DATOS PERSONALES

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* Escritor y periodista especializado en los aspectos políticos de la globalización. * Presidente del Consejo del World Federalist Movement. * Director de la Cátedra de Integración Regional Altiero Spinelli del Consorzio Universitario Italiano per l’Argentina. * Profesor de Teoría de la Globalización y Bloques regionales de la UCES y de Gobernabilidad Internacional de la Universidad de Belgrano. * Miembro fundador de Democracia Global - Movimiento por la Unión Sudamericana y el Parlamento Mundial. * Diputado de la Nación MC por la C.A. de Buenos Aires

lunes, 31 de diciembre de 2007

Patria, sí; colonia, no; valijazos, tampoco
(publicado en LA NACIÓN del 31/12/07)

La presidenta de la Nación, el ex presidente de la Nación y el jefe de Gabinete han hecho declaraciones de extraordinaria gravedad, hablando de "operación basura internacional", "fraude procesal" y "conspiración contra la Argentina". Peor aún, Cristina Kirchner ha repetido estas afirmaciones en su carácter de presidenta pro témpore del Mercosur, que también estaría amenazado.
Ante esta situación, existen dos posibilidades: hay pruebas fehacientes y hechos concretos que pueden ser demostrados, que fundamentan estas denuncias, o se trata de una formidable cortina de humo destinada a desviar la atención de la opinión pública del "valijazo" de Aeroparque.

Si quieren leer la nota completa, hagan click aquí.

lunes, 24 de diciembre de 2007


ANTONINA, LA TORTUGA ESCURRIDIZA

En mi primer discurso en la Honorable Cámara de Diputados, sostuve que “Al Estado argentino se le ha escapado la tortuga. La tortuga viajaba en el avión de Enarsa acompañada de funcionarios argentinos. La tortuga se bajó en Aeroparque con una carga de 800 mil dólares, pero caratularon como infracción lo que evidentemente era contrabando y presunto lavado de dinero. La tortuga se fue del país dos días después, porque era muy lenta, por otra puerta, sin que nadie la detuviera. Ahora el Estado argentino que dejó escapar a la tortuga se queja de que la tortuga está en Miami y de que no la extraditan para poder seguir el proceso”.

Manos anónimas, de las que nunca faltan, me han hecho llegar ahora por Internet esta pequeña joya del cancionero popular que revisita la obra de María Elena Walsh y le da un raro tinte de actualidad. Se las envío a mis lectores para que la canten, en estas fiestas, junto con sus hijos, con la música de la pieza original.

Felicidades

ANTONINA, LA TORTUGA ESCURRIDIZA

Antonina por Aeroparque entró
y tres días después se marchó.
Nadie sabe cómo fue
que a Miami ella se fue
un poquito caminando
y otro poquitito a pie.

Antonina, Antonina,
Antonina a dónde vas
con tu linda valijita
¿a quién vas a financiar?

Antonina una vez se enamoró
de un coronel que pasó.
Dijo: ¿qué podré yo hacer?
pobre no me va a querer.
Con valijas y paciencia
me podré enriquecer.

Antonina, Antonina,
Antonina a dónde vas
Los mismos que ahora te extrañan
te dejaron escapar.

En la “Tintorería del bidón”
esperaban el valijón.
Albertito se enteró
y la cosa se pudrió.
Y ahora le echan la culpa del traspié
al Agente 86.

Antonina, Antonina,
Antonina a dónde vas
con tu linda valijita
¿a quién vas a financiar?

Antonina, Antonina,
Antonina a dónde vas
Los mismos que ahora te extrañan
te dejaron escapar.

miércoles, 19 de diciembre de 2007


CRISTINA, LAS PALABRAS Y LAS COSAS
(publicado en REVISTA NOTICIAS)

La primera cosa que me golpeó de la asunción de Cristina Kirchner es la confusión entre la liturgia partidaria y la estatal. Los únicos cantos que atronaron en la Cámara fueron la Marcha Peronista y la de la Gloriosa Jotapé, como si la distinción entre estado y gobierno no fuera parte de la mejora de la calidad institucional que prometía el enroque entre Néstor y Cristina. ¿No tiene ya este país un Himno? ¿No estaba primero la Patria y luego el Movimiento? Y lo segundo que me golpeó fueron unos lindos bloquecitos con la leyenda “Fuerza Cristina”, que arrojados sobre los diputados de la oposición enviaban un claro mensaje de lo que la barra del oficialismo nos prepara para los próximos cuatro años. Uno impactó con fuerza en mi cabeza en el exacto momento en que la Presidenta mencionaba la palabra “pluralismo”, si es que el impacto no ha alterado mi memoria…

Dos gaffes memorables. La frase “Tal vez Eva se lo hubiera merecido más que yo”, que revela una extraordinaria soberbia, y su “Él es presidente y yo soy Presidenta”, dirigido a Kirchner. Bello regalo para los que hablan ya de co-gobierno. Peor aún fue la escena que le montó a Tabaré. Una mínima noción de civilidad impide criticar a quien asiste como invitado a una fiesta en nuestra casa y está imposibilitado de responder por el protocolo. Si estos son los modales diferentes y la apertura al mundo prometida…

Desde luego, el discurso también tuvo puntos positivos. Varios. Saldos favorables de la gestión de Néstor y la inclusión de la capacitación docente en el problema educativo o la denuncia del carácter complementario entre el terrorismo global y el unilateralismo militarista de Bush, entre otros. En todo caso, el principal problema con Cristina es, precisamente, la discordancia que en el kirchnerismo separa siempre las palabras y las cosas, la distancia insalvable entre el discurso K y las realidades que promueve.

CRISTINA KIRCHNER: EL PROGRESISMO REACCIONARIO

El discurso de asunción de Cristina Kirchner ha dejado en claro no sólo su extraordinaria capacidad oratoria sino los límites de su pensamiento político. Tres momentos han marcado su horizonte. El momento económico, en el que Cristina ensayó una nueva síntesis productivista que sumaba el campo a la industria y abogó por un país en el que la industria aporte la mayor cuota del PBI. El momento educativo, en el que propuso un retorno a la escuela sarmientina en la que se educó y en la que “todos los días había clase, los maestros sabían más que los alumnos y había que estudiar diariamente para pasar de año”. Finalmente, el momento filosófico, en el que se autocalificó de “presidenta de la Modernidad en tiempos postmodernos” y declaró que las categorías pueblo y estado-nacional estaban más vigentes que nunca. Ahora bien: ¿qué une a los tres momentos de Cristina Kirchner si no el programa del progresismo reaccionario: la aspiración de brindar una respuesta a los problemas del futuro apelando a las recetas del pasado? Desde hace muchos años los servicios ocupan un lugar central en la producción de los países más ricos e igualitarios, en los que han desplazado a la industria como centro dinámico de la economía. En ellos, la mayor parte de la producción manufacturera ha sido relocalizada hacia países emergentes como China. Contrariamente a la tesis industrialista de Cristina, Argentina es un país más industrial que la Unión Europea y los Estados Unidos ya que el porcentaje que aporta su industria al PBI es 5 y 10 puntos mayor que en las dos mayores economías del planeta. De manera que el esquema racional para su futuro no puede basarse ya en la reindustrialización sino en el pasaje a la sociedad de la información, en la que el valor agregado no es ya trabajo manual agregado sino conocimientos, innovación, diversidad, comunicación y emociones agregados a la producción agraria, industrial y de servicios, sin distinciones. Segundo punto, por enormes que hayan sido los méritos de la escuela sarmientina de la crisis educativa nacional se sale abandonando visiones educativas atadas al esquema nacional/industrial al que nuestra Presidenta adhiere. Necesitamos escuelas que formen a los alumnos para la sociedad postindustrial y global en la que vivirán y no para el fenecido mundo nacional/industrial en que se educaron sus maestros. Y precisamos abandonar ciertos corsets ideológicos para hacer del inglés y la computación materias centrales en un contexto en el que estar conectados con el planeta resulta imprescindible. Evidentemente, a ninguna de estas cuestiones se responde apelando a los viejos buenos tiempos de las escuelas normales de provincia. Por último, seguir entendiendo el devenir del mundo como una batalla entre la Modernidad nacional/industrial y su adversaria postmoderna que sólo ve la disolución de estos grandes relatos es condenarse a la incomprensión y la impotencia. Por supuesto, la posibilidad de que haya una opción superadora de la versión industrial/nac&pop de la Modernidad (tesis) y de sus disolutorios adversarios postmodernos (antítesis), y la comprensión de que para defender la justicia social y la igualdad sea necesario hoy actuar en relación a un mundo postindustrial y globalizado no forma parte de las concepciones de nuestra hegeliana Presidenta, a pesar de que es esto lo que sucede en los treinta países del mundo que funcionan razonablemente bien, incluida la Alemania que ha tomado por modelo.

martes, 27 de noviembre de 2007


¡¡¡¡ ESTÁN TODOS INVITADOS DESPEDIR EL AÑO CON DEMOCRACIA GLOBAL!!!!
(por si no lo ven: es en el MUSEO ROCA, Vicente López 2220, atrás del Cementerio de la Recoleta, este jueves 29 a las 18.30 hs.)

Va a haber un lunch y tocará el grupo de tango Musa Mistonga. No falten.

lunes, 12 de noviembre de 2007


DOS EXCLUSIVAS PARA EL BLOG

Estas dos notas fueron escritas antes y después del 28 de octubre. La de "antes", nadie la quiso publicar por la veda. La de "después", porque la veda había terminado ;o)
Se las propongo tal cual, en exclusiva. Me parece interesante leer la de "antes" y ver en qué acerté y en qué le erré. Y también la de después, que intenta encuadrar el panorama político de los próximos años (¿decenios?).

(ANTES) EL SIGNIFICADO DEL 28 DE OCTUBRE

El más inesperado éxito de la campaña oficial ha sido el de haber hecho desaparecer del horizonte un hecho sorprendente: en los últimos meses, los candidatos kirchneristas han perdido las elecciones en Buenos Aires, Rosario y Córdoba, las tres ciudades más grandes del país, verdaderos enclaves de la sociedad de la información y el conocimiento en la Argentina de hoy. No es causal. Lo que se intenta ocultar desconociendo el fracaso en los pocos distritos electorales del país en los que la pobreza material y simbólica sigue siendo la excepción, es el verdadero significado del 28 de octubre, en el que la naciente Argentina del siglo XXI, abierta, pluralista y orientada al mundo y al futuro enfrentará a la Argentina ombliguista, paranoica y autoritaria nacida en 1930 y fracasada espantosamente en la segunda mitad del siglo XX.

Desde luego, no se trata ya de liquidar al más horrendo de sus representantes, aquel Partido Militar que abandonó el poder en 1983, sino de superar la hegemonía de las cúpulas corporativo-populistas que en un cuarto de siglo de mandato ininterrumpido han logrado la difícil hazaña de hacer que el país sea hoy aún más pobre y socialmente injusto que el que la mismísima dictadura nos dejó.

El 28 de octubre el país se juega no sólo el desguace de sus viejos y cansados partidos del siglo XX sino la ruptura o la continuidad de la fracasada Argentina que ayer nomás decía “Este país no está maduro para la democracia” y hoy dice “A este país, sólo los corruptos y los rosqueros lo pueden gobernar”.

Pero mucho más importante que repasar los síntomas del fracaso argentino en el siglo XX y sus postrimerías es identificar sus orígenes y fundamentos. Primero: su concepción política –un nacionalismo paranoico entendido como ombliguismo y rechazo del mundo- que no sólo es hipócrita cuando se observa a sus líderes haciendo compras en la Quinta Avenida o tocando la campanita en Wall Street, sino que ignora la más elemental de las reglas del Siglo XXI, que dice: en un mundo global, los objetivos e intereses nacionales no pueden perseguirse por métodos nacionalistas, sino que precisan de la cooperación, la solidaridad y la integración regional, internacional y mundial.

Segundo: su concepción económica, un industrialismo jurásico que guió al fracaso a un país concebido como paraíso industrial y que hoy sigue clamando por la reindustrialización e ignorando que la participación de la industria en el PBI argentino es mucho más alta que en Estados Unidos y Europa. Su paradigma de creación de valor, según el cual la riqueza se produce por medio del trabajo manual repetitivo en una cadena fordista gobernada por estructuras verticalistas y autoritarias, vaya casualidad, ha sido abandonado por todos los países que funcionan razonablemente bien. En todos ellos se ha comprendido desde hace tiempo que el valor agregado ha dejado de ser trabajo manual agregado para convertirse en información, conocimiento, diversidad cultural, comunicación, emociones e innovación agregados; es decir: en trabajo intelectual de alta calidad agregado al producto a través de su diseño, su proceso de producción y su cadena de marketing, publicidad y comercialización.

Es de esto, y no de los recursos naturales ni del trabajo manual de baja capacitación, que viven no sólo Suecia sino las ciudades de Buenos Aires, Córdoba y Rosario. Es de esto, y no de los recursos naturales, que vive no sólo el Japón sino el distrito industrial más avanzado del país, la Tierra del Fuego, productora de electrónicos y sede del turismo internacional. Es de las riquezas intangibles escondidas en las neuronas de sus ciudadanos -y no del petróleo, el gas y el carbón escondido en su territorio- que viven los países más ricos del planeta, que son también, sin excepción, los más igualitarios y democráticos. ¿Acaso es raro que en ninguno de ellos haya formaciones políticas siquiera remotamente parecidas a las que se están licuando en la Argentina hoy? ¿Quién puede creer que sea casual que éstas, en todas sus variantes, hayan sido derrotadas en Buenos Aires, Córdoba, Rosario y la Tierra del Fuego? ¿Cómo no ver la gran línea divisoria que hoy cruza transversalmente el país?

Repasemos ahora los distritos en las encuestas anuncian el triunfo de la candidata oficial: 1) las provincias estancadas y arrasadas por décadas de feudalismo, cuyos ciudadanos sobreviven sometidos a las dádivas clientelistas; 2) las provincias petropolíticas que ciertos gobernadores han intentado convertir en sultanatos latinoamericanos y en las que el gremio emblemático de la sociedad del conocimiento –los docentes- configura una primera línea de resistencia a la devastación; 3) ese conurbano bonaerense que constituye hoy el gran conglomerado jurásico-manufacturero del país, y que es el reino de la pobreza y la marginalidad, de los planes sociales sin capacitación laboral, y el imperio del paco, la policía brava y la inseguridad. En todos ellos, los grandes partidos del fracasado siglo XX argentino, que han gobernado ininterrumpidamente el país desde 1983, han ubicado su fábrica de pobres; una máquina político-social encargada de perpetuarse en el poder expropiándoles a los ciudadanos más vulnerables hasta la dignidad.

Es este el meollo de estas elecciones y de las que vendrán. El 28 de octubre todos los argentinos, comenzando por quienes sufren el final agónico de la Argentina del siglo XX en sus propias provincias y ciudades, y en su propia piel, elegiremos si queremos convertir al país en un gran conurbano bonaerense aliado con los barones del feudalismo provincial más o menos ilustrado o votaremos porque la Argentina, toda la Argentina, acceda a los niveles de productividad, desarrollo y bienestar que han alcanzado ya sus ciudades avanzadas; esos nacientes embriones de la sociedad del conocimiento y la información en un siglo que se anuncia postindustrial y global.

Se trata de la disputa por el modelo de país. Uno que mira al mundo y al futuro frente a otro que hace de la discusión eterna del pasado y la nación, y del fracaso convertido en victimismo, su razón esencial de ser y padecer. He aquí el significado profundo de las elecciones del domingo, en que la Argentina ética, republicana y pluralista que está naciendo con el siglo XXI luchará por no ser aplastada por los ominosos fantasmas de su ayer fracasado y brutal.

(DESPUÉS) LA OBLIGACIÓN DE SER KIRCHNERISTA Y EL VOTO DE KING-KONG

Volvía a mi casa en la madrugada del lunes, apenas abandonado el palco en el que Elisa Carrió había reconocido el triunfo de Cristina Kirchner y embargado por sentimientos contrapuestos, cuando en una esquina me encontré con una aparición amenazante. El gigantesco rostro de King-Kong me miraba desde el afiche de la Revista Debate bajo un titular que anunciaba “El regreso del voto gorila”. Lo primero que pensé fue en el justificado escándalo que se produciría si la oposición calificara al voto por Cristina Kirchner de “voto-chimpancé” o algo semejante, en tanto que la costumbre de (des)calificar al adversario político adjudicándole un carácter animal tiene vía libre, legitimada por el discurso intolerante que el Gobierno transforma en sentido-común nacional.

La mañana siguiente traería nuevas sorpresas, con el notable jefe de un Gabinete de Ministros jamás reunido declarando “Les pido a los porteños que dejen de pensar y votar como una isla”. Dejemos de lado el curioso mundo del doctor Fernández, en el que las islas no sólo piensan sino que votan, pero no hay por qué dejar pasar el carácter autoritario de enunciar desde el propio Gobierno la obligación de ser kirchnerista, patético llamado a la unanimidad con el que estrenaron su triunfo electoral quienes hicieron campaña hablando de pluralismo y calidad institucional.

No fue suficiente que el oficialismo haya utilizado los dineros públicos y la estructura del Estado para su campaña, ni el saqueo de boletas en el conurbano, ni que Cristina Kirchner se haya autoproclamado Presidenta de la República con poco más del 10% de las mesas escrutadas, ni que haya llegado al cargo gracias al ballotage trucho que el Pacto de Olivos nos legó. Había que insultar a los distritos díscolos e incapaces de comprender que el proyecto kirchnerista es el indiscutible proyecto nacional, de manera que a todos los que no lo comparten les corresponde el mote de soberbios y king-kones.

Más paradojal aún ha sido la acusación indirecta a las clases ilustradas. Lejanos quedaron los días del mes de junio en los que un derrotado Filmus sostenía que los científicos, los intelectuales y los que piensan (sic) lo habían votado. Ahora, en cambio, el hecho de que la mayoría de los argentinos que tuvieron acceso a los mejores niveles educativos se hubieran expresado en todo el país contra el proyecto K formaba parte de la acusación. Lo que no es causal si se piensa en las contradicciones irresueltas del pensamiento kirchneristamente-correcto, que un día sostiene que la educación es fundamental para generar ciudadanos libres y cinco minutos después se despacha igualando un alto estándar educativo con el egoísmo electoral y la alienación.

Pero lo que Alberto Fernández intenta esconder proponiéndose como líder porteño del antiporteñismo es que el Gobierno no sólo ha perdido en la Capital sino en todos los distritos económicamente avanzados, incluidos la segunda y la tercera ciudades del país, Rosario y Córdoba, y hasta en muchos centros pequeños y medianos ligados a una agricultura altamente tecnologizada, competitiva como pocos sectores del país. Sus habitantes, y no sólo los porteños, no han elegido opciones electorales distintas a la propuesta por el Gobierno porque quieran ser una isla, sino todo lo contrario. Han votado así porque no desean seguir siendo islas de prosperidad y bienestar en un país devastado por veinticuatro años de populismos corporativos que lo han hecho aún más pobre y socialmente injusto que el que la mismísima dictadura dejó. Y han votado también para que su modo de producción, el de la globalizada sociedad del conocimiento y la información, basado en el trabajo mental de calidad, esté al alcance de todos sus compatriotas y se transforme en el paradigma productivo argentino, en lugar de seguir siendo la excepción.

Como diputado electo por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires quisiera agregar: los porteños no hemos votado por King-Kong sino para que haya un verdadero federalismo en el que las provincias ganen en bienestar y autonomía, en vez de seguir dependiendo de la gran caja armada por el gobierno nacional. Y hemos votado también para que el modelo industrial-jurásico que predomina en el conurbano, basado en un trabajo de escaso valor agregado cuyas consecuencias inevitables son la baja productividad, el trabajo en negro, los salarios de hambre, la inexistencia de derechos sociales, el clientelismo, la inseguridad y el paco, no se extienda al resto del país, condenando a nuestros conciudadanos pobres a sobrevivir eternamente en la miserable jaula que el clientelismo político y el capitalismo de amigos económico les han construido. Más importante aún, contra todo esto ha votado también buena parte de la Provincia de Buenos Aires, en donde la Coalición Cívica ha obtenido su resultado electoral más brillante: 26% de los votos (que serían más del 30% en elecciones normales), victoria de la fórmula Carrió-Giustiniani en todas sus grandes ciudades (La Plata, Mar del Plata y Bahía Blanca) y varios intendentes electos en el resto de la Provincia contra los aparatos, las colectoras y la ley de lemas encubierta. Todo ello, a pesar de las condiciones en que se desarrollaron los comicios, inaceptables en cualquiera de los países que la candidata oficialista visitó en sus giras por el exterior.

Sostener que el voto no-K es el voto de King-Kong implica suponer que el pejotismo anteayer menemista, ayer duhaldista, hoy kirchnerista y mañana quién-sabe es un liberador de los pobres del país. ¿Lo es? Cualquier respuesta honesta a esta pregunta no puede soslayar que diferentes variantes del pejotismo gobiernan desde hace veinte años los distritos del conurbano en el que Cristina Kirchner ha fundado su éxito electoral y que el Pejota ha gobernado el país dieciséis de los últimos dieciocho años y sus provincias más pobres ininterrumpidamente desde hace décadas. En todo caso, la barrera que este domingo 28 ha dividido el voto a favor y en contra del proyecto kirchnerista no separa a cultos de incultos, a peronistas de gorilas, a porteños de provincianos, a ricos de pobres, a las alpargatas de los libros ni a la civilización de la barbarie. Separa un proyecto de Argentina ombliguista, jurásico-industrialista, hegemónica y patriotera, que fracasó dramáticamente en el siglo XX, de la Argentina moderna, pluralista, cosmopolita, postindustrial, republicana e inteligentemente abierta al mundo que está naciendo en los albores del nuevo milenio, y que ha votado casi unánimemente por candidatos de la oposición. No estaría mal que en lugar de menospreciar a quienes siguen sin votar los candidatos que propone el doctor Fernández tomara nota de que el siglo XXI ya empezó.

lunes, 29 de octubre de 2007


Sin foto, sin nada, cometo una nueva violación de las reglas (esta vez: de la distinción entre público y privado) y les transcribo la primera parte del e-mail que mandé ayer por la noche a mis amigos, volviendo a casa después del largo día de elecciones.

Queridos todos,

disculpen que mande un e-mail general pero hace 20 horas que estoy en pie en un día de mucha tensión, alegrías y desilusiones. Estuve fiscalizando en una escuela de Flores desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche y recién vuelvo del bunker donde Elisa acaba de reconocer la victoria de Cristina Kirchner por TV. Esta es la desilusión: estuvimos muy cerca de forzar el ballotage con un presupuesto ridículo, los medios en contra y escándalos de proporciones en el distrito electoral más importante (la Provincia de Buenos Aires), en donde apretaron a la gente en el conurbano y se robaron tantas boletas que algunos de los nuestros terminaron diciéndole a los fiscales que nos llamaban desesperados para que las repusiéramos, y ya no teníamos más, que le dijeran a la gente que votaran a cualquiera para que al menos no lo hicieran en blanco y así alzar el nivel necesario para que CK lograra el 40%.
¡Qué vergüenza! Con poco más del 10% de las mesas escrutadas y teniendo 42,5% de los votos (un margen muy exiguo sobre el 40% que necesitaban en el ballotage trucho que les dejaron Menem y Alfonsín), y con 83% de las mesas por escrutar, tiraron papelitos, cantaron las hurras por TV y se fueron a dormir, junto con Lavagna y el tren fantasma de San Luis, que dicen ser opositores. Como decía Pushkin, qué triste país es Rusia....

En cuanto a mí, parece que ya soy diputado. Siendo la una y media, me voy a dormir con 97% de las mesas escrutadas, Carrió primera lejos en la Capital y cerca del 38%, y nuestras listas en el 15.32% (nosotros) y 13.79% nuestros aliados socialistas, lo que quiere decir 3 diputados nosotros y 2 ellos, además de los dos senadores. Un resultado im-pre-sio-nan-te, mejor que lo esperado, que se ha repetido en todos los distritos urbanos avanzados en los que la Argentina finalmente se asoma al Siglo XXI, y que no sólo me pone en el Parlamento sino que hace entrar a Fernanda Reyes, la economista del ARI que estaba atrás mío en nuestra lista, lo que me hace muy feliz porque es una piba capaz y una gran persona.

GRACIAS A TODOS LOS QUE AYUDARON Y APOYARON DE ALGUNA MANERA EN MOMENTOS DIFÍCILES, Y A LOS QUE EMPUJARON, LLAMARON Y PREGUNTARON Y ESTARÁN TAN CONTENTOS COMO YO CON TODO ESTO.

fernando

miércoles, 24 de octubre de 2007

A CINCO DÍAS DE LAS ELECCIONES, HAGO UNA EXCEPCIÓN Y PUBLICO UN MENSAJE PROSELITISTA EN MI BLOG, DIRIGIDO A TODOS LOS QUE NO VAN A VOTAR POR CRISTINA FERNÁNDEZ (la que no quería que la llamaran Kirchner pero puso Kirchner en la boleta).
EL MENSAJE ES:


1) Votemos la fórmula de Elisa Carrió y Rubén Giustiniani porque es la única fórmula opositora que tiene capacidad de llegar al ballotage, de ganarlo y de construir, una vez en el Gobierno, un país mejor.

2) Votemos los candidatos de la COALICIÓN CÍVICA en Capital y en todo el país porque la Coalición Cívica es la única oposición verdadera al kirchnerismo, y no el PeJota noventista resucitado en San Luis ni el Ministro de Economía de K apoyado por Duhalde y Alfonsín.

Y los que quieran ser fiscales aún están a tiempo. LLAMEN AL 0800-555-5274

YA ESTAMOS PARA UN PAÍS MEJOR.
Abajo va nuestra boleta de diputados y arriba el banner de la Mesa Intercultural de la Coalición.




lunes, 22 de octubre de 2007

El nacimiento del Partito Democratico italiano

UN REFORMISMO GLOBAL

(publicado en DIARIO PERFIL del 21/10/07)

En medio de la apatía que gobierna la relación entre los ciudadanos y la política, el surgimiento del Partito Democratico (PD) como mayor partido político italiano y la elección como su secretario de Walter Veltroni -52 años, por segunda vez exitoso alcalde de Roma- abre una perspectiva de futuro para el progresismo de todo el mundo. La unión de las dos principales fuerzas políticas en el gobierno (los Democráticos de Izquierda de Veltroni, Fassino y D’Alema, y la Margherita de Rutelli) en un solo partido constituye además una lección para muchos países cuyas fuerzas progresistas navegan separadas por el sectarismo y las ambiciones personales desmedidas.

A pesar de que Veltroni era ampliamente favorito para el cargo de secretario, el resultado de estas primarias ha sorprendido a todos. En primer lugar, porque el 76% de preferencias obtenido ha ido más allá de las previsiones más optimistas. En segundo, porque votaron en estas internas más de tres millones de italianos, lo que confirma la existencia de una amplia franja de ciudadanos resistentes al cualunquismo antipolítico del que-se-vayan-todos argentino y el vaffanculo italiano, y que están dispuestos a participar activamente para que la política recupere su capacidad de representarlos.

Pero las exitosas internas del Partito Democratico marcaron además el éxito de otros ejes fundamentales en la propuesta de Veltroni, y que son particularmente interesantes de leer en clave argentina: 1) la constitución de un partido de centroizquierda orientado no sólo a la arena política nacional sino al ámbito regional y mundial; 2) la clarificación del concepto de “centroizquierda”, que no sólo señala un lugar específico del arco político (la izquierda no extremista) sino la alianza de las dos grandes fuerzas progresistas de la Modernidad, la izquierda democrática (los DS) y el centro liberal y progresista (la Margherita); 3) la participación activa de la sociedad civil y sus actores, en especial: los intelectuales y las organizaciones no gubernamentales; 4) la recuperación de una palabra (reformismo) desaparecida del vocabulario político en el preciso momento en que las variantes revolucionarias que la contrastaban desaparecieron víctimas de su mesianismo, sectarismo y violencia, y que expresa mejor que la idea de “progresismo” el contenido socialmente comprometido de las fuerzas de izquierda; y 5) la aspiración de trascender el marco de la Internacional Socialista para constituir lo que Veltroni ha llamado una “casa común del progresismo reformista de todo el mundo”, destinada a incluir desde el Partido Demócrata de los Estados Unidos, hasta los verdes alemanes y la Concertación Chilena.

Si es así, acaso el nacimiento del Partito Democratico y el triunfo de Veltroni sean considerados a largo plazo un hito fundamental en la constitución del primer partido político reformista de escala tan global como la sociedad del siglo XXI.

sábado, 6 de octubre de 2007


M’hijo el dotor
(publicado en Revista NOTICIAS)

Si algo demuestra con eficacia el carácter reaccionario del populismo desarrollista-industrialista argentino es su incapacidad de comprender lo que todas y cada una de las madres del país ha comprendido ya perfectamente. ¿Qué le recomienda a su hijo toda madre actual? Le dice: "Nene, no dejes el colegio (o la universidad). Estudiá mucho, y en los ratos libres aprendé inglés y computación, porque si no, te quedás afuera". Traduzco: toda buena Doña Rosa neustadtiana le recomienda hoy al hijo que se prepare para la creación y el manejo de conocimientos en el contexto de la sociedad de la información, y remarca además que una buena base comunicacional (cuyos lenguajes básicos son el inglés y la computación) resulta esencial dado el carácter crecientemente globalizado de la sociedad humana. ¿Qué propone, en cambio, el desarrollismo industrialista nac&pop argentino? Dice: "Hay que crear un país productivo, es decir: industrial. Y la incorporación de tecnología debe ser cuidadosa para evitar que los robots y la tecnología destruyan puestos de trabajo". En resumen: ¡a industrializar, a industrializar, que se acaba el mundo!

Para leer la nota completa, haga click aquí.

lunes, 1 de octubre de 2007


Noticias desde el mundo político global

(publicado en Revista Noticias - la foto del Congreso es gentileza del MFM)

Fue en 1947 que un grupo de activistas salidos en buena parte de la resistencia al fascismo se reunieron para organizarse y trabajar a favor de la unidad política mundial. Su objetivo era acabar con los genocidios y las guerras y neutralizar las amenazas a la supervivencia de la humanidad evidenciadas por Hiroshima y Nagasaki. Así, en Montreaux, nació el Movimiento Federalista Mundial (MFM), que a lo largo de su historia ha tenido entre sus miembros y adherentes a personalidades tan notables como Albert Einstein, Herbert G. Wells, Stefan Zweig, Thomas Mann, Pablo Casals, Albert Camus, Carlo Levi, André Maurois, Luigi Einaudi, Lord Beveridge, André Malraux, Bertrand Russell, Peter Ustinov, Leopold Senghor y Miguel Ángel Asturias, entre otros. Las palabras iniciales de la declaración de su congreso fundacional son hoy de enorme actualidad: "Estamos convencidos de que la humanidad no puede sobrevivir a otro conflicto mundial. Dos años han pasado desde el fin de la guerra, pero Europa y Asia están aún sepultadas bajo sus ruinas. Los trabajos de reconstrucción están paralizados; los pueblos sufren por falta de refugio, comida y abrigo, mientras las naciones desperdician sus capacidades preparándose nuevamente a destruirse unas a otras. El intento de preservar la paz mediante las Naciones Unidas, carece de efectividad en su actual estado de desarrollo para detener esta nueva deriva hacia la guerra".

Basta comparar este incierto panorama de la Europa de fines del ’40 con el actual presente, más allá de sus previsibles dificultades, para comprobar los beneficios que las unidades políticas supranacionales ofrecen a las naciones-estado capaces de comprender que, en un mundo global, ni siquiera los objetivos nacionales pueden conseguirse por medios nacionalistas.

Para leer toda la nota, haga click aquí.

domingo, 23 de septiembre de 2007


Indocta Córdoba

(publicado en el Suplemento Temas de La Voz del Interior)

Durante los últimos días, juristas de todas partes, editorialistas agudos y gobernadores dudosamente elegidos se han ocupado de descalificar a Luis Juez. Que no ha aportado pruebas de lo que dice. Que es un irresponsable congénito. Que parece salido de las páginas de Hortensia. Que Goebbels cuartetero. Que Nerón de provincias. Que Hitler de arrabal. Lo cierto es que el único efecto de semejante torneo de exageraciones ha sido ocultar detrás de una cortina de humo un hecho indiscutible: en lo esencial, Juez tiene razón. No hay forma ya de que Córdoba tenga un gobierno legítimo sin contar los votos uno por uno.

(para leer el artículo completo, haga click aquí y después vaya a Edición Impresa, Suplemento Temas)

lunes, 17 de septiembre de 2007


Contracara siniestra

(publicado en DIARIO PERFIL a un año de la desaparición de Jorge Julio López)

Así como la derogación de la Obediencia Debida y el Punto Final serán el mejor saldo político que dejará el gobierno de Kirchner,
la desaparición de Jorge Julio López constituye ciertamente su contracara siniestra. La situación es de inusitada gravedad, ya que atenta directamente contra la piedra fundamental de la convivencia civil en la Argentina: el Nunca Más adoptado como principio irrenunciable por todas las fuerzas políticas desde el Juicio a las Juntas.

Para ver la nota completa haga click
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jueves, 13 de septiembre de 2007

VALIJAZOS DE LA PETROPOLÍTICA

(publicado en Revista Noticias)

¿Qué le sugiere al lector la siguiente lista?: Osama Bin Laden, Vladimir Putin, George W. Bush, Tony Blair, Mahmoud Ahmadinejad, Hugo Chávez, Saddam Hussein, Muahamar Kadaffi. Respuesta: a) un equipo internacional de Papi-Fútbol; b) los principales responsables políticos de los principales conflictos que han afectado al planeta en los últimos años; c) los principales líderes políticos de naciones (o de grupos ligados a naciones…) en las que la extracción de petróleo es la principal fuente de recursos económicos o en las que la dependencia de la extracción de recursos energéticos ajenos se ha convertido en la principal cuestión de política internacional.
Pasemos ahora a la siguiente cuestión: ¿Qué distingue a la siguiente lista de líderes sudamericanos?: Chávez, Correa, Morales, por un lado, y Bachelet, Tabaré Vázquez y Lula, por el otro. Respuesta: a) sus diferentes niveles de patriotismo, antiimperialismo y adhesión a la causa de la Patria Grande, b) el diferente nivel de importancia que la extracción de recursos energéticos tiene en la economía de sus países, c) su grado de republicanismo, por un lado, y de hegemonismo, autoritarismo y corrupción, por el otro.

Gira que te gira, el viejo Carlos Marx tenía razón: el modo de producción, es decir, la manera en que una sociedad crea la riqueza de la que vive y se reproduce, determina fuertemente sus opciones culturales y políticas; al menos: les fija un horizonte que es difícil de trascender. Si la riqueza es producida mediante la inteligencia humana, como en las así llamadas “sociedades del conocimiento y la información”, si su creación supone una población intelectualmente preparada, capaz de trabajar en equipo, de asociarse por un fin común y de tomar decisiones inteligentes, entonces es probable que el resultado sea un país no sólo rico, sino igualitario, es decir: con una buena distribución de la riqueza material y simbólica. Si, en cambio, la riqueza no es producida por la labor intelectual altamente calificada sino por el territorio (como en los dominios petropolíticos) o mediante un trabajo manual elemental, repetitivo y bestializante (como en la patria industrial-manufacturera), su producto no sólo es escaso sino que tiende a concentrarse en pocas manos, en tanto el poder político se torna autoritario, se enviste de una retórica territorialista y patriotera y queda inextricablemente ligado -por una parte- al poder militar que garantiza la defensa de los recursos territoriales propios o la apropiación de los ajenos, y –por el otro- a la corrupción que inevitablemente genera la concentración de poder, la falta de controles, la destrucción deliberada de las instituciones republicanas.

¿Cómo asombrarse entonces del valijazo de Aeroparque, de la liberación inexplicable de su protagonista, del silenzio-stampa de cuatro días del Gobierno durante la visita del petropolítico coronel Chávez, del avión rentado por la compañía petrolera argentina al doble del precio de mercado para que viajen sus funcionarios de segunda línea y los representantes de la compañía petrolera venezolana, del abandono de una suma (los us$400.000 “restantes”) dejada sin preocupación dado que es una pequeña migaja en el flujo petropolítico global, que no sólo petróleo contiene? ¿Es acaso casualidad que el actual Presidente de la República Argentina provenga –por primera vez en la historia- de la región que produce el 84 por ciento del petróleo nacional? ¿Es quizás por azar que los negocios ligados al transporte de energía, y que están a cargo del excelentísimo ministro Julio de Vido, sean el centro sKansKiano de la corrupción en el país de las demasiadas K? ¿Será obra de la fortuna el que Kirchner y De Vido se hayan formado económica y políticamente en el manejo de una provincia en la que casi todo consiste en la habilidad de ordeñar la vaca petrolera-carbonera con el objeto de acumular una caja con la que abastecer al clientelismo de abajo y al capitalismo de amigos de arriba? ¿No es éste el esquema petropolítico que ha repropuesto la monarKía a nivel nacional, tratando de ordeñar a la vaca sojera como si se tratase de un yacimiento (con los consecuentes mugidos de disgusto de la vaca) y reproponiendo un paradigma productivo, la “reindustrialización” manufacturera, que los países ricos, avanzados y en los que la distribución de la riqueza es algo más que una bella página del discurso político han dejado atrás desde hace décadas?

En mundo global, las polaridades políticas se tornan globales. En el planeta: sociedades de la información (la Unión Europea, Canadá, Japón) versus reinos petropolíticos del primer y el tercer mundo. En los Estados Unidos: un interior petropolítico texano-republicano desconectado, atrasado y dependiente de la producción primaria versus las costas demócratas avanzadas, hiperconectadas y productoras de conocimientos e información. En Sudamérica: los gasífero-petrolíferos Chávez, Correa y Morales contra las incipientes repúblicas sureñas que miran al mundo y al futuro con esperanza. En la Argentina: la alianza entre la petropolítica de Kirchner y De Vido y el aparato clientelista crecido en el conurbano bonaerense, el más grande de los parques jurásico-industriales del país, versus las incipientes sociedades de la información desarrolladas en las grandes urbes argentinas y en las pequeñas ciudades asociadas a una agricultura altamente tecnologizada. Aquí, allá y en todas partes: de un lado, las nacientes sociedades de la información y el conocimiento, basadas en la producción intelectual de alta calidad; del otro: la petropolítica industrialista-manufacturera; nacionalista, militarista, autoritaria y retrógrada. ¿Cómo asombrarse del valijazo de Aeroparque?

martes, 14 de agosto de 2007


Como acaso algunos saben, anduve presentando el libro por todos lados.
En Capital (Librería Losada), m
e acompañaron Elisa Carrió y Ricardo López Murphy; en San Juan (Biblioteca Franklin), el candidato a gobernador por la Coalición Cívica Diego Seguí y el periodista Ernesto Lloveras; en Mendoza (Dos Santos libros), el doctor Francisco Leiva, de la Coalición; en Rosario (Librería Ross), el periodista Luis Novaresio y el ex concejal del ARI Pablo Javkin; en Córdoba (Centro Cultural Galileo), el candidato a gobernador por el radicalismo y la Coalición Cívica, Mario Negri; y en Jesús María (Centro Cultural Cabildo), el periodista Claudio Mauro.
Gracias a todos los que participaron como organizadores, expositores o público.

En
LA CAPITAL, diario de Rosario, publicaron un reportaje del periodista Walter Palena que me parece el mejor de todos los que me hicieron en este viaje. Para leerlo, hagan click aquí.

lunes, 13 de agosto de 2007

DERECHOS Y OBLIGACIONES
(publicado en el suplemento TEMAS de La Voz del Interior)

La mayor parte de los debates públicos nacionales depende de la extraña habilidad de los argentinos para instalar una antinomia en donde existen en realidad factores complementarios que más que repelerse se solicitan mutuamente. Han formado parte de las abundantes aventuras intelectuales locales varias dicotomías presentadas como opciones obligatorias y absolutas: república o justicia social, desarrollo o distribución, modernización o empleo, garantías constitucionales o seguridad pública, industria o servicios. Semejantes despropósitos se solucionan poniendo una "y" donde los polemistas gustan poner una "o", según el sabio consejo de la Chilindrina, aquel personaje de TV que a las preguntas del Chavo solía responder: ¡Las dos cosas!
No hay justicia social sin república, distribución del ingreso sin desarrollo, empleo sustentable sin modernización del aparato productivo, seguridad pública sin garantías constitucionales, industria avanzada sin desarrollo de los servicios. Y el último capítulo del nutrido corpus antinómico local han sido las recientes expresiones de Mauricio Macri sobre que la Argentina del siglo 21 iba ser la de las obligaciones, y ya no la de los derechos. En verdad, es notable que el tema de la ciudadanía en Argentina sea invariablemente presentado en términos de derecho y nunca en el de obligaciones. Lo que el futuro intendente porteño parece olvidar es que es éste un saldo predecible en una sociedad cuyo estado ha cometido un aberrante crimen genocida. Dicho esto, es cierto que seguir insistiendo en los derechos olvidando las obligaciones tiene el inconveniente de sugerir que aquéllos son una invención de la divinidad o de la naturaleza y no una producción social determinada por el cumplimiento de obligaciones. Esta noción elemental, que es enseñada a los niños de los países avanzados inmediatamente después de la tabla del cuatro, está ausente en la sociedad argentina; acaso, porque es éste un país condenado al éxito que no precisa de minucias como el trabajo bien hecho, la responsabilidad fiscal y la ética política, que han hecho la fortuna de otros.
Una ciudadanía bien entendida es la que articula el reclamo de derechos con el cumplimiento de las obligaciones. Lamentablemente, en la Argentina de hoy, toda invocación en este sentido es descalificada por una versión local del pensamiento políticamente correcto cuya especialidad es denunciar a quien mencione la palabra "obligaciones" como justificador rentado de la opresión y la miseria. El resultado previsible es un país de derechos inalienables y deberes excusables, en el que la intangibilidad de los derechos humanos se limita al pasado o se reduce a la libertad de vocearlos por las calles como una variante laica de los mantras religiosos.
La democracia y la República no sólo se consumen, sino que se producen, y si no se producen, se sufre inevitablemente por su ausencia. Obligaciones y derechos no son pues contradictorios sino complementarios: éstos no pueden existir sin aquéllas, aquéllas son inútiles sin éstos. El estado nacional, a través de su política educativa y cultural, tiene un amplio terreno en el cual promover formas de convivencia y desarrollo democrático y republicano. Para ello, son precondiciones necesarias el fin de la identificación entre ciudadanía y nacionalismo –que crea una gran masa de festejantes de triunfos de la selección de fútbol, pero poco aporta en términos de cumplimiento de las obligaciones, ya sean fiscales, laborales o ciudadanas– y la renuncia al demagógico reemplazo de los ciudadanos argentinos por meros demandantes de derechos, es decir: por clientes.

miércoles, 8 de agosto de 2007

UN ARGENTINO EN LA BANDA ORIENTAL
(publicado en DIARIO PERFIL)

Pocos días en Montevideo bastan para comprender por qué los argentinos amamos la Banda Oriental: sus habitantes nos tratan con la misma reverencia injustificada con la que distinguimos aquí a quienes vienen de Francia. Hartos de que los demás terrícolas pongan cara de asquito cuando anunciamos nuestra pertenencia nacional, Uruguay es un placer y un descanso. Al menos, lo fue hasta que en los conflictos por las fatídicas pasteras terminamos aplicando a los hermanos orientales los mismos métodos con que los argentinos nos tratamos unos a otros hoy.
Las relaciones argentino-uruguayas reconocen un antes y un después. Ahora, después de un par de comparaciones de Buenos Aires con París los uruguayos no pueden dejar de mencionar el maltrato al que se sienten sometidos. “Ya no se trata de que tu hermano mayor te ignore –afirman- sino de que no te pegue”. El enojo con Kirchner es unánime. Tanto, como la confusión: en los análisis nunca falta el compromiso de que Botnia sea controlada ambientalmente y la esperanza de que los cortes de puentes y la pasividad del gobierno argentino se acaben después de las elecciones, pero tampoco las previsiones de posibles episodios de violencia y la necesidad de que Uruguay “aprenda a vivir sin la Argentina” (sic). Dicho esto, aún los uruguayos más nacionalistas carecen del tono paranoico que predomina aquí, hasta el punto de que abundan las menciones al carácter “artificial” del paisito-tampón y las observaciones de que Artigas nunca apoyó la independencia. Y esta capacidad de defender lo propio sin ponerse patriotero es común a casi todo el arco político oriental.
Sonará extraño en un país, la Argentina, acostumbrado a confundir nacionalismo con ciudadanía, pero no puedo dejar de preguntarme: ¿tendrá algo que ver esta ausencia de patrioterismo uruguayo con el hecho de que el país siga teniendo los niveles de desigualdad más bajos de Latinoamérica? ¿Será el escaso nacionalismo extremo la causa de que la polémica gire hoy en Uruguay alrededor de una reforma fiscal que hará al país aún más igualitario; una reforma que de este lado del Plata se anuncia-se anuncia y jamás se concreta, en tanto los gobernantes argentinos se desviven por salir en la foto junto a la bandera más larga del mundo?

domingo, 29 de julio de 2007


LA CULTURA TRIBAL

(Publicada en Revista NOTICIAS)

Si existe un aspecto subestimado en el análisis de los fenómenos políticos y sociales no sólo de la Argentina, sino del mundo, es la instintiva tendencia de los seres humanos a comportarse tribalmente. En su ya clásico “Armas, gérmenes y acero”, Jared Diamond estima que los inicios de la humanidad tuvieron lugar hace alrededor de 7 millones años, en tanto lo que llamamos “civilización” (entendida como agrupaciones de más de 50.000 personas, con subsistencia derivada de la agricultura socialmente organizada y una forma de gobierno estatal) data de hace apenas 11.000 años. Más allá de las distinciones que Diamond hace del período precivilizatorio de la humanidad (bandos, tribus acéfalas y tribus centralizadas), si consideramos nuestra historia como una sola jornada de 24 horas la etapa tribal terminó hace poco más de dos minutos, lo que ha dejado un rastro profundo en nuestras conductas atávicas que explica buena parte de los problemas socio-políticos del hipertecnológico mundo de hoy.

Ahora bien: ¿cuáles fueron las estrategias que los homínidos precivilizados adoptaron para sobrevivir en un ambiente hostil y en el que disponían de instrumentos rudimentarios? En primer lugar, era necesario agruparse para cazar grandes animales y para defenderse de predadores y grupos humanos extraños, para compensar fortunas y calamidades individuales en el gran contenedor grupal y para intercambiar información acerca de de los mejores lugares de caza, sobre la presencia o ausencia de enemigos, y acerca del uso de instrumentos o la utilización del fuego. En la cultura tribal en la que los seres humanos hemos vivido casi toda nuestra historia, sólo una interacción repetida por largos períodos traía la posibilidad de confiar en los semejantes. Por eso, lo lejano y desconocido era amenazante; lo cercano y conocido, tranquilizador; y el contacto con extraños, una vía probable a la extinción. De aquí que el racismo sea completamente natural (“¡La naturaleza es de derecha!” advertía Simone de Beauvoir) y el antirracismo, un invento tardío de la civilización.

En la cultura tribal, signada por la cercanía geográfica y la inmediatez personal, las características raciales y culturales del propio grupo permitían el reconocimiento. De allí que fueran exageradas mediante pinturas y uniformes coloridos. Quienes las poseían eran amigos. El resto de la humanidad, enemigos. Y enemigos mortales. La regla social básica de la cultura tribal era la solidaridad entre “nosotros” y la hostilidad hacia “ellos”. La violencia, la única forma de contacto practicable con el ajeno. Rudimentarias formas de comunicación hacían posible el intercambio de informaciones entre los miembros de la tribu e imposible con respecto al resto de los grupos existentes. El conocimiento de los cantos tribales servía de contraseña. Las decisiones debían tomarse, además, tratando de limitar al máximo el conflicto interno. De manera que en todos lados se conformaron sociedades tribales cerradas y uniformes, y pirámides de poder encabezadas por jefes autoritarios y violentos, organizadas además de forma que unos pocos con poder pudieran sacar provecho del resto, que carecía de él. Toda violación de las reglas, todo disenso, implicaba una traición punible con la expulsión o la muerte. El control del territorio y sus recursos y el acatamiento de la disciplina colectiva era lo que decidía entre la supervivencia y la extinción. Como Hobbes definiría magistralmente milenios después, la vida humana era entonces “brutal, infausta, breve”.

TRIBALISMO POST
Dado que un recién nacido es biológicamente equivalente a sus antecesores de hace decenas de miles de años, las características de la cultura tribal reaparecen incansablemente cada vez que se aflojan los lazos civilizatorios, es decir: cada vez que la inteligencia, arma fundamental con la que el más desvalido de los mamíferos se hizo cargo del mundo y su destino, es dejada de lado junto con los productos sociales e institucionales que generó. ¿Cómo asombrarse de que la muerte ronde los estadios de fútbol y su sombra se extienda a las manifestaciones políticas cuando se repite socialmente, como verdad indiscutible, el rito futbolero de la identidad, y cuando cada uno de los elementos de la cultura tribal (los colores, la distinción amigo-enemigo, los cantos rituales, la violencia, la organización piramidal, el autoritarismo, la unanimidad) se hacen presentes en un mundo asolado por barras bravas que se ha tornado territorio de disputa entre violentos?

La creación de fuerzas armadas constituyó la institucionalización más evidente del explosivo cocktail de uniformización, distinción amigo-enemigo, control del territorio, exhibición de agresividad, verticalismo interno y violencia exterior que distingue a todo grupo tribal. Pero el tribalismo ha adoptado infinitas formas, más o menos inocentes o criminales, en la Historia; desde las familias de la mafia a las tribus rockeras, los grupos terroristas, las gangs juveniles, los grupos de forajidos amantes de la limpieza étnica, las patotas sindicales, los hutus y los tutsis, las sectas fundamentalistas y las maras centroamericanas. A pesar de sus marcadas diferencias, sus denominadores comunes suelen ser el sexismo machista, el liderazgo carismático, el autoritarismo militarista, la violencia externa y la delación interna. En todos ellos, la idea fundamental es que el grupo tribal es la humanidad (en efecto: la palabra que designa al grupo y la que designa a la humanidad en su conjunto suele ser la misma en todo lenguaje tribal); en tanto los demás seres humanos son no-humanos o sub-humanos, motivo por el cual se suele emplear contra ellos denominaciones animales (desde “aluvión zoológico” a “gorila”).

La cultura tribal es también un componente fundamental de los totalitarismos, cuyo paso inicial ha sido siempre la elevación de una tribu (racialmente, clasistamente, nacionalmente o religiosamente definida) a representante completa de la humanidad o de sus intereses, inmediatamente seguida por la proclamación de un líder mesiánico y autoritario entronizado después de una disputa violenta entre los candidatos, la construcción de una jerarquía de secuaces, la opresión de los que están abajo en la pirámide, la excomunicación de los enemigos, la sacralización de la solidaridad interna, las purgas contra los disidentes y la agresión al exterior. Todas y cada una de estas estrategias difieren escasamente de las que adopta para sobrevivir una manada de mamíferos, de allí las similitudes entre las bandas fascistas y los lobos, y la admiración de los unos por los otros. De allí también que se suela denominar hoy “izquierda” y “derecha” a dos confusas aglomeraciones cuyo denominador común son el color de las banderas bajo las que se amontonan y los amigos y enemigos ante los que se definen, y no ya un corpus de ideas, ni mucho menos una tradición de prácticas coherentes con los valores que se dicen defender. Para quienes prefieran adentrarse en visiones políticas aparentemente opuestas pero que, leídos entrelíneas, sostienen básicamente razones tribales similares, allí están las obras de los Frantz Fanons y los Carl Schmitts de este mundo, resurgidos hoy en sus epígonos post.

TRIBALISMO O MODERNIDAD
La Modernidad
constituye una larga tradición de acumulación de estrategias contra la cultura tribal; una cultura tribal que no invoca exactamente el todos-contra-todos hobbessiano sino más bien el tribu-contra-tribu. Existen hoy en la Modernidad tres grandes formas de supervivencia del tribalismo: una que adopta la forma trágica del nacionalismo extremo, cuyo mayor ejemplo fue el nazismo y cuya supervivencia institucional expresan los ejércitos; otra comédica: la del nacionalismo-débil, que es la doctrina política todavía predominante en una sociedad tecnoeconómicamente global; y una sainetesca: el hooliganismo futbolero, cuyas conductas son la reducción al absurdo de los comportamientos tribales que el fascismo patentó como marca de fábrica.

Afortunadamente, en la larga lucha contra la escasez y la opresión que es el eje explicativo de la historia universal, la aplicación de la inteligencia humana fue generando contextos en los que era necesario extender la unidad de acción a grupos cada vez más grandes. De las ciudades-estado a los imperios, de los feudos a los estados nacionales y de éstos a la Unión Europea y a la ONU, el espacio del “nosotros” tribal se fue extendiendo al mismo tiempo que sus características propiamente tribales se desdibujaban. La tecnología era el motor oculto de este cambio, ya que -como resumió magistralmente Bertrand Russell- el desarrollo tecnológico incrementa los beneficios de la cooperación, disminuye los de la competencia y aumenta las consecuencias destructivas del conflicto. Consecuentemente, la cultura tribal -que ayer era una estrategia racional de supervivencia en un mundo sometido a una escasez de recursos extrema y en la cual la suerte de individuos, grupos y naciones se jugaba en una disputa de suma-cero- se tornó gradualmente en una consistente amenaza de destrucción en este mundo signado por la postsecasez en el que la miseria no es fruto inevitable de las insuficiencias tecnológicas sino producto indeseable de las limitaciones del sistema político-social.

En todas partes, la ampliación de los límites de la unidad política fue de la mano con la democratización del poder en su interior y su restricción reaccionaria y contraria a la tendencia progresista fijada por el desarrollo tecnoeconómico se asoció con la tiranía y la opresión. En algunos casos (el nazifascismo fue el ejemplo acabado, pero basta leer el manifiesto fundacional del GOU argentino para comprobar la universalidad del proceso), estados nacionales autoritarios, militaristas y opresivos respondían a las necesidades de ampliación el territorio que fijaba la agenda tecnoeconómica mediante un intento de ampliación manu militari exaltado como “lucha por el espacio vital”. Se repetía entonces entonces aquel proceso que el mejor Marx, el del 18 Brumario, describió con una frase que haría historia, ya que decía más que lo que su propio autor logró suponer y se constituyó –sin quererlo- en autocrítica de su propia ideología: “La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y en épocas de crisis revolucionaria, cuando éstos aparentan dedicarse a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal”.

TRIBALISMO O GLOBALIZACIÓN
Las enormes potencialidades que abría el uso de la inteligencia humana dieron por tierra con el tribalismo. Cuando la capacidad intelectual de los humanos se organizó metodológicamente como ciencia y superó las resistencias tribales y los intereses cistalizados en instituciones nacidas en un ambiente de escasa concentración de inteligencia aplicada, y por lo tanto, de escasez y opresión extremas, el futuro de la partida estaba sellado. La Modernidad creó, progresiva pero inexorablemente, dos subsistemas diseñados para batallar contra la escasez (el sistema económico capitalista) y la opresión (el sistema político democrático). A pesar de las herencia de milenios de tribalismo biológicamente impresa en a memoria de la especie, y de las consecuencias apocalípticas de sus episodios de reaparición, el resto es historia: la inteligencia humana aplicada en forma de conocimiento, información, diversidad cultural, innovación y comunicación se ha convertido en el centro no sólo de la economía sino de la vida social. Y el gran profeta del industrialismo, Karl Marx, alcanzó a vislumbrarlo en sus trabajos póstumos, los Grundrisse: ““El desarrollo del capital revela hasta qué punto el conocimiento social general se ha convertido en la fuerza productiva directa, y por lo tanto, hasta qué punto las condiciones del proceso de la vida social misma han sido modificadas por él”.

Es imposible que nuestros atavismos tribales puedan constituirse en una guía válida para la acción en un mundo globalizado y altamente tecnologizado. Sin embargo, esto no quiere decir que el porvenir sea necesariamente venturoso: nuestras tendencias tribales atávicas bien pueden acabar con él usando sus propios instrumentos. Aún más, lo que en un mundo desconectado y de escasos contactos provocaba conflictos reducidos en importancia y escala, se torna en amenaza de destrucción masiva en una Modernidad regida por la hiperconectividad y en la que el colapso del espacio y el achicamiento del mundo ponen en contacto, inexorablemente, lo uno con lo otro. En un mundo así configurado, se necesita comprensión de la otredad al mismo tiempo que respeto común de valores universales, se requieren aceptación y promoción de la diversidad, resolución pacífica de los conflictos, estructuras de poder horizontales, comunicación de todos con todos, igualdad de derechos entre los propios y los ajenos y una extensión planetaria de la solidaridad; todos ellos valores opuestos por el vértice a la cultura tribal. Al mismo tiempo, la combinación entre tecnología avanzada y mentalidad tribal, proeza en la que Hitler fue maestro y Bin Laden un excelente aprendiz, promete un Armagedón al alcance de la mano en el que perezcan no sólo los hombres, sino la misma humanidad.

La cultura tribal no es exactamente irracional, sino más bien está presa de una racionalidad obsoleta, en el sentido de que no se ajusta ya a las condiciones presentes. La cultura tribal no es exactamente antiinstitucional, sino que está preñada de instituciones (como el liderazgo verticalista, el control del territorio y la organización en manada piramidal) que son poco más que la cristalización anacrónica de mundos en trance de agonía. La crítica y el combate contra sus categorías zombies, especialmente difícil de librar contra su variante soft: el nacionalismo-débil, constituye la única vía a la supervivencia individual, grupal y colectiva en los tiempos de la Modernidad mundial.
Hoy, la emergencia de una sociedad globalIZada ha elevado la exigencia del doble proceso de ampliación externa y democratización interna de la unidad política a la escala planetaria, haciendo que el paradigma “democracia global” se convierta en el único programa racional contra las consecuencias aniquiladoras del tribalismo en la era de la proliferación nuclear, las modificaciones genéticas, las pestes mundiales y el terrorismo global.

En el decisivo pasaje de una sociedad industrial-nacional basada en el territorio, el capital físico y el trabajo manual, a una postindustrial-global basada en la organización en redes globales, el capital simbólico y el trabajo intelectual, el destino de la humanidad se juega en la superación de nuestra cultura tribal atávica, más específicamente, en la capacidad de escapar de las visiones paranoicas y agresivas en las que el nacionalismo, tribalismo de la Modernidad-mundo, nos mantiene simbólicamente atrapados, y que son bien capaces de transformar el Apocalipsis en una profecía autocumplida.