, autorizaciones y sellos sobre sus pasaportes. Y aún en el caso de una inmigración exitosa, sus primeras generaciones carecen de derechos políticos, por lo que en las frecuentes disputas con los nativos las instituciones nacionales garantizan a una sola parte –la más poderosa- los derechos, en tanto reservan a la otra –la más débil- las obligaciones.

Cuando Adorno y Horkheimer señalaron las características modernas de Ulises: su racionalidad, su intento de controlar la Naturaleza a través del uso de instrumentos tecnológicos y su capacidad de autoafirmación ética, y lo propusieron como el héroe moderno por excelencia, pusieron escasa atención en la más obvia esencia de Ulises, la que confería el significado básico a la Odisea: el intento odiseico de hacer del mundo el escenario significativo de su vida. Hoy, los nómadas e inmigrantes que legal o ilegalmente cruzan las fronteras buscando en el extranjero la supervivencia, el bienestar o la auto-realización son la versión actualizada del astuto Ulises; los herederos de una tradición globalizante que apenas se hurga en el pasado resulta ser la de toda la humanidad, y en la cual las dimensiones espaciales y los límites territoriales existen para ser superados. Voluntaria o involuntariamente, las vidas de los modernos inmigrantes renuevan un mundo lleno de sentido y significado en el cual la máxima de Pompeyo -Navigare necesse est- sigue siendo la regla principal.
La movilidad espacial, que había sido siempre privilegio de las minorías, se está transformando en producto de consumo popular mediante el turismo global de masas y en precondición del desarrollo, el bienestar y la democracia tanto para individuos como para grupos y organizaciones. Tan pronto como la globalización se transforma en el fenómeno central que define nuestra época, la capacidad de acceder a la movilidad espacial determina la supervivencia de los individuos de las clases más bajas y la autorrealización de las clases medias. Este proceso revolucionario cambia las coordenadas respecto a un pasado en el cual la mayor parte de los seres humanos pasaban su vida ganándose la supervivencia encadenados a la tierra -durante la era agraria- o atados a fábricas y oficinas en las cuales se hablaba su lengua materna -durante la era industrial.
Las redes digitales post-industriales cuyas terminales y nodos conectivos están globalmente distribuidos destruyen las condiciones de esta esclavitud que confinaba espacialmente a los trabajadores, privándolos del acceso a un mercado global de trabajo. Por eso hoy la batalla contra los Muros de Berlín sobrevivientes y en construcción se ha transformado en un elemento central de las reivindicaciones democráticas de los ciudadanos del mundo.

Tres décadas después que la Luna haya sido declarada Patrimonio Común de la Humanidad por las Naciones Unidas, nuestro propio planeta sigue sin ser considerado como tal. Paradójicamente, los mismos estados que han expresado altas preocupaciones democráticas y cosmopolitas acerca de la Luna se consideran imbuidos de legitimidad plena cuando se trata de evitar el acceso a “su” territorio nacional a un extranjero. Todos los argumentos usados para justificar semejantes abusos pueden ser reducidos a una afirmación: “Nuestros antepasados llegaron primero”. Lo cierto y evidente es que basar los propios privilegios en sucesos de los que no hemos tomado parte y ocurridos cuando ni siquiera habíamos nacido contraría las más elementales nociones civiles de la Modernidad: la justicia, el mérito individual, la igualdad de oportunidades y la igualdad de nacimiento, presentes en todas las constituciones de los países que –paradójicamente- limitan la residencia en su territorio y discriminan social y políticamente a sus inmigrantes.
Desde la caída del Muro de Berlín, el derecho republicano de los ciudadanos de todo el mundo a la libre circulación y residencia en todos los puntos del planeta reclama expresarse en una dimensión mundial-planetaria, ya que en una época global el acceso equitativo a la movilidad espacial se transforma en precondición del desarrollo de auténticos derechos universales, comunes e iguales para todos. Lamentablemente, mientras que en los países desarrollados los trabajadores altamente calificados aumentan su movilidad y las migraciones transnacionales se transforman en una estrategia aceptada y aplaudida de desarrollo individual, el Apartheid global intenta mantener a los ciudadanos del Tercer Mundo acorralados en la degradante situación en la que nacieron. No por casualidad, esta manipulación de las fronteras se asemeja a la regulación estatal de la circulación y la residencia que ha sido y es regla unánime de todos los regímenes totalitarios.

La necesidad de un nuevo proceso westfaliano
La Paz de Westfalia (1648) fue el episodio fundante de un nuevo período de la Modernidad en el cual los estados nacionales se transformaron en el centro vital del universo humano, reemplazando y superando a todo tipo de entidades religiosas, feudales premodernas. La pertenencia, la comunidad, la solidaridad y el destino común, que previamente habían dependido de connotaciones religiosas, se hicieron progresivamente laicas y territoriales. Aunque no siempre lo recordamos, la ciudadanía nacional se tornó posible sólo después de que la religión fuera relegada desde la esfera pública a la privada.
Entonces, el velo de ignorancia descripto por John Rawls cayó sobre la adscripción religiosa de los miembros de la comunidad nacional, cubriendo progresivamente las definiciones étnicas y de género, las opiniones políticas y todo tipo de factor de discriminación entre los ciudadanos nacionales. Al mismo tiempo, este movimiento hacia lo universal se vio limitado por pertenencias y adscripciones que fueron nuevamente fijadas al territorio en una escala mayor -la nacional- pero aún territorial y delimitada. Así, al depender –inevitablemente para la época- de instituciones nacionales, los derechos humanos perdieron su índole intrínsecamente individual y universal y adquirieron una forma particularista y cerrada.

El enorme potencial de las fuerzas modernizantes fue liberado en Westfalia gracias a la abolición de los viejos paradigmas que las mantenían amarradas a los poderes feudales y eclesiásticos, lo que abrió el campo para la era de las Modernidades Nacionales. Hoy, cuando sus instituciones desfallecen bajo el impacto de la globalización de los procesos sociales, un nuevo proceso westfaliano se torna necesario para la generación de un nuevo modelo de Modernidad; una Modernidad radicalizada y activa en el contexto de una era global que pone en tensión todos y cada uno de los principios territoriales consagrados en la primera Westfalia.
Después de la Segunda Guerra de los Treinta Años, desarrollada entre 1914 y 1944, la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), la convocatoria de una Primera Convención Constitucional de los Pueblos del Mundo (1950) por parte de la ONU y los pasos iniciales hacia la constitución de la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA) constituyeron avances de enorme valor hacia la superación de los contextos nacionales y la proclamación de los derechos de los individuos como valor superior a la soberanía de los estados. Todos estos sucesos prometedores expresaron procesos políticos dirigidos a superar el contexto nacional-céntrico westfaliano, establecido al final de la primera guerra de los Treinta Años (1618-1648). Lamentablemente, la guerra de Corea, el inicio de la Guerra Fría y la nueva división del mundo entre el Este y el Oeste dejaron la tarea sin terminar.
Pero si el período que siguió a las dos grandes guerras constituyó una segunda Westfalia fracasada, hoy los procesos tecnoeconómicos vuelven a presentar un escenario similar al de la Westfalia original, marcado por el retroceso de las tendencias nacionalístico-tribales mediante la transformación voluntaria o involuntaria de las nociones de pertenencia, solidaridad y comunidad en un nuevo contexto global capaz de sostener materialmente, por primera vez en la Historia, un desarrollo humano pacífico y cooperativo.
En un mundo global, las nociones de pertenencia nacional, cuando subsisten, se hacen cada vez menos prescriptivas y más problemáticas. A su vez, la identidad personal está cada vez menos determinada por factores colectivos y territoriales, lo cual recuerda la transformación de las fuentes de identidad que fueron desde el particularismo religioso hacia la individuación y la universalidad durante la Reforma. Es en este nuevo contexto que las concepciones nacionalistas, ayer progresistas, han perdido su carácter liberador y se han transformado en formas restrictivas y opresivas para los individuos y los grupos sociales. De allí que una reforma espiritual cosmopolita haya estado desarrollándose inadvertidamente. Es debido a ella que cada vez menos habitantes del planeta piensan que morir en una guerra sea un precio aceptable a pagar por el reconocimiento de sus derechos políticos a nivel nacional, motivo por el cual las fuerzas armadas han debido ser profesionalizadas en casi todos los países desarrollados. Finalmente, que el epicentro de la mayor movilización de la historia humana, desarrollada pocos días antes de la invasión de Irak, se halla ubicado en las principales ciudades de los países invasores muestra que son cada vez menos los que creen que la máxima “Right or wrong, my country” (Mi país, aunque esté equivocado) sea aún un principio decente.
En una sociedad crecientemente global, la individuación y la universalización tienden a funcionar complementariamente y a reforzarse mutuamente porque la emergencia de crisis globales en el campo económico, ecológico, demográfico y de seguridad crea una percepción concreta de un destino global y común, al mismo tiempo que refuerza la idea de derechos imprescriptibles e individuales. Cuando la amenaza del recalentamiento global se hace real, cuando la crisis económica global ha abandonado el territorio de las profecías apocalípticas, cuando el armamentismo nuclear amenaza proliferar globalmente junto al terrorismo globalizado, la reconstrucción de las nociones de comunidad y solidaridad en términos de pertenencia a la raza humana se hacen más posibles que nunca y una esperanza universal nace de las desesperanzas y desesperaciones nacionales.
El estado actual de las cosas, en el cual un Apartheid global consagra las desigualdades del pasado, en el que la paternidad determina los derechos económicos y sociales a través de la herencia familiar y la ciudadanía nacional fija derechos políticos a través de una herencia de tipo nacional, es contrario a este proceso y a los principios de igualdad de nacimiento levantados hace doscientos años por las revoluciones burguesas. Este presente defrauda las promesas del pasado y amenaza gravemente al futuro. La idea democrática de unos derechos humanos a la vez individuales y universales y el principio de igualdad de oportunidades implican que todo ser humano debe heredar una parte proporcional e igual del patrimonio común de la humanidad, y que todo condicionamiento de esta igualdad ciudadana universal debido a la raza, el color, el sexo, el lenguaje, la religión, las opiniones, la nacionalidad, la clase social, la posición económica o cualquier otro tipo de circunstancia de nacimiento es -como establece textualmente la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948) en su artículo segundo- escandalosamente discriminatoria.
Así como el predominio de la economía sobre la política ha llevado a un aumento de las desigualdades sociales, la globalización también contiene una esencia democrática en tanto conecta la importancia decreciente de los factores espaciales con la vigencia de valores universales inaugurados por la Modernidad y comunes a todos. En un planeta en el cual las distancias se acortan y las fronteras se desvanecen, las discriminaciones territoriales se hacen inaceptables para la conciencia democrática de la sociedad mundial. Que el gobierno de los Estados Unidos haya sido responsabilizado por su insensibilidad ante las consecuencias del Tsunami asiático significa que la sociedad civil mundial ha comenzado a razonar en términos éticos que sobrepasan las fronteras y exceden toda limitación territorial de la rendición de cuentas.
Después de milenios de haber sido el coto de caza de monarcas y emperadores soberanos, y siglos de haber sido monopolizada por los estados, el concepto de “soberanía” está llegando así a sus destinatarios legítimos: los seres humanos. La ciudadanía moderna y los derechos de ella derivados pueden ser desatados finalmente del yugo del nacionalismo, y la democracia distinguida de las concepciones e instituciones nacionalmente centradas por algún tipo de nueva Westfalia, una segunda Westfalia que relegue las pertenencias nacional-territoriales a la intimidad así como en 1648 la Primera Westfalia relegó las decisiones religiosas del ámbito público al privado, terminando de desenganchar la constelación de derechos individuales de las decisiones identitarias personales a través de la profundización de la independencia entre derechos y circunstancias del nacimiento enunciada en casi todos los bill of rights y declaraciones constitucionales de la Modernidad.

Desechar los condicionamientos espaciales de la ciudadanía se transforma, con cada día que pasa, en una condición sine qua non para el establecimiento de derechos humanos que no sean retóricos sino concretos y válidos para todos y cada uno de los ciudadanos del mundo. En una era global, las ciudadanías nacionales se tornan paulatinamente incompatibles con los derechos humanos universales. En una era global, los derechos humanos y una ciudadanía mundial se vuelven las dos caras de una misma moneda.

Fernando A. Iglesias

viernes, 10 de diciembre de 2010

CHARLA - DEBATE EN BOLIVAR

Hoy, viernes 10, a las 19.30, en el Salón Verde de la Municipalidad de Bolivar estaremos debatiendo sobre "Un programa para la Argentina de los proximos años" junto a los compañeros de la CC de dicha localidad. Si se encuentran por la zona están cordialmente invitados...

jueves, 9 de diciembre de 2010

LAS ESTADISTICAS DE LA "ARGENTINA K"

Estos son los estudios preparados por nuestro equipo económico dirigido por Alfonso Prat Gay y basados en datos oficiales sobre la situación económica y social real de la "Argentina K". Para cualquiera que entienda de estadísticas no hace falta agregar más nada sobre el fracaso del famoso "Modelo". Haciendo click en las imágenes podrán verlas en detalle.





miércoles, 8 de diciembre de 2010

PROGRAMAS DE TV


Hoy, miércoles 8 de diciembre, a las 22, estaré en "A dos voces", con Gustavo Sylvestre y Marcelo Bonelli por TN. Los espero...

lunes, 6 de diciembre de 2010

Entrevista a Lucio Levi

Les dejo el link de un reportaje que el periodista Fabian Bosoer de Clarín le hizo a mi querido amigo Lucio Levi, ex colaborador de Norberto Bobbio y Altiero Spinelli, presidente del Movimiento Federalista Europeo y miembro del Comité de Honor de Democracia Global, en el suplemento Zona del 5 de diciembre.

“Los Estados nacionales son instituciones con más pasado que futuro”

viernes, 3 de diciembre de 2010

NOTA DE LA SEMANA

Esta semana, en lugar de una de mis notas, reproduzco un reportaje que le hicimos a mi amigo Andreas Bummel, presidente fundador y CEO de la Comisión para una ONU Democrática, uno de los principales grupos del mundo que se especializan en el establecimiento de una Asamblea Parlamentaria en las Naciones Unidas, en el marco de los "10 DIAS DE DEMOCRACIA GLOBAL" que se realizaron en la ciudad de Buenos Aires entre los días 30 de septiembre y 9 de octubre de este año.

Bummel es autor del libro “Internationale Demokratie Entwickeln («Desarrollar la democracia internacional»), y, desde 1998, miembro de la junta de directores – consejeros de la Sociedad para los Pueblos Amenazados (STP), una de las más importantes organizaciones de derechos humanos de Alemania. En este puesto se ha ocupado sobre todo, de la justicia penal internacional y el mantenimiento de la paz de la ONU. También hasta el 2007, fue miembro del Consejo del Movimiento Federalista Mundial, Institute for Global Policy en Nueva York.

En 2002 y 2005, fue candidato del partido liberal para las elecciones al parlamento alemán. Hoy es un ex miembro del partido.



Después de 3 años de trabajo, la campaña para crear un embrión de parlamento mundial en el seno de la ONU ha alcanzado un éxito sorprendente. 771 parlamentarios de todo el mundo, representantes de 100 países, han suscripto la petición para que la ONU adquiera una dimensión parlamentaria que pueda atender los enormes problemas que en el universo global han escapado a las capacidades de solución al alcance de los estados nacionales. Su director, el alemán Andreas Bummel, presidente del Comité por una ONU democrática, nos atendió a su paso por Buenos Aires para la reunión internacional anual de coordinación de la campaña.


¿No hay ya suficientes parlamentos? ¿Qué sentido tiene crear una Asamblea Parlamentaria en las Naciones Unidas?

La idea de crear una Asamblea Parlamentaria en las Naciones Unidas intenta dar una voz a todos los ciudadanos del mundo, una voz dentro de las Naciones Unidas que se oiga en muchas otras organizaciones internacionales relevantes. Hasta hoy, ninguna de las organizaciones internacionales importantes incluye un cuerpo parlamentario que permita que los representantes elegidos por los pueblos del planeta participen en la toma de decisiones.
En el contexto de la globalización, más y más cuestiones políticas significativas han ido migrando hacia instituciones más extendidas. Pero los problemas del mundo global sólo son tratados por cuerpos gubernamentales, que representan a los países y no a los ciudadanos. Por eso creemos que es tiempo de que los ciudadanos comunes sean incluidos en el proceso de toma de decisiones, y no solo los poderes ejecutivos y los gobiernos.

¿Pero no generará esto más burocracia y más impuestos?

La UNPA será un nuevo organismo, seguramente, pero no necesariamente va a generar más burocracia. Aunque tendrá solamente derechos de consulta su significado simbólico será muy importante porque de crearse sería el primer organismo en la historia de la humanidad que represente a todos los ciudadanos del mundo directamente a nivel global. Y el costo de crearlo sería muy bajo, sobre todo, comparado con los grandes beneficios que traería y con los costos incomparablemente mayores que traen las crisis económicas, ecológicas y militares que se desenvuelven hoy sin controles apropiados.

¿En qué nivel se encuentra hoy el proyecto de la UNPA?

Estamos en el principio de algo muy importante, aunque de un parlamento mundial se habla desde el siglo diecinueve. Sin embargo, la idea sólo cobró fuerza con el final de la Guerra Fría, en 1990, cuando la idea tomó relevancia porque parecía haber una oportunidad abierta para renovar las instituciones mundiales.
Pero usted me ha preguntado ¿dónde estamos ahora? Construyendo el apoyo político necesario, diría. Por ejemplo, tanto el Parlamento Latinoamericano como el Parlamento argentino, en su Cámara Baja y su Cámara Alta, aprobaron por unanimidad una moción de apoyo a la campaña. También en otras regiones del mundo hemos obtenido apoyos, por ejemplo del Parlamento Pan-Africano y el Europeo. Pero el objetivo final es convencer a los gobiernos de que en realidad se beneficiarían haciendo a las instituciones internacionales más efectivas, transparentes y democráticas. Estamos por eso intentando atraer a los gobiernos para iniciar un proceso preparatorio de creación del organismo a través de una decisión soberana de la Asamblea General de la ONU.

Usted está participó de los 10 Días de la Democracia Global en Argentina. ¿Qué relación tiene esto con su proyecto?

Nuestro proyecto está profundamente arraigado al desarrollo de una democracia de escala mundial. Una democracia global implica darle voz y voto en los temas globales a cada ciudadano en el mundo, y el Parlamento Mundial, que es el objetivo final de nuestro proyecto, llevaría exactamente a eso, a través de representantes directamente elegidos por los ciudadanos.

¿Y cuáles han sido los resultados de estos Diez Días de Democracia Global en Argentina?

Han sido un hito para el desarrollo de la campaña. Fue extraordinario reunirnos en el recinto del Senado argentino, con parlamentarios de más de treinta países latinoamericanos que debatieron cómo continuar con el proyecto. Y dimos otro paso adelante identificando las estrategias necesarias para que los gobiernos afines tomen parte en el proyecto. Nuestra esperanza, por supuesto, es que la República Argentina sea partícipe de este grupo, de lo cual hemos hablado con su Embajador en la ONU, Jorge Argüello.

¿Cuál es su rol en la campaña?

He estado trabajando en la cuestión del Parlamento Mundial por casi diez años, si no más, y en este momento soy secretario general del Secretariado de la Campaña por la UNPA, en la cual mi rol es coordinar globalmente los esfuerzos de parlamentarios, ciudadanos y organizaciones no gubernamentales de todo el mundo.

¿No considera que este proyecto sea una utopía, o cree que está cerca de convertirse en un hecho?

En este momento estamos experimentando un cambio enorme en el poder mundial, cada vez más lejos del Oeste y del Norte y más cerca del Este y del Sur. En este proceso, y en el contexto de la crisis financiera mundial, se ha hecho evidente la necesidad de fortalecer las instituciones globales. Pero no es posible avanzar en esta dirección sin hacer al mismo tiempo que esas instituciones sean más democráticas.
Así que este es el momento de retomar el proceso de reforma de las Naciones Unidas, que no ha sido resuelto durante décadas a pesar de los compromisos asumidos por las potencias vencedoras de la Segunda Guerra. El establecimiento de una Asamblea Parlamentaria de la ONU, primero, y de un parlamento mundial, después, podría ser una herramienta fundamental para reequilibrar el poder de los pequeños estados y los grandes, porque los grandes estados -lo vemos en la Organización Mundial de Comercio (OMC) y en las negociaciones sobre cambio climático- están hoy intentando resolver estas cuestiones por fuera de la ONU, mediante el G20. Pero el G20 es sólo un foro que no siempre puede poner en práctica soluciones. Por otra parte, ¿por qué los estados más pequeños y débiles deberían aceptar esas soluciones si no han sido escuchados durante el proceso de la toma de decisiones? La Asamblea Parlamentaria de las Naciones Unidas podría ser la clave de solución de ese problema, que no se puede resolver en la Asamblea General de la ONU en la que cada país vale un voto, porque no es democrático que un país como Tuvalu, con 12 mil habitantes, tenga el mismo peso político que China, donde habitan 1.300 millones de personas. Por eso es necesario combinar la representación por naciones, en la Asamblea General, con la representación ciudadana en una asamblea parlamentaria, y es en eso que estamos trabajando.

¿Cómo cree que impactan las políticas del FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio en el desarrollo latinoamericano?

Estas instituciones han seguido, sin dudas, la agenda del Consenso de Washington. Quisieron llevar a los países a reducir su gasto público. Pero la creación del Banco del Sur demostró que Latinoamérica necesita y es capaz de otro tipo de soluciones. La región necesita crear herramientas e instituciones que la ayuden a resolver sus propios problemas. El FMI, el BM y la OMC son hoy instituciones obsoletas y promueven políticas decididas fuera de Latinoamérica. Hoy, en el contexto de la crisis económica mundial, es sorprendente que el FMI siga desempeñando un rol importante a pesar de sus errores. Por eso estoy en desacuerdo con este tipo de estructuras no democráticas y meramente gubernamentales, y creo –precisamente- que un parlamento mundial podría constituirse en un foro significativo para discutir la reforma de estas instituciones y del sistema financiero mundial.

¿De qué manera cree que la participación ciudadana ayudaría a desarrollar una democracia global?

Pienso que la participación ciudadana es clave para lograr una democracia global. Participación ciudadana significa que muchas otras voces van a ser escuchadas, y no sólo las tradicionales voces de los gobiernos. Participación ciudadana global implica que las personas sean capaces de influir, a través de sus representantes, sobre las decisiones globales que se toman y que afectan directamente sus vidas.

Parece bastante difícil…

Difícil sí, pero no imposible. Depende de cómo se desarrolle el escenario mundial, ya que los muchos y rápidos cambios en curso podrían abrir una ventana de oportunidad que nos permita hacer realidad la propuesta de la UNPA. Mientras tanto, como campaña trabajamos para construir una coordinación capaz de desarrollar conceptos, ideas y relaciones políticas relacionadas con la temática, para que si esa oportunidad se presenta estemos listos para dar un paso adelante sin improvisar. Acaso fue esto lo que faltó cuando acabó la Guerra Fría y se empezó a hablar de un nuevo orden mundial: nadie había trabajado concretamente en este tipo de soluciones y la ventana de oportunidad para democratizar el sistema internacional se cerró. Luego, todo empeoró con la guerra de Irak, cuando los Estados Unidos comenzaron a dar muestras de que querían ser el poder supremo. Pero todo el escenario está cambiando nuevamente. ¿Qué pasaría si China, dentro de cinco, diez o quince años, desarrollara una democracia multipartidaria, como es muy posible que se vea obligada a hacer? ¿Cómo impactaría en el orden mundial una China democrática? Un solo hecho como este cambiaría todos los cálculos, e impactaría en toda la arquitectura del mundo, y China, uno de los países de mayor población, debería entonces estar interesada en ejercer presión a favor de una democracia global.

¿Crees que los Estados Unidos apoyarían este tipo de proceso? ¿Y qué sucedería si no lo hacen?

El Parlamento de los Estados Unidos parece creer ya que es algún tipo de parlamento mundial de todas formas (ríe), y esto ya es un gran problema en sí mismo. De todas maneras, sería problemático que, a mediano plazo, los Estados Unidos no apoyaran un proyecto como este, porque es un país que se considera promotor de la democracia en el mundo. Por lo menos es lo que sus gobernantes proclaman. Por supuesto, hay una gran diferencia entre esta supuesta promoción de la democracia y la decisión y acción de respaldar ese mismo principio en las organizaciones internacionales. Por eso es que Estados Unidos es hoy tan poco creíble. Pero también es posible que en algún punto, ante el crecimiento de las cuestiones globales, la gente se cuestionará y pensará: “Ok, estamos democratizando nuestras naciones, estamos tratando de fortalecer la democracia, pero al mismo tiempo, las decisiones principales están siendo tomadas lejos de nuestra influencia, en otro lugar, y ese otro lugar’ no es democrático”.
Así que los Estados Unidos perderán toda credibilidad como promotores de la democracia si sus gobiernos no cambian su manera de pensar y actuar. De hecho, ya la están perdiendo, y en los próximos años perderán aún más de su supremacía como potencia mundial, lo que los hará más permeables a un orden internacional más pacífico y democrático.

¿Todos los países deberían ocupar un lugar dentro de esta Asamblea?

Aún no es el momento de establecer esos detalles, sobre todo porque dependerá de negociaciones entre los países dentro de las mismas Naciones Unidas. Sin embargo, va a ser importante tener en cuenta la población de cada país. Como primer punto proponemos que haya equilibrio entre países pequeños y grandes, lo que significa que debe haber al menos un representante o dos por país, como mínimo. En mi opinión deberían ser dos o tres, para hacer que no sólo las mayorías estén representadas, para que las oposiciones puedan participar y así todos se sientan incluidos. Así se ha hecho en el Parlamento Europeo, donde Alemania, que tiene 80 millones de habitantes, dispone de 99 bancas y Malta, que tiene 10 mil habitantes, tiene siete. En todo caso, lo fundamental en un mundo en que todo cambia tan rápidamente es trabajar mirando al futuro, sabiendo que lo que hoy parece lejano puede suceder en pocos años. Así ha sido después de la Segunda Guerra con el proceso de unificación europea, y así fue también con la caída del Muro de Berlín y con la creación de la Corte Penal Internacional. Países como Argentina, hoy excluidos de la toma de decisiones globales por un sistema arcaico e injusto, deberían considerar las posibilidades de redistribución del poder en el escenario mundial que abriría una asamblea como esta, que a su vez podría convertirse en la carta ganadora para una reforma democrática de las Naciones Unidas, el FMI y otras instituciones globales.

jueves, 2 de diciembre de 2010

PROGRAMAS DE TV

Hoy, jueves 2 de diciembre, a las 23.30, estaré en el programa "Clave 2011" con Pablo Rossi por canal Metro. Los espero...

miércoles, 1 de diciembre de 2010

PROGRAMAS DE TV


Hoy, miércoles 1 de diciembre, a las 22, estaré en "A fuego lento" con Clara Mariño por Canal 26 y a las 23 en "Esta noche" con Gerardo Rozín por C5N. Los espero...